Compartir los frutos de la productividad
El libre comercio promueve la especialización de cada cual, de acuerdo con sus ventajas competitivas y comparativas. La especialización es el óptimo arreglo de los factores de producción disponibles en determinado momento y el resultado de ese arreglo óptimo – relativo, no absoluto- es la generación de valor que el intercambio disemina.
Algún buen amigo y economista me ha hecho notar, respecto del artículo de ayer, una imprecisión técnica que merece corregirse: Como tal el libre comercio no puede modificar el índice general de precios, sino tan sólo los precios relativos. Así es, la expresión correcta debió haber sido que el libre comercio además de disminuir los precios relativos (por ejemplo, del tomate respecto del maíz, sabiendo además que el primero se comercia libremente en tanto que el segundo está sujeto a restricciones comerciales) puede ocasionalmente incidir en el nivel general de precios cuando el intercambio de bienes trae aparejada una modificación en los factores de producción – productividad- que disemina sus beneficios en prácticamente toda la economía.
Hecha la aclaración, insisto en que frecuentemente desdeñamos el formidable potencial del comercio libre como generador de bienestar. Lastimosamente buena parte de los políticos en el mundo están desempolvando prédicas proteccionistas y mercantilistas a veces en busca de votos y más frecuentemente en busca de dinero: aportaciones de cazadores de rentas a quienes favorecen las restricciones a la libertad de comercio.
Tanto en Hispanoamérica, como en Estados Unidos, como en la Unión Europea, como en Japón – por mencionar los casos más conocidos- tales grupos son fáciles de identificar por su protagonismo propagandístico; productores agrícolas, fabricantes de ropa y textiles, siderúrgicas, empresas de transporte o de telecomunicaciones…
Lo que nos están robando tales políticos es invaluable. Nos están impidiendo la oportunidad de participar de los frutos de la productividad mundial. Cuando en México, por ejemplo, los transportistas de carga se quejan de que hay demasiados oferentes en el mercado y se rehúsan a competir con sus similares del extranjero, simple y llanamente nos están diciendo a los consumidores: “Me opongo a que te beneficies de las habilidades, del talento, de los conocimientos o de los esfuerzos de otros. Exijo que permanezcas atado a mi improductividad”.
Cuando los políticos promueven y hacen leyes que “protegen” a determinados productores o gremios elevan a decreto la pobreza y la improductividad.
Debemos ser masoquistas porque, además, les pagamos por hacerlo.
Algún buen amigo y economista me ha hecho notar, respecto del artículo de ayer, una imprecisión técnica que merece corregirse: Como tal el libre comercio no puede modificar el índice general de precios, sino tan sólo los precios relativos. Así es, la expresión correcta debió haber sido que el libre comercio además de disminuir los precios relativos (por ejemplo, del tomate respecto del maíz, sabiendo además que el primero se comercia libremente en tanto que el segundo está sujeto a restricciones comerciales) puede ocasionalmente incidir en el nivel general de precios cuando el intercambio de bienes trae aparejada una modificación en los factores de producción – productividad- que disemina sus beneficios en prácticamente toda la economía.
Hecha la aclaración, insisto en que frecuentemente desdeñamos el formidable potencial del comercio libre como generador de bienestar. Lastimosamente buena parte de los políticos en el mundo están desempolvando prédicas proteccionistas y mercantilistas a veces en busca de votos y más frecuentemente en busca de dinero: aportaciones de cazadores de rentas a quienes favorecen las restricciones a la libertad de comercio.
Tanto en Hispanoamérica, como en Estados Unidos, como en la Unión Europea, como en Japón – por mencionar los casos más conocidos- tales grupos son fáciles de identificar por su protagonismo propagandístico; productores agrícolas, fabricantes de ropa y textiles, siderúrgicas, empresas de transporte o de telecomunicaciones…
Lo que nos están robando tales políticos es invaluable. Nos están impidiendo la oportunidad de participar de los frutos de la productividad mundial. Cuando en México, por ejemplo, los transportistas de carga se quejan de que hay demasiados oferentes en el mercado y se rehúsan a competir con sus similares del extranjero, simple y llanamente nos están diciendo a los consumidores: “Me opongo a que te beneficies de las habilidades, del talento, de los conocimientos o de los esfuerzos de otros. Exijo que permanezcas atado a mi improductividad”.
Cuando los políticos promueven y hacen leyes que “protegen” a determinados productores o gremios elevan a decreto la pobreza y la improductividad.
Debemos ser masoquistas porque, además, les pagamos por hacerlo.
Etiquetas: apertura económica, competencia, economistas, filosofía, liberalización comercial, precios, productividad, proteccionismo comercial
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