El fracaso de los impuestos progresivos
Los inventores de los impuestos progresivos no buscaban tanto financiar al Estado como modelar una sociedad igualitaria con métodos muy cercanos a la confiscación de la propiedad.
Marx y Engels calificaron a los impuestos directos con tasas progresivas como la segunda opción para arribar a la sociedad comunista después de la mejor opción: La abolición de la propiedad privada por la vía de la violencia.
William Gladstone, el estadista británico, se oponía a los impuestos progresivos por la misma razón por la que Marx y Engels mostraban tanto entusiasmo: Los veía como la antesala del comunismo.
Fue un poco conocido negociante francés, Jean Louis Graslin, quien por primera vez habló explícitamente de impuestos progresivos en 1766-1767: "…une taxe à caractère progresiff". Graslin, después de hacer una apreciable fortuna se preocupó de la desigualdad social, de acuerdo al espíritu revolucionario imperante en Francia en aquella época, y siguió algunas ideas de Robespierre, Montesquieu, Rosseau, Voltaire y, sobre todo, las propuestas del reformador Jaucourt, autor de la entrada "Impuestos" en la primera de las ediciones de la famosa Enciclopedia (1765) donde éste había escrito: "Dado que todos disfrutan por igual de la protección y de la seguridad que brinda el gobierno, la desigualdad de fortunas y de los beneficios que de ellas derivan requiere de impuestos consistentes con tal desigualdad y requiere que tales impuestos sean, por así decirlo, de progresión geométrica: dos, cuatro, ocho, 16…"
Graslin continuó con la idea y propuso una tabla de diez tasas progresivas para gravar las rentas, que empezaba para un ingreso de 400 libras con una tasa de cinco por ciento y terminaba, para un ingreso de 400 mil libras o superior, ¡con una tasa de 75 por ciento! Graslin explícitamente escribe que los impuestos proporcionales son injustos y que, por ende, las tasas deben ser progresivas.
Sorprende, con estos y otros antecedentes, que en México prevalezca aún un erróneo criterio de la Suprema Corte de Justicia que sostiene – contra toda evidencia lógica, matemática e histórica- que las tasas progresivas ¡son proporcionales! Una tasa única es proporcional; las tasas progresivas, no lo son.
El problema de fondo es la peregrina idea de que los impuestos son eficaces para redistribuir el ingreso. Las tasas progresivas, además de confiscatorias, desalientan la creación de riqueza y el crecimiento económico, y promueven la elusión y la evasión.
Marx y Engels calificaron a los impuestos directos con tasas progresivas como la segunda opción para arribar a la sociedad comunista después de la mejor opción: La abolición de la propiedad privada por la vía de la violencia.
William Gladstone, el estadista británico, se oponía a los impuestos progresivos por la misma razón por la que Marx y Engels mostraban tanto entusiasmo: Los veía como la antesala del comunismo.
Fue un poco conocido negociante francés, Jean Louis Graslin, quien por primera vez habló explícitamente de impuestos progresivos en 1766-1767: "…une taxe à caractère progresiff". Graslin, después de hacer una apreciable fortuna se preocupó de la desigualdad social, de acuerdo al espíritu revolucionario imperante en Francia en aquella época, y siguió algunas ideas de Robespierre, Montesquieu, Rosseau, Voltaire y, sobre todo, las propuestas del reformador Jaucourt, autor de la entrada "Impuestos" en la primera de las ediciones de la famosa Enciclopedia (1765) donde éste había escrito: "Dado que todos disfrutan por igual de la protección y de la seguridad que brinda el gobierno, la desigualdad de fortunas y de los beneficios que de ellas derivan requiere de impuestos consistentes con tal desigualdad y requiere que tales impuestos sean, por así decirlo, de progresión geométrica: dos, cuatro, ocho, 16…"
Graslin continuó con la idea y propuso una tabla de diez tasas progresivas para gravar las rentas, que empezaba para un ingreso de 400 libras con una tasa de cinco por ciento y terminaba, para un ingreso de 400 mil libras o superior, ¡con una tasa de 75 por ciento! Graslin explícitamente escribe que los impuestos proporcionales son injustos y que, por ende, las tasas deben ser progresivas.
Sorprende, con estos y otros antecedentes, que en México prevalezca aún un erróneo criterio de la Suprema Corte de Justicia que sostiene – contra toda evidencia lógica, matemática e histórica- que las tasas progresivas ¡son proporcionales! Una tasa única es proporcional; las tasas progresivas, no lo son.
El problema de fondo es la peregrina idea de que los impuestos son eficaces para redistribuir el ingreso. Las tasas progresivas, además de confiscatorias, desalientan la creación de riqueza y el crecimiento económico, y promueven la elusión y la evasión.
Etiquetas: enciclopedistas, impuestos directos, Jean Louis Graslin, Marx y Engels, progresividad, proporcionalidad, Suprema Corte, William Gladstone
2 Comentarios:
"Que paguen más los que más tienen" parece ser el eslogan del legislador políticamente correcto.
Sin embargo, muy pocos de ellos se animarían a preguntarse ¿quiénes son los que más tienen? ¿cuánto más deben de pagar? y no dudo de que entre los que se hacen esas preguntas haya quienes se respondan a sí mismos:
Los que más tienen son los que tienen más que yo. Deben pagar todo lo que haga falta... al fin y al cabo no seré yo el que pague.
Si para cada derecho existe una obligación, ¿no sería correcto que para cada obligación exista un derecho?
Si así fuera, ¿no deberían tener más derechos quienes cumplen su obligación de pagar más impuestos?
Ramón: En realidad con una tasa única - pareja - se cumple plenamente el requisito de que los que ganen más o gasten más paguen más. Eso es proporcionalidad. La desorbitada pretensión de los impuestos progresivos es que quienes ganan más paguen GEOMÉTRICAMENTE más que los que ganan menos...La consecuencia lógica de esto es confiscar la propiedad privada.
Respecto de tu otra idea: Es curioso, en los siglos XVII, XVIII y la mayor parte del XIX en la mayoría de los países de Europa sólo tenían derecho al voto quienes contribuyesen pagando impuestos directos. De hecho, esa relación entre imposición tributaria y represntación política proviene del postulado clásico: "No taxation without representation". Con el tiempo, se generalizó el sufragio - lo cual me parece muy bien- hasta llegar a ser universal (al menos para los adultos) y apareció más bien otra vertiente: "Representation without taxation" (impuestos directos al ingreso, la renta o la propiedad) en casi todo el mundo. Un daro curioso: En México hay más de 73 millones de electores en la lista nominal pero sólo hay registrados, como contribuyentes personas físicas (que presentan declaración) 7,637,000 mexicanos. ¡La relación es casi de un contribuyente directo - ISR personas físicas- por cada diez electores! Si somos más laxos, podemos incluir a todos los contribuyentes de impuestos directos (asalariados) e incluso a las personas morales (aunque a la postre todos los impuestos los acaban pagando personas de carne y hueso; en el caso de las empresas, los accionistas) tenemos casi 40 millones de contribuyentes (ojo, hay innumerables duplicidades) contra 73 millones de electores. Se supone que la representación sin imposición (muchos más electores que contribuyentes) tiene el inconveniente, fiscal, de que hay mayores presiones por aumentar el gasto público porque a buena parte de los electores NO les duele...
Saludos
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