La reforma de los incompetentes
No tiene ninguna justificación decente la supuesta reforma electoral que se pretende hacer.
Mientras la propuesta de reforma fiscal ha sido ampliamente discutida, incluso por muchos que ni siquiera pertenecen al universo de los 7 millones 637 mil mexicanos que presentamos – o estamos obligados a hacerlo- declaración de impuestos, parece inminente una reforma electoral pactada en sigilo por unos cuantos, como si fuese una celada que nos han tendido a 73 millones 76 mil cinco mexicanos que estamos en el listado nominal de electores.
No voy a caer en el mismo error de los políticos, que pretenden poseer la exorbitante capacidad de interpretar lo que deseamos los electores y después nos imponen cambios inconsultos. No, yo no sé qué piensan más de 73 millones de electores. Sé lo que opinamos unos cuantos, apenas un puñado, y sé que la pretendida reforma electoral que se ha cocinado nada tiene que ver con nuestras apreciaciones acerca de lo que hay que conservar y lo que hay que cambiar en nuestro sistema electoral.
Contamos con un magnífico sistema electoral diseñado laboriosamente a lo largo de muchos años que garantiza – hasta donde es humanamente posible- elecciones federales confiables, resultados ciertos de las mismas y pesos y contrapesos que evitan fraudes o imposiciones contrarias a la voluntad de los electores. ¡No lo toquen!
En cambio, padecemos un sistema de partidos caro, excluyente, con escasísima transparencia, que se ha convertido en mina de oro para políticos y para algunos medios de comunicación que reciben multimillonarias cantidades de dinero público para infligirnos, a los ciudadanos, propaganda inútil en busca de votos.
Este problema ni siquiera se toca con seriedad en la pretendida reforma.
Tampoco se toca el asunto de los diputados y senadores de representación proporcional que llegan al Congreso NO por nuestro voto directo, sino por voluntad de las dirigencias partidistas. Mucho menos se aborda el grave problema que representa la no reelección inmediata de los legisladores y que impide que los ciudadanos sancionemos – con el voto- su desempeño. Y ni hablar del derecho a ser votado al margen de los partidos.
Más que reforma electoral parece una majadería que avanza incontenible.
Está bien que paguemos impuestos hasta para darles alguna ocupación a los incompetentes, pero éstos, que son incapaces de ganarse la vida de otra forma que no sea la política mezquina, se pasan de la raya.
Mientras la propuesta de reforma fiscal ha sido ampliamente discutida, incluso por muchos que ni siquiera pertenecen al universo de los 7 millones 637 mil mexicanos que presentamos – o estamos obligados a hacerlo- declaración de impuestos, parece inminente una reforma electoral pactada en sigilo por unos cuantos, como si fuese una celada que nos han tendido a 73 millones 76 mil cinco mexicanos que estamos en el listado nominal de electores.
No voy a caer en el mismo error de los políticos, que pretenden poseer la exorbitante capacidad de interpretar lo que deseamos los electores y después nos imponen cambios inconsultos. No, yo no sé qué piensan más de 73 millones de electores. Sé lo que opinamos unos cuantos, apenas un puñado, y sé que la pretendida reforma electoral que se ha cocinado nada tiene que ver con nuestras apreciaciones acerca de lo que hay que conservar y lo que hay que cambiar en nuestro sistema electoral.
Contamos con un magnífico sistema electoral diseñado laboriosamente a lo largo de muchos años que garantiza – hasta donde es humanamente posible- elecciones federales confiables, resultados ciertos de las mismas y pesos y contrapesos que evitan fraudes o imposiciones contrarias a la voluntad de los electores. ¡No lo toquen!
En cambio, padecemos un sistema de partidos caro, excluyente, con escasísima transparencia, que se ha convertido en mina de oro para políticos y para algunos medios de comunicación que reciben multimillonarias cantidades de dinero público para infligirnos, a los ciudadanos, propaganda inútil en busca de votos.
Este problema ni siquiera se toca con seriedad en la pretendida reforma.
Tampoco se toca el asunto de los diputados y senadores de representación proporcional que llegan al Congreso NO por nuestro voto directo, sino por voluntad de las dirigencias partidistas. Mucho menos se aborda el grave problema que representa la no reelección inmediata de los legisladores y que impide que los ciudadanos sancionemos – con el voto- su desempeño. Y ni hablar del derecho a ser votado al margen de los partidos.
Más que reforma electoral parece una majadería que avanza incontenible.
Está bien que paguemos impuestos hasta para darles alguna ocupación a los incompetentes, pero éstos, que son incapaces de ganarse la vida de otra forma que no sea la política mezquina, se pasan de la raya.
Etiquetas: demagogia, IFE, Manlio Fabio Beltrones, partidocracia, partidos políticos, reforma electoral, reformas
publicadas por Ricardo Medina Macías a la/s
jueves, agosto 30, 2007
4 Comentarios:
De todos los partidos que tenemos no hacemos uno que valga la pena... pueden parecer irreconciliables entre sí, pero en cuanto tienen a mano un botín político susceptible de ser repartido, lo distribuyen cual filibusteros.
La paradoja es que ahora buscan órganos electorales a modo. Para ello se repartirán su integración. Pero eso supone una fe de lo más ingenuo en los consensos... los quieren todos a modo, pero no pueden quedar a modo para todos.
Para la inmensa mayoría de nuestros políticos, la actividad política es una tabla de salvación económica personal, lo que prevalecen son intereses particulares, ganan mucho y aportan realmente poco.
Ahora en el proceso de reforma electoral actúan como criminales organizados, no están interesados en la autonomía e independencia de los órganos electorales. Al final, sus convicciones democráticas, en el mejor de los casos, son meramente epidermicas.
En los políticos mexicanos de todos los partidos, prevalece la mentalidad autoritaria, no democrática. No conciben limitaciones al poder político, ni de tipo jurídico, ni de tipo institucional, ni de ninguna especie. Por eso les gusta tanto hablar de «voluntad política», porque para ellos basta la voluntad del gobernante para que las cosas sucedan o dejen de suceder. Lo que no se hace no es porque resulte inconstitucional, ilegal, inmoral, indebido, irracional, etcétera...No, si no se hace es porque no se quiere hacer, por falta de «voluntad política».
México tiene instituciones democráticas, pero carece de demócratas. Lamentablemente.
El defecto es principalmente con los politicos del PAN y PRD que tratan las heridas infligidas en la patria por 70+ años en la parte de la Pandilla de Rateros Institucional con una curita en vez de la cirugía mayor.
Roberto Martínez Espinosa: Hay un partido pequeño que en mi opinión vale la pena pero no tiene la representación suficiente para hacer una diferencia mayor porque es un partido joven con pocos recursos todavía. Estoy hablando del Partido Alternativa Socialdemócrata .
Zurdo Duenez:
Desafortunadamente mi visión respecto de los partidos políticos es sumamente escéptica, tal vez demasiado pesimista. Eso es explicable por mi experiencia personal en cuanto a lo que he visto y padecido respecto del ejercicio del poder por los empoderados de cualquier denominación.
No puedo descartar a priori ninguna opción, como Alternativa. Sin embargo, ese partido no ha tenido oportunidad suficiente de descararse y mostrar así sus virtudes y exhibir sus vicios. Por lo pronto únicamente puedo decir que ideológicamente no me resulta una opción muy atractiva.
Cuentan que alguna vez Gustavo Díaz Ordaz, siendo Presidente de México, de manera saludablemente cínica, respondió a los cuestionamientos sobre la actuación de los gobernantes de entonces diciendo a Adolfo Christlieb Ibarrola, algo así como lo siguiente (cito de memoria y, por tanto, no textualmente): « Ustedes pueden hablar de borracheras porque tienen sus vasijas llenas de agua, espere a que las tengan llenas de vino, para ver cómo se embriagan».
Esa expresión resultó profética. A los panistas finalmente les fueron llenadas de vino sus vasijas y, en efecto, han mostrado su incontinencia y su embriaguez; tal como lo hacían entonces y lo siguen haciendo los priistas, y del mismo modo en que lo hacen los perredistas (muchos de ellos priistas en tiempos de la profecía de Díaz Ordaz).
Alternativa tiene las vasijas llenas de agua, no ha tenido tanta oportunidad de exhibir sus defectos, aunque no son pocos los que ha dejado ver en el tratamiento de los múltiples conflictos internos que han enfrentado en su corta vida como partido.
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