viernes, 16 de mayo de 2008

Los Kirchner y el hambre del mundo (I)

Argentina es probablemente el país más competitivo del mundo produciendo granos y alimentos. ¿Qué hace el gobierno argentino ante esta innegable ventaja competitiva de sus productores agropecuarios? Ponerles un impuesto confiscatorio a las exportaciones, agredirlos, acusarlos de criminales por ser prósperos y productivos.

La cosecha argentina de maíz de 2007-2008 será de unos 21.5 millones de toneladas, el consumo de ese cereal en Argentina es de apenas 6.5 millones de toneladas; la cosecha de trigo en Argentina será de 15.5 millones de toneladas y el consumo interno de trigo en ese país difícilmente llegará a 5.5 millones de toneladas. Son sólo dos ejemplos. Argentina tiene capacidad productiva de sobra para alimentar a cuatro o cinco países más.

Todo mundo sabe que hemos entrado mundialmente en un ciclo largo de encarecimiento de los alimentos, después de otro ciclo largo (de casi 50 años) en el que la productividad abarató sostenidamente los alimentos. No sólo se trata de que los chinos o los indios estén comiendo mejor porque tienen más ingresos – a partir de un trabajo duro y productivo- sino de que el intervencionismo gubernamental (subsidios ruinosos, barreras comerciales, supersticiones antiprogresistas, cultivo político de clientelas electorales y de patrocinadores de campañas partidistas, entre otros males) ha contribuido a un encarecimiento de los alimentos del mundo.

¿Qué ha hecho ante este fenómeno el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien en realidad es una simbólica encargada del despacho que le heredó y encomendó su marido Néstor? Pues desempolvar las teorías fracasadas del economista difunto que más daño causó en América Latina, Raúl Prebisch, e imponer una retención impositiva exorbitante a las exportaciones de granos; algo similar a lo que antes hizo con las exportaciones de carne. Repetir la nefasta receta de Juan Domingo Perón que, impulsado por ese poderoso resorte de la miseria moral que se llama envidia, quiso apropiarse de la renta agropecuaria de Argentina para consentir a una burocracia voraz y a unos industriales ineficientes que claman por subsidios y por protección.

La única motivación que puede haber detrás de este despropósito es la avidez de los políticos por apropiarse de la riqueza de los demás. Un gobierno de "izquierda moderna", anclado en los nefastos mitos de los años 70 del siglo pasado, contribuye con fervor a incrementar el hambre en el mundo. Malvados y, además, estúpidos.

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2 Comentarios:

Blogger Ramón Mier dijo...

No podemos llamar esclavos a los productores agrícolas argentinos porque la señora de Kircher no tiene (aún) el poder de venderlos.

Decía Cicerón de la agricultura que "es la profesión propia del sabio, la mas adecuada para el sencillo y la ocupación mas digna para todo hombre libre" y tiene razón.

Como director de una empresa que se dedica a vender productos para los agricultores me ha tocado atestiguarlo. Son muy pocas las profesiones que requieren de tanta dedicación como la del agricultor y pocas pueden ser tan ingratas.

Para ser agricultor hace falta una vocación que muy pocos logran tener y para que un agricultor deje de serlo hace falta un desastre mayor que el de una sequía, una inundación, una plaga, un huracán, un incendio, un terremoto. Hace falta un desastre mayor que cualquier desastre natural. Hace falta un desastre promovido desde el gobierno.

mayo 16, 2008  
Blogger Ricardo Medina Macías dijo...

Ramón: Gracias por tus comentarios. No deja de asombrarme el odio de los políticos hacia los éxitos ajenos de los cuales no pueden colgarse, como el de los productires agrícolas en Argentina. La recuperación - relativa- de la economìa argentina en 2003 fue propulsada en gran medida por las exportaciones agripecuarias, ¿qué hacen los Kirchner ante ese hecho que les salvó del fracaso rotundo? Pues, castigar a sus autores, como esas personas que no soportan que otros, aun sin pretenderlo, les hayan salvado del fracaso total.

Saludos,

Ricardo

mayo 17, 2008  

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