Tauromaquia, política y engaños
Vista la política como el conjunto de estratagemas para vencer al adversario o el de los disimulos calculados para engañarle, tiene mucho en común con la tauromaquia.
Lejos de mí la beatería de quienes, cual solteronas de la Inglaterra victoriana, dicen abominar el toreo. Tampoco soy conocedor de la tauromaquia. Veo las corridas de toros a la distancia, y de vez en vez. Lo suficiente para descifrar de qué va la cosa cuando alguien habla de la habilidad de un torero con el engaño, es decir con la muleta o con la capa, para llevar al toro a donde él quiere.
Hace unos días leí un artículo en el cual el periodista José María Carrascal sugería que la reciente ocurrencia en España del reelecto gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ("el zapaterito de León") de poner sobre la tapete de la discusión pública una inopinada revisión de la ley de la libertad religiosa se antoja maniobra de torero que pone el "engaño colorido", (parafraseando las palabras que Sor Juana dedicó a su retrato) frente a la res. El toro al que se desea encaminar es, por supuesto, el Partido Popular (PP). "Para ello – precisaba el periodista- cuenta (el gobierno del PSOE) con la ingenuidad del PP, sabiendo que acudirá al trapo como el toro a la muleta".
La analogía me parece genial y aplicable a decenas de países, como México, en los que el quehacer de los políticos – diestros o torpes- se asemeja a la lidia de los toros. Hay quienes batallan con reses traicioneras que de súbito levantan la testa; otras bestias – dicho sea con respeto- son impetuosas en la embestida, pero de trayectoria predecible y sin sorpresas.
Y cada cual, de los espectadores, apuesta ya sea por el animal o por el torero. Asunto de preferencias. Hay políticos que, cual toreros sorprendidos por un imprevisto cambio en la trayectoria del toro, corren a refugiarse en el burladero. Otros hacen faenas decorosas, dependiendo de la calidad de las reses y de otras circunstancias, incluido cierto oficio.
Habrá quien diga que, en asuntos de política cotidiana, hay escasos diestros y casi ningún toro bravo, sólo bueyes y alguna que otra vaca que no tiene nada de sagrada.
Y no faltan los políticos menores que trabajan de monosabios, esos mozos que ayudan al picador en la plaza.
Lejos de mí la beatería de quienes, cual solteronas de la Inglaterra victoriana, dicen abominar el toreo. Tampoco soy conocedor de la tauromaquia. Veo las corridas de toros a la distancia, y de vez en vez. Lo suficiente para descifrar de qué va la cosa cuando alguien habla de la habilidad de un torero con el engaño, es decir con la muleta o con la capa, para llevar al toro a donde él quiere.
Hace unos días leí un artículo en el cual el periodista José María Carrascal sugería que la reciente ocurrencia en España del reelecto gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ("el zapaterito de León") de poner sobre la tapete de la discusión pública una inopinada revisión de la ley de la libertad religiosa se antoja maniobra de torero que pone el "engaño colorido", (parafraseando las palabras que Sor Juana dedicó a su retrato) frente a la res. El toro al que se desea encaminar es, por supuesto, el Partido Popular (PP). "Para ello – precisaba el periodista- cuenta (el gobierno del PSOE) con la ingenuidad del PP, sabiendo que acudirá al trapo como el toro a la muleta".
La analogía me parece genial y aplicable a decenas de países, como México, en los que el quehacer de los políticos – diestros o torpes- se asemeja a la lidia de los toros. Hay quienes batallan con reses traicioneras que de súbito levantan la testa; otras bestias – dicho sea con respeto- son impetuosas en la embestida, pero de trayectoria predecible y sin sorpresas.
Y cada cual, de los espectadores, apuesta ya sea por el animal o por el torero. Asunto de preferencias. Hay políticos que, cual toreros sorprendidos por un imprevisto cambio en la trayectoria del toro, corren a refugiarse en el burladero. Otros hacen faenas decorosas, dependiendo de la calidad de las reses y de otras circunstancias, incluido cierto oficio.
Habrá quien diga que, en asuntos de política cotidiana, hay escasos diestros y casi ningún toro bravo, sólo bueyes y alguna que otra vaca que no tiene nada de sagrada.
Y no faltan los políticos menores que trabajan de monosabios, esos mozos que ayudan al picador en la plaza.
Etiquetas: "el zapaterito de León", bueyes, corrección política, José Luis Rodriguez Zapatero, México hoy, políticos, políticos "transitivos", PP, PSOE, tauromaquia, toreros, vacas no sagradas
2 Comentarios:
Apreciado amigo, nunca me habian llamado "solterona victoriana"; sin embargo, disfruto mucho la lectura de sus artículos, como siempre.
Apreciada Emma:
Mil perdones. Por supuesto usted puede detestar el toreo y en modo alguno merece por ese heco, ser comparada con una "solterona victoriana"...Utilicé en el artículo una hipérbole deafortunada. Pensaba no en personas como usted, dueñas de un envidiable sentido del humor y de una fina ironía, sino en algunos socio-burócratas reciclados en "verdes". Gracias por sus amables palabras y, de nuevo, le ofrezco mil disculpas, por favor acéptelas.
Ricardo
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