Querían espectáculo, fabricaron una tragedia
¿El objetivo de los “operativos” policíacos es proteger a los ciudadanos o armar un espectáculo para salir en los medios?, ¿querían dar “la nota”? Lo lograron. Murieron doce personas, entre ellas siete menores de edad.
La tragedia del viernes pasado – doce muertos por aplastamiento y asfixia durante un “operativo” policíaco en un negocio infame en el que se vendían bebidas alcohólicas y tal vez drogas a menores de edad- nos arroja a la cara el cúmulo de estupideces que estamos cometiendo o solapando.
Corrupción, mentiras, padres cómplices, pillos protegidos por burócratas venales, autoridades ávidas de protagonismo, medios que se solazan en el escándalo.
Empecemos por lo obvio: ¿La mejor forma de evitar que los menores consuman alcohol y drogas son los “operativos” con decenas de policías armados hasta los dientes y alardeando del poder de sus cascos, garrotes, rifles, pistolas, granadas y demás?, ¿se trataba de proteger la salud física y emocional de los menores o de ofrecer un espectáculo de fuerza?
Si las “autoridades” sabían que en ese sitio se cometían ilícitos, ¿no era más inteligente documentar los delitos y después, ya sin la presencia de cientos de menores en el infame local, proceder a detener al dueño y a los demás responsables y clausurar para siempre el sitio?, ¿se trataba de cegar la fuente del daño o de dar un espectáculo de rentabilidad política?
El uso hasta la saciedad de la palabrita “operativo” como sustantivo (cuando en realidad es un adjetivo) revela ese enfoque de las tareas de “seguridad pública” como espectáculo provechoso para los fines electoreros de los gobiernos. Un añadido innecesario – “preparado para ser utilizado o entrar en acción” define el diccionario - se vuelve la sustancia: ¿preparados para entrar al sitio tirando de balazos y profiriendo amenazas a diestra y siniestra?
Y sucede lo mismo si los policías tienen que decomisar mercancías falsificadas o desalojar vendedores ambulantes o resguardar a una eminencia política: Hay que hacerlo con alarde, ostentando toda la parafernalia de la violencia; infundiendo terror audiovisual.
¿Para qué? Para que se note quién manda aquí, para desquitarse de tanto fracaso contra la delincuencia mayor y, también, claro, para salir en los medios: “Jefe, ya tenemos localizado el sitio donde se comete tal delito, ¿qué hacemos ahora?” Y el jefe responde: “Pues un operativo, ¡idiota!, pero no empiecen hasta que lleguen los de la televisión”.
La tragedia del viernes pasado – doce muertos por aplastamiento y asfixia durante un “operativo” policíaco en un negocio infame en el que se vendían bebidas alcohólicas y tal vez drogas a menores de edad- nos arroja a la cara el cúmulo de estupideces que estamos cometiendo o solapando.
Corrupción, mentiras, padres cómplices, pillos protegidos por burócratas venales, autoridades ávidas de protagonismo, medios que se solazan en el escándalo.
Empecemos por lo obvio: ¿La mejor forma de evitar que los menores consuman alcohol y drogas son los “operativos” con decenas de policías armados hasta los dientes y alardeando del poder de sus cascos, garrotes, rifles, pistolas, granadas y demás?, ¿se trataba de proteger la salud física y emocional de los menores o de ofrecer un espectáculo de fuerza?
Si las “autoridades” sabían que en ese sitio se cometían ilícitos, ¿no era más inteligente documentar los delitos y después, ya sin la presencia de cientos de menores en el infame local, proceder a detener al dueño y a los demás responsables y clausurar para siempre el sitio?, ¿se trataba de cegar la fuente del daño o de dar un espectáculo de rentabilidad política?
El uso hasta la saciedad de la palabrita “operativo” como sustantivo (cuando en realidad es un adjetivo) revela ese enfoque de las tareas de “seguridad pública” como espectáculo provechoso para los fines electoreros de los gobiernos. Un añadido innecesario – “preparado para ser utilizado o entrar en acción” define el diccionario - se vuelve la sustancia: ¿preparados para entrar al sitio tirando de balazos y profiriendo amenazas a diestra y siniestra?
Y sucede lo mismo si los policías tienen que decomisar mercancías falsificadas o desalojar vendedores ambulantes o resguardar a una eminencia política: Hay que hacerlo con alarde, ostentando toda la parafernalia de la violencia; infundiendo terror audiovisual.
¿Para qué? Para que se note quién manda aquí, para desquitarse de tanto fracaso contra la delincuencia mayor y, también, claro, para salir en los medios: “Jefe, ya tenemos localizado el sitio donde se comete tal delito, ¿qué hacemos ahora?” Y el jefe responde: “Pues un operativo, ¡idiota!, pero no empiecen hasta que lleguen los de la televisión”.
Etiquetas: Ciudad de México, delitos, espectáculo, irresponsabilidad, parafernalia de la violencia, policía, prepotencia, rentabilidad política, terror audiovisual
2 Comentarios:
Hola Ricardo,
Lo felicito por este artículo, leer esta clara exposición de los hechos ayuda a desahogar la indignación que causa tanta deshonestidad en autoridades, población y medios de comunicación.
Nuevamente felicidades
Y los responsables del Lobohombo?
Alguna vez se castigó a alguien?
Aquí sucederá lo mismo.
Que tristeza.
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