El petróleo y la bendita especulación, (2 de septiembre)
Culpar a los especuladores, que compran o venden petróleo en los mercados de futuros, de los altos precios en el mercado "spot" es tan estúpido como culpar de una tormenta vespertina a quienes salieron esa mañana de su casa con un paraguas.
El cinismo de los políticos es contagioso. Expertos en fabricar "chivos expiatorios" algunos políticos estadounidenses han culpado a los especuladores en los mercados de futuros de los altos precios de la gasolina. Animados por ese mal ejemplo, los agentes de relaciones públicas de algunas líneas aéreas y sus directivos se han sumado a la campaña y hasta un osado "experto" – Michael Masters directivo de un fondo de cobertura- ha testificado ante el Congreso sobre el asunto.
El famoso columnista de The New York Times, Paul Krugman, aparentemente harto de leer y escuchar el cuento de que la especulación mantiene altos los precios del petróleo, escribió hace días: "Imaginen que Joe Shmoe y Harriet Who, ninguno de los cuales tiene que ver directamente con la producción de petróleo, hacen una apuesta; Joe dice que los precios del petróleo van a llegar a $150 dólares y Harriet dice que no. ¿Qué efecto directo tiene esta sobre los precios de hoy (spot) del petróleo? La respuesta es: Ninguno…" y sigue siendo la misma respuesta (ningún efecto) así haya 10 millones de Joes y Harriets haciendo apuestas similares.
Si yo especulo (conjeturo, imagino, supongo) que hoy en la tarde va a caer una tormenta, me prevengo tomando un paraguas. Eso es lo que hace un especulador: conjetura a partir de la información disponible que en un plazo determinado sucederá tal cosa: "lloverá". Para poder apostar el especulador necesita que al menos otra persona especule lo contrario: "no lloverá". Pactan su apuesta y asunto arreglado.
Ya sea que especulen con los precios futuros del petróleo o con los de la carne de cerdo más que maldecir a los especuladores deberíamos bendecirlos: Ayudan a normalizar los mercados. El resultado final de sus apuestas (el precio resultante entre quienes apuestan que sí y quienes apuestan que no) nos avisa a productores y consumidores del escenario futuro más probable, de forma que cada cual tome sus providencias.
Tengo un amigo famoso por su mal tino para pronosticar lluvias. Le estoy muy agradecido. Si él asegura que no lloverá, hay que correr por el paraguas y la gabardina. Bendito especulador.
El cinismo de los políticos es contagioso. Expertos en fabricar "chivos expiatorios" algunos políticos estadounidenses han culpado a los especuladores en los mercados de futuros de los altos precios de la gasolina. Animados por ese mal ejemplo, los agentes de relaciones públicas de algunas líneas aéreas y sus directivos se han sumado a la campaña y hasta un osado "experto" – Michael Masters directivo de un fondo de cobertura- ha testificado ante el Congreso sobre el asunto.
El famoso columnista de The New York Times, Paul Krugman, aparentemente harto de leer y escuchar el cuento de que la especulación mantiene altos los precios del petróleo, escribió hace días: "Imaginen que Joe Shmoe y Harriet Who, ninguno de los cuales tiene que ver directamente con la producción de petróleo, hacen una apuesta; Joe dice que los precios del petróleo van a llegar a $150 dólares y Harriet dice que no. ¿Qué efecto directo tiene esta sobre los precios de hoy (spot) del petróleo? La respuesta es: Ninguno…" y sigue siendo la misma respuesta (ningún efecto) así haya 10 millones de Joes y Harriets haciendo apuestas similares.
Si yo especulo (conjeturo, imagino, supongo) que hoy en la tarde va a caer una tormenta, me prevengo tomando un paraguas. Eso es lo que hace un especulador: conjetura a partir de la información disponible que en un plazo determinado sucederá tal cosa: "lloverá". Para poder apostar el especulador necesita que al menos otra persona especule lo contrario: "no lloverá". Pactan su apuesta y asunto arreglado.
Ya sea que especulen con los precios futuros del petróleo o con los de la carne de cerdo más que maldecir a los especuladores deberíamos bendecirlos: Ayudan a normalizar los mercados. El resultado final de sus apuestas (el precio resultante entre quienes apuestan que sí y quienes apuestan que no) nos avisa a productores y consumidores del escenario futuro más probable, de forma que cada cual tome sus providencias.
Tengo un amigo famoso por su mal tino para pronosticar lluvias. Le estoy muy agradecido. Si él asegura que no lloverá, hay que correr por el paraguas y la gabardina. Bendito especulador.
Etiquetas: especulación, mercado de futuros, precios del petróleo
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