El negocio del melodrama
Hace muchos años aprendí una lección horrenda: “Rueda que chilla, le ponen aceite”. En culturas mercantilistas, como las que siguen prevaleciendo entre los negociantes y los políticos en América Latina, ese dicho se ha convertido incluso en modo de vida para los cazadores de rentas.
Por casualidad, y por un deber de cortesía hacia mis anfitriones, la noche del jueves pasado vi, por primera vez en años, uno de los noticiarios de televisión prototípicos de México, el de Joaquín López Dóriga. El lector de las noticias reiteradamente criticó a las autoridades educativas por haber decidido prolongar el periodo escolar a raíz de los días perdidos a causa de la epidemia de influenza. ¿Por qué, a juicio de este influyente noticiario, esa decisión habrá de ser nefasta para México? Pues porque los dueños de hoteles, restaurantes y líneas aéreas, que padecen la caída generalizada de la demanda, amén de las consecuencias de la alarma sanitaria por la aciaga amenaza de la influenza, conjeturan que las vacaciones escolares no tienen otro fin que darle una “ayudadita” a la muy alicaída demanda turística. Resulta pues que para lo que sirven los niños y los jóvenes mexicanos que asisten a escuelas de educación básica, media y hasta media superior es para contribuir con su holganza a “salvar” a la industria turística. Enrevesado razonamiento instrumental.
Al día siguiente leí un mal pergeñado comentario periodístico (de Enrique Quintana en "Reforma") que calificaba de pernicioso y fatuo el supuesto optimismo del gobierno acerca de los incipientes signos de recuperación de la actividad económica en Estados Unidos y en el mundo. Para quienes se tomen la molestia de verificar directamente las declaraciones de los funcionarios – que son los menos- tal acusación de optimismo artificioso no sólo es infundada sino manifiestamente tramposa. No hay tal optimismo candoroso, sino la constatación sobria de señales puntuales de que lo peor de esta calamidad económica global ha pasado. Pero quemar en leña verde – en sentido figurado- a los funcionarios “optimistas” rinde frutos en la lógica mercantilista: Hay que chillar y seguir chillando para que te pongan aceite (es decir: para que te den más subsidios, te perdonen más impuestos y contribuciones, te den más créditos blandos y hasta te paguen con dinero de los contribuyentes la propaganda de tu empresa), un negocio de ocasión en las crisis es “tírate al suelo para que te levanten”, “el melodrama también deja dinero” y “mientras peor, mejor”.
Una lección horrenda típica del capitalismo de cuates o de compadres: Mientras más chille la rueda, más aceite le ponen. ¡Qué vergüenza!
Por casualidad, y por un deber de cortesía hacia mis anfitriones, la noche del jueves pasado vi, por primera vez en años, uno de los noticiarios de televisión prototípicos de México, el de Joaquín López Dóriga. El lector de las noticias reiteradamente criticó a las autoridades educativas por haber decidido prolongar el periodo escolar a raíz de los días perdidos a causa de la epidemia de influenza. ¿Por qué, a juicio de este influyente noticiario, esa decisión habrá de ser nefasta para México? Pues porque los dueños de hoteles, restaurantes y líneas aéreas, que padecen la caída generalizada de la demanda, amén de las consecuencias de la alarma sanitaria por la aciaga amenaza de la influenza, conjeturan que las vacaciones escolares no tienen otro fin que darle una “ayudadita” a la muy alicaída demanda turística. Resulta pues que para lo que sirven los niños y los jóvenes mexicanos que asisten a escuelas de educación básica, media y hasta media superior es para contribuir con su holganza a “salvar” a la industria turística. Enrevesado razonamiento instrumental.
Al día siguiente leí un mal pergeñado comentario periodístico (de Enrique Quintana en "Reforma") que calificaba de pernicioso y fatuo el supuesto optimismo del gobierno acerca de los incipientes signos de recuperación de la actividad económica en Estados Unidos y en el mundo. Para quienes se tomen la molestia de verificar directamente las declaraciones de los funcionarios – que son los menos- tal acusación de optimismo artificioso no sólo es infundada sino manifiestamente tramposa. No hay tal optimismo candoroso, sino la constatación sobria de señales puntuales de que lo peor de esta calamidad económica global ha pasado. Pero quemar en leña verde – en sentido figurado- a los funcionarios “optimistas” rinde frutos en la lógica mercantilista: Hay que chillar y seguir chillando para que te pongan aceite (es decir: para que te den más subsidios, te perdonen más impuestos y contribuciones, te den más créditos blandos y hasta te paguen con dinero de los contribuyentes la propaganda de tu empresa), un negocio de ocasión en las crisis es “tírate al suelo para que te levanten”, “el melodrama también deja dinero” y “mientras peor, mejor”.
Una lección horrenda típica del capitalismo de cuates o de compadres: Mientras más chille la rueda, más aceite le ponen. ¡Qué vergüenza!
Etiquetas: capitalismo de compadres, locos por la crisis, mercantilismo, periodismo chafa, subsidios
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