miércoles, 13 de mayo de 2009

Chrysler y GM: Quiebras politizadas

Para el gobierno de Barack Obama todos los ciudadanos son iguales, pero unos son “más iguales que otros”, como sucedía entre los animales de la granja que imaginó George Orwell para satirizar el comunismo soviético.

Obama sin duda está lleno de buenas intenciones, pero su afán de proteger a quienes la gastada retórica izquierdista identifica como “débiles” le inclina con frecuencia a torcer la regla de la ley.

Chrysler entró el 30 de abril al capítulo once de la ley de bancarrotas y la administración de Obama ya se las ha arreglado no sólo para que el proceso sea excepcionalmente rápido, sino para que tenga resultados definidos de antemano. Sin mayor escrutinio, el juez a cargo dictaminó que los acreedores de deuda garantizada sólo recibirán 28 centavos por cada dólar que se les adeuda, en cambio los miembros del sindicato automotriz (United Auto Workers, UAW) recibirán 43 centavos por cada dólar invertido en el fondo de salud que estableció la empresa.

Liquidar los activos y repartir a partes iguales lo que quede – otra opción legal-, está descartado: es “políticamente incorrecto”.
Sólo en la falsa retórica “progresista” la poderosa UAW puede considerarse como “débil” y sólo en la misma retórica los acreedores pueden ser vistos como “buitres”. Pero esa es la retórica que ha empleado Obama al calificar de “especuladores” a los tenedores de bonos. En realidad, la mayoría son pequeños ahorradores que cometieron el error de creer en Chrysler.

La UAW ha sido un sostén permanente de la meteórica carrera política de Obama, un bastión del Partido Demócrata al que Obama se ha empeñado en complacer; de ahí, por ejemplo, que comparta el discurso de la UAW calificando a los inmigrantes extranjeros de ladrones de empleos y denunciando al TLCAN como un mal arreglo que se llevó los empleos a México con el señuelo de los bajos salarios.

Ya desde hoy se sabe que la historia de la inminente bancarrota de GM será similar: Los miembros de la UAW recibirán 50 centavos por cada dólar, mientras que los acreedores, en este caso de bonos no garantizados, tendrán que conformarse con 5 centavos por cada dólar. Los acreedores ya saben que sólo habrá esa sopa en la mesa.

Un nefasto precedente cuando lo que urge son fondos frescos de inversionistas privados (“especuladores” les diría Obama) para rescatar empresas estadounidenses en problemas, como advirtió The Economist en su edición de esta semana.

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