lunes, 1 de junio de 2009

No les importa

Lo más importante de las reformas fiscales de 2007 – porque fueron, en sentido estricto, varias reformas-, se refiere al gasto público y al federalismo fiscal, no a los impuestos. Pero eso no importa en los medios de comunicación donde (por lo visto, por lo oído y por lo leído) lo importante no es informar, sino contribuir a la falsificación de la historia.

No deja de sorprenderme que para algunos columnistas (ver aquí) ni siquiera hayan existido las reformas constitucionales que, como parte de las reformas fiscales de 2007, posibilitarán que la información acerca del gasto público que ejercen las entidades federativas – y que ya sobrepasa por mucho al gasto que directamente ejerce el gobierno federal-, sea homogénea y comparable. Sin ese primer paso será imposible que los ciudadanos fiscalicen a sus gobiernos más cercanos: el del municipio y el de la entidad federativa.

En junio de 2007, cuando se presentaron al Congreso el conjunto de propuestas de reforma, publiqué lo siguiente que pongo en cursivas:

“¿Sabía usted que quienes nacen en Oaxaca tienen una expectativa de vida diez años menor que quienes nacen en Nuevo León? Eso es desventaja y no discursos. ¿Por qué el gasto de los gobiernos no logra cerrar esa brecha? En buena medida, porque gastamos mal.
“En los próximos días casi todo mundo se volverá experto tributario en México. Se suponía que la principal demanda respecto de una reforma fiscal era que atendiera en primer lugar el problema del gasto público. Muy bien. El gobierno entrega una propuesta integral para reformar toda la Hacienda Pública y muchos de los mismos que exigían que la reforma no fuese sólo recaudatoria, lo primero que hacen es desdeñar que la propuesta empieza por proponer mecanismos serios para orientar el gasto a resultados eficaces, tangibles, verificables.
“No ganaríamos, como país, un campeonato de congruencia.”


A pesar de ese desdén político y mediático hacia todo lo que contenían las reformas que NO era tributario, sino fiscal en sentido amplio, se logró la aprobación de esos cambios para atender por fin el justo reclamo de que se gaste mejor, con mayor transparencia y con verdadera rendición de cuentas en todos los niveles de gobierno.

Eso sigue sin importarles. No sólo lo desdeñan, sino que ahora tienen el descaro de decir que eso nunca existió. Lisa y llanamente: la falsificación de la historia, sea por incompetencia (“lo que no estudié o lo que no entiendo, no existe”), sea por interés inconfesable que alimenta la consigna.

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