¿Derechas?, ¿Izquierdas?, ¡confusiones!
Ricardo Medina Macías
Tiene razón Jorge Castañeda: Fuera de Cuba, de Corea del Norte o de Irán, las definiciones ideológicas parecen etiquetas carentes de sentido. Las políticas públicas hay que medirlas por sus resultados no por su adscripción, muchas veces equívoca, a la izquierda o a la derecha.
Circula por la internet un cuentito que parodia las confusiones que ha causado en España la inopinada decisión gubernamental de dar categoría de “matrimonio” a las uniones de convivencia de los homosexuales. En apariencia se trata de una propuesta “progresista” que muestra la tolerancia de un gobierno de “izquierda” –como el de José Luis Rodríguez Zapatero- hacia la llamada “comunidad gay”. Sin embargo, el empeño de equiparar esas uniones o asociaciones de hecho con el concepto milenario de “matrimonio” no sólo agravia a los conservadores y a la Iglesia Católica en España, sino que es la puerta para los más descabellados desatinos.
El cuentito muestra casos extremos, pero perfectamente posibles si se sigue la “lógica” en la que el gobierno de Zapatero se ha basado para su inopinada política: Si el matrimonio ya no tiene nada que ver con el hecho biológico contundente de la procreación – que hasta ahora sólo es posible entre mujer y hombre- sino con los beneficios fiscales y el reconocimiento de derechos a las uniones de convivencia que establecen libremente los seres humanos, deberemos llamar matrimonio también a la convivencia de una viuda con su hijo, a la convivencia de dos hermanas solteras o hasta a la tácita asociación de varios hombres y mujeres de preferencias bisexuales (o “todo terreno” como les llaman desaprensivamente algunos) para intercambiar periódicamente encuentros carnales sin reservas de exclusividad.
Pero más allá de esta parodia, lo que muestra la polémica decisión del gobierno de Zapatero es la confusión a que conduce no sólo el uso inapropiado de las palabras (llámense mejor “uniones de convivencia” en lugar de “matrimonios” y se resuelven la mayor parte de las justificadas objeciones) sino las confusiones en que suelen caer los políticos que han renunciado a pensar a cambio de adherirse a una etiqueta ideológica.
En este sentido, encuentro muy atinadas estas recientes declaraciones de Jorge Castañeda – quien podría ser, si así lo decide la Suprema Corte, el primer candidato independiente a la Presidencia en México-, quien dijo: “No creo en las definiciones ideológicas y me cuesta trabajo entender las de otros…(por ejemplo) un gobernante de centro- derecha en Francia (Chirac) que es quien más se opone en el mundo a la invasión de Irak por Estados Unidos, entonces ¿quién es quién?…Después de la desaparición del socialismo, salvo en lugares como Corea del Norte y Cuba, han terminado las grandes definciones ideológicas. La única ideología vigente que conozco es el Islam; lo demás es como parte de un museo”.
Por supuesto, y Castañeda lo sabe, lo deseable es que el Islam perviva como religión, pero sea descontinuado – enviado al museo – como ideología. Lo mismo que el fundamentalismo socialista de Cuba o de Corea del Norte.
Correo: ideasalvuelo@gmail.com
Tiene razón Jorge Castañeda: Fuera de Cuba, de Corea del Norte o de Irán, las definiciones ideológicas parecen etiquetas carentes de sentido. Las políticas públicas hay que medirlas por sus resultados no por su adscripción, muchas veces equívoca, a la izquierda o a la derecha.
Circula por la internet un cuentito que parodia las confusiones que ha causado en España la inopinada decisión gubernamental de dar categoría de “matrimonio” a las uniones de convivencia de los homosexuales. En apariencia se trata de una propuesta “progresista” que muestra la tolerancia de un gobierno de “izquierda” –como el de José Luis Rodríguez Zapatero- hacia la llamada “comunidad gay”. Sin embargo, el empeño de equiparar esas uniones o asociaciones de hecho con el concepto milenario de “matrimonio” no sólo agravia a los conservadores y a la Iglesia Católica en España, sino que es la puerta para los más descabellados desatinos.
El cuentito muestra casos extremos, pero perfectamente posibles si se sigue la “lógica” en la que el gobierno de Zapatero se ha basado para su inopinada política: Si el matrimonio ya no tiene nada que ver con el hecho biológico contundente de la procreación – que hasta ahora sólo es posible entre mujer y hombre- sino con los beneficios fiscales y el reconocimiento de derechos a las uniones de convivencia que establecen libremente los seres humanos, deberemos llamar matrimonio también a la convivencia de una viuda con su hijo, a la convivencia de dos hermanas solteras o hasta a la tácita asociación de varios hombres y mujeres de preferencias bisexuales (o “todo terreno” como les llaman desaprensivamente algunos) para intercambiar periódicamente encuentros carnales sin reservas de exclusividad.
Pero más allá de esta parodia, lo que muestra la polémica decisión del gobierno de Zapatero es la confusión a que conduce no sólo el uso inapropiado de las palabras (llámense mejor “uniones de convivencia” en lugar de “matrimonios” y se resuelven la mayor parte de las justificadas objeciones) sino las confusiones en que suelen caer los políticos que han renunciado a pensar a cambio de adherirse a una etiqueta ideológica.
En este sentido, encuentro muy atinadas estas recientes declaraciones de Jorge Castañeda – quien podría ser, si así lo decide la Suprema Corte, el primer candidato independiente a la Presidencia en México-, quien dijo: “No creo en las definiciones ideológicas y me cuesta trabajo entender las de otros…(por ejemplo) un gobernante de centro- derecha en Francia (Chirac) que es quien más se opone en el mundo a la invasión de Irak por Estados Unidos, entonces ¿quién es quién?…Después de la desaparición del socialismo, salvo en lugares como Corea del Norte y Cuba, han terminado las grandes definciones ideológicas. La única ideología vigente que conozco es el Islam; lo demás es como parte de un museo”.
Por supuesto, y Castañeda lo sabe, lo deseable es que el Islam perviva como religión, pero sea descontinuado – enviado al museo – como ideología. Lo mismo que el fundamentalismo socialista de Cuba o de Corea del Norte.
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1 Comentarios:
Es muy interesante el comentario de Castañeda considerando que en su juventud perteneció a un grupo tan dogmático como el Partido Comunista.
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