viernes, 1 de julio de 2005

Tres ejemplos, tres

Ricardo Medina Macías

Sin necesidad de echar a volar mucho la imaginación se me ocurren tres ejemplos específicos de las decisiones “estratágicas” que puede tomar la administración de una empresa que cotiza en la bolsa y que deben, siempre, informarse oportunamente a todos los accionistas.
Otro sofisma del alegato que comentaba ayer se refiere a la toma de decisiones: Ataría de manos a los accionistas de control – dice el columnista - tener que tomar el parecer de los accionistas minoritarios para decisiones estratégicas, tales como –ejemplifica - exportar los productos de la empresa a China. Curiosa falacia. No. Actuar como una verdadera empresa pública no ata de manos a los accionistas de control para ese tipo de decisiones. La administración de la empresa o los accionistas de control no tienen que recabar el consentimiento de los accionistas minoritarios para hacer su trabajo. Si su trabajo es maximizar utilidades para todos los accionistas y exportar a China es una oportunidad para hacerlo, ¡adelante!
Por supuesto, deben informar – y supongo que lo harán con mucho gusto, como quien presume de un logro y de un trabajo bien hecho- de esa decisión, y lo hacen obviamente al reportar, en el estado de resultados, las utilidades derivadas de esa buena decisión de negocios.
Que la administración de la empresa emisora y los accionistas se sujeten en decisiones y acciones relevantes a la obligación de informar y tomar el parecer de los accionistas minoritarios se refiere a todo aquello que afecta los derechos de propiedad de todos y cada uno de los accionistas. Y este es el fondo de la cuestión: Los minoritarios sí son propietarios con plenos derechos, no incautos que le dan su dinero al “patroncito” renunciando a sus derechos de propiedad.
Se me ocurren tres ejemplos de decisiones estratégicas para el capital, que sí requieren de la venia o el consentimiento previo de los accionistas minoritarios:
Ejemplo 1: Incursionar en un género de negocios ajeno al que dio origen a la empresa – digamos: usar recursos excedentes de una empresa de televisión abierta para adquirir una empresa telefónica.
Ejemplo 2: Alterar la situación patrimonial de la empresa y, por ende, de sus accionistas. Digamos, recomprar a título personal y a escondidas deuda de la propia empresa a descuento para revenderla a la empresa a valor nominal.
Ejemplo 3: Ocultar – eufemismo: omitir informar- que la empresa está siendo sujeta a investigaciones por parte de las autoridades regulatorias por conductas presumiblemente ilícitas. Es claro que el accionista de control, con esa “pequeña omisión”, está tomando una ventaja indebida respecto de sus socios, al grado de que – algún caso se habrá dado- él venda paquetes accionarios previendo las repercusiones negativas de las indagatorias mientras predica públicamente que no hay mejor inversión que comprar acciones de su empresa.
Son ejemplos que se me ocurren. El último demuestra, sin necesidad de perder más tiempo, el por qué las indagatorias que hagan las autoridades sobre las empresas emisoras deben ser públicas.

Correo: ideasalvuelo@gmail.com

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