Los perdedores de la IV Cumbre
La batalla de la IV Cumbre de las Américas la ganaron, en este orden, Maradona, Hugo Chávez, Kirchner y Lula. Pero los perdedores no fueron Vicente Fox o George W. Bush, sino millones de pobres en el continente.
La “lectura” de la IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata, Argentina, que nos ofrecieron la mayoría de los medios fue atrozmente superficial: El ex jugador de futbol Diego Armando Maradona haciendo el papel de monito del organillero del venezolano Hugo Chávez, profiriendo sandeces contra George W. Bush y mostrando, con orgullo pueril, sus tatuajes del Ché Guevara y de Fidel Castro: Son sus grandes “argumentos”.
No, la cumbre no se trataba – pese a la zafia interperetación mediática – de un combate entre el Norte imperialista y el Sur oprimido, en el que los paladines del Sur “le plantaron cara” al representante del imperio. Esa es la historieta para retrasados mentales, no la historia para personas con capacidad de discernimiento. La cumbre se trataba de si de una vez por todas, todo el continente le apostaba al libre comercio auténtico o si seguíamos todos – incluídos los Estados Unidos – hundidos en nuestro provincianismos particulares, contemplando cada cual su propio ombligo.
Tan obcecados estuvieron Chávez y Néstor Kirchner, presidente argentino, junto con su monito de organillero (Maradona) en vociferar su odio a Bush y sacar réditos políticos domésticos mediante la más burda demagogia que fastidiaron la cumbre. Bush no estuvo a la altura del desafío. No fue, nunca lo ha sido, un líder promotor del libre comercio. Ese papel lo desempeñaron mucho mejor el presidente Vicente Fox o el presidente de El Salvador, Antonio Sacca.
El diario español ABC lo reseñó puntualmente: Fox censuró con razón las frívolas “chungas” del venezolano Chávez y “se convirtió en el más firme defensor del acuerdo continental de libre comercio”. Y lo hizo por las razones correctas: Más demoras en la liberalización y apertura comerciales – dijo – no son sino más demoras a la solución de la pobreza.
Quien cosechó lo que Chávez, Kirchner y el monito de utileria sembraron fue Ignazio Lula da Silva, el presidente brasileño, que ve al ALCA como una terrible amenaza a “su” Mercosur, acuerdo amañado en el que el gigante brasileño siempre saca la mejor parte. Lula no quería que se discutiese el ALCA, argumentaba que el asunto se pospusiera hasta después de la próxima cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) a celebrarse en Hong Kong. Se salió con la suya.
Ni Bush, ni la inmensa mayoría de mandatarios de los países latinoamericanos que buscaban el libre comercio (Colombia, prácticamente todo Centroamérica, Perú, Chile y, desde luego, México, entre otros) son los perdedores. Los perdedores han sido millones de pobres en el continente para quienes el libre comercio podría ser la senda más segura, rápida y efectiva para salir de la pobreza.
Otra “victoria” del populismo. Otra derrota para los pobres.
La “lectura” de la IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata, Argentina, que nos ofrecieron la mayoría de los medios fue atrozmente superficial: El ex jugador de futbol Diego Armando Maradona haciendo el papel de monito del organillero del venezolano Hugo Chávez, profiriendo sandeces contra George W. Bush y mostrando, con orgullo pueril, sus tatuajes del Ché Guevara y de Fidel Castro: Son sus grandes “argumentos”.
No, la cumbre no se trataba – pese a la zafia interperetación mediática – de un combate entre el Norte imperialista y el Sur oprimido, en el que los paladines del Sur “le plantaron cara” al representante del imperio. Esa es la historieta para retrasados mentales, no la historia para personas con capacidad de discernimiento. La cumbre se trataba de si de una vez por todas, todo el continente le apostaba al libre comercio auténtico o si seguíamos todos – incluídos los Estados Unidos – hundidos en nuestro provincianismos particulares, contemplando cada cual su propio ombligo.
Tan obcecados estuvieron Chávez y Néstor Kirchner, presidente argentino, junto con su monito de organillero (Maradona) en vociferar su odio a Bush y sacar réditos políticos domésticos mediante la más burda demagogia que fastidiaron la cumbre. Bush no estuvo a la altura del desafío. No fue, nunca lo ha sido, un líder promotor del libre comercio. Ese papel lo desempeñaron mucho mejor el presidente Vicente Fox o el presidente de El Salvador, Antonio Sacca.
El diario español ABC lo reseñó puntualmente: Fox censuró con razón las frívolas “chungas” del venezolano Chávez y “se convirtió en el más firme defensor del acuerdo continental de libre comercio”. Y lo hizo por las razones correctas: Más demoras en la liberalización y apertura comerciales – dijo – no son sino más demoras a la solución de la pobreza.
Quien cosechó lo que Chávez, Kirchner y el monito de utileria sembraron fue Ignazio Lula da Silva, el presidente brasileño, que ve al ALCA como una terrible amenaza a “su” Mercosur, acuerdo amañado en el que el gigante brasileño siempre saca la mejor parte. Lula no quería que se discutiese el ALCA, argumentaba que el asunto se pospusiera hasta después de la próxima cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) a celebrarse en Hong Kong. Se salió con la suya.
Ni Bush, ni la inmensa mayoría de mandatarios de los países latinoamericanos que buscaban el libre comercio (Colombia, prácticamente todo Centroamérica, Perú, Chile y, desde luego, México, entre otros) son los perdedores. Los perdedores han sido millones de pobres en el continente para quienes el libre comercio podría ser la senda más segura, rápida y efectiva para salir de la pobreza.
Otra “victoria” del populismo. Otra derrota para los pobres.
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