Autonomía financiera: Un poco de historia
O de cómo a muchos panistas ya se les olvidó el ejemplo de Manuel Gómez Morín.
La presidencia de Plutarco Elías Calles fue un período de claros y oscuros pintados con aguafuerte. Dejemos para otra ocasión la parte sombría y hasta sórdida de su mandato, para fijarnos hoy en el semblante ejemplar de su gobierno: La profunda reforma financiera y fiscal que reestableció el crédito de México en el mundo y creó instituciones clave – como el Banco de México – que han dado estabilidad al país, pese a todos los gobiernos erráticos (especialmente los de 1970 a 1982) que hemos padecido.
Instituciones que aún persisten, perfeccionadas y susceptibles de mejorarse en beneficio de la certidumbre que merecemos los ciudadanos en dos aspectos clave para el progreso del país: El cumplimiento irrestricto de los contratos y el respeto permanente a los derechos de propiedad.
El gobierno de Calles se propuso, en al ámbito financiero, recostruir a México a partir de las ruinas que dejaron las violentas luchas de facciones alrededor de eso que llamamos Revolución Mexicana. El gobierno propuso cuatro objetivos financieros: 1. Equlibrar el presupuesto hasta alcanzar un superávit fiscal (en palabras del propio Calles: “Es imperativo que la nación se acostumbre a vivir de sus propios recursos sin recurrir a la ayuda del exterior”),
2. Reorganización del sistema tributario, con la centralización de la recaudación y la creación de un moderno – para la época- impuesto sobre la renta,
3. Establecer un sistema bancario sólido y confiable, en el que ahorradores, acreditados e inversionistas tuviesen la garantía de que los contratos serían cumplidos y los derechos de propiedad respetados, esto incluyó, por cierto, la creación de la Comisión Nacional Bancaria en enero de 1926, y
4. La “restauración del crédito interior y exterior del gobierno mediante la satisfacción de las obligaciones relativas”.
Los cuatro propósitos se lograron. Para ello fue indispensable el concurso de un inteligente Secretario de Hacienda, el ingeniero Alberto J. Pani, y de varios abogados y excelentes financieros entre los que destaca Manuel Gómez Morìn, quien en la década siguiente fundaría el Partido Acción Nacional y quien sería el primer presidente del Consejo de Administración del Banco de México, fundado en agosto de 1925 (se mantuvo en ese puesto hasta 1929, cuando se alejó decepcionado por el uso indebido que el propio Calles habría dado al banco que, carente de autonomía respecto del gobierno, otorgó, entre otros, préstamos al ingenio el Mante, propiedad del mismo Calles).
Estoy convencido de que si en 1925-1926 se hubiese propuesto darle autonomía institucional – para hacerlos organismos de Estado y NO de gobierno- al Banco de México y a la Comisión Nacional Bancaria, Manuel Gómez Morín habría sido el más entusiasta promotor de tal iniciativa.
Y repito, para quienes requieren de mucho tiempo antes de hacer lo correcto: Se trata de respetar los derechos de propiedad y garantizar el cumplimiento de los contratos al margen de banderías políticas o de mezquinos cálculos electorales.
La presidencia de Plutarco Elías Calles fue un período de claros y oscuros pintados con aguafuerte. Dejemos para otra ocasión la parte sombría y hasta sórdida de su mandato, para fijarnos hoy en el semblante ejemplar de su gobierno: La profunda reforma financiera y fiscal que reestableció el crédito de México en el mundo y creó instituciones clave – como el Banco de México – que han dado estabilidad al país, pese a todos los gobiernos erráticos (especialmente los de 1970 a 1982) que hemos padecido.
Instituciones que aún persisten, perfeccionadas y susceptibles de mejorarse en beneficio de la certidumbre que merecemos los ciudadanos en dos aspectos clave para el progreso del país: El cumplimiento irrestricto de los contratos y el respeto permanente a los derechos de propiedad.
El gobierno de Calles se propuso, en al ámbito financiero, recostruir a México a partir de las ruinas que dejaron las violentas luchas de facciones alrededor de eso que llamamos Revolución Mexicana. El gobierno propuso cuatro objetivos financieros: 1. Equlibrar el presupuesto hasta alcanzar un superávit fiscal (en palabras del propio Calles: “Es imperativo que la nación se acostumbre a vivir de sus propios recursos sin recurrir a la ayuda del exterior”),
2. Reorganización del sistema tributario, con la centralización de la recaudación y la creación de un moderno – para la época- impuesto sobre la renta,
3. Establecer un sistema bancario sólido y confiable, en el que ahorradores, acreditados e inversionistas tuviesen la garantía de que los contratos serían cumplidos y los derechos de propiedad respetados, esto incluyó, por cierto, la creación de la Comisión Nacional Bancaria en enero de 1926, y
4. La “restauración del crédito interior y exterior del gobierno mediante la satisfacción de las obligaciones relativas”.
Los cuatro propósitos se lograron. Para ello fue indispensable el concurso de un inteligente Secretario de Hacienda, el ingeniero Alberto J. Pani, y de varios abogados y excelentes financieros entre los que destaca Manuel Gómez Morìn, quien en la década siguiente fundaría el Partido Acción Nacional y quien sería el primer presidente del Consejo de Administración del Banco de México, fundado en agosto de 1925 (se mantuvo en ese puesto hasta 1929, cuando se alejó decepcionado por el uso indebido que el propio Calles habría dado al banco que, carente de autonomía respecto del gobierno, otorgó, entre otros, préstamos al ingenio el Mante, propiedad del mismo Calles).
Estoy convencido de que si en 1925-1926 se hubiese propuesto darle autonomía institucional – para hacerlos organismos de Estado y NO de gobierno- al Banco de México y a la Comisión Nacional Bancaria, Manuel Gómez Morín habría sido el más entusiasta promotor de tal iniciativa.
Y repito, para quienes requieren de mucho tiempo antes de hacer lo correcto: Se trata de respetar los derechos de propiedad y garantizar el cumplimiento de los contratos al margen de banderías políticas o de mezquinos cálculos electorales.
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