jueves, 8 de diciembre de 2005

Cuidado: Un loco que NO come lumbre

Los organismos reguladores y supervisores de los mercados deben ser profesionales, sujetos a la ley, independientes de las veleidades de la política. Su misión NO es hacer política económica, sino vigilar que siempre se respeten los derechos de propiedad plasmados en los contratos.

Dice el dicho que “no hay locos que coman lumbre” y debe ser cierto. Detrás del delirio de persecución del que ha hecho gala uno de los candidatos a la Presidencia – con motivo de la iniciativa para otorgar autonomía institucional a diversos organismos de supervisión y regulación financiera- parece haber un motivo racional. No se trata de locura gratuita, ni mucho menos de locura por la cual el delirante se muestre dispuesto a comer lumbre o infligirse daño a sí mismo.
¿Cuál puede ser ese motivo? No es, obviamente, el aducido en público – que dicha autonomía le impedirá, en caso de ser Presidente, manejar la política económica del país – ya que el susodicho o sus asesores debieran saber que NO son esos organismos los que llevan a cabo la política económica de un país. Es, a poco que se medite en ello, que el delirante planea (en caso de llegar a la Presidencia) darle un uso corrupto a esos organismos y hacerlos instrumentos de algunas o de todas sus políticas económicas. Uso corrupto porque tales organismos deben solamente garantizar –contra viento y marea- los derechos de propiedad de ahorradores, inversionistas y demás participantes en los mercados financieros, plasmados en contratos explícitos o implícitos.
Para el respeto a los derechos de propiedad no importa la orientación que un gobierno quiera darle a la política económica. Sea el Presidente del país de tal o de cual orientación ideológica – rosa, roja, verde, azul, blanca, tricolor, sepia o multicolor- no obsta para que la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas, la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro o el Servicio de Administración Tributaria actúen conforme a las leyes y garanticen, en todo momento y lugar, el cumplimiento de los contratos y el respeto a los derechos de propiedad correspondientes.
El cajero es el cajero y entrega un peso cuando el ahorrador muestra en la caja sus derechos a recibir un peso, no importa que el Presidente del país se llame Andrés, Felipe, Betito o Juanito.
Pero la cosa cambia cuando el Presidente (o aspirante a serlo) carece en absoluto del talante y de los rudimentos de la democracia y quiere usar el poder para apropiarse de lo que no le pertenece. Claro, entonces, sí necesitará empleadillos a modo a quienes ordenar que roben los pesos a los ahorradores – por ejemplo, sus fondos de pensiones a los trabajadores- en nombre de alguna entelequia demagógica.
Sí, no hay locos que coman lumbre. Pero de tarados nos dejamos gobernar por locos tan abusivos.

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