martes, 10 de enero de 2006

¿El año del liberalismo mexicano?

Aprovechemos la efemérides – 200 años del nacimiento de Juárez – para discutir por qué el auténtico liberalismo sigue siendo estigmatizado, adulterado e ignorado en México.

Al explicar los múltiples obstáculos que debió enfrentar el programa liberal de la República Restaurada (1867-1876) el historiador Luis González escribió una frase reveladora: “Dos faltas de respeto (a la vida y a los bienes del prójimo) eran tendenecias sesentonas de México”.
Dicho en términos modernos, los liberales mexicanos del siglo XIX enfrentaron la indiferencia o el rechazo de la mayor parte de los mexicanos de entonces (apenas ocho millones de personas) a los pilares en que se funda el auténtico liberalismo: El respeto a la vida y a la libertad de los demás, el respeto a los derechos de propiedad y el escrupuloso respeto a los contratos que garantiza la ley.
Preguntémonos: ¿Es hoy diferente, cuando innumerables políticos promueven y aprovechan la falta de respeto a los derechos ajenos – digamos, el derecho al libre tránsito por las vías públicas – para cultivar clientelas políticas y cobijar pingües negocios al margen de la ley?
Escribe también Luis González que la promoción de la propiedad individual que hicieron los liberales como Benito Juárez o Melchor Ocampo se estrelló contra la arraigada costumbre indígena – auspiciada también por conquistadores y misioneros españoles – de la propiedad comunal, que siendo de todos termina siendo de nadie.
Preguntémonos: ¿Es hoy diferente cuando se sigue estigmatizando la propiedad indivudual, como si fuese resumen y catálogo de todos los egoísmos?
También se enfrentaron los liberales del siglo XIX en el poder (un puñado de 18 hombres que, al decir de Daniel Cosío Villegas, parecían gigantes) a un arraigado odio contra el lucro – como motor del progreso económico y del bienestar. “Al ideal de enriquecimiento – escribe González- se enfrentaban la poquedad de tierras y cielos, una pereza de siglos y la inexistencia de capital”.
Preguntémonos: ¿Las propuestas políticas aparentemente más populares en el México de hoy fomentan la creación de riqueza, estimulan la competencia, incentivan el ahorro y el trabajo o, por el contrario, premian y subliman la pobreza, promueven el asistencialismo y el ocio, estigmatizan la riqueza ajena como si fuese causa de la miseria propia?
Decía Justo Sierra que el anhelo de Juárez fue sacar “a la familia indígena de su postración moral, la superstición; de la abyección mental, la ignorancia; de la abyección fisiológica, el alcoholismo, a un estado mejor, aun cuando fuese lentamente mejor”.
Preguntémonos casi 150 años después: ¿Qué nos ha dejado la práctica antiliberal de exceptuar a las comunidades indìgenas de la ley pareja y universal, para consagrar en cambio los nefandos “usos y costumbres”?
Resume González: “Los ideales de la pequeña propiedad, el trabajo libre y la mudanza incesante se enfrentaban a una herencia de señores, siervos y sedentes”.
Este año, 2006, podría ser el año ideal para recuperar el anhelo de esos grandes liberales del siglo XIX y repudiar – en las urnas – las propuestas antiliberales que nos mantienen en la postración.

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