Una inmoralidad: Omitir la escasez
Usted tiene 50 mil millones de dólares para aliviar los problemas globales del planeta, ¿cuál sería el problema que atacaría prioritariamente? Aquél en el que el monto de recursos invertidos diese la mejor relación costo-beneficio ¿Por qué? Porque así se hace el mayor bien al mayor número de personas.
Una de las experiencias más interesantes acerca de cómo enfrentar los problemas del mundo se llevó a cabo en Copenhague en mayo de 2004 y se repetirá en 2008 también en mayo. Esa experiencia se llamó Consenso de Copenhague, fue organizada por Bjorn Lomborg, profesor asociado de Estadística en la Universidad de Aarhus de Dinamarca y fue auspiciada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de ese país y por el semanario The Economist.
Identificados los diez problemas globales más acuciantes se propuso a un panel de ocho economistas notables decidir a cuál de esos problemas deberían destinarse unos hipotéticos 50 mil millones de dólares, adicionales a los recursos que ya se usan en el mundo para atenderlos.
Los economistas concluyeron que la prevención de enfermedades transmisibles – específicamente la prevención del VIH-Sida – era el mejor destino para esos recursos, el que daría la mejor relación costo-beneficio o, dicho en otras palabras: la inversión que produciría el mayor bien cierto para el mayor número de personas. Muy cerca quedó la abolición de subsidios y barreras al comercio. En cambio, en el sótano de la clasificación quedó el cambio climático; no sólo por las pocas certezas científicas acerca de la naturaleza y causas de dicho “problema”, sino por la incertidumbre acerca de la eficacia de las “soluciones”.
El lector puede conocer este trabajo en el libro Global Crises, Global Solutions.
Lo que me interesa destacar es la pertinencia de que fuesen economistas, y no “líderes morales”, a quiénes se recurrió para jerarquizar qué problema debe atacarse primero.
El imperativo moral ya está dado – hacer el mayor bien cierto al mayor número de personas- y corresponde a la economía, a partir de datos comprobados, determinar con rigor científico en dónde estará mejor empleado el dinero: Costo contra beneficio.
Hay una estúpida objeción moralista a este criterio económico: “todos los problemas deben ser resueltos”. Alegato inmoral porque nada hace más daño a más gente que suponer que los recursos son infinitos.
Una de las experiencias más interesantes acerca de cómo enfrentar los problemas del mundo se llevó a cabo en Copenhague en mayo de 2004 y se repetirá en 2008 también en mayo. Esa experiencia se llamó Consenso de Copenhague, fue organizada por Bjorn Lomborg, profesor asociado de Estadística en la Universidad de Aarhus de Dinamarca y fue auspiciada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de ese país y por el semanario The Economist.
Identificados los diez problemas globales más acuciantes se propuso a un panel de ocho economistas notables decidir a cuál de esos problemas deberían destinarse unos hipotéticos 50 mil millones de dólares, adicionales a los recursos que ya se usan en el mundo para atenderlos.
Los economistas concluyeron que la prevención de enfermedades transmisibles – específicamente la prevención del VIH-Sida – era el mejor destino para esos recursos, el que daría la mejor relación costo-beneficio o, dicho en otras palabras: la inversión que produciría el mayor bien cierto para el mayor número de personas. Muy cerca quedó la abolición de subsidios y barreras al comercio. En cambio, en el sótano de la clasificación quedó el cambio climático; no sólo por las pocas certezas científicas acerca de la naturaleza y causas de dicho “problema”, sino por la incertidumbre acerca de la eficacia de las “soluciones”.
El lector puede conocer este trabajo en el libro Global Crises, Global Solutions.
Lo que me interesa destacar es la pertinencia de que fuesen economistas, y no “líderes morales”, a quiénes se recurrió para jerarquizar qué problema debe atacarse primero.
El imperativo moral ya está dado – hacer el mayor bien cierto al mayor número de personas- y corresponde a la economía, a partir de datos comprobados, determinar con rigor científico en dónde estará mejor empleado el dinero: Costo contra beneficio.
Hay una estúpida objeción moralista a este criterio económico: “todos los problemas deben ser resueltos”. Alegato inmoral porque nada hace más daño a más gente que suponer que los recursos son infinitos.
Etiquetas: economía informal, enfermedades transmisibles, escasez, liberalización comercial, moral, moralismo, políticas públicas, superburocracias supranacionales
1 Comentarios:
Quizá sea conveniente añadir que el tipo de análisis al que se hace referencia es aquel basado en costos y beneficios sociales. Creo que la aclaración es pertinente por que, al no especificarlo, los análisis de costos y beneficios privados son los primeros que vienen a la mente y definitivamente las consecuencias de decisiones tomadas con base en ellos no serían "el mayor bien al mayor número de personas".
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