El calentamiento local
Uno de los peligros prácticos de la propaganda sobre el calentamiento global es que desdeñemos lo que sí podemos comprobar con certeza y lo que sí debemos remediar ya: Los daños que causa la contaminación localizada y específica.
Dejemos por el momento la discusión acerca de la validez científica de muchas de las consejas populares acerca del cambio climático. Vayamos al aspecto práctico: La contaminación que usted y yo, y nuestros vecinos, generamos todos los días y que tenemos la certeza de que daña -no los ecosistemas de la selva amazónica o el nivel de los océanos dentro de cien años-, sino el entorno en que vivimos y que hace el daño de manera inmediata.
El sistema solar no gira alrededor del escape de un automóvil, pero ello no significa que una región específica – digamos, la zona metropolitana del Valle de México- no haya experimentado acelerados cambios, varios de ellos nocivos, por la explosión automovilística de los últimos 50 años.
No podemos afirmar con certeza que el planeta haya entrado en una etapa de calentamiento cuya causa principal sean los combustibles fósiles, pero no cabe duda que miles de metros cuadrados de asfalto – plantados para beneficio de su majestad, el automóvil- han contribuido a un grave deterioro del ambiente en el Valle de México.
Hablar de ese deterioro es menos espectacular que, al estilo de Hollywood, imaginar la desaparición súbita de los glaciares, pero es un deterioro cierto que sí podemos revertir con acciones localizadas y específicas.
Ejemplo: El viernes pasado unos 30 manifestantes bloquearon durante más de una hora la lateral del anillo periférico enfrente de las instalaciones de Televisión Azteca (por supuesto, de acuerdo con las instrucciones de su jefe supremo, los policías auxiliaron a los manifestantes para que nadie estorbase su ¿actividad?) y el daño que provocaron fue totalmente desproporcionado respecto de la pertinencia de su protesta: Incrementaron sustancialmente la emisión de contaminantes en la zona, causaron pérdidas incalculables a la productividad y, desde luego, violaron el derecho de miles de personas al libre tránsito (aunque garantizar esa última nimiedad, ya nos dijo el Jefe de Gobierno, no está en su orden de trabajo).
¿Cuál es el remedio? Tal vez el gobierno de la ciudad podría emitir unos "bonos de carbono" para remediar los daños. O tal vez baste con que el Jefe de Gobierno intensifique sus paseos ciclistas. ¿Con eso basta?
Dejemos por el momento la discusión acerca de la validez científica de muchas de las consejas populares acerca del cambio climático. Vayamos al aspecto práctico: La contaminación que usted y yo, y nuestros vecinos, generamos todos los días y que tenemos la certeza de que daña -no los ecosistemas de la selva amazónica o el nivel de los océanos dentro de cien años-, sino el entorno en que vivimos y que hace el daño de manera inmediata.
El sistema solar no gira alrededor del escape de un automóvil, pero ello no significa que una región específica – digamos, la zona metropolitana del Valle de México- no haya experimentado acelerados cambios, varios de ellos nocivos, por la explosión automovilística de los últimos 50 años.
No podemos afirmar con certeza que el planeta haya entrado en una etapa de calentamiento cuya causa principal sean los combustibles fósiles, pero no cabe duda que miles de metros cuadrados de asfalto – plantados para beneficio de su majestad, el automóvil- han contribuido a un grave deterioro del ambiente en el Valle de México.
Hablar de ese deterioro es menos espectacular que, al estilo de Hollywood, imaginar la desaparición súbita de los glaciares, pero es un deterioro cierto que sí podemos revertir con acciones localizadas y específicas.
Ejemplo: El viernes pasado unos 30 manifestantes bloquearon durante más de una hora la lateral del anillo periférico enfrente de las instalaciones de Televisión Azteca (por supuesto, de acuerdo con las instrucciones de su jefe supremo, los policías auxiliaron a los manifestantes para que nadie estorbase su ¿actividad?) y el daño que provocaron fue totalmente desproporcionado respecto de la pertinencia de su protesta: Incrementaron sustancialmente la emisión de contaminantes en la zona, causaron pérdidas incalculables a la productividad y, desde luego, violaron el derecho de miles de personas al libre tránsito (aunque garantizar esa última nimiedad, ya nos dijo el Jefe de Gobierno, no está en su orden de trabajo).
¿Cuál es el remedio? Tal vez el gobierno de la ciudad podría emitir unos "bonos de carbono" para remediar los daños. O tal vez baste con que el Jefe de Gobierno intensifique sus paseos ciclistas. ¿Con eso basta?
Etiquetas: calentamiento global, cambio climático, Ciudad de México, contaminantes, libertad de tránsito, populismo
1 Comentarios:
Yo recuerdo que antes de que "la esperanza" llegara a la ciudad de México, en la televisión junto con la información meteorológica se le informaba al público de la calidad del aire a través de los entonces famosos IMECAS.
También había pantallas luminosas sobre algunas avenidas de la ciudad en las que se indicaba el nivel de contaminación del momento.
De forma más o menos frecuente se daban "contingencias ambientales", se aplicaba el "doble hoy no circula", se detenía la actividad de algunas fábricas y no se permitía a los niños hacer ejercicio al aire libre en las escuelas.
¿Qué le pasó a los IMECAS? ¿Los siguen reportando o ya no? ¿Acaso los pajaritos dejaron de morirse o ya se acabaron? ¿Cuándo fue la última vez que el gobierno de la Ciudad de México decretó una "contingencia ambiental?
Pero, ¿para qué recordarle al público lo contaminado que está el aire que respira? Mejor cerrar el paseo de la reforma a la altura de la embajada de Estados Unidos para protestar porque Bush no firmó el Protocolo de Kyoto.
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