Su majestad, el automóvil, debe pagar
El desarrollo sostenible de la Ciudad de México requiere desalentar en serio el uso del automóvil e invertir cantidades multimillonarias en extender el Metro y mejorar de veras el transporte público.
El locutor que platicaba con Carlos Elizondo Mayer-Serra manifestó su asombro de que Carlos hubiese llegado a un concierto en Bellas Artes tomando el Metro. Lo asombroso, sin embargo, es que el locutor se asombrase de que una persona inteligente tomase la decisión más inteligente para llegar a su destino. El Metro, aun con su saturación y sus múltiples carencias de mantenimiento y seguridad, es un medio de transporte mucho más eficaz, rápido y limpio que el automóvil.
Lamentablemente, la extensión del Metro y su capacidad para transportar a los millones de usuarios potenciales están muy por debajo de las necesidades de la Ciudad de México. En el aciago gobierno de Andrés López Obrador el Metro no creció un solo centímetro; a cambio tuvimos obras caras, mal hechas, fastuosas y de relumbrón político para su majestad: el automóvil. Esa pésima decisión sólo agravó el problema.
Uno no necesita suscribir la dudosa hipótesis del calentamiento global para percatarse del inmenso daño que le ha hecho a la Ciudad de México la explosión automovilística. No se trata de un hipotético daño planetario sino de un grave daño específico, localizado y creciente: Los contaminantes que arrojamos a diario millones de automovilistas en la capital mexicana se quedan aquí, no dañan la selva amazónica ni ocasionan huracanes en el Golfo. Se quedan aquí y se traducen en enfermedades, en deterioro de la convivencia, en improductividad, en desperdicio de recursos públicos (calcúlese cuántos policías y recursos se dedican en la ciudad a facilitar, como sus comandantes les dan a entender, el tráfico de automóviles y camiones), en irritación y, sí, también en falta de competitividad.
El ejemplo de Carlos tomando el Metro es cien veces más honesto y realista que los paseos en bicicleta para tomarse la foto.
El gobierno de la Ciudad requiere invertir mucho más en extender la red del Metro y darle adecuado mantenimiento. Para ello debería cobrarnos a los automovilistas y destinar lo recaudado a sufragar esas multimillonarias inversiones en transporte público. Eso es lo que hacen los gobiernos de izquierda modernos. Lo demás es “posar para la foto”.
El locutor que platicaba con Carlos Elizondo Mayer-Serra manifestó su asombro de que Carlos hubiese llegado a un concierto en Bellas Artes tomando el Metro. Lo asombroso, sin embargo, es que el locutor se asombrase de que una persona inteligente tomase la decisión más inteligente para llegar a su destino. El Metro, aun con su saturación y sus múltiples carencias de mantenimiento y seguridad, es un medio de transporte mucho más eficaz, rápido y limpio que el automóvil.
Lamentablemente, la extensión del Metro y su capacidad para transportar a los millones de usuarios potenciales están muy por debajo de las necesidades de la Ciudad de México. En el aciago gobierno de Andrés López Obrador el Metro no creció un solo centímetro; a cambio tuvimos obras caras, mal hechas, fastuosas y de relumbrón político para su majestad: el automóvil. Esa pésima decisión sólo agravó el problema.
Uno no necesita suscribir la dudosa hipótesis del calentamiento global para percatarse del inmenso daño que le ha hecho a la Ciudad de México la explosión automovilística. No se trata de un hipotético daño planetario sino de un grave daño específico, localizado y creciente: Los contaminantes que arrojamos a diario millones de automovilistas en la capital mexicana se quedan aquí, no dañan la selva amazónica ni ocasionan huracanes en el Golfo. Se quedan aquí y se traducen en enfermedades, en deterioro de la convivencia, en improductividad, en desperdicio de recursos públicos (calcúlese cuántos policías y recursos se dedican en la ciudad a facilitar, como sus comandantes les dan a entender, el tráfico de automóviles y camiones), en irritación y, sí, también en falta de competitividad.
El ejemplo de Carlos tomando el Metro es cien veces más honesto y realista que los paseos en bicicleta para tomarse la foto.
El gobierno de la Ciudad requiere invertir mucho más en extender la red del Metro y darle adecuado mantenimiento. Para ello debería cobrarnos a los automovilistas y destinar lo recaudado a sufragar esas multimillonarias inversiones en transporte público. Eso es lo que hacen los gobiernos de izquierda modernos. Lo demás es “posar para la foto”.
Etiquetas: "izquierda", Andrés López Obrador, calentamiento global, cambio climático, Ciudad de México, contaminantes, Metro, políticas públicas, su majestad: el automóvil, transporte público
3 Comentarios:
Ricardo:
Este comentario no tiene mucho que ver con el artículo relativo, pero sí con los temas que con tanta brillantez acostumbras tratar.
Se trata del tema de la renta básica. Es una propuesta que se está manejando en medios jurídico-políticos europeos, como una medida a la que se quiere dar rango de derecho fundamental, según la cual el Estado debe proveer a cada ciudadano de una cantidad «suficiente» para un gasto personal de subsistencia, por el sólo hecho de existir.
Me gustaría saber qué opinas de una medida como esta, la cual creo proporcionaría materia para alguno de tus editoriales.
En lo personal esa propuesta me parece que prescinde absolutamente de la realidad para moverse en el plano ideal de los derechos.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Para mejorar el transporte público debe comenzarse por el metro y luego continuar con el transporte de superficie que es un verdadero desastre.
Yo mientras tanto seguiré viajando en mi automóvil y quejándome de los graves problemas de tráfico de Tampico. ¡Ya no se puede cruzar la ciudad en 15 minutos!
HAbría que agregar, invertir en la seguridad. Que uno pueda -sueño con Viena- tomar el metro a las 3 de la mañana y te sientas tan seguro como en tu propia casa... porque aquí, eso no sucede ni a medio día.
Saludos!
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