jueves, 2 de agosto de 2007

De Salomón a Gore, con un final de Chesterton

Por fin se ha descubierto cuál es el agente maligno que provoca la elevación de temperaturas en el planeta. La respuesta, al final del artículo.

Se atribuye a Salomón (970-931 a. C.), rey de Israel, haber dicho: “No hay nada nuevo bajo el sol”.

Sin embargo, todos los días aparece alguien diciendo que ya descubrió, ahora sí, algo nuevo bajo el sol. Por ejemplo, el calentamiento global.

Si uno escucha a ese predicador, favorito de los compradores de catecismos a la moda, que se llama Al Gore, oirá que este político estadounidense ha encontrado la noticia más estremecedora e importante de la historia de la humanidad. Noticia que sería, más o menos, la siguiente: “El planeta se está calentando con consecuencias catastróficas para la vida, a causa de las emisiones de gases invernadero que provoca el ser humano; en especial, a causa del uso de los derivados de carbono como fuentes de energía”.

Se supone que a Gore le mueve, para revelar esta novedad con ribetes apocalípticos, un encomiable sentido de urgencia moral: Salvar al planeta y a la humanidad de su más o menos inminente destrucción.

Que esta “noticia” del calentamiento global sea considerada falsa por muchos científicos serios (recomiendo, sólo como un ejemplo entre muchos, el artículo que publicó en la edición en inglés de “Newsweek” el experto en cambio climático del MIT Richard S. Lindzen: “Why so gloomy? There is no such thing as a ‘perfect’ temperature” el 16 de abril de 2007), a muchos les parece irrelevante, porque tal vez prefieren las “buenas intenciones” (supuestas) que rendir tributo a la verdad. Como quienes creen que es bueno difundir leyendas negras con tal de que la causa que se defienda sea “justa”: “Contaminar es malo, asustemos a la gente para que no lo haga”.

Ni hablar, la honestidad intelectual no es moneda común. Si los predicadores del calentamiento global, como Gore, fuesen un poco honestos intelectualmente deberían reconocer que la causa fundamental, única, capaz de generar un verdadero calentamiento verdaderamente global del planeta es…

Una estrella de tipo espectral que, se calcula, se formó hace unos 5 mil millones de años y que, se conjetura, podría permanecer en su secuencia principal otros 5 mil millones de años más. Es popularmente conocida como Sol.

No en vano Gilbert K. Chesterton (1874-1936) dijo, corrigiendo a Salomón: “Sí hay algo nuevo bajo el sol: Ver el sol”.

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sábado, 28 de julio de 2007

La otra “consulta verde”

Qué bueno que se haga una “consulta verde” en la ciudad de México.

Once preguntas pertinentes – entre muchas otras- que no aparecerán en los cuestionarios de la oficialista "consulta verde" de mañana domingo:

1. ¿Consideras correcto que para construir los puentes que unen a Tarango con Santa Fe se hayan destruido varias hectáreas de bosque?

2. ¿Fue correcto que el gobierno de la ciudad haya reservado (eufemismo de: “ocultado”) la información sobre las licitaciones, el origen de los recursos, el monto del gasto y las condiciones de esa obra y de otras similares, como los distribuidores viales de San Antonio y de Zaragoza y los llamados “segundos pisos” del Periférico?

3. ¿Esas obras fueron más eficaces para resolver tus problemas de transporte que la construcción de más líneas del Metro?

4. ¿Has usado las “ciclopistas”?, ¿están bien trazadas y construidas?, ¿crees que esas pistas son respetadas por autoridades, patrullas, grúas, automovilistas, camiones, microbuses y vecinos, y se puede circular por ellas en bicicleta con plena seguridad?

5. ¿Te gustaría que el gobierno tapase todas las coladeras y registros abiertos que hay en la ciudad?, ¿te gusta que esos agujeros sean usados como depósitos de basura?

6. ¿Es bueno que el gobierno “ahorre” manteniendo a oscuras la mitad o más de las calles y avenidas?, ¿te gusta que salir de una estación del Metro en la noche sea tan emocionante como entrar a una cueva de lobos?

7. ¿Crees que es bueno que el programa “Hoy no circula” haya provocado que circulen muchos autos viejos y en malas condiciones, que causan accidentes además de contaminar, especialmente los fines de semana?

8. ¿Se te hace buena idea que el encargado de combatir a los taxis piratas sea el hermano de uno de los líderes de los taxistas piratas?

9. ¿Las banquetas por las que caminas están en buenas condiciones y limpias de obstáculos?, ¿te agrada tener que sortear puestos ambulantes para poder caminar por el centro de la ciudad?, ¿no te parece que es como visitar Calcuta?

10. ¿Te ha tocado ver vehículos del gobierno local – patrullas, grúas, camiones de basura, pipas de agua, otros- violar las leyes, contaminar, circular poniendo en riesgo la vida de los demás?

11. ¿Tú crees que las autoridades de la ciudad y del estado de México tendrán las hormonas suficientes para cobrar un impuesto local al consumo de gasolina y destinar los recursos a mejorar el transporte público?

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lunes, 25 de junio de 2007

Las ventajas políticas de globalizar la contaminación

Surrealismo puro: Premian a la ciudad de México por reducir la contaminación en el planeta, gracias al Metrobús, y un día después se decreta una emergencia ambiental porque, en la misma zona en que opera ese sistema de transporte, la calidad del aire alcanzó la categoría de “muy mala”: el ozono llegó a 176 unidades.

Por supuesto, la mala calidad del aire el sábado en la zona suroeste de la ciudad no es culpa del Metrobús, sino de que hay ya más de cuatro millones de automóviles en el valle de México. Lo cual, a su vez, obedece a décadas de gobiernos erráticos en la capital del país: desatención criminal al transporte público, uso político-electoral del gasto, crecimiento caótico de los asentamientos de población, pésima infraestructura vial y opacidad en la construcción de obras públicas lo que impide vetar proyectos faraónicos – como el famoso “segundo piso”- carentes de justificación económica y social y pésimamente ejecutados.

A este rosario de problemas propios se suma que la burocracia multinacional – Naciones Unidas, Banco Mundial, entre otras organizaciones- así como una legión de organizaciones no gubernamentales, ambientalistas, empresas culposas y estrategas financieros han logrado colocar en la opinión pública la creencia de que los daños al ambiente son planetarios más que localizados y, por lo tanto, es válido “perdonar” algo de la contaminación que se genera en España si se dan fondos para proyectos que reducen algo la contaminación en México.

No sabemos si la emisión de gases en la avenida Insurgentes de México tenga efectos ambientales en España, pero como es algo “probable” da un buen efecto de relaciones públicas que el Fondo Español del Carbono – por intermedio del Banco Mundial- le de casi 122 mil euros al gobierno de la ciudad de México porque, se supone, gracias al Metrobús en dos años se han emitido unas 60 mil toneladas de gases de efecto invernadero menos…, aunque se omite decir que la pésima planeación y ejecución de las obras del Metrobús ocasionaron una emisión adicional de gases invernadero de ¿cuántas toneladas?

Este “reconocimiento” – a la vista de la contaminación real, local, específica y comprobada que se padece en la Ciudad de México-, es algo así como hacerle una fiesta al estudiante que, ¡por fin!, aprobó una de 15 materias…, y eso en examen extraordinario.

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lunes, 18 de junio de 2007

El calentamiento local

Uno de los peligros prácticos de la propaganda sobre el calentamiento global es que desdeñemos lo que sí podemos comprobar con certeza y lo que sí debemos remediar ya: Los daños que causa la contaminación localizada y específica.

Dejemos por el momento la discusión acerca de la validez científica de muchas de las consejas populares acerca del cambio climático. Vayamos al aspecto práctico: La contaminación que usted y yo, y nuestros vecinos, generamos todos los días y que tenemos la certeza de que daña -no los ecosistemas de la selva amazónica o el nivel de los océanos dentro de cien años-, sino el entorno en que vivimos y que hace el daño de manera inmediata.

El sistema solar no gira alrededor del escape de un automóvil, pero ello no significa que una región específica – digamos, la zona metropolitana del Valle de México- no haya experimentado acelerados cambios, varios de ellos nocivos, por la explosión automovilística de los últimos 50 años.

No podemos afirmar con certeza que el planeta haya entrado en una etapa de calentamiento cuya causa principal sean los combustibles fósiles, pero no cabe duda que miles de metros cuadrados de asfalto – plantados para beneficio de su majestad, el automóvil- han contribuido a un grave deterioro del ambiente en el Valle de México.

Hablar de ese deterioro es menos espectacular que, al estilo de Hollywood, imaginar la desaparición súbita de los glaciares, pero es un deterioro cierto que sí podemos revertir con acciones localizadas y específicas.

Ejemplo: El viernes pasado unos 30 manifestantes bloquearon durante más de una hora la lateral del anillo periférico enfrente de las instalaciones de Televisión Azteca (por supuesto, de acuerdo con las instrucciones de su jefe supremo, los policías auxiliaron a los manifestantes para que nadie estorbase su ¿actividad?) y el daño que provocaron fue totalmente desproporcionado respecto de la pertinencia de su protesta: Incrementaron sustancialmente la emisión de contaminantes en la zona, causaron pérdidas incalculables a la productividad y, desde luego, violaron el derecho de miles de personas al libre tránsito (aunque garantizar esa última nimiedad, ya nos dijo el Jefe de Gobierno, no está en su orden de trabajo).

¿Cuál es el remedio? Tal vez el gobierno de la ciudad podría emitir unos "bonos de carbono" para remediar los daños. O tal vez baste con que el Jefe de Gobierno intensifique sus paseos ciclistas. ¿Con eso basta?

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jueves, 14 de junio de 2007

Su majestad, el automóvil, debe pagar

El desarrollo sostenible de la Ciudad de México requiere desalentar en serio el uso del automóvil e invertir cantidades multimillonarias en extender el Metro y mejorar de veras el transporte público.

El locutor que platicaba con Carlos Elizondo Mayer-Serra manifestó su asombro de que Carlos hubiese llegado a un concierto en Bellas Artes tomando el Metro. Lo asombroso, sin embargo, es que el locutor se asombrase de que una persona inteligente tomase la decisión más inteligente para llegar a su destino. El Metro, aun con su saturación y sus múltiples carencias de mantenimiento y seguridad, es un medio de transporte mucho más eficaz, rápido y limpio que el automóvil.

Lamentablemente, la extensión del Metro y su capacidad para transportar a los millones de usuarios potenciales están muy por debajo de las necesidades de la Ciudad de México. En el aciago gobierno de Andrés López Obrador el Metro no creció un solo centímetro; a cambio tuvimos obras caras, mal hechas, fastuosas y de relumbrón político para su majestad: el automóvil. Esa pésima decisión sólo agravó el problema.

Uno no necesita suscribir la dudosa hipótesis del calentamiento global para percatarse del inmenso daño que le ha hecho a la Ciudad de México la explosión automovilística. No se trata de un hipotético daño planetario sino de un grave daño específico, localizado y creciente: Los contaminantes que arrojamos a diario millones de automovilistas en la capital mexicana se quedan aquí, no dañan la selva amazónica ni ocasionan huracanes en el Golfo. Se quedan aquí y se traducen en enfermedades, en deterioro de la convivencia, en improductividad, en desperdicio de recursos públicos (calcúlese cuántos policías y recursos se dedican en la ciudad a facilitar, como sus comandantes les dan a entender, el tráfico de automóviles y camiones), en irritación y, sí, también en falta de competitividad.

El ejemplo de Carlos tomando el Metro es cien veces más honesto y realista que los paseos en bicicleta para tomarse la foto.

El gobierno de la Ciudad requiere invertir mucho más en extender la red del Metro y darle adecuado mantenimiento. Para ello debería cobrarnos a los automovilistas y destinar lo recaudado a sufragar esas multimillonarias inversiones en transporte público. Eso es lo que hacen los gobiernos de izquierda modernos. Lo demás es “posar para la foto”.

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