La destructiva obsesión igualitaria
Para la izquierda al uso debería prohibirse la impresión de libros mientras haya en el mundo alguna persona analfabeta, ya que los libros contribuyen a ensanchar la brecha entre los que saben leer y los que no saben. Así de retrógrado es el igualitarismo salvaje.
De una u otra forma, las opiniones de quienes se nombran a sí mismos “de izquierda” – con un dejo de arrogante superioridad moral- parten del principio de que la búsqueda de la igualdad en los resultados es más importante que la búsqueda de la generación de valor mediante la productividad.
Los izquierdistas más o menos ilustrados no dejan de reconocer que la globalización y el libre comercio han contribuido a disminuir la miseria en muchos países pobres, pero advierten de inmediato – sombríos- que también tienden a incrementar la desigualdad, entendida ésta como la distancia entre el más rico y el más pobre en una sociedad. Al parecer, no importa tanto que los pobres dejen de serlo, sino que la distancia entre el más rico y el más pobre se estreche hasta – ¡oh, utopía! – desparecer por completo.
Llevado el razonamiento igualitarista a la hipérbole, debería admitirse entonces que el instrumento igualitario más eficaz sería la aplicación minuciosa de bombas atómicas hasta que muy pronto la muerte – inapelable unificadora- nos iguale a todos. En “El Quijote” se propone la metáfora de las piezas de ajedrez que, una vez terminada la partida y arrojadas en un saco, vuelven todas a ser iguales, lo mismo da que en el tablero hayan sido reina, alfil, peón o caballo.
Otra hipérbole “lógica” del izquierdismo: Volvamos al medioevo cuando la distancia entre el rey más poderoso y el hombre más pobre, en términos de calidad de vida, era mínima. Algunas prédicas “ecologistas” tienden a esa indeseable utopía, condenando el motor de combustión interna como esencialmente maligno.
La izquierda cree haber encontrado un gran argumento contra la globalización porque diversos estudios indican que el intercambio libre y global en algunos países, como China, ha incrementado las distancias entre ricos y pobres (al tiempo que ha enriquecido a todos en promedio), pero en realidad no se trata de un gran hallazgo: Es evidente que la invención de la imprenta de tipos móviles (Gutenberg) benefició sobre todo a quienes sabían leer. Lo inteligente, sin embargo, no es prohibir los libros sino enseñar a leer al que no sabe.
De una u otra forma, las opiniones de quienes se nombran a sí mismos “de izquierda” – con un dejo de arrogante superioridad moral- parten del principio de que la búsqueda de la igualdad en los resultados es más importante que la búsqueda de la generación de valor mediante la productividad.
Los izquierdistas más o menos ilustrados no dejan de reconocer que la globalización y el libre comercio han contribuido a disminuir la miseria en muchos países pobres, pero advierten de inmediato – sombríos- que también tienden a incrementar la desigualdad, entendida ésta como la distancia entre el más rico y el más pobre en una sociedad. Al parecer, no importa tanto que los pobres dejen de serlo, sino que la distancia entre el más rico y el más pobre se estreche hasta – ¡oh, utopía! – desparecer por completo.
Llevado el razonamiento igualitarista a la hipérbole, debería admitirse entonces que el instrumento igualitario más eficaz sería la aplicación minuciosa de bombas atómicas hasta que muy pronto la muerte – inapelable unificadora- nos iguale a todos. En “El Quijote” se propone la metáfora de las piezas de ajedrez que, una vez terminada la partida y arrojadas en un saco, vuelven todas a ser iguales, lo mismo da que en el tablero hayan sido reina, alfil, peón o caballo.
Otra hipérbole “lógica” del izquierdismo: Volvamos al medioevo cuando la distancia entre el rey más poderoso y el hombre más pobre, en términos de calidad de vida, era mínima. Algunas prédicas “ecologistas” tienden a esa indeseable utopía, condenando el motor de combustión interna como esencialmente maligno.
La izquierda cree haber encontrado un gran argumento contra la globalización porque diversos estudios indican que el intercambio libre y global en algunos países, como China, ha incrementado las distancias entre ricos y pobres (al tiempo que ha enriquecido a todos en promedio), pero en realidad no se trata de un gran hallazgo: Es evidente que la invención de la imprenta de tipos móviles (Gutenberg) benefició sobre todo a quienes sabían leer. Lo inteligente, sin embargo, no es prohibir los libros sino enseñar a leer al que no sabe.
Etiquetas: "izquierda", China, El Quijote, globalización, igualitarismo salvaje, imprenta, libre comercio, productividad
4 Comentarios:
Habría que preguntarles a estos adalides: En su viaje por Utopía, se toparon con la libertad?
Muchas felicidades por esta entrega, de lo mejor del año.
La ideologia de izquierda en general se mueve por una "verdad" que jamas osaria respaldar explicitamente, a ser, que el motivador universal de la humanidad no es el progreso, sino la envidia, o sea que no nos importa cuan mal estemos, sino que no haya nadie que este mejor que nosotros.
Como una persona bilingüe que ha vivido en los Estados Unidos he aprendido que el término "izquierda" como aplicado a la ideología política tiene una definición más ancha en el mundo del hispanófilo que en el mundo del anglófilo. Ambos igualan "la izquierda" en general con la igualdad social y igualdad económica por la coerción del gobierno grande. Sin embargo, hay algunos movimientos políticos en América Latina que son identificados con la "izquierda" sólo porque favorecen un gobierno que es más laico sin influencias religiosas moralinas y favorecen los derechos iguales bajo la ley para todos los ciudadanos sin estar en contra del mercado libre y una política exterior neutral pacífica con comercio libre. Un ejemplo es el partido mexicano Alternativa Socialdemócrata.
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