lunes, 14 de abril de 2008

Déficit fiscal: Lecciones de un gran error

La velocidad a la que se deterioró el balance fiscal de los Estados Unidos, y la magnitud del daño, apenas George W. Bush inició su primer periodo, nos recuerdan que ante la afición de los políticos a derrochar el dinero ajeno ningún conservadurismo fiscal es exagerado.

Todos se equivocaron – nos equivocamos- pensando, en los meses finales de la presidencia de Bill Clinton, que los crecientes superávit en el balance fiscal de los Estados Unión habían llegado para quedarse por muchísimos años.

Todos. Los economistas de la Casa Blanca, los del Departamento del Tesoro, los del Congreso, los de la Reserva Federal (empezando por su entonces presidente Alan Greenspan), los economistas de los bancos de inversión, los de las casas de bolsa, los de las calificadoras de valores, los de los organismos multilaterales…

En su reciente libro, The age of turbulence, Alan Greenspan muestra honestidad intelectual al reconocer este histórico error, tanto de juicio político como de confianza indebida en las herramientas de pronóstico econométrico (que, una y otra vez, fallan miserablemente).

(Nota: Si usted no ha leído el libro y desea hacerlo le aconsejo que no lo haga en la muy mala traducción al español, sino en la edición original en inglés).

A toro pasado, Greenspan ofrece algunas explicaciones para el error: subestimación del efecto fiscal negativo que tendría la desaceleración de la economía, subestimación de la caída de ingresos tributarios, consecuente al estallido de la burbuja especulativa en los mercados de valores (millones de estadounidenses habían estado pagando más impuestos por ganancias en bolsa que, de pronto, se esfumaron), además de un abrumador error "técnico" – eufemismo de "inexplicable"- en los pronósticos de ingresos fiscales por casi 200 mil millones de dólares, y, sobre todo, subestimación de la irrefrenable tendencia a gastar sin medida el dinero de los contribuyentes que manifiestan los políticos; en esto, el equipo de Bush gana varios campeonatos, junto con la mayoría de los miembros del Congreso. Por cierto: Uno de los pocos conservadores fiscales a ultranza en ese periodo fue el senador John Mc Cain, opuesto a las rebajas de impuestos promovidas por Bush y a multitud de programas de gasto dispendioso empujados por otros congresistas.

En tierra de políticos electoreros - ¿cuál no lo es?- la salud de las finanzas públicas siempre está en riesgo.

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