miércoles, 9 de abril de 2008

¿La mano invisible o la pezuña política?

Una de las causas remotas de la crisis hipotecaria en los Estados Unidos fue la excesiva injerencia del gobierno, queriendo corregirle la plana a los mecanismos de libre mercado.

No deja de ser lamentable, y paradójico, que hoy se diga que la crisis hipotecaria en los Estados Unidos demuestra que los mecanismos de libre mercado merecen ser vigilados y corregidos por el Estado y los gobiernos.

Es lamentable porque es un terrible error de juicio. Desde los remotos tiempos de James Carter (ese bondadoso inepto que tanto daño causó a la economía de Estados Unidos y a quien los venezolanos deben agradecer sus malhadados oficios gracias a los cuales Hugo Chávez sigue en el poder) una cauda de políticos estadounidenses, sea desde el Congreso o desde la Casa Blanca o desde sus escritorios en los gobiernos locales, han promovido la bondadosa idea de que los bancos deben prestarle dinero a quienes no pueden ni podrán pagarlo. Son las cosas maravillosas de los políticos: Pueden idear una regulación llena de buenas intenciones (es lindo que un “sin casa”, por ejemplo, pueda tenerla mediante decreto, ¿o no?) sin afrontar las consecuencias.

Los bancos, ya se sabe, no son entidades altruistas pero sí son lo suficientemente astutos como para ponerle buena cara al mal tiempo de las voluntariosas regulaciones de los políticos, ajustarse a ellas, y hasta sacarles provecho. Resumiendo: Gracias a la ingeniería financiera, así como a la liberalidad de la Reserva Federal en asuntos de dinero (usted sabe, el miedo a la recesión), idearon mecanismos ingeniosos para cumplir con la ordenanza y seguir haciendo negocio. El artilugio es, para simplificar, jugar a que el señor Brown podrá pagar lo que no puede pagar, gracias a que hemos acordado que una casa que a duras penas vale 30 valdrá 100 mediante la generosidad de las calificadoras de valores y trataremos de que Brown haga como que paga facilitándole una segunda hipoteca por 200 dando como garantía la primera. Todos contentos: los bancos, el señor Brown, los bondadosos políticos, los incautos que compraron “vehículos estructurados de inversión” donde quedaron agazapadas las hipotecas defectuosas.

Así empezó todo, con una impertinente intervención de los gobiernos tratando de que los mercados no funcionasen como pueden y saben funcionar.

Al final la burbuja estalla y ¿a quién culpan los políticos? Pues a los mercados que ellos mismos no dejaron funcionar.

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