lunes, 2 de marzo de 2009

La crisis en pantuflas (1)

Las pantuflas son, como bien ilustra el diccionario, calzado que para mayor comodidad se usa para andar por casa. Tratemos de entender la presente crisis económica global “en pantuflas”, de forma tan cómoda, intelectualmente, que hasta un diputado o un locutor de radio o televisión pueda saber de lo que está hablando sin necesidad de parlotear incoherentemente acerca de asuntos que para su entendimiento (el entendimiento de ellos, desde luego, no el de usted, apreciado lector) son abismales.

Algunas estrellas del firmamento mediático (escuchemos: “déjeme le digo, le explico, le señalo, le reitero, aunque usted lo sabe, lo sabe bien, vamos bien, venga, vaya, más que bien…”), hacen el mismo papelón que la jovencita rusa que, en un concurso para descubrir tiernos talentos musicales, cantó con harto sentimiento algo sobre un tal “Ken Lee”, siendo que la letra original dice “I can’t live”, y cuando uno de los jurados le preguntó (con “mala leche”) que cuál era el idioma en que cantaba contestó “anglishki” (así se oye “inglés” dicho en ruso), tan quitada de la pena.

Bien, hagamos un servicio a locutores y políticos que sufren apuros para hablar sobre esta crisis y definamos, en lenguaje llano y cómodo, en pantuflas, algunos elementos básicos de esta calamidad financiera planetaria.

Empecemos por los bancos: ¿Qué es, en pantuflas, la esencia del negocio bancario? Prestar dinero que mayoritariamente, más del 90%, no es de los dueños del banco, sino de los depositantes; el dinero de los depositantes son “pasivos” para el banco.

Los préstamos acaban siendo datos en un archivo (papelitos en un cajón) y dicen por ejemplo: “Juan debe 100, los pagará en 15 años a una tasa anual de 8%, dio como garantía la casa que compró con los 100 que le prestamos”. Esos datos se llaman “activos en riesgo”. En riesgo ¿de qué? De que Juan no pague. Alguien no hizo bien su trabajo y supuso que la casa de veras valía 100 –que no los valía- y que en el futuro inexorablemente seguiría subiendo de precio.

Hoy nadie da por la casa de Juan más de 40, y Juan no puede, o no quiere, pagar. El banco no quiere quedarse con la casa porque su negocio no es rematar casas con pérdidas del 60 por ciento en un mercado deprimido. Y los políticos tampoco quieren que los bancos se pongan a rematar casas de deudores incumplidos, ¿por qué?
Mañana trataré de explicar por qué, pero en pantuflas.

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