¿Cómo empezó esto? (II)
La elite política de Washington siguió cocinando el desastre de las hipotecas de baja calidad – o subprime – presumiendo de las más buenas intenciones.
En 1995 el Congreso le dio aún más fuerza a la ley (“Community Reinvestment Act”) de 1977 que incentivaba a los bancos a otorgar créditos hipotecarios a personas con bajos ingresos o incluso sin ingresos fijos comprobables, a cambio de facilitarles, a los bancos, autorizaciones para fusiones y expansiones; en contraparte, a los pocos bancos reacios a entrar al negocio de las hipotecas de baja calidad la burocracia reguladora les obstaculizó el crecimiento.
Aun sin existir “premios” y “castigos” ideados por los políticos, para los bancos las hipotecas de baja calidad resultaron un gran negocio, porque Fannie Mae y Freddie Mac – lo más similar a grandes bancos de fomento a la vivienda con aval gubernamental – garantizaron cada vez más hipotecas de baja calidad que podían ser comerciadas fácilmente en un amplio mercado secundario; y que pudieron ser empaquetadas y vendidas como productos de inversión fuera del balance de los mismos bancos.
Otro ingrediente, si bien indirecto, que estimuló la euforia-manía fue una política monetaria acomodaticia por parte de la Reserva Federal.
Todo ello hizo crecer los cocientes de endeudamiento de muchas familias en forma casi exponencial.
En 2003 se promulgó la “American Dream Downpayment Act” con el objeto de subsidiar aún más créditos hipotecarios para familias de bajos ingresos. Orondo, y presumiendo del “conservadurismo compasivo” de “su” Partido Republicano, George W. Bush proclamó que la nueva ley permitía por fin satisfacer “el interés nacional de que cada vez más personas tengan una casa propia”. Con gélida ironía el profesor Meltzer comenta que a Bush se le olvidó, al hacer esa declaración, añadir cinco palabras: “If they invested in them”. Esto es: Grandioso que cada vez más estadounidenses tengan casa propia, “si esas mismas personas invierten – trabajan – para lograrlo”.
Este rápido vistazo a la larga historia de leyes, incentivos, reglamentos y discursos que produjo la elite política de los Estados Unidos – de 1931 a 2003- presuntamente para dar casa propia a cada familia, permite comprobar cuál fue el caldo de cultivo para el desastre de las hipotecas de baja calidad que estalló en el verano de 2007: Las presuntas “buenas intenciones” de los políticos.
Desde luego, hubo muchos otros factores que contribuyeron a que ese virus se volviese pandemia causando estragos mundiales; los comentaré a partir del lunes.
En 1995 el Congreso le dio aún más fuerza a la ley (“Community Reinvestment Act”) de 1977 que incentivaba a los bancos a otorgar créditos hipotecarios a personas con bajos ingresos o incluso sin ingresos fijos comprobables, a cambio de facilitarles, a los bancos, autorizaciones para fusiones y expansiones; en contraparte, a los pocos bancos reacios a entrar al negocio de las hipotecas de baja calidad la burocracia reguladora les obstaculizó el crecimiento.
Aun sin existir “premios” y “castigos” ideados por los políticos, para los bancos las hipotecas de baja calidad resultaron un gran negocio, porque Fannie Mae y Freddie Mac – lo más similar a grandes bancos de fomento a la vivienda con aval gubernamental – garantizaron cada vez más hipotecas de baja calidad que podían ser comerciadas fácilmente en un amplio mercado secundario; y que pudieron ser empaquetadas y vendidas como productos de inversión fuera del balance de los mismos bancos.
Otro ingrediente, si bien indirecto, que estimuló la euforia-manía fue una política monetaria acomodaticia por parte de la Reserva Federal.
Todo ello hizo crecer los cocientes de endeudamiento de muchas familias en forma casi exponencial.
En 2003 se promulgó la “American Dream Downpayment Act” con el objeto de subsidiar aún más créditos hipotecarios para familias de bajos ingresos. Orondo, y presumiendo del “conservadurismo compasivo” de “su” Partido Republicano, George W. Bush proclamó que la nueva ley permitía por fin satisfacer “el interés nacional de que cada vez más personas tengan una casa propia”. Con gélida ironía el profesor Meltzer comenta que a Bush se le olvidó, al hacer esa declaración, añadir cinco palabras: “If they invested in them”. Esto es: Grandioso que cada vez más estadounidenses tengan casa propia, “si esas mismas personas invierten – trabajan – para lograrlo”.
Este rápido vistazo a la larga historia de leyes, incentivos, reglamentos y discursos que produjo la elite política de los Estados Unidos – de 1931 a 2003- presuntamente para dar casa propia a cada familia, permite comprobar cuál fue el caldo de cultivo para el desastre de las hipotecas de baja calidad que estalló en el verano de 2007: Las presuntas “buenas intenciones” de los políticos.
Desde luego, hubo muchos otros factores que contribuyeron a que ese virus se volviese pandemia causando estragos mundiales; los comentaré a partir del lunes.
Etiquetas: George W. Bush, hipotecas "subprime", locos por la crisis, los años de sequía
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