lunes, 25 de mayo de 2009

¿Cómo empezó esto? (IV)

Varias instituciones financieras de los Estados Unidos han sufrido, durante esta crisis, la injusticia de las generalizaciones. Ahora sabemos, porque cada institución ya fue probada en medio de las turbulencias financieras de 2007, 2008 y 2009, que J. P. Morgan Chase y Bank of America, por ejemplo, siguieron una administración de riesgos más responsable que Citigroup, Merrill Lynch o Bear Stearns. Estas diferencias pueden parecer notables cuando se considera que todas jugaron, en términos de regulaciones y legislación, en la misma cancha de juego y con las mismas reglas, ¿por qué en unas entidades sí funcionó con alguna eficiencia la autorregulación y en otras no?

Tal vez la respuesta radique en el aprecio que el Consejo de Administración de cada una de ellas tuvo, o no tuvo, hacia la importancia de conservar una sólida reputación y, consecuentemente, a la propensión, o no, de privilegiar los resultados de largo plazo por encima de las oportunidades coyunturales.

Es, en el fondo, un asunto de buen gobierno corporativo y de que la administración tenga incentivos debidamente alineados con los objetivos de los accionistas.

Un ejemplo reciente, y local, de incentivos perversos: En noviembre de 2008 uno de los grandes bancos que operan en México (Santander) declaró que su estrategia sería disminuir su exposición al riesgo, especialmente en crédito al consumo, muy por debajo de los niveles promedio de sus competidores en el mercado mexicano. Suena bien. Empero, en mayo de 2009 – es, desde luego, un caso real y documentado- uno de sus clientes es informado de que, sin jamás haberla solicitado, se le ha otorgado una tarjeta de crédito con un límite de endeudamiento superior a 40 mil pesos. ¿Correcto? No, ¡terriblemente mal!, el cliente, cuya única relación con el banco era haber sido director general de una empresa cuya nómina manejaba ese banco, desde el fin de enero renunció a ese puesto directivo y no ha ingresado un solo centavo en esa cuenta, ¡el parámetro para darle un crédito a un “desempleado” (alguien en cuya “cuenta de nómina” ya no se ingresan depósitos es un “desempleado”), que jamás lo solicitó, fue el saldo promedio de una cuenta de cheques en la que no se había recibido un solo depósito en más de tres meses!

Esta pésima práctica sólo se explica por una administración incompetente, que seguramente padece de mala alineación de objetivos e incentivos. Ese mal acabará por corregirlo dolorosamente el mercado, pero las regulaciones deben contribuir a las sanciones del mercado, no obstruirlas.

Mañana seguiré con otros ejemplos.

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