martes, 16 de junio de 2009

Pésima señal: El alza de los precios del petróleo

En escasos cien días, durante los cuales la recesión ha mostrado sus peores efectos, los precios del petróleo en los mercados internacionales han crecido espectacularmente. El WTI se cotiza hoy en el mercado spot a $71.70 dólares el barril; apenas el 20 de febrero pasado se vendía en $39.60 dólares el barril. ¡81 por ciento de aumento!...Ni el escenario más optimista de la recuperación de la demanda mundial en el corto plazo justifica un crecimiento de esa magnitud.

Preocupante, porque tendremos presiones inflacionarias en la economía mundial cuando aún estamos lejos de haber recuperado la dinámica de crecimiento. ¿No que no había riesgos de inflación?, ¿qué tanto de esta espectacular alza de los precios del petróleo ha sido alimentada por las políticas fiscales expansionistas?

Y para México esto parece siniestro: Los nuevos legisladores, es de temerse, se van a engolosinar con el espejismo de que otra vez nos salvó la Virgen de Guadalupe dándonos precios altos del petróleo...¡Compadre, una buena y una mala!, ¡la buena es que nos sacamos la lotería!, ¡la mala es que vamos a seguir sin dar golpe en la vida!

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martes, 26 de mayo de 2009

¿Cómo empezó esto? (V)

La crisis global puso al descubierto decenas de prácticas financieras absurdas – que persisten, como comenté ayer respecto del banco en México que le otorga tarjetas de crédito no solicitadas ¡a los desempleados!, en plena sequía crediticia- que fueron como otras tantas cargas explosivas que contribuyeron a diseminar la calamidad económica.

Philip Delves Broughton, periodista británico que cursó el famoso MBA en Harvard, acudió a uno de sus compañeros de clase, Vivek, tratando de entender por qué el estacionamiento de los alumnos de la Harvard Business School (HBS) estaba repleto de automóviles BMW. Vivek, que sabía todo sobre finanzas y sobre autos, le explicó:
- “Muy sencillo, muchos compran un BMW porque quieren entrar a la HBS y obtener ayuda financiera”.
- “¿Qué?, ¿compras un BMW para que te den una beca?”
, preguntó Philip incrédulo.
- “Sí, porque cuando tú enlistas tus activos en la solicitud de ayuda financiera, no tienes que mencionar tu auto, pero sí debes mencionar todo el dinero que tengas en cuentas de ahorro o inversión. Si tú compras un auto de $30,000 dólares, tu cuenta de banco tendrá $30,000 dólares menos que probablemente recuperaras mediante la ayuda financiera. Así, básicamente la HBS te compra un BMW para que estudies aquí tu MBA”.
- “Pero eso, ¿no es mentir?”
- “No, como tampoco es tomar todo el dinero que tienes en cuentas a tu nombre y pasarlo temporalmente a las cuentas de tus padres mientras tú estás solicitando la ayuda financiera.”


No resulta muy edificante saber que la prestigiada HBS, presunta cumbre de la sabiduría en administración y finanzas, acaba subvencionando autos de lujo a sus alumnos, con la peregrina ilusión de que está subsidiando a estudiantes necesitados. Pero eso, exactamente, es lo que suele suceder con los créditos de algunos bancos de desarrollo en todo el mundo: El banco de fomento, por ejemplo, cree subsidiar a un necesitado agricultor para que haga la perforación de un pozo (algo que, de cualquier manera, habría hecho el agricultor con su propio dinero), pero en realidad le está facilitando al agricultor comprarse una camioneta Cheyene con sus ahorros.

Incentivos perversos.

(El muy recomendable libro de las experiencias de Broughton como estudiante de MBA en Harvard se llama “Ahead of the curve. Two Years at Harvard Business School”, Penguin Press, New York, 2008.)

Seguiré mañana.

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lunes, 25 de mayo de 2009

¿Cómo empezó esto? (IV)

Varias instituciones financieras de los Estados Unidos han sufrido, durante esta crisis, la injusticia de las generalizaciones. Ahora sabemos, porque cada institución ya fue probada en medio de las turbulencias financieras de 2007, 2008 y 2009, que J. P. Morgan Chase y Bank of America, por ejemplo, siguieron una administración de riesgos más responsable que Citigroup, Merrill Lynch o Bear Stearns. Estas diferencias pueden parecer notables cuando se considera que todas jugaron, en términos de regulaciones y legislación, en la misma cancha de juego y con las mismas reglas, ¿por qué en unas entidades sí funcionó con alguna eficiencia la autorregulación y en otras no?

Tal vez la respuesta radique en el aprecio que el Consejo de Administración de cada una de ellas tuvo, o no tuvo, hacia la importancia de conservar una sólida reputación y, consecuentemente, a la propensión, o no, de privilegiar los resultados de largo plazo por encima de las oportunidades coyunturales.

Es, en el fondo, un asunto de buen gobierno corporativo y de que la administración tenga incentivos debidamente alineados con los objetivos de los accionistas.

Un ejemplo reciente, y local, de incentivos perversos: En noviembre de 2008 uno de los grandes bancos que operan en México (Santander) declaró que su estrategia sería disminuir su exposición al riesgo, especialmente en crédito al consumo, muy por debajo de los niveles promedio de sus competidores en el mercado mexicano. Suena bien. Empero, en mayo de 2009 – es, desde luego, un caso real y documentado- uno de sus clientes es informado de que, sin jamás haberla solicitado, se le ha otorgado una tarjeta de crédito con un límite de endeudamiento superior a 40 mil pesos. ¿Correcto? No, ¡terriblemente mal!, el cliente, cuya única relación con el banco era haber sido director general de una empresa cuya nómina manejaba ese banco, desde el fin de enero renunció a ese puesto directivo y no ha ingresado un solo centavo en esa cuenta, ¡el parámetro para darle un crédito a un “desempleado” (alguien en cuya “cuenta de nómina” ya no se ingresan depósitos es un “desempleado”), que jamás lo solicitó, fue el saldo promedio de una cuenta de cheques en la que no se había recibido un solo depósito en más de tres meses!

Esta pésima práctica sólo se explica por una administración incompetente, que seguramente padece de mala alineación de objetivos e incentivos. Ese mal acabará por corregirlo dolorosamente el mercado, pero las regulaciones deben contribuir a las sanciones del mercado, no obstruirlas.

Mañana seguiré con otros ejemplos.

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