La tormenta perfecta, 101 años después (II y fin)
Después de la tormenta vendrá la sequía. Será sin duda una temporada de astringencia crediticia global, menores tasas de crecimiento y de reconstrucción del sistema financiero sobre bases más conservadoras. Pero por lo pronto la espiral del miedo continúa y la tormenta no cesa.
Un signo inequívoco de que aún hay mucha incertidumbre y confusión en los mercados financieros globales es que los políticos incrementan su cuota de declaraciones estúpidas. Ayer le tocó, ¡ay!, al candidato republicano John Mc Cain llevarse la palma al decir que él correría al presidente de la SEC y a todos los reguladores que permitieron "que los mercados fuesen usados como un casino".
Mc Cain obviamente no entiende ni lo que está pasando, ni mucho menos cuáles son las causas de la tormenta en los mercados financieros. Si quiere buscar culpables debería volver los ojos a la Casa Blanca, a la Reserva Federal y a otros bancos centrales que alentaron la fiesta de liquidez mundial en los últimos diez años. También tendría que hurgar en las no siempre transparentes relaciones de algunas calificadoras de valores con algunos fondos y bancos de inversión.
Una mayor regulación no soluciona nada. Los propios mercados habrán de purgarse y lo harán con mayor eficacia en la medida que la Reserva Federal y el Tesoro envíen señales claras de a partir de qué punto le pondrán un alto a los rescates apresurados y a las nacionalizaciones de facto, so pena de incentivar la formación de una larga fila de instituciones damnificadas mendigando ser salvadas por los contribuyentes.
Hay una clara tendencia hacia la extinción del negocio de la banca de inversión – o, si se prefiere, al estilo de banca de inversión de productos complejos, altos riesgos y altos rendimientos; negocio del que hoy se huye como de la peste-, y la precaria supervivencia de sólo dos de los grandes bancos de inversión (que algunos ignorantes confunden con los bancos de depósito tradicionales), marca por dónde seguirá la purga del mercado.
Para los mortales comunes, como usted y yo, todo esto significa que 2009 será un año difícil, en el que conviene tener liquidez (o estar en un negocio que la genere), tener muy pocos pasivos e invertir en incrementar la productividad, medida con indicadores duros de rendimiento real de cada peso invertido y de cada hora trabajada.
Un signo inequívoco de que aún hay mucha incertidumbre y confusión en los mercados financieros globales es que los políticos incrementan su cuota de declaraciones estúpidas. Ayer le tocó, ¡ay!, al candidato republicano John Mc Cain llevarse la palma al decir que él correría al presidente de la SEC y a todos los reguladores que permitieron "que los mercados fuesen usados como un casino".
Mc Cain obviamente no entiende ni lo que está pasando, ni mucho menos cuáles son las causas de la tormenta en los mercados financieros. Si quiere buscar culpables debería volver los ojos a la Casa Blanca, a la Reserva Federal y a otros bancos centrales que alentaron la fiesta de liquidez mundial en los últimos diez años. También tendría que hurgar en las no siempre transparentes relaciones de algunas calificadoras de valores con algunos fondos y bancos de inversión.
Una mayor regulación no soluciona nada. Los propios mercados habrán de purgarse y lo harán con mayor eficacia en la medida que la Reserva Federal y el Tesoro envíen señales claras de a partir de qué punto le pondrán un alto a los rescates apresurados y a las nacionalizaciones de facto, so pena de incentivar la formación de una larga fila de instituciones damnificadas mendigando ser salvadas por los contribuyentes.
Hay una clara tendencia hacia la extinción del negocio de la banca de inversión – o, si se prefiere, al estilo de banca de inversión de productos complejos, altos riesgos y altos rendimientos; negocio del que hoy se huye como de la peste-, y la precaria supervivencia de sólo dos de los grandes bancos de inversión (que algunos ignorantes confunden con los bancos de depósito tradicionales), marca por dónde seguirá la purga del mercado.
Para los mortales comunes, como usted y yo, todo esto significa que 2009 será un año difícil, en el que conviene tener liquidez (o estar en un negocio que la genere), tener muy pocos pasivos e invertir en incrementar la productividad, medida con indicadores duros de rendimiento real de cada peso invertido y de cada hora trabajada.
Etiquetas: años de sequía, bancos, mercados financieros, miedo a la recesión, productividad, Reserva Federal, tormenta perfecta
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