domingo, 28 de septiembre de 2008

Y después del “rescate”, ¿qué?

Tres grandes dudas: 1. ¿Perderá su hegemonía la moneda estadounidense?, ¿el euro será la divisa de reemplazo?, 2. ¿Cuánto durará y qué tan profunda será la recesión?, 3. ¿Terminará el “boom” del petróleo y de los “commodities”?


La mañana de hoy domingo el acuerdo para el multimillonario rescate de los activos financieros “tóxicos” estaba a punto. Un anónimo inversionista español escribió en la edición en línea de un diario financiero: “Espero que el acuerdo se alcance pronto. Tengo metido un kilo en acciones del Santander y si se firma el proyecto seguro que me meteré en el bolsillo al menos 600 euros en plusvalías”.
Pues, ¡suerte, matador!

¿Qué sigue? Ya sabemos que se inicia una sequía severa: Astringencia crediticia – a despecho de lo que digan las tasas de interés de referencia, la llave del crédito se ha cerrado- , caída de la demanda y, por tanto, de la actividad económica, recomposición del sistema financiero a favor de la banca tradicional, una percepción más aguda del riesgo asociado a los productos financieros complejos y opacos, revisión de las regulaciones con énfasis en la incompetencia – involuntaria o deliberada- de las calificadoras para distinguir la paja del trigo, ajustes de cuentas y fabricación de chivos expiatorios.

No deberá extrañarnos que los mercados prosigan dando tumbos, mientras se alcanzan otras definiciones de mayor calado. El próximo gobierno de Estados Unidos empezará con una gigantesca e inmediata tarea a cuestas y del rumbo que marque el próximo Presidente dependerán grandes definiciones para la economía mundial: ¿Se reconstruirá la hegemonía del dólar en los mercados mediante unas políticas fiscal y monetaria ortodoxas o el nuevo gobierno seguirá arrojándole carretadas de dinero devaluado a los problemas?

Del rumbo elegido dependerán asuntos tan importantes como la profundidad y la duración de la sequía (paradoja japonesa: mientras más liquidez inyectes, más durará la recesión), las presiones inflacionarias provenientes de los precios de energéticos y alimentos (la relación inversa entre el dólar y esos precios ha quedado establecida), la apertura o la cerrazón de los mercados al comercio exterior (la peligrosísima tentación proteccionista es más fuerte que nunca entre los políticos del mundo).

Pocas veces en la historia tanto ha dependido de una contienda electoral entre dos candidatos que, ¡ay!, no han dado hasta hoy señales de tener los tamaños para una tarea que requiere más agallas que artilugios electoreros.

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