miércoles, 22 de julio de 2009

¿Por qué nos gusta el activismo gubernamental?



La fuente de la gráfica (si se pincha en ella se amplia la imagen) es "World Public Opinion" (WPO) un proyecto de cooperación internacional entre más de 25 países surgido del Programa Internacional de Actitudes Políticas de la Universidad de Maryland, Estados Unidos.

Queda claro que (casi) todos, en (casi) todo el mundo, queremos que el gobierno "se mueva más" en tiempos de crisis. Una querencia, si se vale decirlo, no exenta de peligros, dado que por lo general los gobiernos hacen más daño haciendo cosas que dejando de hacerlas.

Pero así como preferimos en el futbol soccer que el portero se mueva cuando enfrenta un tiro penal, como escribí hace unos meses robándole la metáfora a mi amigo Diego Petersen, preferimos (bueno, una mayoría apreciable lo prefiere, según las encuestas que conjuntó WPO alrededor del mundo) gobiernos "activistas" a gobiernos tímidos o pasivos; gobiernos intervencionistas en lugar de gobiernos restringidos a sus funciones básicas: respetar todas las libertades de todos, aplicar justa y oportunamente leyes que son iguales para todos, preservar la integridad física del territorio y de sus habitantes, garantizar los derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos. No más, ni menos.

La comparación de las preferencias sociales en cada país respecto de lo que debe hacer el gobierno y las preferencias de los aficionados al futbol respecto de lo que deben hacer los guardametas ante un tiro penal tiene mucha más "miga" de lo que parece, porque la mayor parte de los tiros penales van al centro del arco, no a la izquierda o a la derecha, y los porteros que permanecen bien plantados en el centro de su portería, sin querer adivinar y anticiparse al tiro penal, suelen parar más penales que los porteros "dinámicos"..., pero los primeros (los "inmóviles" vamos a llamarlos) son también los más criticados por la afición.

"¡Haz algo!, lo que sea, pero ¡haz algo!", "¡muévete, no te quedes ahí, parado como idiota!".

Los lectores, perspicaces, habrán notado que el único país en el que una gran mayoría de la gente (63 por ciento) está totalmente de acuerdo con la forma en la que su gobierno ha enfrentado la crisis ¡es China! Algún ingenuo, o alguien excesivamente malicioso dirá que precisamente por eso, porque (casi) todos los chinos están conformes y hasta felices con su gobierno, en la República Popular China NO les desvelan mucho esas monsergas de la democracia y de los derechos humanos. ¿Para qué democracia, si de antemano todos (o casi todos) estamos de acuerdo?

Y también habrán notado, perspicaces que son los lectores, que el país donde hay más personas que opinan que el gobierno ya fue demasiado lejos en su activismo contra la crisis es, después de la India (?), Estados Unidos: 31 por ciento. Mi hipótesis (para el caso de Estados Unidos, ya que no tengo la menor idea de porqué 37 por ciento de los indios opinan que su gobierno ha hecho "de más" en esta crisis) es que una sabia desconfianza hacia el gobierno - hacia todo gobierno - y una sana repulsión hacia el intervencionismo gubernamental son virtudes características del pueblo estadounidense que, aún en estos tiempos tan proclives al intervencionismo estatal, se preservan (al respecto, basta ver cómo descendió la popularidad de Barack Obama por su activismo en el rescate de General Motors y Chrysler).

Hace un siglo aproximadamente G. K. Chesterton, en su "Ortodoxia", escribió:

"La idea democrática es que el gobierno es algo análogo a escribir uno sus propias cartas de amor o sonarse uno sus propias narices. Cosas que deseamos que los hombres las hagan por sí mismos, aunque las hagan mal. No discuto aquí la exactitud de ninguna de estas concepciones; sé que algunos modernos andan por ahí pidiendo que los científicos les elijan sus esposas y, por lo que sabemos, muy pronto pedirán niñeras que les suenen la nariz".


Bien, cien años después parece que tales "modernos" ya son mayoría: Queremos que el gobierno nos resuelva la vida, aunque el propio gobierno haya sido responsable, antes, con su febril actividad controladora, de habérnosla fastidiado.

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miércoles, 17 de junio de 2009

Obama y su “toque relativamente ligero”

Hoy se difundirá con más detalle la propuesta del gobierno del Gobierno Barack Obama para establecer un nuevo, y más extenso, marco de regulación para el sistema financiero. En ese contexto, el propio Obama hace la apología de su gobierno en una crucial entrevista que publica hoy The Wall Street Journal. El mensaje que quiere mandar Obama es claro: No soy socialista, ni intervencionista; creo en el poder del libre mercado para asignar eficientemente los recursos como el que más. Lo que pasa es que estoy arreglando el desastre que me heredaron…

Sin embargo…

Sí, sin embargo esta apología de Obama es literalmente increíble. No se puede creer. Si un animal tiene aspecto de pato, camina como pato, grazna como pato, nada como pato, se sacude el agua al salir de un estanque como se sacuden los patos el agua al salir de un estanque…¿Qué tiene de extraño que le llamemos pato?

Si nombrar a un burócrata de Washington como supremo dictaminador de las percepciones que habrán de recibir los ejecutivos de General Motors, Chrysler, AIG, Fannie Mae, Freddie Mac y de una decena de empresas más que han sido rescatadas con dinero de los contribuyentes, no es promover el intervencionismo gubernamental en la economía (por no hablar del hecho mismo de rescatar, contra viento y marea, empresas en quiebra, como si no formase parte esencial del sistema de libre mercado que cada cual asuma las consecuencias de sus errores en la asignación de recursos), ¿qué es entonces?

Y es que eso, sencillamente, es lo que pregunta el entrevistador de WSJ: ¿cómo entiende Obama el papel del gobierno en la economía?

La respuesta de Obama constituye, a mi juicio, lo más relevante de la entrevista y, siento decirlo, es donde la apología de Obama hace agua por todos lados:

“Creo que la ironía es que me gustaría ver un gobierno que realmente interviniese poco en la economía” (“relatively light touch son las palabras textuales), pero, arguye Obama, el “pensamiento conservador estándar” no lo ha entendido y me etiqueta como intervencionista (la única ironía aquí, digo yo, es que Obama incurre alegremente también en despachar el asunto mediante un intercambio de etiquetas: si me dices “intervencionista” yo te respondo “conservador” y cada quien se queda con su golpe, pero no nos entendemos).

Para entender, tal vez, sirva el mismo ejemplo que propone Obama, respecto de la intervención (¿un toque relativamente ligero?) de su gobierno en empresas automotrices como GM o Chrysler. Teníamos, dice, tres opciones: A. Seguirles dando dinero público y permitir que lo siguiesen desperdiciando al no exigirles un cambio total en su forma de hacer las cosas, B. Dejarlas ir a la quiebra en medio de la peor recesión que ha habido después de la Gran Depresión, “algo que no creo que nadie argumentará que tendría un efecto saludable en la economía”, o C. Proveerlas de cierta ayuda de corto plazo, pero asegurándonos de que nos presentasen un plan de reestructura que les permita ponerse de nuevo de pie.

Por supuesto para Obama la respuesta correcta es C.

Error, señor Presidente Obama, la respuesta correcta es B. Porque las quiebras, aun en medio de recesiones o precisamente en medio de recesiones provocadas por los excesos del pasado, sí tienen un “efecto saludable”, ¡muy saludable!, en la economía.

La opción C es una falacia que presupone que a nadie, de todos los directivos y accionistas que han pasado por GM, por ejemplo, se le había ocurrido que la empresa tenía que reestructurarse o morir, hasta que llegó Obama y su fabuloso equipo y se los hizo entender…La fatal arrogancia, como le llamó Hayek.

Además, señor Presidente Obama, los interventores ni siquiera han presentado un plan creíble de reestructuración de las empresas automotrices, un plan que pase la prueba del mercado. La opción C, ¿un toque relativamente ligero?, es el peor de los mundos: Tirar aún más dinero de los contribuyentes, pero ahora con la bendición de toda una burocracia gubernamental al lado, jugando al empresario; burocracia que junto con el sindicato se convertirá en una clientela electoral permanente que demandará más y más recursos de los contribuyentes.

No, no es ironía que los miopes “conservadores” no entiendan que usted no es un intervencionista. Es una flagrante contradicción, entre retórica y hechos, el hecho de que usted lo niegue

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martes, 9 de junio de 2009

Vía libre a la venta de Chrysler a Fiat

La Suprema Corte desechó atender el alegato en contra del acuerdo de bancarrota de Chrysler que habían presentado tres fondos de pensiones de Indiana. Con esto queda la vía libre para le venta de Chrysler a la italiana Fiat.

También de esta forma se levantó la suspensión que ayer lunes había decretado la juez Ruth Bader Ginsberg.

De cualquier forma, coincido con la opinión de varios críticos, dentro y fuera de Estados Unidos, de que este proceso de bancarrota y el de General Motors, al otorgar un trato preferente a unos acreedores (el fondo de pensiones del sindicato de la industria, la UAW) sobre los demás ha sentado un mal precedente para futuras colocaciones de bonos de deuda de empresas estadounidenses entre muchos inversionistas.

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lunes, 8 de junio de 2009

La Suprema Corte detiene la venta de Chrysler a Fiat

Problemas en el paraíso.

Minutos antes de que se cerrara la venta de la mayor parte de los activos de Chrysler a la italiana Fiat, como parte del proceso de bancarrota organizado por el equipo ("task force") designado por Obama, la juez de la Suprema Corte Ruth Bader Grinsburg congeló el proceso de venta hasta dilucidar si proceden los alegatos en contra por parte de tres fondos de pensiones de Indiana, que poseen unos $42 millones de dólares de la deuda de Chrysler (cuya deuda total se calcula en $6,900 millones de dólares).
Aunque funcionarios de la Casa Blanca calificaron este revés sólo como un trámite administrativo que será rápidamente solventado, lo cierto es que los pequeños inversionistas de Indiana podrían lograr echar para abajo el trato de venta a Fiat, cuyo plazo fatal es el 15 de junio, porque tienen un buen punto jurídico y constitucional: Hay un obvio favoritismo en el trato que, como acreedor de Chrysler, está recibiendo el poderoso sindicato automotriz UAW, bastión del Partido Demócrata y fuerte apoyo electoral para Barack Obama.
Y lo peor, para los planes de la administración de Obama, es que si procede el alegato de los pequeños inversionistas acerca de un trato discriminatorio a favor del sindicato en el caso de Chrysler, por simple lógica jurídica también procederían las objeciones contra el proceso de bancarrota de General Motors que también da un trato de acreedor "especial" a la UAW.
No todo es miel en "Obama country". El caso prefigura futuros conflictos entre un Presidente (Obama) que concibe la justicia con acento social (para usar una frase conocida en España y en Hispanoamérica: "la justicia como opción preferencial por los pobres..., los débiles o los grupos sociales por sobre los ricos..., los fuertes... y los individuos") y una sólida tradición jurídica que concibe la justicia a secas, como trato igual para todos. Ya veremos.

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miércoles, 13 de mayo de 2009

Chrysler y GM: Quiebras politizadas

Para el gobierno de Barack Obama todos los ciudadanos son iguales, pero unos son “más iguales que otros”, como sucedía entre los animales de la granja que imaginó George Orwell para satirizar el comunismo soviético.

Obama sin duda está lleno de buenas intenciones, pero su afán de proteger a quienes la gastada retórica izquierdista identifica como “débiles” le inclina con frecuencia a torcer la regla de la ley.

Chrysler entró el 30 de abril al capítulo once de la ley de bancarrotas y la administración de Obama ya se las ha arreglado no sólo para que el proceso sea excepcionalmente rápido, sino para que tenga resultados definidos de antemano. Sin mayor escrutinio, el juez a cargo dictaminó que los acreedores de deuda garantizada sólo recibirán 28 centavos por cada dólar que se les adeuda, en cambio los miembros del sindicato automotriz (United Auto Workers, UAW) recibirán 43 centavos por cada dólar invertido en el fondo de salud que estableció la empresa.

Liquidar los activos y repartir a partes iguales lo que quede – otra opción legal-, está descartado: es “políticamente incorrecto”.
Sólo en la falsa retórica “progresista” la poderosa UAW puede considerarse como “débil” y sólo en la misma retórica los acreedores pueden ser vistos como “buitres”. Pero esa es la retórica que ha empleado Obama al calificar de “especuladores” a los tenedores de bonos. En realidad, la mayoría son pequeños ahorradores que cometieron el error de creer en Chrysler.

La UAW ha sido un sostén permanente de la meteórica carrera política de Obama, un bastión del Partido Demócrata al que Obama se ha empeñado en complacer; de ahí, por ejemplo, que comparta el discurso de la UAW calificando a los inmigrantes extranjeros de ladrones de empleos y denunciando al TLCAN como un mal arreglo que se llevó los empleos a México con el señuelo de los bajos salarios.

Ya desde hoy se sabe que la historia de la inminente bancarrota de GM será similar: Los miembros de la UAW recibirán 50 centavos por cada dólar, mientras que los acreedores, en este caso de bonos no garantizados, tendrán que conformarse con 5 centavos por cada dólar. Los acreedores ya saben que sólo habrá esa sopa en la mesa.

Un nefasto precedente cuando lo que urge son fondos frescos de inversionistas privados (“especuladores” les diría Obama) para rescatar empresas estadounidenses en problemas, como advirtió The Economist en su edición de esta semana.

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