lunes, 29 de enero de 2007

Energéticos y alimentos, ¿ya tomamos nota?

Esto apenas empieza. Los hidrocarburos están entreverados con los carbohidratos. En los mercados, en las políticas públicas, en el nuevamente de moda discurso “verde” de los políticos, en las dádivas que hacen los grupos de presión e interés a las campañas electorales…Pero en algunos lugares todavía no tomamos nota.

Cuando la exitosa directora ejecutiva de la petrolera Chevron se quejó en 1999 ante unos funcionarios del sector energético en Estados Unidos: “Ya es tiempo de dejar de mezclar la política agrícola con la política de los combustibles”, algún crítico podría haberle advertido que se trataba de una mezcla inevitable si es que aún se acordaba de las clases de química que tomó en la escuela secundaria.

Paradójicamente, como lo hizo notar en octubre pasado The New York Times, esa entonces ejecutiva de Chevron, Patricia A. Woertz, es hoy la CEO de Archer Daniels Midland (ADM), tal vez la corporación mejor situada en el mundo en ese cruce de caminos estratégico entre agricultura y energía. Entre cultivos y combustibles. Además, ADM – la empresa número 56 entre las 500 de Fortune – es la empresa que más millones de dólares ha dado para campañas electorales a políticos de Estados Unidos, recibiendo a cambio miles de millones de dólares de los contribuyentes y de los consumidores, en la forma de subsidios y de políticas comerciales y regulativas.

Hace casi 12 años una investigación del Cato Institute revelaba que al menos el 43 por ciento de las utilidades de ADM provenían de productos fuertemente subsidiados o protegidos por el gobierno estadounidense: Cada dólar de utilidades de ADM proveniente de edulcorantes obtenidos del maíz (fructosa) costó $10 dólares a los consumidores; cada dólar de utilidades de ADM proveniente del etanol, obtenido del maíz, costó unos $30 dólares a los contribuyentes de Estados Unidos.

Por supuesto sería suicida imitar esa surrealista política de subsidios agro-energéticos de Estados Unidos, pero sí podríamos estar aprovechando, ya, las oportunidades que se están generando en el mercado global. ¿Alguien está haciendo algo en la industria azucarera para empezar a producir etanol a partir de la caña, con mucha mayor eficiencia energética que a partir del maíz, como lo hace exitosamente Brasil? (no, porque producir energéticos es un intocable monopolio del Estado), ¿alguien está viendo las oportunidades de la producción de fructosa – jarabe de maíz- en lugar de sostener con palabrerías el mito de la tortilla? (parece más fácil inventarse impuestos contra la fructosa para proteger a los cañeros), ¿algún político mexicano ya vio la estrecha relación entre precios del petróleo, precios del azúcar, precios del maíz, en los mercados internacionales? (tal vez no, porque están leyendo las columnas de chismes políticos).

Quiero creer que alguien está tomando nota pero parecería que no: En México algunos sesudos analistas y políticos no tienen nada mejor que patéticas cantaletas: “el maíz no sólo es alimento, sino religión, cultura, vida de los mexicanos”. La realidad global sigue su curso, y nos quedamos solos – otra vez- en la abismal contemplación de nuestro ombligo.

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