Milagro en el Metro
¡Gloria a Dios en las alturas!, recogieron las basuras en el Metro, ayer a oscuras y hoy sembrado de bombillas…, desparecieron los ambulantes y surgieron pulcros y trajeados los empleados del servicio, le sacaron brillo a pisos y muros…El milagro lo consumó una efímera y propagandística visita de Marcelo Ebrard y su marabunta.
Escribí hace días que una de las ventajas de viajar en el Metro de la ciudad de México es la bajísima probabilidad de toparse en uno de los atestados vagones con Marcelo Ebrard. Pues bien, me equivoqué. El jueves pasado poco después de las nueve de la mañana los desprevenidos pasajeros salíamos apresurados del vagón en la estación "Zócalo" cuando nos dimos de frente con una marabunta (conjunto de gente alborotada y tumultuosa) no de hormigas sino de malencarados guardaespaldas, fotógrafos, camarógrafos, reporteros, funcionarios con cara de embobamiento y, en medio de la turba, como figura estelar de la farándula, Marcelo Ebrard, el mismo que está encantado de conocerse desde que se llama: "La Ciudad", con mayúscula mayestática por favor.
Lamento que por todo saludo a mi amigo Arturo Tornell, de Televisión Azteca, yo le espetara una irritada queja: "Oye, yo tomo el Metro en serio como medio de transporte, no con fines de propaganda" y haber huido del sitio como alma que ha visto al demonio…
Ni un solo vendedor ambulante en andenes, pasillos y escaleras de salida. Relucientes los pisos, pulcros y elegantes – de traje- unos empleados del Metro que salieron de quién sabe dónde (a lo mejor los tienen guardados en un almacén y los sacan los días de fiesta) y hasta la estación de radio del Metro – pletórica de amables y serviciales consejos para los usuarios- se escuchaba prístina por los altavoces (normalmente se escuchan intermitentes y crípticos llamados como: "Rigoberto Godinez, reportarse a su permanencia para un H-17").
Más tarde me enteré de que el inmerecido honor de la visita se debió a que el señor Ebrard daría fe de la instalación de unos dispositivos que retardan la velocidad de las escaleras eléctricas en alguna estación del Metro, con el fin de ahorrar energía en las horas de menor afluencia de pasajeros, ¡guau!, ¡gran logro!...supongo que después de eso vendrá la entrega por parte de alguna ONG de algunos bonos de carbono por combatir con tanto fervor el calentamiento global…
Escribí hace días que una de las ventajas de viajar en el Metro de la ciudad de México es la bajísima probabilidad de toparse en uno de los atestados vagones con Marcelo Ebrard. Pues bien, me equivoqué. El jueves pasado poco después de las nueve de la mañana los desprevenidos pasajeros salíamos apresurados del vagón en la estación "Zócalo" cuando nos dimos de frente con una marabunta (conjunto de gente alborotada y tumultuosa) no de hormigas sino de malencarados guardaespaldas, fotógrafos, camarógrafos, reporteros, funcionarios con cara de embobamiento y, en medio de la turba, como figura estelar de la farándula, Marcelo Ebrard, el mismo que está encantado de conocerse desde que se llama: "La Ciudad", con mayúscula mayestática por favor.
Lamento que por todo saludo a mi amigo Arturo Tornell, de Televisión Azteca, yo le espetara una irritada queja: "Oye, yo tomo el Metro en serio como medio de transporte, no con fines de propaganda" y haber huido del sitio como alma que ha visto al demonio…
Ni un solo vendedor ambulante en andenes, pasillos y escaleras de salida. Relucientes los pisos, pulcros y elegantes – de traje- unos empleados del Metro que salieron de quién sabe dónde (a lo mejor los tienen guardados en un almacén y los sacan los días de fiesta) y hasta la estación de radio del Metro – pletórica de amables y serviciales consejos para los usuarios- se escuchaba prístina por los altavoces (normalmente se escuchan intermitentes y crípticos llamados como: "Rigoberto Godinez, reportarse a su permanencia para un H-17").
Más tarde me enteré de que el inmerecido honor de la visita se debió a que el señor Ebrard daría fe de la instalación de unos dispositivos que retardan la velocidad de las escaleras eléctricas en alguna estación del Metro, con el fin de ahorrar energía en las horas de menor afluencia de pasajeros, ¡guau!, ¡gran logro!...supongo que después de eso vendrá la entrega por parte de alguna ONG de algunos bonos de carbono por combatir con tanto fervor el calentamiento global…
Etiquetas: calentamiento global, Ciudad de México, economía informal, Marcelo Ebrard ó "La Ciudad", Metro, propaganda, transporte público
1 Comentarios:
... pero a diferencia de la fiesta de Serrat, en el metro nadie tuvo ocasión de olvidar que cada uno es cada cual.
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