domingo, 7 de diciembre de 2008

La criminal miopía proteccionista

Si se dejase la solución de esta crisis económica global en manos de la Concamin o de la Canacintra, el mundo se hundiría en una depresión tan profunda y prolongada que haría palidecer a la “gran depresión” de los años 30.

Si aquí y allá los mercantilistas se enquistan en la defensa de barreras arancelarias y no arancelarias habremos transformado un severo colapso financiero en el peor desastre económico de la historia de la humanidad: Desempleo galopante, hiperinflaciones locales, pérdida total de confianza en el mercado, pobreza y miseria, violencia, nacionalismos y regionalismos exacerbados. El infierno.
La economía global ha funcionado en los últimos años – generando prosperidad- sostenida en un frágil balance entre países con abultados superávit y países con abultados déficit en sus respectivas cuentas corrientes. Los primeros tienen un exceso de ahorro respecto de su inversión y su consumo y ese excedente ha servido para financiar los déficit de ahorro (especialmente déficit fiscales) de los segundos.
Según cálculos difundidos el miércoles por Martin Wolf en el Financial Times los superávit en cuenta corriente de China, Alemania y Japón sumados a los superávit de los países exportadores de petróleo explican el 84% del superávit global en cuenta corriente (ese porcentaje equivale a 1.685 millones de millones de dólares).
Esos países frugales – que ahorran más de lo que consumen e invierten- sufragan el dispendio – dicho en sentido figurado – de los países con abultados déficit en sus cuentas corrientes. Los dispendiosos son encabezados por Estados Unidos y le siguen España, Reino Unido, Francia, Italia y Australia, cuyos déficit equivalen a poco menos de 1.159 millones de millones de dólares; casi al 70% del déficit global en cuenta corriente,.
El mundo aprentemente tiene un superávit en cuenta corriente consigo mismo de unos 350 mil millones de dólares (diferencia ente 2.006 millones de millones que suman los superávit y 1.656 millones de millones que suman los déficit), pero en realidad tal superávit no existe porque forzosamente la balanza global debe estar equilibrada, es una identidad contable entre egresos e ingresos de la suma de balanzas de cada nación. Se trata de errores de contabilidad, omisiones o hasta de pérdidas (imaginemos, siguiendo una vieja analogía que hacía Bastiat para ridiculizar los afanes mercantilistas, que en medio del océano hay varios barcos perdidos cargados de mercancías que algunos países han contabilizado como exportaciones pero que nadie ha recibido y por tanto no se han contabilizado como importaciones. ¡Una pérdida neta! El maravilloso símil de Bastiat nos recuerda que el bienestar se mide por lo que consumimos (importamos) no por lo que producimos (exportamos).
Es imperativo para salir de la crisis que los países frugales empiecen a gastar (importar) más y que los países dispendiosos empiecen a exportar más y a gastar menos. Sólo así se puede restablecer el equilibrio global y la economía volverá a crecer. Si unos y otros se cierran al comercio mundial, sosteniendo aranceles y barreras no arancelarias, la depresión mundial durará décadas y será la peor de la historia.
¿Creían que hacer fracasar la ronda de Doha no tendría consecuencias graves? Ya las vemos. Aún estamos a tiempo para evitar una catástrofe mayor.

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