Los de arriba, los de abajo y los gobiernos
Dos historias, una de ricachones frívolos; otra, de pobres a quienes un gobierno mantiene fastidiados llevándoles el agua en camiones, en lugar de invertir en redes de agua potable. Para desperdiciar el dinero no hay que tener mucha imaginación.
Un magnate mexicano acostumbraba ir de cacería a Tamaulipas, acompañado de amigos y cortesanos. Un día su asistente ejecutivo tuvo la ocurrencia de complacer a su jefe proponiéndole que la cacería se realizase desde un helicóptero. ¡Qué lujo!, ¡qué originalidad!, ¡qué despliegue de riqueza! Al final fue una experiencia desastrosa y un criminal desperdicio de recursos; idiota. Entre otras cosas, un camión cisterna lleno de combustible tuvo que hacer, en paralelo, el recorrido por veredas y caminos para permitir que el helicóptero se aprovisionase cada vez que hacía falta.
Durante años, cuando menos desde las épocas de Manuel Camacho Solís, las autoridades del Distrito Federal han usado la misma lógica derrochadora para llevarle agua a comunidades pobres en la delegación Tlalpan. Todos los días varios camiones cisterna cargados de agua potable fatigan la carretera del Ajusco llevando agua “gratuita” a los asentamientos de vivienda que carecen de una red de agua potable. Es un lujo tan estúpido como el del ricachón, pero financiado con dinero de los contribuyentes. Los recursos gastados todos estos años habrían sobrado para que los “beneficiarios” disfrutasen ya de agua potable en sus domicilios con sólo abrir una llave, pero no: Hay que hacerles sentir la bondad del gobierno que les regala el agua – y que, con frecuencia, por ejemplo en épocas electorales, les condiciona la dotación- y que hace un despliegue de recursos con su ejército de camiones cisterna.
Por supuesto, los rendimientos políticos de mantener a esas colonias paupérrimas sin una red de agua potable eficiente son inmensos. No hay quien haya tenido, en los sucesivos gobiernos, un solo incentivo para gastar con eficacia los recursos. Luce mucho ese despliegue cotidiano de los camiones cisterna y, cuando se ofrece, rinde mucho que a cambio de la dotación de agua los beneficiarios deban asistir a un mitin del candidato en turno.
El derroche de llevar agua de la manera menos eficiente se paga con impuestos; el derroche del ricachón tratando de cazar desde el helicóptero hasta ahora ha sido deducible de impuestos.
Un magnate mexicano acostumbraba ir de cacería a Tamaulipas, acompañado de amigos y cortesanos. Un día su asistente ejecutivo tuvo la ocurrencia de complacer a su jefe proponiéndole que la cacería se realizase desde un helicóptero. ¡Qué lujo!, ¡qué originalidad!, ¡qué despliegue de riqueza! Al final fue una experiencia desastrosa y un criminal desperdicio de recursos; idiota. Entre otras cosas, un camión cisterna lleno de combustible tuvo que hacer, en paralelo, el recorrido por veredas y caminos para permitir que el helicóptero se aprovisionase cada vez que hacía falta.
Durante años, cuando menos desde las épocas de Manuel Camacho Solís, las autoridades del Distrito Federal han usado la misma lógica derrochadora para llevarle agua a comunidades pobres en la delegación Tlalpan. Todos los días varios camiones cisterna cargados de agua potable fatigan la carretera del Ajusco llevando agua “gratuita” a los asentamientos de vivienda que carecen de una red de agua potable. Es un lujo tan estúpido como el del ricachón, pero financiado con dinero de los contribuyentes. Los recursos gastados todos estos años habrían sobrado para que los “beneficiarios” disfrutasen ya de agua potable en sus domicilios con sólo abrir una llave, pero no: Hay que hacerles sentir la bondad del gobierno que les regala el agua – y que, con frecuencia, por ejemplo en épocas electorales, les condiciona la dotación- y que hace un despliegue de recursos con su ejército de camiones cisterna.
Por supuesto, los rendimientos políticos de mantener a esas colonias paupérrimas sin una red de agua potable eficiente son inmensos. No hay quien haya tenido, en los sucesivos gobiernos, un solo incentivo para gastar con eficacia los recursos. Luce mucho ese despliegue cotidiano de los camiones cisterna y, cuando se ofrece, rinde mucho que a cambio de la dotación de agua los beneficiarios deban asistir a un mitin del candidato en turno.
El derroche de llevar agua de la manera menos eficiente se paga con impuestos; el derroche del ricachón tratando de cazar desde el helicóptero hasta ahora ha sido deducible de impuestos.
Etiquetas: Ciudad de México, finanzas públicas, gasto público, impuestos, pobreza, populismo, reforma fiscal
2 Comentarios:
Por eso, su lema de campaña era "primero los pobres" y no "lo primero es terminar con la pobreza". Conveniente les resulta tener siempre pobres con quienes ser paternalistas, identico que en el gobierno chavista. Saludos!
Solo aclarar que a mi no me gusta la cacería, que no tengo helicóptero y que no soy "ricachón", tal vez n siquiera "ricachín" y ¡Arriba Tamaulipas!
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