La balsa de los 20 en el océano
"Intentábamos defendernos. Pero era imposible. Los débiles sólo pueden huir. Y no se puede huir de una balsa perdida en medio del mar" (Alessandro Baricco, "Océano mar").
No hay que ponerse dramático, pero una imagen que convenía a la reunión del G-20 el pasado fin de semana en Washington es la de 20 personas asustadas en una balsa que flota en medio del océano, a la espera de que se reanude la tormenta o de que llegue algún auxilio providencial.
Para ser exactos: dos mujeres y 18 hombres, aunque no puede haber dos mujeres tan distintas como lo son Ángela y Cristina. La primera es madura, firme, poco dada a las ligerezas; la segunda es despistada, frívola, vanidosa; llegó tarde a la foto de grupo y, según los maliciosos, fue porque no había terminado de maquillarse. Para ser exactos: de las 20 personas una - George, el pequeño – debió sentir alivio, porque en unos días saltará de la barca a tierra más o menos firme. Y otra persona, ausente, Barack, debe sentir aprensión porque en breve le tocará subirse a la balsa en medio del océano; "ahí te veremos el 20 de enero, hermano" dicen que le dijo un desaprensivo.
También estaban los acompañantes y uno que otro colado, como el jefe de gobierno español que, duro y dale, pidiéndole el favor a su vecino, Nicolás, de que lo incluyesen en la nómina; logró un asiento quizá porque deseaba estar en el segundo Bretton Woods o asistir a los funerales del capitalismo; menudo chasco se ha llevado el Zapaterito que la reunión no fue ni lo uno, ni lo otro.
La imagen de los náufragos en medio del océano, compartiendo una precaria balsa, encierra al menos una lección muy importante: la de la cooperación forzosa. La pesadilla terminará – todas terminan- pero de la cooperación entre todos, sin jugarle al listo, depende que termine más o menos bien.
Digamos que si alguno de los fuertes del grupo sucumbe a la tentación autista – proteccionismo- o que si otro buscando salvar a los suyos pone en riesgo a los demás, todos se irán al fondo del océano.
O nos salvamos juntos, o nos hundimos todos. El nombre del juego se llama cooperación. Pero, que conste, no nos estamos poniendo dramáticos, sólo un poquito realistas.
No hay que ponerse dramático, pero una imagen que convenía a la reunión del G-20 el pasado fin de semana en Washington es la de 20 personas asustadas en una balsa que flota en medio del océano, a la espera de que se reanude la tormenta o de que llegue algún auxilio providencial.
Para ser exactos: dos mujeres y 18 hombres, aunque no puede haber dos mujeres tan distintas como lo son Ángela y Cristina. La primera es madura, firme, poco dada a las ligerezas; la segunda es despistada, frívola, vanidosa; llegó tarde a la foto de grupo y, según los maliciosos, fue porque no había terminado de maquillarse. Para ser exactos: de las 20 personas una - George, el pequeño – debió sentir alivio, porque en unos días saltará de la barca a tierra más o menos firme. Y otra persona, ausente, Barack, debe sentir aprensión porque en breve le tocará subirse a la balsa en medio del océano; "ahí te veremos el 20 de enero, hermano" dicen que le dijo un desaprensivo.
También estaban los acompañantes y uno que otro colado, como el jefe de gobierno español que, duro y dale, pidiéndole el favor a su vecino, Nicolás, de que lo incluyesen en la nómina; logró un asiento quizá porque deseaba estar en el segundo Bretton Woods o asistir a los funerales del capitalismo; menudo chasco se ha llevado el Zapaterito que la reunión no fue ni lo uno, ni lo otro.
La imagen de los náufragos en medio del océano, compartiendo una precaria balsa, encierra al menos una lección muy importante: la de la cooperación forzosa. La pesadilla terminará – todas terminan- pero de la cooperación entre todos, sin jugarle al listo, depende que termine más o menos bien.
Digamos que si alguno de los fuertes del grupo sucumbe a la tentación autista – proteccionismo- o que si otro buscando salvar a los suyos pone en riesgo a los demás, todos se irán al fondo del océano.
O nos salvamos juntos, o nos hundimos todos. El nombre del juego se llama cooperación. Pero, que conste, no nos estamos poniendo dramáticos, sólo un poquito realistas.
Etiquetas: "el zapaterito de León", Alessandro Baricco, Ángela Merkel, Barack Obama, crisis, Cristina Fernández, G-20, G-8, George W. Bush
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