Demasiado grandes para ser rescatadas
General Motors, Ford y Chrysler – armadoras estadounidenses de automóviles- NO deben ser rescatadas con el dinero de los contribuyentes. Deben acogerse, en todo caso, al famoso "chapter eleven"; un proceso ordenado y riguroso de concurso mercantil que no sólo les permita evitar la bancarrota total, sino que las haga competitivas, es decir: MÁS PRODUCTIVAS.
Martin Feldstein, profesor de economía en Harvard y presidente emérito del NBER (National Bureau of Economic Research) resumió en un párrafo contundente por qué las armadoras de automóviles estadounidenses NO deben ser rescatadas con dinero de los contribuyentes, lo cito:
"Los tres grandes fabricantes de autos de Estados Unidos necesitan más que una inyección de 25 mil millones de dólares del gobierno federal. Porque dadas sus pérdidas actuales en menos de un año quemarán ese dinero y volverán por más" (ver artículo de opinión de Feldstein en washingtonpost.com martes 18 de noviembre).
Feldstein les recuerda a los legisladores, y a Barack Obama, que si esas empresas se acogen al "chapter eleven" (equivalente al concurso mercantil en México) podrán seguir produciendo automóviles, podrán seguir siendo fuente de empleo directo o indirecto para millones de personas – dentro y fuera de los Estados Unidos- y, lo más importante, podrán reorganizarse a fondo, para volverse competitivas frente a las empresas asiáticas fabricantes de automóviles, como Toyota o Honda, que también tienen plantas en Estados Unidos y no están mendigando un rescate del gobierno.
La clave NO son las carretadas de dinero del público (la receta favorita de los políticos frente a cualquier problema) sino la productividad.
Una reorganización a fondo, supervisada por un tribunal de bancarrotas, obligaría a que los sindicatos acepten nuevas condiciones laborales, sin prestaciones exorbitantes y sin rigideces absurdas que impiden la productividad, por ejemplo: la prohibición impuesta por los sindicatos al traslado de ciertas operaciones de fabricación fuera de Estados Unidos (por ejemplo, a México) para disminuir costos y/o aumentar la calidad de los automóviles. Un bonito caso de nacionalismo barato alentado por los políticos demagogos.
Son las condiciones de rigidez y de exorbitantes costos laborales y de previsión social impuestas por los sindicatos (que, a su vez, son clientela del partido político que prohijó tales privilegios, al que pertenece Obama) las que les impiden competir exitosamente, y las tienen al borde de la quiebra.
Martin Feldstein, profesor de economía en Harvard y presidente emérito del NBER (National Bureau of Economic Research) resumió en un párrafo contundente por qué las armadoras de automóviles estadounidenses NO deben ser rescatadas con dinero de los contribuyentes, lo cito:
"Los tres grandes fabricantes de autos de Estados Unidos necesitan más que una inyección de 25 mil millones de dólares del gobierno federal. Porque dadas sus pérdidas actuales en menos de un año quemarán ese dinero y volverán por más" (ver artículo de opinión de Feldstein en washingtonpost.com martes 18 de noviembre).
Feldstein les recuerda a los legisladores, y a Barack Obama, que si esas empresas se acogen al "chapter eleven" (equivalente al concurso mercantil en México) podrán seguir produciendo automóviles, podrán seguir siendo fuente de empleo directo o indirecto para millones de personas – dentro y fuera de los Estados Unidos- y, lo más importante, podrán reorganizarse a fondo, para volverse competitivas frente a las empresas asiáticas fabricantes de automóviles, como Toyota o Honda, que también tienen plantas en Estados Unidos y no están mendigando un rescate del gobierno.
La clave NO son las carretadas de dinero del público (la receta favorita de los políticos frente a cualquier problema) sino la productividad.
Una reorganización a fondo, supervisada por un tribunal de bancarrotas, obligaría a que los sindicatos acepten nuevas condiciones laborales, sin prestaciones exorbitantes y sin rigideces absurdas que impiden la productividad, por ejemplo: la prohibición impuesta por los sindicatos al traslado de ciertas operaciones de fabricación fuera de Estados Unidos (por ejemplo, a México) para disminuir costos y/o aumentar la calidad de los automóviles. Un bonito caso de nacionalismo barato alentado por los políticos demagogos.
Son las condiciones de rigidez y de exorbitantes costos laborales y de previsión social impuestas por los sindicatos (que, a su vez, son clientela del partido político que prohijó tales privilegios, al que pertenece Obama) las que les impiden competir exitosamente, y las tienen al borde de la quiebra.
Etiquetas: Barack Obama, competitividad, empleo, Ford Chrysler, GM, locos por la crisis, Martin Feldstein, productividad, rescates financieros
1 Comentarios:
El problema de acogerse al Capítulo 11, es que en el caso de las armadoras de autos, las ventas se desplomarían aún más. Nadie querría comprar un auto de una empresa cuya susbistencia está en veremos, por la incertidumbre acerca de las garantías, refacciones, servicios y valor de reventa. Sería el fin de las tres grandes. Sin embargo, yo también opino que no se debe invertir dinero de los contribuyentes para rescatar a las empresas ineficientes. Más vale pagar el costo de una vez que seguir difiriendo la agonía. Esto redundaría en el largo plazo en una más eficiente asignación de recursos, ya que los activos no desaparecen, se reasignan. El proceso sería doloroso en el mediano plazo pero fructífero en el largo. Además, cuál sería la lógica de rescatar selectivamente a unas empresas sí y a otras no. Hoy GM, Ford y Chrysler, mañana Pfizer o Delta o Target. No al rescate. Además, el sindicato de las armadoras serviría de ejemplo a otros sindicatos para medir el agua a los camotes y no pasarse en las negociaciones para matar a las empresas en contubernio con una gestión desastrosa.
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