viernes, 25 de febrero de 2011

Saber preguntar, saber responder (en semana inglesa)

En mi otra bitácora "semana inglesa", hurgando en los orígenes del enredo de los seis mil pesos o ¿a preguntas mal formuladas, respuestas descabelladas?

ACTUALIZACIÓN (con motivo de un "comentario" anónimo que eliminé):

Es bienvenido en esta bitácora todo comentario y/o crítica, por despiadada que sea, con la condición de que NO sea anónimo. No establecí la opción de filtro previo a los comentarios, pero automáticamente elimino aquellos que aparecen y no vienen identificados con un nombre y un apellido. La razón es muy sencilla: me opongo a que el destino de los espacios de expresión libre en la red sea el de convertirse en un remedo de las paredes de los baños públicos donde algunas personas carentes de valor civil dan rienda suelta a sus frustraciones, resentimientos, envidias y traumas de forma anónima y cobarde.

Balanza de pagos 2010

domingo, 20 de febrero de 2011

Subsidiar la demanda educativa

Tuve oportunidad de escuchar, en sendos noticiarios de la radio el miércoles por la mañana, al líder de la sección 22, Oaxaca, del sindicato de maestros. Concluí: si así es la mayoría de los maestros es una bendición el hecho de que con tanta frecuencia las niñas y los niños oaxaqueños se queden sin escuela.

Me recordó una frase de Mark Twain: “Nunca he permitido que la escolaridad impida mi educación”.

Y no lo digo porque el líder pareciese tonto, por el contrario mostró en sus declaraciones gran habilidad para llevar las aguas agitadas al molino de sus intereses gremiales. Lo digo precisamente porque tales intereses gremiales, los de la sección sindical que encabeza, van en la dirección opuesta al beneficio de los educandos. No podía ser de otra manera: los intereses gremiales van encaminados a la apropiación de más rentas para el gremio, el de los maestros sindicalizados, y colisionan con el interés de alumnos y padres de familia, que es obtener la mejor educación posible, como plataforma de desarrollo pleno.

En México, como en muchos otros países, nos hemos empeñado durante décadas en subsidiar la oferta educativa. Al hacerlo, al otorgar cuantiosos recursos públicos a los maestros y a la burocracia gubernamental que suponemos dedicada a las tareas educativas, hemos alimentado a inmensos elefantes blancos, parasitarios incluso, cuyo principal objetivo es acrecentar sus rentas y consolidar tal estado de cosas, refractario a toda competencia.

Subsidiar la oferta educativa deja a los supuestos beneficiarios finales (que debieran ser los educandos y sus familias) sin libertad para elegir las que consideren las mejores opciones.

Mientras tanto, los auténticos beneficiarios del gasto, que son los sindicatos y la burocracia, tienen sus incentivos alineados en la dirección opuesta: ganarán más no en la medida que mejor eduquen sino en la medida que puedan presionar al administrador – el gobierno en sus diferentes niveles- a incrementar la dotación de dinero que reciben. Así, a mayor “problemática” educativa tiende a haber mayores recursos para dichos gremios y grupos. Es lógico que la generación de problemas sea, para ellos, un jugoso negocio.

No es malo que parte del gasto educativo que erogan las familias destinándolo a escuelas privadas sea deducible de impuestos, pero ése es sólo un pequeño paso hacia la verdadera solución que debe ser: subsidiar la demanda educativa, reorientar el gasto público corriente destinado a la educación para que lo reciban las familias sin intermediarios y elijan aquella que consideren que es la mejor oferta educativa disponible. Esa es la esencia del llamado “voucher” o cheque educativo que tan buenos resultados ha dado en países como Chile.

No se trata, en lo absoluto, de que el Estado renuncie a invertir en la educación, por el contrario.

Con el cheque educativo – que las familias sólo podrán gastar en pagar una oferta educativa supervisada y autorizada por las autoridades- el caudal de recursos públicos destinados a pagar los sueldos de maestras y maestros será el mismo y previsiblemente seguirá creciendo. Lo que cambia es quién tiene en sus manos la decisión para premiar, mediante el pago, las mejores ofertas educativas. Los buenos maestros, cuyos incentivos estén alineados con el beneficio de los educandos, ganarán más y podrán desarrollarse. Los incompetentes serán desplazados; nadie o casi nadie querrá pagar sus servicios.

El “súper cuento” del “súper peso”

Si Gateau, mi amigo filósofo que vive a las orillas de un hermoso lago en Suiza, hubiese accedido a ir a Davos, al Foro Económico Mundial que todos los años se celebra en esa población alpina, tal vez habría escuchado declaraciones como la siguiente que la agencia Notimex le atribuyó el domingo 30 de enero al economista Guillermo Ortiz Martínez:

“Una apreciación excesiva del peso (mexicano) es inconveniente”.

Supongo que a Gateau, filósofo agudo, no le habría pasado inadvertida la burda tautología de la frase citada: ¿Alguien sabe de algo que siendo excesivo no sea inconveniente?, ¿puede algo ser excesivo sin convertirse por ello mismo en inconveniente?

Y supongo, conociendo a Gateau, que mi amigo filósofo se habría encogido de hombros ante la presunta declaración y habría dicho: “Ya ves porque no quise acercarme a ese campamento invernal de celebridades mundiales, ¿para qué?, ¿para escucharles bordar en el vacío?”.
Gateau parecería tener razón, pero debo advertir que tal vez no se dijo ahí lo que dicen que se dijo…No sería la primera vez que alguien reportase de forma equívoca lo que otro dijo y que nos encontrásemos en la penosa situación de estar discutiendo acaloradamente sobre lo que nunca existió.

Por ejemplo, algo que los fríos datos demuestran es que la conseja, tan repetida últimamente por algunos negociantes mexicanos, de que el peso experimenta una peligrosa apreciación frente al dólar – y que ya se ha motejado como el terrible caso del “súper peso” – es tan sólo un “súper cuento” alimentado por la ignorancia, el descuido al hablar y el interés de unos cuantos por aumentar sus ganancias a costa de infligir a los demás una pérdida en el poder adquisitivo de sus salarios.

¿Qué dicen los fríos datos?, que el poder de compra del peso mexicano frente al dólar es hoy entre 17 y 18 por ciento menor de lo que era en agosto de 2008, justo en vísperas de la terrible crisis global que desató la quiebra de Lehman Brothers al mes siguiente. Los fríos datos nos dicen, también, que el peso es la moneda más depreciada frente al dólar entre un amplio conjunto de monedas de economías emergentes: Chile, Perú, China, Colombia, Brasil, India y Corea; la lista es en orden de las más a las menos apreciadas frente al dólar en el periodo que va de agosto de 2008 a enero de 2011.

Al respecto, le recomiendo al lector buscar en la red la presentación que hizo el subgobernador del Banco de México, Manuel Sánchez González, a economistas del sector privado el pasado miércoles 9 de febrero, titulada “Consideraciones sobre el tipo de cambio en México” (hacer clic aquí). Estudiar y entender lo que ahí se dice es buena vacuna contra muchas tonterías que pululan en el ambiente, como son los torpes exhortos a que el banco central “actúe” para evitar que el peso se fortalezca.

Si, como hemos visto, este asunto del “súper peso” es un “súper cuento” (superlativo por la magnitud de la mentira), me parece prudente dudar de la exacta veracidad de las declaraciones que se atribuyen a economistas tan rodeados de prestigio.
Gateau desdeña noticiarios y periódicos y sentencia: “Cuando quiero deleitarme con ficciones prefiero leer a Flaubert”.

Por supuesto, Gateau es injusto: Las verdades son tan necias que a veces hasta se cuelan en las páginas de los periódicos.

viernes, 4 de febrero de 2011

Las idiotas carreras a la luna

Para el público que le escuchó, el pasaje más memorable del mensaje de Barack Obama sobre el estado que guarda su país fue la crítica que el presidente de los Estados Unidos hizo a la proliferación de instancias gubernamentales burocráticas, que no sólo son dispendiosas e improductivas sino absurdas.

A pesar de que las cuatro palabras más mencionadas por Obama en su mensaje fueron “gente”, “empleos”, “nuevo” y “trabajo”, la palabra que más recordaron los oyentes – de acuerdo con un sondeo realizado por National Public Radio (NPR) entre cuatro mil estadounidenses que atendieron el discurso-, fue “salmón”. Sí: salmón. Esto es, el pasaje del discurso en el que Obama hizo mofa de la burocracia. Y cito:

“Vivimos y hacemos negocios en la era de la información, pero la última gran reorganización del gobierno sucedió en la era de la televisión en blanco y negro. Hay doce agencias gubernamentales diferentes que tienen que ver con las exportaciones. Hay al menos cinco entidades diversas en el gobierno que atienden asuntos de la vivienda. Y este es mi ejemplo favorito: el Departamento del Interior está a cargo del salmón mientras éste está en agua dulce, pero el Departamento de Comercio es el que está a cargo del salmón cuando está en agua salada y he escuchado que el asunto es aún más complicado cuando los salmones están ahumados”.


El pasaje es cien por ciento el delicioso humor ácido de Mark Twain. Lo cual parece comprobar que Obama no sólo dice excelentes discursos, sino que éstos resultan tanto más empáticos para el pueblo cuanto más se alimentan de la gran tradición literaria de ese país.

La segunda observación es que al estadunidense medio de hoy le sigue gustando, como hace 30 años, que su Presidente sea un crítico despiadado de la burocracia y de la irrefrenable y odiosa afición de los gobiernos a meterse en todo lo divino y humano, incluso con los pretextos más descabellados. Por eso, entre otras cosas, Ronald Reagan era un “gran comunicador”, porque sabía mofarse del intervencionismo gubernamental. Verbigracia: “las palabras más aterrorizantes que uno puede escuchar son ‘soy del gobierno y estoy aquí para ayudarle’”.

El tercer punto: Obama quería emocionar al pueblo estadounidense infundiéndole otra vez el entusiasmo por ocupar el primer lugar en otra de esas artificiosas carreras entre naciones, con ganadores y perdedores. De ahí toda la palabrería sobre “los momentos Sputnik”; la cual, además, resultó un poco enrevesada, ya que se recordará que el “Sputnik” fue un duro revés que le asestó la entonces Unión Soviética a los Estados Unidos en la carrera espacial; revés del que por cierto, lanzados por John F. Kennedy, los Estados Unidos más que se repusieron poniendo al primer hombre en la luna. Fue palabrería de Obama que no hizo mella en el ánimo de sus oyentes.

Esto de las carreras entre países les encanta a políticos y medios de comunicación; ¿en los últimos meses cuántos veces hemos leído o escuchado las más variopintas comparaciones, la mayoría de ellas impertinentes, entre México y Brasil? Pero son competencias que nos dejan fríos a los simples mortales.

Las carreras a la luna o las carreras por ser “el país del momento” nos importan un comino, cuando un puñado de manifestantes idiotas, a quienes políticos y burócratas complacen como si fuesen la niña de sus ojos, nos impide llegar puntuales al trabajo.

Lo primero, diría el maestro Pero Grullo, sigue siendo lo primero.