martes, 29 de abril de 2008

La moda de ser ridículos

Dice el senador Ricardo Monreal que incurrir en el ridículo es una virtud política porque “retoma la dimensión cualitativamente herética de las democracias contemporáneas”. Traducción: ¡Esto es una vacilada!, como dijo el Rayito.


Hace unos meses escuché a un periodista paisano suyo calificar al senador Ricardo Monreal como uno de los políticos más talentosos y cultos de este país. Podría ser. También se dice que es adinerado – aunque siempre se ha dedicado al “servicio público”, dicho sea sin ironía- y tengo la sospecha de que la honestidad intelectual no es una de sus prendas.

Como se sabe, el senador Monreal tuvo a bien encabezar el asalto a la tribuna de la Cámara de Senadores hace unos días. Ayer, en un alarde de generosidad hacia los lectores de sus colaboraciones semanales en un periódico, Monreal nos ofreció una bonita pieza literaria para justificar su arrebato obstruccionista. No tiene desperdicio.

Empieza el senador citando a Charles Pinot Duclos: “La ridiculez consiste en contrariar la moda y la opinión de moda”. Y prosigue sentenciando, de su caletre, que la opinión de moda hoy es que “las mayorías mandan en una democracia”. Luego entonces, el senador asaltó la tribuna después de unir las dos luminosas sentencias, la de Duclos y la suya propia: Había que contrariar la opinión de moda – ésa de que “las mayorías mandan en una democracia”- y qué mejor manera de hacerlo que incurrir en el ridículo de tomar la tribuna.

A esto – a la moda de ser ridículos – el senador Monreal lo bautiza con otra frase sentenciosa: se trata de retomar “la dimensión cualitativamente herética de las democracias contemporáneas” frente al “redescubrimiento cuantitativo de moda”, el de que las mayorías mandan en una democracia.

No se necesita ser muy perspicaz para percatarse de que Monreal se está burlando de sus lectores y edulcora la ofensa con citas presuntamente cultas y con la palabrería típica – dialéctica, le llaman- del sofista progre. Pero el burlador resulta burlado, porque de nuevo incurre en el ridículo, por más que quiera escapar de la irrisión pública invocando a un novelista francés del siglo XVIII, como lo fue Duclos.

Más directo y convincente, el monarca de los ridículos, el gran meneador, Andrés Primero evangelista del amor, rayito de la esperanza inútil, había confesado: “Es una vacilada”.

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lunes, 28 de abril de 2008

El mercado (la gente) sabe antes, más y mejor

¿Hacia dónde se desplaza la gente que busca trabajo? Muy sencillo, hacia donde la economía está creciendo, al grado de que en ocasiones, como sucedió en Quintana Roo en el periodo 2001-2006, el PIB del estado crece 22.1% en términos reales, pero el PIB por persona disminuye 6.2 por ciento.



El INEGI difundió hace unos días los indicadores de actividad económica por entidad federativa para el periodo 1993-2006. Los datos comprueban que la economía real – la que hace la gente tomando decisiones – se mueve mucho más rápido de lo que lo hacen los políticos y los planificadores.

Se comprueba que nos vamos volviendo una economía mucho menos centralizada, pese al empeño de la clase política en sobredimensionar el peso del Distrito Federal, que fue la entidad federativa cuyo PIB menos creció en el período 2001-2006 – sólo 6.1% - mientras que los estados que más crecieron fueron Baja California Sur (26.1%), San Luis Potosí (25.3%), Aguascalientes (24.4%), Nuevo León (23.8%) y Coahuila (23.4 por ciento).

Al revisar los datos me brincó lo que, a primera vista, podría parecer un error: el estado cuyo PIB por persona cayó más en el período – una disminución de 6.2% y un descenso promedio anual de 1.3% - fue Quintana Roo, pero, a la vez, es el estado en el que más creció el empleo, medido por trabajadores afiliados al Seguro Social: 6.7% como promedio anual (tomando 2001 como año base 100, el índice de empleo en Quintana Roo superó en 2006 los 140 puntos). La razón de este contraste es clara: Durante estos años se registró una notable migración de trabajadores hacia ese estado, atraídos por el crecimiento económico (intensivo en la contratación de personal dedicado a los servicios), de forma que el incremento de la población superó al mismo aumento del producto.

En los mismos años Quintana Roo logró incrementar una décima de punto decimal su aportación al PIB nacional (pasó del 1.4% al 1.5 por ciento).

Nuevo León fue el que más aumentó, en seis décimas de punto, su aportación al PIB (pasó de 6.9% a 7.5%), mientras que el Distrito Federal fue el que más perdió, 1.6 puntos del PIB, en términos de aportación (pasó de 21.9% a 20.3% del PIB nacional).

El mercado – la gente- ya sabía todo esto antes que nosotros – los arrogantes observadores-, pero es bonito volver a comprobarlo.

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domingo, 27 de abril de 2008

Sí se pudo, ¿qué?

Como espectáculo dejó bastante qué desear. Como estrategia política resultó un fracaso. ¿Qué fue, entonces, lo que “sí se pudo” lograr con el esforzado obstruccionismo de la troupe de López?

La noticia del viernes – según los criterios convencionales – fue que los obstruccionistas del FAP retiraron sus gráciles humanidades de las tribunas de ambas cámaras legislativas, junto con la escenografía y demás parafernalia.

La troupe de Andrés López hizo mutis proclamando que “sí se pudo”. Como esos entrenadores de futbol que, ante la derrota apabullante, declaran sin rubor que el encuentro fue un éxito porque “los muchachos hicieron su mejor esfuerzo” o como esos generales que pierden batallas pero envían partes triunfalistas al Estado Mayor con frases grandilocuentes: “Las armas nacionales se han cubierto de gloria”. ¿De gloria o de ridículo, señor general?

La proclama del “sí se pudo” es, paradójicamente, acertada. ¿Qué es lo que sí se pudo tras la mala escenificación?

Uno, sí se pudo legislar pese a los obstruccionistas; hasta los diputados y senadores ajenos a la troupe mostraron, acicateados tal vez por el fastidio, una diligencia inusitada para legislar.

Dos, sí se pudo desdramatizar la alharaca, de forma que la anunciada epopeya nacionalista que se nos había vendido quedó, a lo sumo, en mala comedia.

Tres, sí se pudo mostrar, mediante una habilidosa estratagema de un reportero, el talante auténtico de López, a quien oímos hacer alarde del desprecio que siente por los “tremendos asuntos” que, antes, nos había jurado que le movían el alma y le quitaban el sueño. Por lo oído se deduce que las grandes causas retóricas – que si la soberanía nacional, que si la defensa del petróleo, que si las “fibras sensibles”, que si la exigencia de debatir hasta el cansancio – son, a los ojos de López, vaciladas; mero pretexto para seguir meneando la olla de los brujos. Porque, también merced a la ya célebre grabación de los alegatos del “rayito”, supimos que él, el de la voz, también se siente la encarnación de “el movimiento”. Yo soy, dijo, el movimiento. Yo muevo a los que me siguen, quienes sólo me sirven para que yo mueva el caldero. El gran meneador, pues.

La troupe de López acierta por mera causalidad al decir que “si se pudo”. Sí, muchachos, sí se pudo. ¿Qué? Acallar vuestro estruendo; el de los impotentes.
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Troupe

(Voz fr.).

1. f. Grupo de artistas, especialmente de teatro, de cine o de circo que trabajan juntos, desplazándose de un lugar a otro.

2. f. Grupo de personas que van juntas o que obran de forma similar.

(Diccionario de la Real Academia Española)

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jueves, 24 de abril de 2008

El dólar y los equilibrios inestables

La pregunta no es si es bueno o es malo el dólar barato sino si se trata de un precio que refleja la oferta y la demanda sin interferencias ni manipulaciones. En términos generales así es y por eso incentivará una corrección en la conducta de los agentes económicos hasta llegar a un nuevo equilibrio inestable.

En tono de sorna un amigo economista compartía la siguiente perplejidad: "¿Por qué muchos economistas mexicanos que presumen de ser campeones de la ortodoxia dicen que es bueno hoy para la economía de Estados Unidos un dólar devaluado, pero se horrorizarían si uno propusiera la misma receta para México: un peso devaluado para estimular la economía, vía mayores exportaciones?".

La pregunta es hábil, pero tramposa. ¿Por qué? Porque el dólar barato no es producto de una manipulación deliberada – lo que antes se llamaba pomposamente "política cambiaria"-, sino el resultado de un desequilibrio en el flujo comercial entre Estados Unidos y el mundo que busca un nuevo acomodo, un nuevo equilibrio inestable.

Dicho en forma esquemática: a Estados Unidos le ha tocado jugar el papel, en el tablero de la economía mundial, del gran consumidor, gran deudor y gran receptor de capitales. La relación China-Estados Unidos de los últimos años – a partir de la liberalización sui géneris de China hacia un capitalismo acotado y autoritario- dibuja muy bien este esquema: China produce, Estados Unidos consume; China ahorra (en dólares) y Estados Unidos se endeuda (en dólares). De tiempo en tiempo este equilibrio, inestable por fuerza, se rompe, eso se refleja en el precio del dólar e incentiva un cambio temporal y parcial de papeles: China también debe consumir más – so pena de que los chinos se rebelen – y Estados Unidos también debe ponerse a vender más y consumir un poco menos – so pena de no poder seguir consumiendo por el peso de sus deudas-, por eso la pregunta no es si el dólar barato es bueno o es malo, sino si es un precio que refleja esta dinámica incesante de los equilibrios inestables que caracteriza al desenvolvimiento económico (progreso) en una economía globalizada.

Para eso sirven los precios, para que constantemente la economía de cada cual – persona, empresa, nación- busque nuevos equilibrios inestables.

Es un pequeño ajuste, en el ciclo largo, para que Estados Unidos siga en su papel de gran consumidor, deudor y receptor de ahorro del mundo.

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miércoles, 23 de abril de 2008

Alimentos y productividad

Tres puntos clave sobre la "inflación" mundial de los alimentos: 1. Los gobiernos la han provocado con sus intromisiones y la están agravando, 2. Está comprobado que aumentar la oferta de alimentos en el mundo – y dar de comer bien a todos los seres humanos- es factible mediante productividad y 3. El principal factor que eleva la productividad agrícola y agropecuaria es el factor humano.

Durante las últimas décadas del siglo pasado la oferta de alimentos en el mundo – en calidad y cantidad- aumentó muy por encima del crecimiento de la población. Hoy millones de familias pobres en el mundo comen mejor que en el pasado gracias a un salto impresionante de la productividad en el campo; fenómeno, por cierto, que expulsó del campo hacia las ciudades – y hacia empleos mejor remunerados y una mejor calidad de vida – a millones de personas.

En los primeros siete años y cuatro meses de este siglo XXI, en cambio, se ha experimentado un alza acelerada en los precios de los alimentos, cuyas causas comenté ayer brevemente y que se resumen en: Intromisión de los gobiernos, distorsionando el sistema de precios del mercado libre, mediante subsidios, barreras arancelarias y no arancelarias que obstaculizan o impiden el comercio de alimentos, desastrosa asignación de recursos propiciando el uso de tierras agrícolas para producir biocombustibles ineficientes – etanol a partir de maíz, es el arquetipo – cuya producción consume más hidrocarburos de los que, se supone, debería ahorrar.

Los altos precios de los alimentos representan, por otra parte, una oportunidad única para que en muchos países subdesarrollados, como México, los productores reciban mayores ingresos e incrementen su productividad. Sabemos cómo hacerlo y sabemos, gracias a los trabajos visionarios del economista que mejor conoció y entendió la economía de la pobreza (Theodore W. Schultz, premio Nobel de Economía 1979), que el factor decisivo para aumentar la productividad del campo y contar con más y mejores alimentos es el capital humano (inteligencia, conocimientos, habilidades, destrezas, tecnología) de los productores, lo que se logra invirtiendo en su salud y su educación. Jamás – hay que repetirlo- los subsidios o las barreras servirán para producir más alimentos para los pobres de este mundo.

Y, ¡por Dios!, dejen a los mercados libres trabajar. Jamás un burócrata gubernamental los ha podido suplir con mediana eficacia

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martes, 22 de abril de 2008

Alimentos caros por gobiernos entrometidos

En seis años, de enero de 2002 a enero de 2008, los precios de los alimentos en el mundo han subido en promedio 140 por ciento. ¿Cuál es la solución? Dejar que el sistema de precios funcione sin interferencias de los gobiernos.

La pésima idea de subsidiar los cultivos de maíz para producir combustibles (etanol) ha sido la principal causa del disparo de los precios de cereales, leche, carne y otros alimentos en los últimos años. Como se sabe esa ocurrencia del gobierno de Estados Unidos – cuyo principal beneficiario son las grandes corporaciones que compran las cosechas como Archer Daniels Midland– ha perturbado los mercados de alimentos a través de efectos en cadena: el encarecimiento del maíz ha incrementado la superficie de tierras dedicadas a ese cultivo, en detrimento del trigo, la soya, el frijol, el arroz, lo que, a su vez, ha disparado también los precios de estos últimos; además, como algunos cultivos sirven para alimentar al ganado, los precios de los lácteos y de la carne también se han disparado.

Lo más desastroso de esta política es que ni siquiera disminuye el uso de hidrocarburos sino que lo incrementa.

Otro factor detrás del alza en los precios ha sido el mejoramiento de los ingresos – y, por tanto, de la dieta- de millones de chinos e indios. A diferencia de los subsidios, que encarecen artificialmente los productos, un aumento de la demanda de alimentos derivado de un mayor bienestar es una magnífica noticia.

Por desgracia muchos gobiernos están reaccionando con gran torpeza ante el fenómeno. En Argentina Cristina Fernández de Kirchner está fastidiando a miles de productores agrícolas imponiéndoles exorbitantes impuestos a la exportación. El resultado será una menor producción dado que los productores carecen de incentivos para sembrar más o para mejorar los cultivos; habrá mayor encarecimiento. Otro tanto, con torpeza similar, está haciendo el gobierno de la India.

La solución es la contraria: Liberar las fuerzas del mercado que, mediante el sistema de precios, incentivarán una mayor productividad; así, ante una mayor oferta los precios disminuirán y se estabilizarán. Y, por supuesto, abolir ya los estúpidos subsidios al maíz para producir etanol; algo que ni por error propondrán el par de demagogos que se disputan la candidatura del partido demócrata en Estados Unidos (no vaya a ser que pierdan votos o patrocinios).

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Sin componendas con los pederastas

"Los pedófilos tienen que ser excluidos totalmente del servicio sagrado". Así, con todas sus letras, lo dijo en Estados Unidos el Papa Benedicto XVI. No caben las excepciones, ni los matices, ni mucho menos los arreglos bajo cuerda en consideración a "los servicios prestados a la Iglesia": La pederastia es abominable y debe estar fuera de la Iglesia. ¿Quedó claro o alguien necesita que se lo repitan?

Después de declararse profundamente avergonzado por los múltiples casos de pederastia cometidos en el pasado por sacerdotes católicos en Estados Unidos, el Papa Benedicto XVI se reunió sorpresivamente con víctimas de abusos sexuales perpetrados por clérigos que, en no pocas ocasiones, fueron encubiertos por la jerarquía eclesiástica.

A diferencia del Papa Juan Pablo II, quien en muchas otras cosas fue un gran pontífice pero que nunca expresó una condena tan enérgica ni manifestó explícitamente cuánto debe deplorar la Iglesia estos escándalos (el escándalo – entiéndanlo algunas almas beatas de una vez- lo provoca el pederasta, no las víctimas que lo denuncian), Benedicto XVI ha hecho ambas cosas y en donde más importaba que lo hiciera: en Estados Unidos, donde según algunas estadísticas casi un cuarto de la población es católica y donde la pederastia clerical católica causó tremendos daños.

En México, varios anticlericales trasnochados parecen regocijarse al denunciar la pasividad de la Iglesia y su jerarquía ante la aberración de la pederastia. Tal vez sería mucho pedir, ahora, que imitasen al Papa y tuviesen la honestidad elemental (y la humildad) de reconocer que Benedicto XVI no ha dejado espacio para las dudas o para las interpretaciones al respecto: La Iglesia Católica que él encabeza no transige ni transigirá con la pederastia en sotana o con los abusos sexuales de sacristía y agua bendita.

Todos, católicos o no, creyentes o agnósticos, deberíamos en esta materia hacer causa común: Los abusos sexuales contra menores – los cometa quien los cometa – jamás deben ser tolerados, encubiertos, solapados, mucho menos absueltos por jueces venales, como todavía sucede.

Los depredadores sexuales deben ser castigados sin titubeos y con toda severidad. Y las víctimas que los denuncian deberían recibir todo nuestro apoyo. Pidiendo perdón a nombre de la Iglesia, Benedicto XVI, me parece, les ha quitado un gran peso de encima a no pocos católicos avergonzados y confundidos. Ya era hora.

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Mi bisabuela Lupita, ¡ésa pesada!

Un cuentito inspirado en otro.

¡Dios!, ¿cuándo entenderán mis padres que estas escasas dos semanas de vacaciones en las que puedo venir a México son para descansar y no para soportar las necedades de mi bisabuela Lupe?

Es grandioso que, gracias a los avances científicos, la gente ahora viva tantos años; lo malo es que todavía no hemos averiguado cómo quitarles lo tonto a algunos.

Si no fuese mi bisabuela le diría algunas cositas. Por ejemplo, lo ridícula que es su presunción de "intelectual"; ¡ella, que fue un modelo de frivolidad e ignorancia que avergüenza a toda la familia! También le explicaría que ningún intelectual de a de veras incurriría en un plagio descarado y después se excusaría diciendo que lo hizo, ¡porque los divertículos intestinales la molestaban! Le tendría que dar unas clasecitas de lógica y de economía política básica para que entendiera que haberse opuesto en 2008 a la tímida reforma que le hicieron a Pemex fue una idiotez; ¿te imaginas el desastre si esos loquitos se hubieran salido con la suya? Hoy, en 2025, México estaría en el más profundo de los hoyos, sin petróleo, sin democracia y sojuzgado por los fascistas herederos de Andrés López, y nosotras, las mujeres, sin otra opción que ser las esforzadas "Adelitas", analfabetas, sometidas a las necedades de algunos "Juanes" fascistas y machines. Ni en sueños estaría hoy terminando mi doctorado en el MIT, ni diseñaría, como lo hago, vehículos autónomos, robotizados, que extraen uranio del fondo del mar y que rescatan vidas en incendios e inundaciones. Por supuesto, ni hablar de las investigaciones acerca de la lógica difusa para mecanismos con inteligencia artificial, ni de la oportunidad de haber sido asistente de investigación de dos premios Nóbel.

Ayer nos soltó, ¡otra vez!, su rollo memorioso: "Tuve el honor de formar parte del comité de intelectuales (de veras, así se autonombraban, no te rías) que apoyaban a López Obrador…Junto con ellos firmé cinco desplegados…" Ahí sí ya no aguanté y a nombre de las tres de sus bisnietas que la escuchábamos aterrorizadas, le dije:

- "¡Ay, bisabuelita!, ni hables de eso, ¿no ves que se nos cae la cara de vergüenza? Mejor sigue viviendo tu melodrama virtual en la red…".

(Cualquier semejanza con algún relato de Guadalupe Loaeza no es casualidad, sino ironía).

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viernes, 18 de abril de 2008

El gran estruendo de los impotentes

Es perfectamente lógico que los traficantes de ruido aumenten el estruendo, en la misma medida que han perdido la capacidad de transformar, (o siquiera incidir en) la realidad.

Por supuesto que es una majadería inaceptable – otra más – que una minoría de legisladores obstruya el funcionamiento del Congreso, pero eso, más que revelar una fragilidad institucional de la democracia, desenmascara la impotencia de los enemigos de la democracia.

Es irritante que adinerados ex gobernadores de estados paupérrimos, como es el caso del zacatecano Ricardo Monreal, hoy devenido en senador de la República, promuevan "tomas de la tribuna" en el clásico estilo de los "porros" reventadores de asambleas estudiantiles y, más tarde, quieran endilgarnos a los ciudadanos pretextos y argumentos tan idiotas que insultan la inteligencia del público.

No sólo eso, también despierta suspicacias el repentino interés de Monreal por cultivar y alentar la faceta más suicida – políticamente hablando- del atribulado Andrés López y de su partido, el PRD, que eso es lisa y llanamente lo que ha hecho al promover la "toma de la tribuna". ¿Apoya Monreal a López o empuja a López al precipicio dándole a la vez estentóreas palmadas en la espalda? Todo puede ser.

Pero por irritantes y repugnantes que sean estos hechos, en la práctica no dejan de ser estruendosas muestras de impotencia: No hay ejemplo más dramático de impotencia legislativa y política que abominar del debate y de la regla democrática de la mayoría. Todo mundo sabe que el PRD no necesita 50, 100 o mil días para decir lo que ya dicho y que se resume en dos letras: "No". Tal vez otros partidos y otros actores requieran discutir, escuchar, dialogar, razonar, rebatir, proponer, porque están a la búsqueda de la verdad o de acuerdos y soluciones viables. Los obcecados del "no" han demostrado sobradamente que no necesitan de debate alguno, que no requieren preguntar, dudar, conjeturar. Tienen "su verdad" de antemano y para siempre, inconmovibles. Y su verdad es simple: No, a todo lo que proponga el otro. Para decir "no" bastan un par de segundos. Pero como es el "no" de los impotentes quieren recubrirlo de estruendos, gritos, sombrerazos, amenazas…, fingen la emoción, el estremecimiento, los temblores, los ojos en blanco, el desenfreno verbal… y quieren que su éxtasis de utilería dure una eternidad. Tal vez tendrían éxito haciendo telenovelas. Quizá por ahí.

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jueves, 17 de abril de 2008

El debate que todos eluden

Con una visión de veras de largo plazo, la reforma integral que deberíamos estar buscando – adicional a los cambios que se requieren para darle más rentabilidad a la renta petrolera- es cómo salirnos de la trampa del petróleo.

Con los precios actuales del petróleo no es extraño que los potenciales ingresos públicos que podrían obtenerse de lograrse una tasa de reposición de reservas cercana o superior al 100 por ciento, le den vértigo a los políticos: Son tantas más cuantas escuelas, hospitales, caminos, autopistas, puertos, aeropuertos, puentes, presas, termoeléctricas, viviendas o son tantas más cuantas campañas electorales por todo lo alto, tantas más cuantas prerrogativas para los partidos políticos, tantas más cuantas plazas en los tres niveles de gobierno, en los tres poderes, en los órganos autónomos, tantas más cuantas pensiones jugosas…

Muy pocos de los políticos – tal vez sólo los más preparados y los más previsores- calculan que con los precios actuales (y de lograrse una tasa de reposición de reservas cercana o superior al 100 por ciento) podría reducirse aún más la deuda pública o liquidar de una vez los inmensos pasivos laborales que lastran a entidades como el IMSS, la Compañía de Luz y Fuerza, la CFE o el propio Pemex.

Aún menos políticos considerarán la opción más sensata – desde el punto de vista económico, pero desagradable desde la perspectiva de los políticos- que es destinar la mayoría de los ingresos petroleros (mientras los haya y los que haya) a un súper fondo de inversión para cuando se acabe la fiesta del petróleo, sea por algún salto tecnológico en materia energética que deje al margen del camino a los hidrocarburos, sea porque se nos acabe el petróleo susceptible de explotarse comercialmente, sea porque los precios bajen sustancialmente respecto de sus niveles actuales. La idea del súper fondo equivale a vivir el día a día sin gastarse la alcancía petrolera. Esas ocurrencias, por supuesto, sólo las tienen los noruegos; no los mexicanos.

Las discusiones de hoy sólo tienen sentido en el escenario – posible pero no sabemos qué tan probable- de que los precios altos duren cuando menos otra década, ¿y si no?

Si no, a guardar el becerro de chapopote y (con suerte) a disfrutar de gobiernos chiquitos, menos gastadores, menos entrometidos, con muchos menos caramelos para repartir y más eficaces.

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martes, 15 de abril de 2008

El debate sobre la bolsa de dulces

Sería magnífico que el debate acerca de una reforma de Pemex se ampliara en términos conceptuales, pero ningún político mexicano parece querer eso. Quienes tienen más que perder con un debate amplio, sin áreas vedadas, son los retro-progresistas que ya han proclamado – sin más argumento que el fervor mítico- que la Constitución no puede ser tocada.

Por increíble que parezca hay un extendido y firme consenso entre todos los partidos y políticos de México acerca del petróleo: Todos quieren que los ingresos petroleros (la llevada y traída “renta petrolera”) sigan siendo recursos fiscales, esto es: riqueza que los políticos tengan para repartir.

Los políticos suelen guardar su más encendida y fervorosa oratoria (la de las fibras sensibles y los mitos nacionalistas) justamente para pelear los intereses más prosaicos y pedestres. Así ha sido en el caso del petróleo en México. No estamos hablando, como escribió una cursi colega, de la “quintaesencia” de la patria, sino de dinero y de cómo vamos a apropiárnoslo y cómo vamos a repartirlo.

Una de las expresiones básicas de ese consenso político (“pase lo que pase, nosotros, la clase política, seguiremos disponiendo y repartiendo la renta petrolera”) se traduce en la primera restricción gigantesca: “En este asunto, la constitución no se puede tocar”. Aunque el veto se expresa con fervor de dogma –es decir: no se argumenta- expresa en realidad el temor racional de los políticos a que un cambio más profundo (esto es: constitucional) pudiese en el futuro des-petrolizar las finanzas gubernamentales (federales, estatales y hasta municipales) e hiciese realidad la peor de sus pesadillas: reducir de veras el gasto gubernamental y la injerencia de los gobiernos en la vida económica y, con ello, el poder de los políticos. Perder la bolsa de los dulces. Como suele decir un senador del PRI: “La política es dos cosas: tener la información y tener la bolsa de los dulces para repartir”.

Los más reaccionarios no se han dado cuenta de que hay que cambiar algo, aunque sea lo mínimo, para que la bolsa de dulces no se agote; los promotores de la reforma acotada sólo son un poco más creativos: buscan que la bolsa siga llenándose.

Ojalá el debate fuera tan amplio cómo para des-petrolizar a las finanzas públicas y a los políticos. Pero eso no sucederá.

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lunes, 14 de abril de 2008

Déficit fiscal: Lecciones de un gran error

La velocidad a la que se deterioró el balance fiscal de los Estados Unidos, y la magnitud del daño, apenas George W. Bush inició su primer periodo, nos recuerdan que ante la afición de los políticos a derrochar el dinero ajeno ningún conservadurismo fiscal es exagerado.

Todos se equivocaron – nos equivocamos- pensando, en los meses finales de la presidencia de Bill Clinton, que los crecientes superávit en el balance fiscal de los Estados Unión habían llegado para quedarse por muchísimos años.

Todos. Los economistas de la Casa Blanca, los del Departamento del Tesoro, los del Congreso, los de la Reserva Federal (empezando por su entonces presidente Alan Greenspan), los economistas de los bancos de inversión, los de las casas de bolsa, los de las calificadoras de valores, los de los organismos multilaterales…

En su reciente libro, The age of turbulence, Alan Greenspan muestra honestidad intelectual al reconocer este histórico error, tanto de juicio político como de confianza indebida en las herramientas de pronóstico econométrico (que, una y otra vez, fallan miserablemente).

(Nota: Si usted no ha leído el libro y desea hacerlo le aconsejo que no lo haga en la muy mala traducción al español, sino en la edición original en inglés).

A toro pasado, Greenspan ofrece algunas explicaciones para el error: subestimación del efecto fiscal negativo que tendría la desaceleración de la economía, subestimación de la caída de ingresos tributarios, consecuente al estallido de la burbuja especulativa en los mercados de valores (millones de estadounidenses habían estado pagando más impuestos por ganancias en bolsa que, de pronto, se esfumaron), además de un abrumador error "técnico" – eufemismo de "inexplicable"- en los pronósticos de ingresos fiscales por casi 200 mil millones de dólares, y, sobre todo, subestimación de la irrefrenable tendencia a gastar sin medida el dinero de los contribuyentes que manifiestan los políticos; en esto, el equipo de Bush gana varios campeonatos, junto con la mayoría de los miembros del Congreso. Por cierto: Uno de los pocos conservadores fiscales a ultranza en ese periodo fue el senador John Mc Cain, opuesto a las rebajas de impuestos promovidas por Bush y a multitud de programas de gasto dispendioso empujados por otros congresistas.

En tierra de políticos electoreros - ¿cuál no lo es?- la salud de las finanzas públicas siempre está en riesgo.

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domingo, 13 de abril de 2008

Golpeados con su propia vara

A veces, su propia obcecación es el peor enemigo de los fanáticos. Una estrategia para derrotar a los obcecados es facilitarles la vara con la que acabarán golpeándose.


El europeo que mejor conocía a principios del siglo XVII lo que hoy es el este de los Estados Unidos era el capitán John Smith, quien incluso había hecho un detallado mapa de Nueva Inglaterra. Smith, ansioso de regresar al nuevo mundo, ofreció sus servicios de guía a los peregrinos del Mayflower, pero los fervientes puritanos rechazaron la oferta, calculando que Smith, un aventurero que no se avenía al ideal de conducta puritana, sería una influencia nociva en una colonia que no quería tener otro guía que Dios.

Una vez en América los peregrinos pasaron grandes penalidades, la mayoría de ellas, por supuesto, no les fueron enviadas por Dios, sino que se debieron a su obcecación; por ejemplo, perdieron muchos días valiosos, pasaron hambre, sed y frío, algunos murieron, porque se empeñaron en explorar territorios que otros pioneros, como Smith, ya sabían que eran inhóspitos y que carecían de recursos.

Smith escribiría sobre los peregrinos del Mayflower: "Tales humoristas (es decir: fanáticos) nunca creerían (en la información y en los consejos ajenos), hasta ser golpeados con su propia vara (beaten whit their own road)"

Los obcecados que hoy en México han tenido la ocurrencia de "clausurar" a la fuerza los recintos legislativos federales es probable que corran la misma suerte y acaben golpeados con su propia vara.

Con diferencias importantes. Una diferencia: Merecen mucho más respeto aquellos obcecados movidos por su fe religiosa, que los de aquí y ahora, llenos de turbias y enredadas motivaciones. Otra diferencia es que nuestros obcecados podrían estarle regalando a sus adversarios del gobierno federal, así como del PAN y del PRI, varias victorias anticipadas en las próximas elecciones federales de 2009.

Victorias que sus adversarios, sobre todo el gobierno y el PAN, es muy probable que valoren más que una reforma que es apenas un tímido e insuficiente paso en la dirección correcta.

Hay quien cree que nuestros obcecados podrían salirse con la suya y destrozar las instituciones democráticas. Pero no es tan fácil. Para eso se necesitan, entre otras cosas, doctrina y disciplina.

Por eso Lenin detestaba el asambleísmo. "Es -decía- como poner a los enfermos a cargo del hospital". Suena conocido, ¿no?

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jueves, 10 de abril de 2008

Un poquito de solidaridad, por favor

¿No habrá en la izquierda mexicana – antigua o moderna- un alma caritativa que impida que el señor López siga haciendo el ridículo?

No lo entiendo. Se supone que un ingrediente esencial de las "sensibilidades progresistas" – esto es, de la izquierda- es la infatigable voluntad de hacer el bien a los demás, corregir injusticias, deshacer entuertos y levantar a los caídos. ¿Por qué, entonces, los izquierdistas mexicanos permiten que uno de sus personajes emblemáticos, el señor Andrés López, se siga exhibiendo en los medios de comunicación para ser motivo de befa y escarnio de los perversos derechistas?

Detengan esa masacre.

Ya había quedado claro, en una memorable entrevista en un noticiario matutino de la televisión con el joven Loret de Mola, que el señor López no las trae todas consigo – para decirlo suavemente – y que tiende a quedarse desarmado ante cualquier pregunta u observación medianamente aguda. Se supondría que algún inteligente correligionario del señor López, advirtiendo lo dañino que resulta esa exhibición de miseria intelectual para la causa de la progresía, habría intervenido, solidariamente cual debe de ser, para que en el futuro se evitasen tales bochornosos incidentes. Y también para que los cercanos a López le pusiesen a buen recaudo y buscasen ayuda competente para evitar que se siga infligiendo daño. Mucha defensa de la soberanía, de la patria, del petróleo y de las sentidas tradiciones, pero ni una elemental medida de solidaridad hacia el correligionario en apuros (esta fórmula, "en apuros", como descubrió Guillermo Sheridan, es el eufemismo favorito de quienes ponen títulos en español a las películas extranjeras; así, Hamlet es "un príncipe en apuros" y que Shakespeare nos perdone).

El miércoles, por la radio, Sergio Sarmiento entrevistó – por llamarle de alguna manera- al señor López acerca de la reforma propuesta por el Presidente Felipe Calderón para Pemex. Un desastre, para López. Gran diversión para la mayoría del auditorio que escuchó cómo cada pregunta pertinente era respondida con balbuceos sin sentido. Hagan de cuenta que Sarmiento estaba tratando de sacarle agua a las piedras o entrevistando a un señor al que acababan de aplicarle electrochoques masivos.

No entiendo a los paladines de la izquierda (moderna o antigua, lo mismo da en este caso) que no detienen, por solidaridad ya que no por caridad, esta masacre.

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Pemex: No hay renta sin rentabilidad

Es un asunto de elemental lógica económica: La "renta" que da un negocio se extinguirá si deja de invertirse en la rentabilidad. Lo mismo si explotas un bosque, una flotilla de taxis o Pemex.

Las reservas de hidrocarburos dependen en gran medida de variables económicas: el precio de los hidrocarburos y la factibilidad financiera, técnica y jurídica de explotar los yacimientos, por mencionar cuatro de las más importantes.

Si el precio del petróleo en los mercados internacionales cae súbitamente, caerá también la magnitud de las reservas (probadas, probables y posibles), suponiendo que todas las demás variables permanecen igual. ¿Por qué? Porque a un menor precio dejará de ser rentable la explotación de algunos yacimientos.

De la misma manera si un país tiene un volumen "X" de hidrocarburos totales (que se definen como: "la cuantificación de todas las acumulaciones que se estima que existen" en el territorio de dicho país), pero también tiene restricciones (financieras, técnicas y/o jurídicas) para explotar una parte de esas acumulaciones (parte a la que llamaremos "Y"), las reservas totales de ese país no son "X", sino "X menos Y". ¿Por qué? Porque sería ilusorio contabilizar como riqueza algo que, en las condiciones actuales, no se podría explotar. Nadie obtiene un préstamo dando como aval una herencia hipotética.

Si se eliminan las restricciones jurídicas para que Pemex explote acumulaciones de hidrocarburos que hoy no puede explotar, esas acumulaciones se sumarían a las reservas totales y tendrían probabilidad de convertirse en reservas probadas (hoy no son siquiera reservas posibles), de forma que una o varias reformas jurídicas bastarían para elevar las reservas de Pemex.

Las restricciones jurídicas en este caso significan, a su vez, restricciones financieras y técnicas. Se necesitan socios capitalistas y socios tecnológicos. Por ejemplo, sin capital asociado – sea que se obtenga mediante la emisión de acciones o sea que se obtenga, para proyectos de explotación específicos, de socios que compartan los riesgos de los proyectos, o ambas- es mucho más caro convertir dichas acumulaciones en reservas, tan caro que ni siquiera a los precios actuales del petróleo es rentable.

La renta petrolera – que tanto hace salivar a los políticos- se extingue si no hay rentabilidad. Así de sencillo. Lo demás son discusiones idiotas sobre el color del gato, cuando lo que importa es que sepa cazar ratones.

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miércoles, 9 de abril de 2008

¿La mano invisible o la pezuña política?

Una de las causas remotas de la crisis hipotecaria en los Estados Unidos fue la excesiva injerencia del gobierno, queriendo corregirle la plana a los mecanismos de libre mercado.

No deja de ser lamentable, y paradójico, que hoy se diga que la crisis hipotecaria en los Estados Unidos demuestra que los mecanismos de libre mercado merecen ser vigilados y corregidos por el Estado y los gobiernos.

Es lamentable porque es un terrible error de juicio. Desde los remotos tiempos de James Carter (ese bondadoso inepto que tanto daño causó a la economía de Estados Unidos y a quien los venezolanos deben agradecer sus malhadados oficios gracias a los cuales Hugo Chávez sigue en el poder) una cauda de políticos estadounidenses, sea desde el Congreso o desde la Casa Blanca o desde sus escritorios en los gobiernos locales, han promovido la bondadosa idea de que los bancos deben prestarle dinero a quienes no pueden ni podrán pagarlo. Son las cosas maravillosas de los políticos: Pueden idear una regulación llena de buenas intenciones (es lindo que un “sin casa”, por ejemplo, pueda tenerla mediante decreto, ¿o no?) sin afrontar las consecuencias.

Los bancos, ya se sabe, no son entidades altruistas pero sí son lo suficientemente astutos como para ponerle buena cara al mal tiempo de las voluntariosas regulaciones de los políticos, ajustarse a ellas, y hasta sacarles provecho. Resumiendo: Gracias a la ingeniería financiera, así como a la liberalidad de la Reserva Federal en asuntos de dinero (usted sabe, el miedo a la recesión), idearon mecanismos ingeniosos para cumplir con la ordenanza y seguir haciendo negocio. El artilugio es, para simplificar, jugar a que el señor Brown podrá pagar lo que no puede pagar, gracias a que hemos acordado que una casa que a duras penas vale 30 valdrá 100 mediante la generosidad de las calificadoras de valores y trataremos de que Brown haga como que paga facilitándole una segunda hipoteca por 200 dando como garantía la primera. Todos contentos: los bancos, el señor Brown, los bondadosos políticos, los incautos que compraron “vehículos estructurados de inversión” donde quedaron agazapadas las hipotecas defectuosas.

Así empezó todo, con una impertinente intervención de los gobiernos tratando de que los mercados no funcionasen como pueden y saben funcionar.

Al final la burbuja estalla y ¿a quién culpan los políticos? Pues a los mercados que ellos mismos no dejaron funcionar.

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martes, 8 de abril de 2008

Izquierda moderna y honestidad intelectual

No conozco a nadie que diga que es mejor tener una izquierda obsoleta que una izquierda moderna, del mismo modo que no conozco a nadie que diga es mejor comer alimentos chatarra que comer alimentos sanos. ¿Cuál es el punto, entonces?


El punto es que en estos tiempos y en este país, México, varias personas que se autodenominan de izquierda desean advertir que, pese a los frecuentes desvaríos de algunos prominentes "izquierdistas", la izquierda no sólo es salvable, sino deseable.

La advertencia es importante, a juicio de estos emisores de opinión, porque conjeturan que los desprevenidos ciudadanos podríamos incurrir en el error de juzgar a "la izquierda" por las conductas y actitudes no muy edificantes de algunos prominentes militantes de partidos que se denominan de izquierda; en todos los partidos suceden eventos bochornosos e irregulares – comentan – y además es hasta cierto punto lógico que en México, donde no existe una acendrada tradición democrática, se verifiquen conflictos dentro de los partidos, por ejemplo: elecciones internas con algunos pecadillos.

Lo que sí es detestable – prosiguen- es la perversa manipulación que la derecha y los medios de comunicación a su servicio hacen de estos incidentes con el avieso fin de desprestigiar algo tan noble, tan querido, tan deseable y tan maravilloso como el ideario de la izquierda.

Aquí es donde el alegato se empantana porque cada cual, según sus apetencias y las circunstancias, describe diferentes vaguedades bondadosas como el "auténtico" ideario de la izquierda. Y cada cual describe diferentes "maldades" como la esencia de la repugnante "derecha". A veces nos dicen que la malvada derecha quiere mercados libres y gobiernos no intervencionistas; otras nos aseguran que la derecha lo que quiere es, por el contrario, gobiernos omnipresentes que le impongan a los ciudadanos tal o cual jerarquía de valores y que se entrometan en todos los resquicios de la vida individual, con el abominable fin de favorecer a los ricos y a tal confesión religiosa.

A veces se proclaman "liberales", para al día siguiente condenar el ejercicio de las libertades en algo tan simple como comprar y vender; otro día se erigen en campeones de la tolerancia, pero al día siguiente obstruyen a gritos cualquier debate civilizado.

¿Izquierda moderna? ¡Adelante!, tal vez para lograrlo tendrían que empezar por algo tan antiguo, y tan olvidado, como la honestidad intelectual.

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lunes, 7 de abril de 2008

Pemex: Transparencia y mercados financieros

Hoy sabemos más sobre Pemex que hace 15 años, gracias a que Pemex emite deuda en los mercados internacionales. Si Pemex emitiera acciones valdría más, tendría más reservas, el financiamiento le costaría menos y sabríamos más de sus entrañas.

Alejandro Hope, de GEA y colaborador editorial en El Economista, me hizo notar la mayor joya de "sabiduría infusa" contenida en el artículo de Sergio Aguayo Quesada comentado hace unos días. Aguayo escribió lo siguiente:

"El gobierno de Fox recibió excedentes petroleros por 700 mil millones de pesos, la mitad de los cuales se fue a pagar los salarios y compensaciones de una alta burocracia que, con pocas excepciones, no desquitó lo cobrado."

Comenta Alejandro:

"La alta burocracia (de director general hasta Presidente de la República) está conformada por aproximadamente 4,000 funcionarios públicos. Si las cifras de Aguayo son correctas, significaría que la compensación anual promedio de cada uno de ellos fue de 14.6 millones de pesos (350 mil millones/4000/6). Asumiendo, claro está, que no recibiesen un centavo del presupuesto ordinario. Dicho de otra manera, Aguayo supone que en promedio, cada alto burócrata gana siete veces más que el Presidente de la República. O tal vez considera que los maestros, las enfermeras y el personal de línea forman parte de la 'alta burocracia'. Pero, bueno, cuando se cuenta con sabiduría infusa, la aritmética simple y el sentido común pueden obviarse."

Tiene razón Alejandro. En realidad, del 2000 a la fecha, como he reiterado en varias ocasiones, se han invertido en Pemex, no en sueldos de la burocracia, alrededor de 70 mil millones de dólares. Aguayo dice mentiras; no adivina, porque esa información está disponible para cualquiera.

Lo más chistoso es que Aguayo, que es un paladín de la transparencia, no se ha percatado de que gracias a que hace unos diez años Pemex recurrió a la colocación de deuda en los mercados internacionales, dio también un salto gigante en materia de transparencia.

Una odiosa entidad extranjera, la SEC (comisión de valores de los Estados Unidos), establece parámetros estrictos de información pública para autorizar la emisión de deuda. Gracias a eso, Pemex mide hoy con mayor precisión sus reservas e informa de ellas y publica el contrato colectivo de trabajo que tiene con el sindicato petrolero, entre otras cosas que obviamente Aguayo no necesita consultar. Ventajas de la sabiduría infusa.

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jueves, 3 de abril de 2008

El mito del mito de las “fibras sensibles”

Con razón Lula se pitorrea de nosotros. Vistos desde fuera los mexicanos debemos parecer unos bichos raros que le rinden culto al chapopote y a las mazorcas de maíz y que se consideran agraviados cuando alguien les pide ajustarse a la lógica o a los hechos.

Cuando menos 50 veces en el último mes he leído sentenciosas reflexiones donde se explica que la principal dificultad para conseguir una reforma razonable de Pemex obedece a que “el petróleo es una de las fibras más sensibles para los mexicanos”.

En otras ocasiones, “la fibra sensible” – intocable – es la que se refiere al maíz o a la tortilla, o al carácter inmaculado de la UNAM (¿fue de la UNAM o de la Virgen de Guadalupe de quien se dijo que Dios “no hizo cosa semejante con nación alguna”?) o a la indescriptible emoción que uno debe experimentar al ver los murales de Diego Rivera o los canales de Xochimilco con sus trajineras…y unos muchachitos alcoholizados empujándose unos a otros hacia las sucias aguas. Idílico, ¿no?

Me imagino que al enterarse de todo el inventario de las “fibras sensibles” que llevan a cuestas los mexicanos, los extranjeros han de sospechar que los mexicanos vamos como erizados por el mundo, tratando de evitar a toda costa que cualquier persona o cosa, deliberada o involuntariamente, nos vaya a tocar alguna de las muchas “fibras” que vienen, dicen, con el equipo de fábrica con el que cada mexicano nace en este país. ¡Y mejor ni pregunten lo que puede pasar si, acaso, “mas si osare un extraño enemigo”, nos llegan a tocar una fibra sensible! ¡La hecatombe! ¡El fin del mundo!

Todo esto lo sé porque lo he leído, o lo he escuchado, no tengo ninguna experiencia empírica (“sensible”) del asunto. Nací, supongo, sin el equipo de fábrica que se atribuye a los mexicanos, las fibras las prefiero en el desayuno o para lavar platos, para mí el 18 de marzo es el cumpleaños de mi papá, no la fecha fundacional de la patria auténtica por el general Cárdenas, el maíz es un cereal, el petróleo una mercancía como cualquier otra y la UNAM una universidad pública grandota de media tabla en el mundo de las universidades. No más. ¡No tengo “fibras sensibles”!, ¿a dónde me quejo?

¿Y a usted, estimado lector, si le tocaron fibras sensibles en el reparto?

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miércoles, 2 de abril de 2008

¿Saber infuso?

Un caso particular del síndrome de Otelo – suspicacia exacerbada- es el de esos privilegiados que no necesitan aprender nada, porque todo lo saben de antemano…incluso lo más recóndito: los pensamientos del prójimo.

Aprender es tarea inacabable. Ya decía Antonio Machado que “nuestras horas son minutos cuando deseamos saber, y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender”.

Como a mí la Providencia no me concedió la sabiduría infusa tengo que leer mucho, releer, preguntar, investigar, razonar con cierto método y rigor, ver con mis propios ojos, comprobar…, antes de considerarme autorizado a escribir juicios lapidarios. Por eso me encuentro en desventaja frente a varios miembros de la “comentocracia” de este país (el afortunado neologismo, hasta donde sé, lo acuñó Jorge Castañeda) que de antemano lo saben todo de todo, o así parece.

El miércoles, sin ir más lejos, me encontré un caso pasmoso de sabiduría infusa en las páginas de opinión de un periódico. El señor Sergio Aguayo Quezada en un largo artículo, titulado “De tesoros”, presume conocer algo que yo creía incognoscible: los pensamientos recónditos, ocultos, del prójimo. Este “saber” se antoja de índole sobrenatural o mágica. El señor Aguayo nos revela lo que, según él, en realidad piensan los autores del documento “Diagnóstico: Situación de Pemex” – dado a conocer el domingo pasado- y que no es, asegura Aguayo, lo que tales autores dicen.

Escribe este comentarista que los autores del documento piensan que la llave del éxito para fortalecer a Pemex está “en la apertura al capital privado”, pero esto, nos advierte, “lo piensan, pero jamás lo dicen” (textual; las negritas son mías). El señor Aguayo, entonces, debe poder leer los pensamientos recónditos del prójimo. Hay dos posibilidades: O es un dios omnisciente o cojea del mismo pie que el atormentado Otelo, a quien su exacerbada suspicacia – alimentada por Yago – le llevó a creer que sabía acerca de Desdémona lo que no podía saber.

Díganme escéptico irredento, si quieren, pero me inclino por la segunda posibilidad. A este Otelo no es Yago quien le alimenta la suspicacia, sino algún prejuicio ideológico o algún palabrero de Tabasco.

Lo malo es que, al leer el artículo, yo buscaba aprender algo sobre lo que dice el dichoso documento; no esperaba que me platicasen tan largo y tan tendido sobre lo que no dice. Perdí mi tiempo.

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martes, 1 de abril de 2008

"…con el nombre que se le quiera dar"

Este país está lleno de cochinos privatizadores, vea usted si no.

Un grupo de escritores manifestó hace unos días su oposición a cualquier intento de privatización del petróleo con estas palabras memorables:

"Privatizar, con el nombre que se le quiera dar, es despojo triple: A la gran herencia de la soberanía, a la nación de hoy y a las generaciones siguientes".

Una de las ventajas de que los escritores empiecen a usar el lenguaje con la misma propiedad que los cronistas de partidos de futbol es que hasta los más lerdos, como parece ser mi caso, empezamos a ver con claridad las cosas. Lo que entendí, al leer esta enfática declaración, me aterrorizó.

Pensé en todos los nombres posibles "que se le quiera dar" a la acción de privatizar. Dice el diccionario que ese verbo significa "transferir una empresa o actividad pública al sector privado". Es una definición estrecha porque también podríamos pensar – de acuerdo "con el nombre que se le quiera dar"- que privatizar es sinónimo de transferir cualquier cosa que sea pública – del gobierno, del Estado, de la nación- a una persona singular o a un grupo de personas singulares, esto es a "particulares" como se les suele llamar jurídicamente a los individuos racionales de carne y hueso o a las asociaciones más o menos voluntarias que hacemos los individuos racionales de carne y hueso, también conocidos como seres humanos. Convendrán conmigo que ni la nación, ni el gobierno, ni el Estado, ni el sector público son seres humanos.

Así pues, cada vez que algo que se reputaba como propiedad de la nación, del gobierno, del Estado o del sector público pasa a ser propiedad de un ser humano específico, ese algo se está "privatizando".

¡Horror!, cada vez que alguien dispone de gasolina o cualquier otro energético en México, aunque sea pagando por ello, ese energético se está privatizando y cada vez que ello sucede se efectúa un triple despojo contra cosas de veras sagradas aunque incognoscibles e incomprensibles para los mortales. "Que se deben de creer firmemente, aunque no se puedan comprender" como advertían los viejos catecismos.

Cada vez que le pongo gasolina a mi auto efectúo ese triple despojo. Es inútil pedir misericordia; la santa inquisición petrolera podrá venir en cualquier momento por mí y llevarme sin más a la hoguera.

Y después hay quien dice que este es un país serio.

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