jueves, 31 de mayo de 2007

Para un glosario de la cursilería política

Convendría plasmar en un libro de autoayuda un glosario de la cursilería política. Lo cursi se dice, en este caso, de aquellas frases que en vano tratan de mostrar refinamiento expresivo.

¿A cuál desarrollo se refieren los políticos y los opinantes de oficio cuando hablan de desarrollo sustentable?, ¿al desarrollo “que se puede defender con argumentos” o al desarrollo “que, cubriendo las necesidades del presente, preserva la posibilidad de que las generaciones futuras satisfagan las suyas”? Sustentable es el primero; sostenible es el segundo.
¿Por qué nos empeñamos en decir desarrollo sustentable cuando en realidad estamos hablando de (y deseando) un desarrollo que tenga la característica de sostenerse a lo largo del tiempo?
Primero, porque es más barato creer que saber. Muchos “creen” que sostenible es una palabra que no existe y, en cambio, han escuchado el adjetivo sustentable a todas horas de labios de “expertos”, “conocedores” y “especialistas”. ¿Para qué usar el diccionario si tenemos el noticiario de radio o televisión?
Segundo, porque nos parece más refinado lo que suena más abstruso o recóndito.
En un futuro glosario de la cursilería política no debería faltar ese equívoco del desarrollo sustentable, ya que cumple la primera regla: No diga en forma unívoca y sencilla lo que puede decirse en forma rebuscada y equívoca. Un desgaste adicional de neuronas y vamos a decir: “Desarrollo con sostén”.
Otros casos de cursilería política: Decir que la política fiscal se refiere tan sólo a los impuestos y que, en cambio, el inexistente adjetivo “hacendario” comprende la totalidad de lo que atañe a los recursos públicos: ingresos, gastos, deuda, atribuciones y facultades de distintos órdenes de gobierno. Error: El adjetivo fiscal comprende todo ello. Y si lo que se desea es referirse a la Hacienda Pública el adjetivo correcto – que se usa en todo el mundo de habla hispana, excepto en México- es hacendístico.
Más ejemplos: No diga “espacio” sino “espectro radio-eléctrico”; no diga “tecnología de vanguardia” incurra en la cursilería de hablar de “tecnología de punta”. No diga “descomponer en sus partes” sino “desagregar”. No diga “en tal caso” o “en tal materia” sino “a nivel de”. Y si además de político desea ser locutor, de los que aprendieron a hablar en algún cuartel de policía, jamás diga “área”, “zona” o “región”, siempre engole la voz y pronuncie “perímetro”. No falla.

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miércoles, 30 de mayo de 2007

Otro problema que nos ahorramos

Las mejores universidades del mundo están en Estados Unidos, pero la mayoría de los egresados de doctorado de esas universidades – mayoritariamente asiáticos, no estadounidenses- enfrentan toda clase de obstáculos idiotas para quedarse a trabajar e investigar en Estados Unidos.

Hace una semana Thomas L. Friedman publicó en The New York Times un revelador artículo acerca de la estupidez política, se llama “Laughing and Crying” – riendo y llorando- y cuenta sus agridulces reflexiones tras asistir a una ceremonia de graduación de doctorados en el Rensselaer Polytechnic Institute, una de las mejores escuelas del mundo en ingeniería y ciencias.

Dicho en pocas palabras: Un estadounidense puede sentirse orgulloso de que su país tiene las mejores universidades del mundo, pero debe sentirse preocupado de que la mayoría de los egresados de doctorados en esas universidades NO son estadounidenses, porque el resto del sistema educativo estadounidense está fallando miserablemente en formar buenos candidatos a ser científicos, tecnólogos e investigadores de calidad.

Pero no es ese hecho el que hace llorar a Friedman, sino – más grave aún- el hecho de que la mayoría de esos nuevos doctores – formados por la crema y nata de la ciencia mundial- seguramente NO se quedarán a investigar y trabajar en Estados Unidos ¡gracias a los estúpidos prejuicios contra la migración que se han vuelto a poner de moda en ese país y que los políticos usan para captar votos y electores!

Junto con su título académico Hong Lu, Xu Tie, Tao Yuan, Fu Tang - todos nombres chinos inventados por Friedman- deberían recibir su certificado de residencia definitiva en Estados Unidos (“green card”)…, pero no. Lo más probable es que Lu, Tie, Yuan y Tang reciban toda clase de señales – del gobierno y de muchos estadounidenses- de que no son bienvenidos, ya sea porque se especula que les quitarán empleos a los estadounidenses o, peor todavía, porque políticos y periodistas populistas (e idiotas) siembran la sospecha de que, por ser extranjeros, son criminales o terroristas en potencia.

Es para llorar. Lo bueno, para nosotros los mexicanos, es que no nos tenemos que preocupar por ese tipo de asuntos. Ni en sueños, nuestras universidades, públicas o privadas, están formando a la vanguardia científica del mundo. ¡Qué alivio!, ¿o no?

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Glosario de corrección política

Donde se ofrece un catálogo, incompleto y provisional, de expresiones cuyo uso es ampliamente recomendado para no incurrir en incorrección política ni ofender a sensibilidades progresistas.

1. No diga “aborto” sino “interrupción deliberada de un proceso molecular que se desarrolla en el cuerpo de una mujer y que se presume, por mero conservadurismo, que podría culminar, de no ser interrumpido, en el nacimiento de un ser humano”.

2. No diga “ejecución entre narcotraficantes” sino “reacomodo logístico de algunos factores involucrados en la producción, transporte, distribución o venta de ciertas sustancias prohibidas”.

3. No diga “asesinato” sino “interrupción más o menos abrupta y más o menos deliberada – eso lo decidirán los tribunales- de algunos procesos metabólicos desarrollados por un ente que se presume humano y que puede o no, tener credencial de elector, registro federal de contribuyentes, CURP, pasaporte y/o licencia para conducir”.

4. No diga “populismo” sino “acercamiento emotivo, mediante el uso de recursos públicos, que hace una instancia política o de gobierno a las expresiones más sentidas de lo que se presume son necesidades o deseos de una muchedumbre motejada como ‘gente’, con el fin de granjearse las simpatías de dicha muchedumbre. Se califica de eficaz dicho acercamiento cuando se traduce en votos electorales”.

5. No diga “secuestro” sino “interrupción temporal de algunas libertades de movimiento a la que son sometidas una o varias personas con el objeto de intercambiar la eventual reanudación de dichas libertades por recursos monetarios, por atención pública o por la interrupción selectiva de la aplicación de la ley en beneficio del individuo o del grupo de individuos interesados”.

6. No diga “prácticas monopolísticas” ni “monopolios”, sino “afortunado arreglo que permite a los consumidores de un bien o a los usuarios de un servicio ahorrarse la fatigosa tarea de elegir entre varias opciones en competencia”.

7. No diga “apoyo al dictador venezolano” sino “solidaridad revolucionaria y fraternal con el representante de la vanguardia del socialismo del siglo XXI”.

8. No diga “terroristas vascos” sino “sufridos grupos nacionalistas que claman con pertinacia, y con otros medios que no conviene mencionar, por un separatismo inspirado en tradiciones ficticias pero eso si: ancestrales”.

9. No diga “chantaje” sino “herramienta de persuasión de probada eficacia”.

10. No diga “injuria, calumnia o manipulación informativa” sino “interpretación creativa de la realidad llevada cabo con el fin de entretener e ilustrar a públicos aburridos y desinformados”.

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martes, 29 de mayo de 2007

El uso del espantajo

Unos se vuelven inservibles para la política porque cuando le hablan a los ciudadanos parece que les están echando bronca; otros tampoco servimos porque se sospecha, con razón o sin ella, que siempre hablamos en sentido irónico, con un dejo de burla.

Con motivo de las recientes elecciones en España – de ayuntamientos y comunidades autonómicas, que esto último se lleva mucho por allá- un agudo editorialista revelaba que José María Aznar sirvió como el muñeco de utilería al que los socialistas (empezando por Zapatero) recurrían para echarle piedras siempre que se les atascaba alguna de las campañas.

Ese recurso bastante socorrido podría llamarse el del espantajo. Un espantajo, ilustra el diccionario, es “cosa que se pone en un lugar para espantar, y especialmente en los sembrados para espantar a los pájaros”, o especialmente en las campañas electorales para espantar a los asustadizos votantes. Hoy día en Estados Unidos, donde causa estragos una precoz fiebre electoral, el espantajo favorito es George W. Bush.

El problema con Aznar es que habiendo sido el mejor gobernante español de la ya no tan flamante democracia (la Constitución data de 1978), como ex gobernante se ha caracterizado por hacer declaraciones libérrimas, sí, pero importunas. Lo dice así Ignacio Camacho, el editorialista de ABC: “Y cuando habla parece siempre cabreado, como si tuviese cuentas pendientes de ajustar, con un tono destemplado, desabrido y pendenciero que provoca sudores fríos en los estrategas de la campaña a la que pretende ayudar. Se dirige a los ciudadanos como si les estuviese echando una bronca, que es exactamente el método menos aconsejable de pedir su apoyo”.

Tras leer esto añadí otra a las numerosas razones por las que, de serlo, yo sería un pésimo político. No; no que cuando hable parezca que le estoy echando bronca a la gente; de eso no se me acusa, pero se me dice que varios de mis interlocutores se incomodan porque sospechan que hablo siempre en sentido irónico, y no excluyen que haya hasta un cierto dejo de burla en mis palabras y en mis gestos. Aunque yo jurase que la media sonrisa es fruto de la timidez y no del sarcasmo no siempre lograría – temo- persuadir a mis interlocutores de mi radiante candor. Negado, pues, para la política.

Es la razón número ocho. Otro día hablaré de las siete restantes.

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domingo, 27 de mayo de 2007

Burocratismo y falta de competencia

Es lógico que las empresas privadas sin competencia se asemejen, en lo malo, a los gobiernos: Tienden a la ineficacia en la misma medida en que no hay agentes externos que amenacen su supremacía y les obliguen a ser productivas o desparecer.

Un error común al hablar de productividad es confundir los indicadores de medición de la productividad con la productividad misma.

Ejemplo: Un monopolio petrolero se beneficia del descubrimiento azaroso (que no tuvo que ver con actividades de exploración deliberadas) de un yacimiento más rentable que los que explota actualmente. Sólo en sentido figurado puede decirse que el monopolio se volvió más “productivo”, el adjetivo preciso sería decir que se volvió más “lucrativo”. En cambio, si a raíz de las tareas de investigación tecnológica del mismo monopolio se descubre un método más rentable para la extracción de petróleo, no sólo el monopolio se habrá vuelto más lucrativo, sino más productivo. Dicho de otra forma: En el primer caso la mayor rentabilidad fue azarosa, en el segundo fue el producto de una búsqueda deliberada para hacer más con menos.

En el primer caso la mayor rentabilidad deriva no del trabajo de la empresa sino del privilegio monopólico: Sea quien sea quien descubra un yacimiento, éste sólo podrá ser explotado por el monopolio. En el segundo caso deriva de la creación de valor, a través del trabajo. En el primer caso el descubridor del yacimiento no obtiene ningún beneficio (salvo, tal vez, el de que se bautice el yacimiento con su nombre) y se trata de una “suma cero”. En cambio, la productividad se distingue por la generación de un valor adicional.

Las empresas que se desempeñan en un entorno sin competencia no tienen incentivos para orientarse a la creación de valor a través de la productividad. Viven en un mundo de “suma cero” en el que la ganancia obtenida suele originarse a partir de la pérdida de valor para otro; en el caso de las prácticas monopolísticas esa ganancia se obtiene por una pérdida de bienestar para el consumidor.

Todo esto genera poderosos incentivos en dichas empresas hacia la burocratización, la expulsión del talento, la igualación hacia abajo y, en fin, hacia la dictadura de los incompetentes. En esto, las empresas que actúan en entornos sin competencia – o protegidas de la competencia- tienden a parecerse a los gobiernos. En lo malo.

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jueves, 24 de mayo de 2007

Depredadores defendiendo su territorio

¿Por qué son tan burdos y previsibles en la defensa de sus intereses? Porque siguen la lógica instintiva del animal depredador; su negocio no es convencer a los consumidores sino amedrentar a todo aquél que ponga en riesgo su exclusividad.


Es de lógica elemental que una empresa que se desenvuelve en un entorno sin competencia o en un entorno de competencia simulada, por ejemplo: reparto pactado del mercado entre dos empresas con concesiones exclusivas, tenderá a mostrar elevados márgenes de utilidad de operación (el margen es el cociente que resulta de: ingresos menos costos y gastos asociados a las ventas dividido entre ingresos), en ocasiones hasta cuatro o cinco veces mayores que los que registran empresas en entornos competidos.

Invito a los lectores a realizar una sencilla comprobación: Comparen los márgenes de utilidad de operación de empresas cotizadas en la bolsa que se desempeñan en entornos de alta competencia – por ejemplo, tiendas de autoservicio- con los márgenes de operación de empresas que actúan en mercados con férreas barreras de entrada y escasa competencia – por ejemplo, las que explotan concesiones de televisión abierta. Al cierre de 2006: márgenes de seis a ocho por ciento en las primeras y márgenes de 36 a 40 por ciento en las segundas.

Tales márgenes de utilidad excesivos son los excedentes de los que se ha despojado a los consumidores. Esa es la lógica mercantil de las prácticas monopolísticas: Los precios se fijan sólo al arbitrio del oferente porque quienes demandan los bienes y servicios carecen de opciones.

Si sólo hay dos grandes corporaciones en un mercado con barreras de entrada para otros oferentes, estas corporaciones tenderán no a competir entre sí, sino a repartirse por cuotas el mercado y a hacer un frente común en la defensa de su territorio. A su vez, tenderán a ser incompetentes, es decir: Degradarán la calidad del bien o servicio ofertado.

Por eso son tan burdas sus prácticas para amedrentar y amenazar a quienes pueden poner en riesgo el privilegio del que disfrutan. Es mero instinto de animal depredador. No han desarrollado otro talento por la falta de competencia.

Hoy les están rugiendo y mostrando los colmillos a los jueces; ayer lo hicieron con los políticos anhelantes de espacios en las pantallas de la televisión; antes de ayer los amedrentados fueron quienes osaron manifestar su deseo de entrar a competir en el territorio. Mañana…

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Liberalismo y cofradías

No pertenezco a ninguna cofradía de liberales; mi liberalismo no me lo permite.

El diccionario nos ofrece cuatro acepciones para la palabra "cofradía". Van desde lo piadoso – "congregación o hermandad que forman algunos devotos, con autorización competente, para ejercitarse en obras de piedad"- hasta lo reprobable: "Junta de ladrones o rufianes".

Ninguna de las cuatro acepciones – ni siquiera la más neutra: "Gremio, compañía o unión de gentes para un fin determinado"- me parece que case con "liberal" o con "liberalismo", mucho menos con "libertario".

Para haber cofrades debe haber, supongo, un catecismo doctrinario y más o menos dogmático que los una. Y encuentro que uno de los más grandes atractivos del liberalismo – en el sentido clásico, y europeo, del término no en el equívoco sentido en que se usa el adjetivo "liberal" en la política estadounidense-, es justamente el de no ofrecer catecismos dogmáticos que tengan respuesta para todo. Cosa que, por ejemplo, sí sucede con el marxismo que ejerce su atractivo, por el contrario, gracias a ser un sistema acabado que ofrece – una vez aceptados dos o tres dogmas básicos- una respuesta automática para encajar cualquier hecho en la totalidad del sistema.

Por eso me extraña que, de vez en vez, algún liberal critique las opiniones de otro espíritu libre de su misma especie no aduciendo argumentos racionales o demostraciones empíricas, sino acudiendo al recurso de las credenciales ("autorización competente") para ser liberal, tales como la pertenencia o no a tal asociación, tales como el aval o no de una institución liberal prestigiada, tales como las opiniones pretéritas de algún liberal del pasado que se desearían convertir en verdad revelada, no en verdad descubierta.

Sin embargo, se entiende. Los seres humanos somos gregarios y nos sentimos más cómodos en compañía afín que rodeados de personas hostiles. No se puede llevar el individualismo – requisito del ser liberal- al extremo del solipsismo.

No encuentro una deliciosa cita en la que Chesterton dice algo así como que creció admirando a los liberales y maduró cuando dejó a los liberales por el liberalismo. Lástima, porque estoy seguro de que lo dijo mucho mejor.

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martes, 22 de mayo de 2007

Telecomunicaciones: Una lección histórica

¿Por qué no le ponemos más trabas a la libertad y decretamos que se requiere una concesión para volar un papalote?

En enero de 1954 el inventor de la frecuencia modulada para radio se suicidó saltando desde su departamento en el décimo tercer piso de un edificio en Nueva York. Se llamó Edwin Howard Armstrong y unos días antes sus patentes para la frecuencia modulada – obtenidas en diciembre de 1933- habían vencido.

Armstrong sucumbió frente al poder de la RCA – Radio Corporation of America – y de su presidente David Sarnoff, así como frente a las consecuencias letales de que una agencia reguladora del gobierno, en este caso la FCC, fuese “capturada” por las mismas corporaciones a las que debería haber regulado para evitar prácticas monopolísticas.

Paradójicamente Armstrong descubrió las ventajas de la frecuencia modulada a instancias del propio Sarnoff, quien deseaba encontrar algún medio para evitar el ruido típico de la amplitud modulada. En lugar de ofrecerle a la RCA un “filtro” para mejorar la señal Armstrong fue más allá y descubrió que en la frecuencia modulada – con una calidad de sonido notablemente superior- podría estar el futuro de la radio.

A Sarnoff no le gustó nada el descubrimiento de la frecuencia modulada porque amenazaba la posición dominante de la RCA en el mercado de la radio y amenazaba también la posibilidad de que la RCA obtuviese las concesiones más atractivas del espectro para incursionar en el negocio de la televisión.

Como cuenta Lawrence Lessig, profesor de Derecho de la Universidad de Stanford en su libro “Cultura libre”, a partir de su descubrimiento Armstrong enfrentó la embestida despiadada de la RCA en contra de sus patentes, con la complacencia de la agencia gubernamental reguladora, la FCC. Un revés definitivo, que de hecho retrasó por décadas los beneficios de la frecuencia modulada, fue cuando la FCC decidió que el espectro de la radio de frecuencia modulada se moviera de la banda de 42 a 49 MHz a la banda de 88 a 108 MHz. ¿La razón? Permitir que a la naciente televisión – RCA- utilizara el rango de los 40 MHz.

Tras años de costosos litigios, que lo llevaron a la ruina, Armstrong recibió una irrisoria oferta de arreglo extrajudicial por parte de la RCA; esto fue días antes de que vencieran las patentes obtenidas en 1933. Fue el golpe final que destrozó al inventor.

En México, hoy en 2007, esta historia debería ser aleccionadora. ¿No cree usted?

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lunes, 21 de mayo de 2007

Amistades peligrosas

Hacerse “amigo” del gobierno en turno puede ser una estupenda forma de hacer negocios. En sentido estricto no hay ley que prohíba la amistad, pero…

Hace años escuché decir a un exitoso hombre de negocios mexicano: “Nosotros –con un expresivo movimiento de las manos abarcó su amplia oficina y metafóricamente toda su corporación- queremos ayudar al Presidente”.

Era sincero, desde luego. Pero también era cierto que a cambio de esa “amistad” él esperaba que, en su momento, el Presidente le ayudase.

Pero no hablemos de México. En todas las democracias existe el riesgo constante de que la no tan desinteresada amistad entre negociantes y quienes ocupan cargos en el gobierno pervierta la democracia y el estado de derecho.

Una de las formas más eficaces que encontraron para abrirse paso en un medio hostil algunos emigrantes irlandeses – llegados a Estados Unidos a raíz de la hambruna por las cosechas de papa malogradas a partir de 1845-, fue entender el funcionamiento de la política en su país de acogida en términos de “amistad”.

En Boston, después de años de penalidades, los irlandeses hallaron refugio en el Partido Demócrata. Martin Lomasney, destacado dirigente de ese partido en Boston, solía esperar a los inmigrantes en los muelles y los conducía al Henricks Club, su cuartel general en el West End. Ahí les explicaba el funcionamiento, asombrosamente simple, del mecanismo de “amistad”: A cambio de ayuda para encontrar trabajo y vivienda u otros favores (préstamos, un médico, ropa para los chicos) Lomasney sólo exigía a los recién llegados su afiliación al partido y la disciplina del voto.

Los votos le otorgaban a Lomasney el prestigio necesario en las instancias de gobierno para gestionar las ayudas que ofrecía.

Uno de los irlandeses que llegó a Boston en 1849 como parte de ese gran éxodo se llamaba Patrick Kennedy (1823-1858). Su nieto sería Joseph Patrick Kennedy (1888-1969), exitoso negociante, astuto especulador en el mercado de valores…y tan amigo de los políticos, por ejemplo del presidente Roosevelt, que llegaría a ser embajador de Estados Unidos ante el Reino Unido.

Un bisnieto de Patrick e hijo de Joseph, como todos sabemos, sería John Fitzgerald Kennedy (1917-1963), Presidente de los Estados Unidos. Otro bisnieto, Robert Francis Kennedy (1925-1968), paradójicamente combatiría, como Procurador de Justicia, algunas mafias de negociantes surgidas al amparo de “amistades” con el gobierno.

Vueltas que da la vida.

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domingo, 20 de mayo de 2007

¿Es el gobierno “nuestro amigo”?

Ojalá no lo sea. La misión del gobierno no es amarnos. Ello, además de imposible porque el gobierno es una institución y es abstracto, nos dejaría a la merced de la benevolencia, dudosa, y de la sabiduría, aún más incierta, de quien ocupa el gobierno.

El Presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ordenó el viernes rescatar militarmente a Ingrid Betancourt y a medio centenar de personas más secuestradas por la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que algunos, eludiendo cualquier eufemismo, motejan como Fuerzas Armadas Recolectoras de Coca), pese a que la familia de Betancourt, ex candidata presidencial secuestrada en febrero de 2002, le ha suplicado desistir para no poner en riesgo la vida de la secuestrada.

¿Está haciendo lo correcto en este caso el gobierno de Uribe?

Sí. La abismal diferencia entre una dictadura y una democracia consiste en que nunca los gobiernos democráticos pueden ser “amigos” o “enemigos” de los ciudadanos. El gobierno en una democracia NO es una persona – benevolente o malévola, torpe o sabia- sino una institución por definición abstracta e impersonal.
Una institución, siguiendo a Douglass North, es el conjunto de reglas formales y sus mecanismos de refuerzo que condicionan el comportamiento de los individuos y de las organizaciones en una sociedad. El gobierno democrático es una institución subordinada al mandato que obtuvo de los individuos – mediante un contrato implícito o explícito- para cumplir unos cuantos pero cruciales fines específicos, el primero de los cuales es preservar la seguridad física de los habitantes en un territorio nacional de acuerdo con una constitución y con las leyes que de tal constitución derivan.

Subordinándose a la ley el gobierno se subordina a los ciudadanos.

El gobierno de Uribe no tiene más que dos opciones honestas: O cumple la ley y la hace cumplir o renuncia a ser gobierno.

En la medida que los gobiernos abdican del estricto e impersonal cumplimiento de la ley, así sea para tratar de convertirse en “amigos benevolentes y sabios” de los ciudadanos, en esa misma medida los ciudadanos pierden su libertad y sus derechos fundamentales y quedan a merced de la incierta y voluble voluntad de quien ocupe el gobierno.

Mañana comentaré otro ángulo de la perniciosa ocurrencia de los “gobiernos amigos”: Cómo los negociantes mercantilistas minan las bases del Estado buscando “amistarse” con los sucesivos gobiernos.

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jueves, 17 de mayo de 2007

Las ventajas del catecismo

En muchas materias sale mucho más barato creer que saber. Y esa parece ser la norma secular de nuestro sistema educativo, reforzada todos los días por los medios de comunicación, donde circulan más dogmas que verdades verificables.

Parecería que hay un momento decisivo en los primeros años de vida del mexicano promedio en el que opta por algún catecismo en lugar de arriesgarse por el largo camino del conocimiento.

Eso explica, me parece, por qué tenemos una multitud de sabios de horno de microondas en los medios de comunicación. El lunes son canonistas eclesiásticos, el martes pontifican sobre impuestos, el miércoles despachan como médicos forenses, el jueves corrigen la plana a exitosos financieros y rematan la semana en el magisterio de las estrategias militares.

¿Cómo lo hacen? La vida no alcanza para saber tanto de tanto, ni siquiera para saber tan poquito de todo. Tras vueltas y revueltas – caminando de los hechos sensibles a los juicios racionales y de regreso- me atrevo a proponer una explicación al misterio de tanta sabiduría derrochada… y desechada tan rápido como se gestó: Los catecismos.

Hablando sobre un evento específico Sergio Sarmiento publica hoy: “Muchos políticos y comentaristas en nuestro país siguen manteniendo la posición de que ciertos casos judiciales deben resolverse por dogma político”. Así es, por fortuna para esos políticos y comentaristas, que de esa forma se ahorran el fatigoso expediente de conocer y verificar – que, además, no promete resultados definitivos- y se van por el atajo sencillo y seguro del catecismo: “estos son los malos, estos son los buenos”. Con el catecismo en la mano se puede clasificar cualquier cosa al instante, no sólo “casos judiciales”.

Sospecho que esta querencia por los atajos del pensamiento se aprende en México junto con las primeras letras, o tal vez en lugar de ellas.

Llegas al jardín de niños o a la primaria y hay una encrucijada en la que optas por este u otro catecismo (ejemplo: “los pobres son buenos; los ricos son malos”) y de ahí en adelante todo es dar vueltas en círculo alrededor de esa opción dogmática en la que nos catequizamos
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Por eso hay doctores en economía que no saben calcular un interés compuesto o doctores en ciencia política que nunca han oído del cálculo del consenso. Esas cosas no vienen en su catecismo.

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martes, 15 de mayo de 2007

Adieu, monsieur Chirac

Lo mejor que nos han dejado las recientes elecciones – dijo un francés, sólo un poco cínico- es que ya tenemos la certeza de que Jacques Chirac se irá del gobierno.

Jacques Chirac tiene un pequeño historial pegado a la ubre del presupuesto público. Chirac habrá pasado 34 años cobrando del erario francés en puestos importantes: como Presidente (doce años), como Alcalde de París (18 años) y como Primer Ministro (en dos ocasiones, sumando cuatro años); más otros cinco años en puestos menores para un total de 39. Una vida.

O él merece un descanso o, mucho más probable, Francia merece descansar definitivamente de monsieur Chirac.

Durante su larga carrera Chirac ha acumulado algunos bienes envidiables, aún considerando tan sólo los que incluyó en su declaración patrimonial.

Anne Applebaum recopiló en un pequeño artículo en Slate.com algunas peculiares declaraciones de Chirac que lo dibujan claramente como la clase de diplomático que ha sido. Cito unos cuantas:

A unos líderes africanos, a principios de los años 90: “África no está preparada para la democracia”.

Sobre los británicos: “La única cosa que han hecho por la agricultura europea ha sido la enfermedad de las vacas locas”.

A Saddam Hussein le dijo: “Usted es mi amigo personal. Puede estar seguro de mi estima, consideración y apoyo”.

Nunca ocultó su abierto disgusto sobre todo lo que fuese anglo-americano en general y acerca de la lengua inglesa en particular. Cuando escuchó a un hombre de negocios francés hablar en inglés durante una conferencia, abandonó de inmediato la sala declarando que estaba “profundamente consternado”.

El periodista francés Guy Sorman recuerda esta frase de Chirac: “Para dirigir la diplomacia francesa basta hacer lo contrario de lo que haga el gobierno de los Estados Unidos, porque siempre se equivoca”.


Y el sueco Johan Norberg recuerda esta otra joya: “El liberalismo es tanto o más abominable que el comunismo”.

Sin embargo, no le faltan a Chirac admiradores o admiradoras, como la escritora mexicana Guadalupe Loaeza quien escribió el 20 de marzo pasado: “Si me di a la tarea de traducirlo y de transcribirlo en su totalidad – se refiere a un discurso de Chirac- fue para mostrar, en primer lugar, la pasión patriótica, la dignidad y el amor por su país que tiene”.

Cada cual sus amistades. O será que las condecoraciones con elogios se pagan.

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lunes, 14 de mayo de 2007

Decálogo del negociante mercantilista

He aquí, en diez sencillos principios, la receta para ser un buen depredador territorial; en México o en donde se ofrezca.

Primer mandamiento: El mercado es un territorio de tu propiedad exclusiva, incluidos todos los “excedentes” que les puedas sustraer a las piezas de caza que ahí habitan; también conocidas como consumidores o contribuyentes. “Excedente” es todo lo que no es indispensable para la estricta supervivencia de las piezas de caza.

Segundo: Tu primer deber es defender ese territorio de cualquier intruso (importaciones, inversión extranjera, nuevos competidores, inmigrantes) y de cualquier condición que amenace tu exclusividad, sean leyes que fomenten la competencia, sean impuestos que reduzcan tus rentas, sean regulaciones que te impidan cazar a tus anchas.

Tercero: El gobierno existe para defender única y exclusivamente tus derechos adquiridos sobre el territorio de caza. Su misión es establecer sólidas barreras que impidan la entrada a todo elemento perturbador.

Cuarto: El gobierno debe, por tanto, cerrar las fronteras a productos, servicios, trabajadores o inversionistas ajenos al territorio. Si el cierre total de fronteras es inviable, el gobierno debe establecer barreras arancelarias – lo mínimo aceptable son aranceles de 500 por ciento- y no arancelarias que impidan el ingreso de elementos nocivos, como mercancías de mayor calidad o más baratas, trabajadores más competentes o inversionistas dotados de mejores capacidades para la competencia.

Quinto: El gobierno, además, debe evitar que tus rentas mengüen por el cobro de impuestos; idear justificaciones y mecanismos – por ejemplo, decretar que tu territorio de caza es “estratégico y prioritario”- que impidan la libre competencia y garanticen tus rentas a través de altos precios.

Sexto: Del mismo modo, el gobierno debe contener los salarios en el mínimo indispensable para que se mantengan los niveles de consumo pero sin afectar tus márgenes de ganancia.

Séptimo: Las aduanas existen NO para facilitar el comercio en beneficio de los consumidores, sino para proteger a los depredadores exclusivos.

Octavo: El gobierno debe facilitar tus labores predatorias mediante créditos blandos o a fondo perdido, con cargo a los recursos públicos.

Noveno: Otorgarás premios a los políticos que apoyen tu exclusividad en el territorio y castigarás a los que amenacen la “integridad” (léase, exclusividad) del mismo territorio.

Décimo: No importa si el gobierno es de derecha o es de izquierda, en ambas posiciones encontrarás políticos dispuestos a cooperar con la salvaguarda del territorio de caza. (A los políticos tampoco les importa).

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domingo, 13 de mayo de 2007

Productividad: “Échale la culpa a la idiosincrasia”

¿Para qué seguimos discutiendo sobre la incompetencia de muchas empresas mexicanas? Ya tenemos la respuesta: Es una condición fatal – dice un ilustre industrial del calzado- producto de la idiosincrasia del mexicano ¡al que no le gusta trabajar! Pobrecitos empresarios, ¿y así quieren que compitan en el mercado global?

El pavor que muchos negociantes mexicanos le tienen a la libre competencia daría para escribir una antología de pretextos disparatados para justificar la incompetencia, el despojo a los consumidores, la protección y el apapacho gubernamental hacia las “empresas nacionales” y hasta el fatalismo sobre la condición del “trabajador mexicano” como un ser holgazán incapacitado genética o racialmente para la productividad.

Cualquier pretexto es bueno para oponerse a la competencia global: Los costos de los insumos, los impuestos, los derechos adquiridos históricamente sobre un territorio (como si se tratase de un coto de caza restringido a una manada específica de predadores) y hasta “la idiosincrasia del mexicano” que, por ejemplo, según dice nada menos que el Presidente de la Cámara Nacional de la Industria del Calzado, Guillermo Márquez, detesta el trabajo. En sus propias palabras – entrecomilladas por el periódico Reforma (requiere suscripción para leerse en línea) del sábado pasado, página 17- “No es lo mismo la idiosincrasia de la gente que quiere trabajar a la del mexicano que ve el trabajo como un castigo y no como una labor que enaltece”.

Supongo que el señor Márquez explicará que millones de trabajadores mexicanos son altamente productivos en Estados Unidos porque, al cruzar la frontera, sufrieron una maravillosa y súbita transformación genética, racial o cultural que los despojó de esa lamentable idiosincrasia holgazana. Supongo, también, que el señor Márquez dirá que cientos de miles de trabajadores mexicanos en México – en industrias competitivas internacionalmente, como ensambladoras de automóviles, de computadoras, de aparatos electrodomésticos, en agroindustrias que exportan tomate, espárragos, pepinos y varios cultivos más, por mencionar unos cuantos casos- perdieron su holgazana idiosincrasia mediante algún artilugio misterioso que aplican los dueños de esas empresas a sus trabajadores: ¿lavado cerebral?, ¿transplante de órganos?, ¿terapia de electrochoques?

El catálogo de excusas para la incompetencia – incluido el agravio a los propios trabajadores- funciona como “argumento” para pedir al gobierno protección y apapachos; para exigir – en realidad- que nadie toque su territorio exclusivo de caza.
Mañana: Un recuento de lo que exigen los depredadores territoriales.

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jueves, 10 de mayo de 2007

Atrapados por fantasmas ancestrales

¿Por qué son tan populares los miedos y los prejuicios contra la migración y contra el libre comercio?

Hace ya muchos años el demógrafo, antropólogo e historiador de la economía Alfred Sauvy (1898-1990) combatía el mito de los límites del crecimiento en el que se empeñaron en formarnos durante la segunda mitad del siglo pasado.

Yo leí la traducción al español de uno de sus últimos libros: “La economía del diablo: paro e inflación” (L’Economie du diable: Chómage et inflation, París 1976) un poco a escondidas, con miedo a que el libro me fuese confiscado, para quemarlo en una hoguera de textos heréticos, por alguno de los jesuitas progre que daban clase en la Universidad y que se esforzaban por “ponerse al día” suscribiendo la moda del momento; imagino que hoy serían profetas apocalípticos del calentamiento global, como antes lo fueron de la explosión demográfica. Antiquísima doctrina: El progreso no existe y si acaso existiese sería malo.

De varias formas, Sauvy insistía en que la tragedia de Francia era su prejuicio antinatalista, tributario de una concepción estática del mundo, de suma cero, en la que si alguien gana algo es porque alguien pierde algo. Ese arraigado prejuicio ve los empleos como espacios físicos limitados a un territorio: si alguien obtiene un empleo, otro u otros lo pierden; la llegada de los jóvenes o, peor aún, de los “otros”, extranjeros, al mundo del trabajo es una agresión que se combate ferozmente.

Los mismos prejuicios ancestrales explican la aversión hacia el libre comercio.

Por su parte, Paul H. Rubin, profesor de Economía y Leyes de la Emory University propone que dichos prejuicios – contra el libre comercio y contra la libre migración de trabajadores, tan fomentados hoy por muchos políticos- son atavismos heredados de una época remota en la que la economía era estática – sin crecimiento- y los horizontes eran tan limitados que uno podía vivir, digamos 50 años, sin haber visto a más de 100 personas en toda su vida.

La sugerente hipótesis de Rubin es que tales prejuicios surgieron como “instinto” de supervivencia en un mundo en el que sólo existía la “suma cero” y quien ganaba algo era porque se lo había quitado a otro, fuese un empleo, fuese una utilidad.

Nuestros prejuicios están anclados antes del siglo XVIII. Son fantasmas que no han evolucionado y alimentan odios y temores antiquísimos en contra del progreso.

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miércoles, 9 de mayo de 2007

¿Aprendimos?

Las atrocidades del totalitarismo, por desgracia, volveremos a cometerlas o a sufrirlas. Tal parece que no aprendimos. Tal parece que millones de “civilizados” seres humanos siguen apostándole, en lo más íntimo, a la exterminación de los contrarios, como quien le apuesta a un purificador sacrificio ritual “por el bien de la causa”.

Quizá, como escribió Carlos Marín, a partir del martes 8 de mayo de 2007 dejó de haber presos políticos en los reclusorios de la capital mexicana. Se dice y se escribe fácil, pero eso – puntualmente cierto- es una enormidad y una vergüenza.

Basta considerar que millones de mexicanos dieron su voto hace unos cuantos meses – con más o menos entusiasmo- para que fuese Presidente del país quien fue, según todas las evidencias, el autor intelectual de esa barrabasada: Andrés Manuel López Obrador.

Desde luego este vergonzoso caso mexicano parece minúsculo si se le compara con el conjunto de atrocidades que se cometieron en el siglo XX en nombre de ideologías totalitarias. Empalidece, pero obedece a la misma lógica de que “el bien de la causa” lo justifica todo, incluyendo – si es preciso y si se puede- la eliminación de los “traidores a la causa”.

Al final de su valiente y documentado libro sobre el “Gulag” soviético, Anne Applebaum hace un diagnóstico descarnado de la situación actual en Rusia – olvido y desdén mayoritario por los sufrimientos infligidos a millones por la dictadura soviética y, en no pocos casos, añoranza por esos viejos tiempos de mano dura y orgullo nacionalista e imperialista- y advierte que no escribió ese extenso memorial de atrocidades, como dice el cliché, “para evitar que vuelva a suceder”, sino conciente de que volverá a suceder: “Las filosofías totalitarias han tenido y siguen teniendo un gran atractivo para millones de personas. Destruir al ‘enemigo objetivo’, como lo expresó Hannah Arendt, permanece como el fin fundamental de muchas dictaduras. Necesitamos saber por qué – y cada relato, cada recuerdo, cada documento en la historia del Gulag es una pieza del rompecabezas, una parte de la explicación. Sin ellos, un día nos despertaremos y nos daremos cuenta de que no sabemos quiénes somos”.

¿Aprendimos? No. No aprendimos. Al menos sepamos reconocer el huevo de la serpiente cuando lo veamos.

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martes, 8 de mayo de 2007

Perdieron “los buenos sentimientos”, ¡ya era hora!

Hay una esperanza para Francia: Que efectivamente Nicolás Sarkozy sea, como pareció ofrecerlo, un político que no quiera disputarle a la izquierda, en la imaginación de la gente, el “monopolio del corazón”.

En 1974 Valery Giscard D’ Estaign (“derecha” para usar las etiquetas) le dijo a Francois Mitternad (“izquierda” para seguir con las etiquetas) una frase memorable y definitoria: “Usted no tiene el monopolio del corazón”. Desde que la “derecha” francesa, con D’ Estaign y después con Chirac, se dio a la tarea de arrebatarle a la “izquierda” el monopolio de la “bondad” Francia se metió en el pantano de las políticas públicas desastrosas, dictadas por las emociones, no por la razón.

Las altas tasas de desempleo, la precariedad de unas finanzas públicas lastradas por las promesas siempre en aumento del “Estado de Bienestar”, la esquizofrenia de una política migratoria que predica la tolerancia pero no tolera la competencia de los inmigrantes en el mercado laboral, la baja productividad de la economía y, por ende, su pérdida de competitividad. Todo eso es producto – involuntario, desde luego, pero también inevitable- de la pelea política por el “monopolio del corazón”.

Parece ser que Sarkozy es de otra raza de políticos de “derecha” – para seguir con las etiquetas-, no pertenece a la clase de la burocracia dorada que egresó de la Escuela de Administración Pública, no le dio miedo revisar críticamente la falsa epopeya de mayo del 68 y cree, si no por principios tal vez por necesidad, que el fortalecimiento de la Unión Europea no radica en el corazón, sino en la inteligencia. Son diferentes, usted sabe.

Si efectivamente Sarkozy no tiene los prejuicios arrogantes en contra de la globalización y de la productividad de los que hizo gala su antecesor, Francia podría recobrar su papel protagónico en el mundo y los franceses tendrán fundadas esperanzas de volver a disfrutar de una economía próspera y competitiva.

Habrá que ver.

Eso del “monopolio del corazón” – característico de los políticos – me recuerda, no sé por qué, las consignas retóricas de “rebasar a la izquierda por la izquierda”.

Lo que produce esa política de maquillajes y afeites, para ganarse las simpatías, suele ser un desastre.

Tal vez los electores franceses ya se cansaron de ese juego hipócrita de los políticos por “conquistar su corazón”. Tal vez.

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lunes, 7 de mayo de 2007

La credulidad agnóstica

Al final el agnosticismo presuntamente racionalista ha desembocado en credulidad supersticiosa. Medir no es saber; etiquetar no es descifrar.

Parecería que seguimos inmersos en la profunda crisis provocada, tal vez, por el escepticismo sensualista de Hume o tal vez, más lejos aún, por la duda metódica de Descartes – a principios del siglo XVII- que marcó la ruptura de la confianza en la capacidad del hombre para descifrar la realidad.

No es el momento ni el lugar (y mi buen amigo Francisco Calderón me acusaría de extraviarme por los “cerros de Úbeda”) para rastrear los orígenes de la credulidad agnóstica que hoy padecemos en todo el orbe. Baste decir, siguiendo a Chesterton (ver, por ejemplo, "The Innocence of Father Brown" disponible en línea), que empezamos por negar el misterio, por parecernos demasiado portentoso, y acabamos presos en el horóscopo del noticiario matutino.

Un ejemplo de esta credulidad agnóstica – lo que sólo en apariencia es un oxímoron – lo tenemos con las discusiones en torno a la despenalización del aborto. Más allá de los alegatos de sociología barata – que menudearon- y de los argumentos estrictamente religiosos – que son impertinentes al discutir políticas públicas en un Estado aconfesional- el punto a dilucidar debiera haber sido cuándo, hasta donde sabemos con certeza, comienza una vida específicamente humana, por una parte, y, por otra, si somos congruentes con la defensa a ultranza de la vida humana que es el pilar de lo que solemos llamar civilización occidental y democracia liberal.

Al final, además de por la vía de los hechos consumados, el asunto se zanjó con una superstición que despreocupadamente se bautizó como científica: Un grupo “x” de autodenominados “defensores de la bioética” decretó que la vida humana empieza alrededor de las 12 semanas de la concepción, alegando que antes de ese punto no había indicios mensurables de “sufrimiento”.

El despropósito salta a la vista: La vida humana no es tal si yo – presunto científico- no puedo constatar con mis herramientas disponibles la existencia de lo que he denominado arbitrariamente “sufrimiento”, que a su vez consiste, ¡tremenda petición de principio!, en tales o cuales signos (por ejemplo, aceleración del ritmo cardiaco) que arbitrariamente he decretado que definen el “sufrimiento”.

Las consecuencias de esta superstición agnóstica son brutales: El Holocausto jamás existió, el asesinato de millones en la Unión Soviética tampoco porque no hubo ahí un electrocardiógrafo o un electroencefalógrafo que los registrase.

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sábado, 5 de mayo de 2007

Ya tenemos nuestros “tontos en pelotas”

Se desnudan gratis pero en muchedumbre. La tontería no alcanzaría el grado de sublime si lo hiciesen por paga y en solitario.

Lo encontré. Es uno de los artículos más divertidos que he leído. Se publicó el 11 de junio de 2003 en el diario ABC de España y lo escribió Alfonso Ussía. Se llama “Tontos en pelotas” y puede encontrarse en la hemeroteca del diario en Internet. Léanlo, es gracioso de principio a fin.

Ussía se pitorrea de las siete mil tipas y tipos que en Barcelona por aquellas fechas posaron desnudos para el fotógrafo Spencer Tunick, quien ha encontrado una minita de oro en esa afición por el despelote masivo y gratuito, revestido – vale la paradoja- de arte, de expresión de pulsiones primigenias, de rebeldía antisistema y demás patrañas que se les ocurran.

De tan sencillo el método de Tunick parece increíble: Anunciar su arribo a una ciudad, venderle a las autoridades “progre” de la aldea – nuestro afrancesado remedo de alcalde, por ejemplo, o el progre rector de la maximísima casa de estudios- la propuesta de que vestiría – que vale la paradoja- mucho a la Ciudad un “evento” tan encomiado por la progresía planetaria, como este de los tontos en pelotas posando para la cámara, abrir un sitio en la red para que se inscriban los multitudinarios tontos que desean encuerarse pero les da pena hacerlo en solitario, y les daría aún más pena cobrar por ello, y negocio hecho…para el fotógrafo y para las progre-autoridades que suman el despelote masivo a otras conquistas progresistas, como el baile de las quinceañeras, los areneros gigantes para soñar con las playas o los paseos en bicicleta de los primeros lunes del mes (versión progre de la reaccionaria costumbre de la comunión de los primeros viernes; con ambas se pueden hacer hermosos ramilletes espirituales).

Lo único malo es que las progre-autoridades de la capital mexicana sufrieron un inopinado ataque de pudor derechoso y cerraron todos los accesos a la plaza para evitar el arribo de mirones. ¡Qué chiste! Te encueras en la plaza y sólo el fotógrafo Tunick le puede sacar provecho al asunto.

¿O sería, en lugar de pudor, una barrera de entrada para que eventuales competidores de Tunick no pudieran aprovecharse de la oferta de los tontos en pelotas? El negocio es el negocio.

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Francia: Motivos para celebrar

...Y sentimientos encontrados.

Por favor, no se pierdan el genial comentario de Johan Noberg, el paladin sueco de la globalización, que pueden leer AQUÍ.

Mi versión del mismo asunto: Celebremos que se acabó, por fin, la era de Monsieur Chirac, el campeón del proteccionismo, el antiliberalismo, la hipocresía chauvinista y la corrupción.

En las anteriores elecciones lo salvó nada menos que la amenaza de Le Pen. Era preferible votar por el idiota (Chirac) que por el abiertamente fascista (Le Pen) y no en balde cuentan las malas lenguas que el verdadero lema de campaña de Chirac fue:
"Voten por mí o si no iré a la cárcel".

Chirac se va protegido con una coraza de impunidad. Igualito que en otras latitudes. Igualito que algunos políticos en activo en México.

Por otro lado, Norberg tiene razón: Quien quiera que gane mañana en Francia - y todo indica que ganará Sarozky- los franceses tendrán un Presidente intervencionista que los "protegerá" de la temible "globalización". En dos palabras: Estarán fritos.

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jueves, 3 de mayo de 2007

Compartir los frutos de la productividad

El libre comercio promueve la especialización de cada cual, de acuerdo con sus ventajas competitivas y comparativas. La especialización es el óptimo arreglo de los factores de producción disponibles en determinado momento y el resultado de ese arreglo óptimo – relativo, no absoluto- es la generación de valor que el intercambio disemina.

Algún buen amigo y economista me ha hecho notar, respecto del artículo de ayer, una imprecisión técnica que merece corregirse: Como tal el libre comercio no puede modificar el índice general de precios, sino tan sólo los precios relativos. Así es, la expresión correcta debió haber sido que el libre comercio además de disminuir los precios relativos (por ejemplo, del tomate respecto del maíz, sabiendo además que el primero se comercia libremente en tanto que el segundo está sujeto a restricciones comerciales) puede ocasionalmente incidir en el nivel general de precios cuando el intercambio de bienes trae aparejada una modificación en los factores de producción – productividad- que disemina sus beneficios en prácticamente toda la economía.

Hecha la aclaración, insisto en que frecuentemente desdeñamos el formidable potencial del comercio libre como generador de bienestar. Lastimosamente buena parte de los políticos en el mundo están desempolvando prédicas proteccionistas y mercantilistas a veces en busca de votos y más frecuentemente en busca de dinero: aportaciones de cazadores de rentas a quienes favorecen las restricciones a la libertad de comercio.

Tanto en Hispanoamérica, como en Estados Unidos, como en la Unión Europea, como en Japón – por mencionar los casos más conocidos- tales grupos son fáciles de identificar por su protagonismo propagandístico; productores agrícolas, fabricantes de ropa y textiles, siderúrgicas, empresas de transporte o de telecomunicaciones…

Lo que nos están robando tales políticos es invaluable. Nos están impidiendo la oportunidad de participar de los frutos de la productividad mundial. Cuando en México, por ejemplo, los transportistas de carga se quejan de que hay demasiados oferentes en el mercado y se rehúsan a competir con sus similares del extranjero, simple y llanamente nos están diciendo a los consumidores: “Me opongo a que te beneficies de las habilidades, del talento, de los conocimientos o de los esfuerzos de otros. Exijo que permanezcas atado a mi improductividad”.

Cuando los políticos promueven y hacen leyes que “protegen” a determinados productores o gremios elevan a decreto la pobreza y la improductividad.
Debemos ser masoquistas porque, además, les pagamos por hacerlo.

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miércoles, 2 de mayo de 2007

El libre comercio disemina la productividad

Pensar que las bondades del libre comercio se reducen a la generación de menores precios relativos es perder de vista la esencia de los intercambios comerciales en un sistema de libre competencia: Diseminar productividad y, con ella, bienestar.

Entre algunos economistas, por demás brillantes, prevalece cierta visión estrecha de la derrama de bienestar que provoca el libre comercio. Por ejemplo, en su flamante weblog Dani Rodrik, profesor de Economía Política Internacional de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard, ha sostenido que los efectos benéficos del libre comercio se suelen magnificar, ya que en realidad el libre intercambio de bienes y servicios incide sólo en una disminución de precios relativos, pero no del nivel general de precios y, por tanto, no en el bienestar del conjunto.

A mi juicio Rodrik, cuya tesis ha sido criticada en diversas bitácoras en la red (entre otras, Daniel Drezner 27 de abril y Café Hayek, 30 de abril), comete un típico error de especialista académico: Ver sólo una pequeñísima parcela de la realidad.

Por supuesto el libre comercio genera disminuciones de los precios relativos, pero también puede hacer que disminuyan los precios absolutos, en la medida que el libre comercio disemina productividad. Lo que Rodrik está desdeñando es la esencia del desarrollo económico que es la generación de valor a través de la productividad. El fenómeno de la productividad lo mismo procede gradualmente que mediante saltos que trastornan todo el proceso circular de la economía, por ejemplo: Internet, la invención de la máquina de vapor, la invención del contenedor para transporte de carga…

Entre noviembre y diciembre de 2005 publiqué una serie de seis artículos (“Para superar el siglo XIX”) como relectura – en términos del fenómeno de la productividad- de la gran obra de Joseph Schumpeter: Teoría del Desarrollo Económico (1911), que realiza con el concepto de “destrucción creativa” una de las más acertadas disecciones analíticas del fenómeno de la creación de riqueza.

Por desgracia aun especialistas talentosos desdeñan el papel diseminador de la productividad, y por ende del bienestar, que desempeña el libre comercio, no obstante las brillantes intuiciones de Adam Smith y David Ricardo.

Tal vez esta miopía se entienda si consideramos lo que escribió el propio Schumpeter: “El desarrollo económico no es un fenómeno que se pueda explicar sólo económicamente”. No en vano, Smith y Ricardo fueron, antes que economistas, atinados filósofos.

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martes, 1 de mayo de 2007

El bioetanol más caro del mundo

¿Qué pasará si en México se establecen “estímulos” gubernamentales a la producción de etanol a partir de la caña de azúcar, sin una verdadera reforma energética y sin modificar las condiciones de improductividad por decreto que privan en la industria azucarera? Muy sencillo: Tiraremos miles de millones de pesos para producir el etanol más caro del mundo.

Es atemorizante el entusiasmo que manifiestan los líderes cañeros ante la perspectiva de utilizar en México la caña de azúcar para producir etanol. Contrasta con el escepticismo que expresan los dueños de los ingenios azucareros respecto del mismo sueño.

Los líderes cañeros advierten que el proyecto es factible siempre y cuando se garanticen estímulos gubernamentales – subsidios directos o indirectos- y se mantengan las actuales condiciones que obligan a los industriales a pagar por la caña un porcentaje superior al 50% del precio del azúcar en el mercado doméstico, precio que continua – por cierto- más de 150% por arriba del precio internacional del azúcar.

Si se hiciese realidad el proyecto de los líderes cañeros México produciría el etanol más caro del mundo. Caro en costo de producción, caro para Pemex que sería el comprador forzoso y, por supuesto, caro para los consumidores y para los contribuyentes. Tan caro sería el bioetanol mexicano que el escandaloso caso del bioetanol estadounidense a partir de maíz parecería un pecadillo menor.

El gobierno de Estados Unidos subsidia con 52 centavos de dólar por galón la producción de etanol a partir de maíz. Tal subsidio en realidad es la mejor garantía de precios más altos para el maíz. No es una política ambiental sino un ingenioso mecanismo de proteccionismo agrícola, manipulación de precios en los mercados, despojo a los consumidores y pago de favores político-electorales en la más pura lógica mercantilista.

No sería extraño que en México, la poderosa Unión de Cañeros – y la CNC, que es el pariente pobre- imaginen un mecanismo similar de subsidio “verde” que, sumado a los desastrosos convenios laborales y a la legislación aberrante que priva en la industria azucarera, junto con la garantía de un comprador forzoso para el etanol (el monopolio de Pemex), sería para ellos una nueva mina de ganancias inagotables.

Si alguien no los detiene, produciremos el bioetanol más caro e inútil del mundo.

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