jueves, 24 de noviembre de 2005

Para superar el siglo XIX

La más rica y provechosa discusión política, aquí y ahora, debe ser la de las fórmulas y los ingredientes de lo que he llamado “saltos en la productividad”, siguiendo las ideas generales de Schumpeter.

1.
Antes las guerras se ganaban con superioridad numérica y capacidad destructiva, ahora se ganan con superioridad tecnológica y capacidad de limitar la destrucción a lo estrictamente indispensable – “guerras de precisión quirùrgica”. Hoy hay mucho menos conflictos armados en la medida que el comercio globalizado abate las barreras fronterizas (ver como ha disminuido el número e intensidad de los conflictos armados en el planeta), sin embargo muchos análisis permanecen anclados en esa visión territorialista y de superioridad numérica del siglo XIX y también muchas concepciones de la política internacional se siguen expresando en términos belicistas y decimonónicos, no – como debiera ser, si nos pusiésemos al día- en términos de competencias productivas.
En las discusiones acerca de las políticas públicas, los negocios, las relaciones comerciales, el buen gobierno corporativo en las empresas, nos pasa otro tanto: Seguimos hablando con terminología caduca y siendo rehenes de concepciones obsoletas.
Para superar el siglo XIX deberíamos emprender el análisis y la discusión del fenómeno de la productividad. ¿Cómo se genera, en qué consiste, ese cambio cuantitativo y cualitativo en las condiciones de la economía que hace surgir a nuevas empresas globales líderes – digamos, Toyota- y hunde a los antiguos gigantes, como General Motors?, ¿qué instituciones y marcos jurìdicos requieren los países para ocupar los primeros lugares en la carrera de la productividad?
Una primera observación, parrafraseando lo que Locke decía acerca del lenguaje y el significado, y que aquí aplicamos al fenómeno clave de la productividad y más especìficamente a los llamados “saltos en la productividad”:
En la operación exitosa de los emprendimientos económicos todos los ingredientes son materiales, salvo el más importante que es la productividad
.
Apurando el símil: La productividad en su origen es la creación de un nuevo lenguaje, de una novedosa arquitectura de los factores de la producción que permite hacer más con menos, hacer mejores cosas con los mismos elementos, hacer más en menos tiempo.
El origen de la productividad es inmaterial y reside en la capacidad de abstracción – lógica y matemática – del ser humano. Del mismo modo que en el lenguaje humano todo es material (vibraciones en el aire, signos en un papel o en la pantalla de una computadora, pulsos de energía eléctrica a través de una red), salvo el ingrendiente esencial que es el significado.
Alguien imagina, fabrica mentalmente, un nuevo acomodo para las piezas del rompecabezas, que permitirá obtener un mayor rendimiento de los factores de la producción (en ocasiones esos saltos de la productividad, cada vez más frecuentes en la historia humana, obtienen un rendimiento que multiplica varias veces el rendimiento anterior), pero ese alguien ¿qué necesita para idear esos cambios?, ¿qué entorno propicia ese proceso de destrucción creativa?

2.
Generar productividad es una operación netamente intelectual, que requiere un conocimiento abstracto – desmaterializado – del proceso de producción. El dinamismo, entonces, proviene de la inteligencia, no de los recursos materiales.

Si algún hallazgo de la ciencia económica es pertinente para explicar los grandes éxitos de las nuevas empresas de la sociedad del conocimiento – tomemos el caso paradigmático de Google – es la Teoría del Desarrollo (desenvolvimiento para algunos traductores) Económico de Joseph Alois Schumpeter. Y en esa obra decisiva de Schumpeter hay una frase clave que dice:
El desarrollo económico no es un fenómeno que se pueda explicar sólo económicamente.

¿Por qué? Porque entender el fenómeno de la evolución dinámica de la economía, generada por los cambios tecnológicos y por el conocimiento en general, requiere incursionar en los terrenos filosóficos de la teoría del conocimiento o gnoseología, así como en la antropología. Y esto es así, porque es precisamente el talento innovador del empresario (inventor, tecnólogo, personaje que se mueve por diversos incentivos, desde la ambición hasta la curiosidad, pasando por el reconocimiento ante sus pares) lo que explica esos grandes saltos en la productividad que dan lugar a períodos caracterizados por disminuciones espectaculares en los costos de producción y por ende en los precios al consumidor, mejoras sustanciales en la capacidad de los productos o servicios ofrecidos, mayores márgenes de utilidad para los accionistas de las empresas innovadoras y, a la postre, una espectacular mejoría en el bienestar que NO puede explicarse sólo por la teoría económica usual del equilibrio.
De hecho, es justamente lo contrario: Un desequilibrio venturoso, una destrucción creativa.
Enfrentado el investigador a este fenómeno único de la capacidad humana para innovar y progresar – no sólo en avances graduales, sino mediante episodios más o menos extraordinarios de saltos espectaculares- es preciso dilucidar la esencia (lo que hace que sea lo que es) de la innovación o, dicho en términos de la fenomenología de Edmund Husserl, el noumeno que persiste tras el “fenómeno”.
Esa esencia no puede ser sino intelectual, una muestra de la capacidad humana de discernir, precisamente, lo esencial de un proceso productivo, despojarlo de sus accidentes o elementos circunstanciales, descomponerlo en sus partes y hallar la causa o las causas eficientes del producto final.
Dicho en términos más familiares a los economistas y empresarios: Descomponer intelectualmente – proceso abstracto – los factores de la producción y ponerlos en crisis para descubrir nuevas potencialidades que podrían provenir de: Sustituir algún factor de la producción oneroso por otro más rentable o eficaz, eliminar factores (procesos, procedimientos, insumos) innecesarios o hasta ruinosos, alterar el orden de los factores (un nuevo acomodo de los mismos) de forma que, al contrario de lo que dice la regla matemática clásica (“el orden de los factores no altera el producto”), el producto final sea mejor y/o más barato para el consumidor.

3.
Un caso entre muchos de salto en la productvidad y de cómo la innovación debe estar enfocada, para ser exitosa, en lo que necesitan y buscan los consumidores.

Ir a la esencia del propio negocio – desechando en el análisis los elementos accesorios o circunstanciales – es el primer paso. Los iniciadores de Jet Blue, ejemplo de línea aérea exitosa de bajo costo, empezaron por entender que el negocio de las líneas aéreas es de uso intensivo de capital. La empresa produce rendimientos cuando los aviones están en el aire y ocupados por pasajeros. A partir de esta constatación básica Jet Blue innovó con éxito en el negocio del transporte aéreo de pasajeros (un buen resumen de las razones de su éxito aquí) y estableció, por encima de cualquier otro indicador de la productividad de su capital (los aviones) el siguiente: Horas promedio diarias en las que cada nave está operando (en vuelo y transportando pasajeros) logrando en 2002 un coeficiente de 12.9 horas por día.
Nótese que este indicador de eficiencia o productividad se expresaría aún mejor hablando de “horas efectivas de servicio al consumidor” (y aquí sigo a Schumpeter, cuando dice que si consideramos la corriente circular del desarrollo económico encontraremos que el consumidor de pan, lo es en realidad de tierra, de fertilizantes, de maquinaria empleada en el cultivo y demás). Al consumidor de transporte aéreo no le sirve la empresa mientras éste está en la línea de espera para abordar o haciendo fila en una oficina para adquirir su boleto; todos esos son tiempos muertos que van en contra de la utilidad de la empresa, porque van en contra del beneficio al consumidor. Una estrategia usual pero equivocada en algunos negocios es hacer que el consumidor pague por las ineficiencias de la empresa. Pongo un ejemplo específico, en contrario, de la estrategia de Jet Blue:
El consumidor está comprando transporte aéreo seguro, rápido y cómodo, NO está comprando una cena en el avión –entre otras cosas porque el avituallamiento de cada aeronave significa enormes cantidades de tiempos muertos en detrimento del propio consumidor-.

No cualquier innovación, aun cuando parezca espectacular en términos de tecnología, significa un avance en la productividad. Cito un ejemplo de innovación fallida: La firma LG ofrece refrigadores con televisión. Error: No están pensando en el consumidor, a quien no le interesa “ver” la televisión en la puerta del refrigerador, sino en embellecer artificialmente un producto utilitario – el refrigerador- con una ocurrencia tecnológica impertinente. Es el equivalente a las costosas cenas en el avión; en las que la mayor parte del costo no son los alimentos, sino el tiempo perdido de utilización efectiva del bien de capital, que es la aeronave.

4.
Gracias a la existencia de sólidos – y transparentes – mercados de capitales el talento se ha convertido en empresas que han aumentado el bienestar de la humanidad.
Cuando Schumpeter escribió el texto original de su Teoría del Desarrollo Económico (1911) los mercados de capitales estaban en pañales; sin embargo, la genialidad del economista austriaco fue distinguir con claridad que un elemento clave de las exitosas destrucciones creativas es precisamente que exista un mercado activo en el que los talentos puedan transformarse en capitales, y éstos en medios de producción al servicio de las ideas innovadoras.
Tras explicar “el fenómeno fundamental” de la destrucción creativa – capítulo II de su Teoría- Schumpeter se lanza a una larga y cuidadosa explicación acerca de la naturaleza del dinero y la naturaleza del capital (en función, precisamente, del desarrollo o desenvolvimiento económico) en el tercer capítulo de su obra fundamental.
Vale la pena releer, con ojos del siglo XXI, las disquisiciones de Schumpeter acerca del capital. Por lo pronto, tomemos la definición que formula tras un examen cuidadoso:
“Definiremos, por tanto, al capital como la suma de medios de pago disponibles en cualquier momento para transferencia a los empresarios”.

Atención: No es “crédito”. El crédito, advierte el propio autor, se traduce para el empresario, en el mejor de los casos, en “préstamo” no en adquisición de los medios de producción técnica para realizar la idea innovadora. El crédito y la banca tradicional actúan – advierte – en el terreno cotidiano de “la corriente circular” de la economía, como crédito al consumo o como crédito para subvenir las necesidades ordinarias de una empresa en funcionamiento (por ejemplo, crédito descontando facturas de ventas ya hechas pero aún no liquidadas al empresario), en tanto que el capital se inscribiría, por el contrario, en el mismo proceso de desarrollo o desenvolvimiento económico, como un agente específico que transfiere al innovador, asociándose con él, medios de pago para adquirir los medios de producción técnica necesarios para la innovación.
Es claro que las definiciones de Schumpeter podrían resultar, apenas salidos del siglo XIX, cuando menos extrañas o complejas. La ausencia en su tiempo de mercados de capitales desarrollados tal como ahora los conocemos hacía difícil entender a qué se refería el economista austriaco cuando insistía en distinguir el par “crédito y dinero” del par “inversión y capital”. Hoy esta distinción es común y fácilmente entendible. Lo que merece rescatarse del pensamiento original de Schumpeter es su énfasis en definir el capitalismo como el sistema – el único sistema – que permite el desarrollo económico y no sólo la persistencia o subsistencia de la vida económica. Es decir, el secreto del capitalismo para Schumpeter consiste en esa asociación venturosa entre el talento innovador y el capital para que nuevas combinaciones entre los factores de la producción tengan lugar y provoquen, a la postre, un salto en la productividad que derrama sus beneficios en toda la economía.

5.
La mayoría de las empresas exitosas, altamente productivas y globales que han surgido en las últimas tres décadas – especialmente las basadas en lo que llamamos “capital intelectual”- tienen en común que se han consolidado gracias a un mercado de capitales eficiente, moderno, transparente y democratizado.

¿Qué tienen en común emprendimientos exitosos como Microsoft, Apple, Yahoo!, Wal-Mart, Jet Blue, Google, Amazon, E-Bay y tantos otros? Tienen en común que nacen de ideas o tecnologías innovadoras, que han incrementado sustancialmente la productividad de la economía del planeta y que todos se han consolidado gracias a la venturosa sociedad entre talento y capitalistas mediante mercados de capitales eficientes, modernos, transparentes y en los que la propiedad se encuentra dispersa en numerosos inversionistas, especialmente “inversionistas institucionales”.
Le pido al lector que tenga en mente, a lo largo de lo que resta de esta serie de artículos (y especialmente en lo que se refiere al mercado de capitales) las siguientes citas de Schumpeter:
“En un sistema económico sin desarrollo (desenvolvimiento) no existe, por tanto, el capital; o expresado en otra forma, no cumple el capital sus funciones características, no es un agente independiente. O, dicho en otros términos, aún no constituyen capital, allí, las varias formas de poder adquisitivo general; son simplemente medios de cambio, medios técnicos para llevar a cabo los cambios acostumbrados”
“… en la realización de nuevas combinaciones el dinero y sus sucedáneos se convierten en factores esenciales, y lo expresamos denominándolos capital”
“…el capital es un concepto del desarrollo (desenvolvimiento), al cual no corresponde nada equivalente en la corriente circular”
“El capital es, por tanto, un agente en la economía de cambio…No existe, en consecuencia, en nuestro sentido, sino capital privado y no capital social”.

De estas concepciones del capital, y del mercado de capitales, se deriva que, a diferencia del negocio propiamente bancario (depósitos y préstamos) en el que los riesgos están acotados por garantías preestablecidas, los riesgos que asume el inversionista en el mercado de capitales – al asociarse a un proyecto innovador – son los mismos que asume el emprendedor con respecto de su idea productiva: Son riesgos más altos – o, al menos, de naturaleza muy diferente -, pero los rendimientos exigidos y esperados del proyecto innovador (sinónimo schumpeteriano de “destrucción creativa” o “desenvolvimiento económico”), son también mucho más altos.
La destrucción creativa se caracteriza por generar rendimientos extraordinarios para el innovador o empresario y el “gancho” que atrae al capitalista, para financiar al innovador, es compartir esos altos rendimientos. De ahí que parezca perfectamente lógico el hecho, comprobado empíricamente, de que los rendimientos en el mercado de capitales son a la larga mucho más altos que los rendimientos del mercado de dinero.
Se nos plantea aquí una interrogante que trataremos de dilucidar: ¿Cómo neutraliza los riesgos el mercado de capitales si no existen garantías preestablecidas? O, dicho de otra forma: ¿Qué distingue a un prestamista de un socio?

miércoles, 23 de noviembre de 2005

Un terreno parejo de juego

Los gobiernos no deben meterse a la cancha a jugar o a manipular el marcador. Su deber es nivelar el terreno de juego para que las personas puedan desarrollarse libremente en igualdad de condiciones. Recuérdese que igualdad de condiciones NO es en absoluto igualdad en los resultados.

“Ya me cansé de besar sapos en vano, sin que aparezca un príncipe azul”
dice más o menos – confio en la traicionera memoria- una canción de Shakira. El símil parece ajustarse a la frustración que sufrimos los electores en casi todo el mundo, a quienes en épocas electorales se nos proponen – para ser besados, para ser votados- personajes políticos llenos de promesas y de buenas intenciones.
Pero el símil es erróneo en la medida que eso – apostarle a los personajes y a los carismas deslumbrantes – NO es la democracia. La frustración será inevitable si depositamos las esperanzas en que “él sabe cómo hacerlo”, le damos nuestro voto y nos desentendemos del asunto…hasta la siguiente amarga decepción y hasta la siguiente promisoria elección en la que un sapito más o menos adecentado por la propaganda nos prometa que ahora sí las cosas van a ser diferentes. Error. Volvamos al inicio.
Primero, ¿para qué el gobierno? La respuesta no es para que seamos felices (incluso, a pesar nuestro o en contra de nosotros mismos), sino para garantizar unas cuantas cosas fundamentales: Respeto a la vida, a la propiedad, a los contratos y, desde luego, a la libertad de los ciudadanos. Nada más y nada menos.
Vistas así las cosas, no se trata de seleccionar potenciales prìncípes azules entre una legión de horrendos sapos, sino de elegir, en el mejor de los casos, a quien garantice – por sus principios y por sus propuestas – esas garantías básicas; o de seleccionar, entre los sapitos propuestos, a quien menos daño pueda hacer a esas condiciones básicas.
Otra forma de referirse a esas condiciones básicas – Estado de Derecho, libertad de mercados, respeto a los derechos de propiedad – es con el símil del terreno de juego nivelado. El gobierno NO debe decidir quién ganará en la cancha de juego, ni siquiera debe establecer reglas para beneficiar a unos – supuestamente débiles- en contra de otros –supuestamente fuertes. Debe garantizarnos reglas iguales para todos los jugadores y que el terreno de juego no se incline a favor de alguien porque presiona más, grita más o hasta extorsiona.
En algunos países como México la cancha de juego sigue llena de irregularidades que impiden un buen juego (y digo “bueno” tanto en el sentido ético, como productivo) y penosamente se arreglan algunas irregularidades del terreno, cuando ya surgieron otras. La tarea del gobierno debe limitarse a emparejar, lo más rápidamente posible y sin titubeos, la cancha de juego.
Los sapos, desengañémonos, NO se convierten en príncipes apuestos. Desconfiemos de esos prospectos de gobernantes que se desentienden de la tarea de nivelar la cancha de juego y se presentan como futuros goleadores. Recordémosle a esos batracios que ellos no juegan, sino nosotros.

martes, 22 de noviembre de 2005

México y el mundo: La brecha se sigue abriendo

Dos ejemplos dramáticos de por qué México está perdiendo el tren de la prosperidad.

A pesar de que el gobierno chino bloquea el acceso a determinados sitios de la internet, China es el segundo lugar mundial en número de suscriptores a servicios de banda ancha para conectarse a la red, con 35.9 millones; el primer lugar es, como era de esperarse, Estados Unidos con 46.9 millones de suscriptores. Pero, ojo, el verdadero líder en conectividad eficiente a la red –suscriptores per capita-, es Corea del Sur, quien tiene 13.1 millones de suscriptores a banda ancha para una población de unos 48 millones.
México no pinta en este ranking de los 15 primeros países en banda ancha, a pesar del tamaño de su economía, del tamaño de su población y de su vecindad con Estados Unidos (que, para efectos prácticos, debería verse, ¡por Dios!, como una ventaja y no como un obstáculo). De hecho, las estadísticas mexicanas son engañosas. Hace poco la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) difundió un boletín de prensa donde se decía que más del 70 por ciento de los usuarios de internet en México, calculados por la propia fuente en la increíble cantidad de 17.1 millones de personas, se conecta a la red por banda ancha. Lo que daría aproximadamente 12 millones de usuarios de banda ancha; pero esta estadística es totalmente engañosa porque no es lo mismo usuarios (alguien que al menos una vez “entró” a la red) que suscriptores y seguramente, como especula Eduardo Arcos en el blog “alt1040”, están contando aquí las conexiones en cafés, escuelas o universidades o las “falsas” conexiones a banda ancha que se venden como si fueran tales (Verbigracia: Servicios de conexión mediante cable a sólo 64 kilobits por segundo). Lo cierto es que Telmex – uno de los principales proveedores en México de banda ancha- reportó hace cuatro meses que llevaba vendidas menos de 700 mil suscripciones a su servicio (ADSL).
Segundo ejemplo: En México las últimas ofertas primarias de empresas en el mercado de valores promediaron tres mil participantes (compradores), mientras que el promedio en mercados de valores medianamente desarrollados es de cientos de miles de compradores. Otro dato para documentar nuestro pesimismo: En México una de cada 100 personas invierte en Sociedades de Inversión, en España lo hace una de cada cinco personas y en Estados Unidos una de cada tres personas (datos mencionados ayer en la XVI Convención del Mercado de Valores por Jonathan Davis, presidente de la CNBV).
Estas graves limitaciones mexicanas a la productividad (y por tanto al bienestar) no provienen de la geografía o de otra causa insalvable, provienen de un deficiente marco institucional, legal y regulatorio, que muy pocos – dos, a lo sumo tres- pero muy poderosos jugadores impiden modificar.
Estos cambios, bien hechos – sin chanchullos de última hora como algunos quieren hacer con la Ley del Mercado de Valores-, urgen.

Persona y propiedad

El respeto a los derechos de propiedad no sólo es indispensable para que una economía sea próspera, también está en el raíz del respeto a la inviolabilidad de la persona.

Desde que los seres humanos tenemos noción de nosotros mismos – desde que hay, pues, historia- el robo ha sido condenado como un delito. Esto sucede porque la noción de propiedad es consustancial a la noción de persona libre, dueña de sus decisiones, de sus apetencias, de sus actos. Dueña de su vida. Y quien dice libre dice, también, responsable.
Cuando se nos propone – desde cualquiera de las creencias e ideologías colectivistas que pululan en el planeta- que la propiedad esté subordinada a los fines del Estado o a cualesquiera otras querencias “colectivas” (determinadas por una autoridad que se erige a sí misma como única intérprete autorizada de lo que le apetece a esa entelquia colectiva), se nos está proponiendo que renunciemos a nuestra calidad de personas libres y responsables – dueñas de sí mismas – para perdernos en una masa impersonal, moldeable al gusto del tirano en turno.
Preguntaba San Pablo – es una cita memorable que nos recuerda nuestra precaria condición de creaturas- ¿qué tienes tú que no lo hayas recibido? Y todos hemos de responder, a fuerza de ser honestos: Nada. Todo lo hemos recibido, empezando por la vida. Pero todo eso se nos ha dado como posesión, de la que somos responsables.
Nos poseemos, ante todo, a nosotros mismos. De ahí que veamos justamente como una tragedia la pérdida de nuestro personal e indiscutible señorío sobre nosotros mismos – libertad- cuando terminamos como esclavos de tal o cual pasión, de tal o cual atadura – adicciones sería el nombre que hoy se usa- que nos impide ser quienes queremos ser.
Asi pues, cuando se atenta contra los derechos de propiedad se atenta contra la misma naturaleza libre del ser humano. No es poca cosa lo que perdemos cuando se ataca nuestro derecho a poseer; nos despojan de nosotros mismos.
Dicho lo anterior, bajemos la reflexión al terreno cotidiano donde se comprueba empíricamente que sin derechos de propiedad, no sólo no hay libertad sino que se cancelan las oportunidades de progreso y de bienestar para los hombres individuales – personas – y para las sociedades.
Nunca ningún país ha logrado un crecimiento económico sostenido y el bienestar que se desparrama sobre toda su población desdeñando o violando los derechos de propiedad. Nunca ningún país ha sido libre – y la libertad se encarna en cada persona, no en entelequias retóricas- sin respeto a los derechos de propiedad.
Están entonces más que justificadas la preocupación y alarma cuando escuchamos, como ahora, a políticos en busca del poder cuyas propuestas atentan – de raíz – contra los derechos de propiedad. Y me refiero, por supuesto, a las propuestas de Andrés M. López. Está en juego demasiado: La prosperidad del pais, la capacidad de cada cual para formar un patrimonio – y ser dueño de su futuro- y, lo más importante: Nuestra condición de seres libres.

domingo, 20 de noviembre de 2005

Avisos presentes sobre robos futuros

Los argumentos que han esgrimido el candidato del PRD y el jefe de gobierno de la capital para oponerse a un fallo de la Suprema Corte de Justicia, que defendió los derechos de propiedad, son espeluznantes.

Un amigo, Juan Pablo Roiz, me envió el viernes por las tarde un escrito en el que infiere, con lógica impecable e implacable, que tanto el actual jefe de gobierno del Distrito Federal como su antecesor tienen una noción de los derechos de propiedad prácticamente igual a la de los rateros. El escrito de Roiz – que, supongo, se difundirá en el sitio www.asuntoscapitales.com/ donde él escribe cada semana – me dejó seriamente preocupado.
Horas después otro amigo, Artemio Estrella, me envió desde Monterrey otro escrito en el que se pregunta: “¿Adiós a la propiedad privada?” al reflexionar sobre las reacciones de algunos distinguidos perredistas ante el fallo de la Suprema Corte de Justicia que declaró ilegal e inconstitucional la expropiación que hizo el gobierno de la capital de nueve predios a favor de una empresa mercantil cooperativa – Pascual- y en contra de la legítima propietaria de los mismos (ver en www.elobservante.com/ ).
Un tercer escrito, enviado por un tercer amigo – Gerardo Valdés – simplemente refiere algunas de las alarmantes declaraciones del actual Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, sobre este asunto. Cito y subrayo por qué dice Encinas que rechaza el criterio de la Corte: Porque es un “criterio de que el derecho a la propiedad privada, limitado por el mandato del artículo 27 Constitucional, a nuestro juicio, en esta situación se coloca por encima del derecho a un trabajo digno y socialmente útil, y se coloca por encima de la obligación del Estado de promover la creación de empleos, como lo establece el artículo 123 de la Constitución".
Con todos sus defectos, la Constitución mexicana NO dice lo que supone Encinas que dice. Además, la primera obligación del gobierno que encabeza Encinas es proteger los derechos de propiedad en toda circunstancia y en todo momento. Obligación incumplida, como es notorio.
El autor original del enredo, Andrés M. López, quien como jefe de gobierno expropió sin causa de utilidad pública los terrenos, ahora en su papel de candidato a la Presidencia lamenta “la falta de sensibilidad social” (sic) de la Corte que no avaló su desatino y apoya que el gobierno (supongo que el de la capital) gaste recursos del erario ¡para comprar los terrenos y dárselos a la empresa mercantil de sus simpatías!
Me doy. Que en el edificio de gobierno de la capital, entonces, pongan un gran aviso: “Aquí se roba” y que en la campaña del señor López, por elemental honestidad, nos adviertan: “De llegar a la Presidencia el candidato promoverá el robo por las causas que a su juicio, y sólo a su juicio inapelable, sean de utilidad pública; esas causas incluyen desde luego el interés lucrativo de los amigos del hoy candidato y mañana gobernante”.
Digo, para que nos vayamos entendiendo.

jueves, 17 de noviembre de 2005

Siglo XXI: Identidad personal o identidad colectiva

Una clave para entender los principales conflictos que aquejan al planeta – sea la ola de violencia en Francia, sea la amenaza atroz del terrorismo yihadista o islámico, sean los amagos de un populismo nacionalista verborreíco y excluyente- es comprender que para millones de seres en el planeta resulta aterrador hacerse cargo de su propio destino y perder la red protectora de los mitos colectivistas.

Como humanidad tenemos todo para hacer del siglo XXI el siglo de las personas. Un siglo en el que por fin se superen los mitos colectivistas de diversa factura – religiosa, territorial, nacionalista, ideológica- y en el que priven la libertad individual y su concomitante responsabilidad, el bien ser y el bien estar de las personas específicas, por encima de presuntas identidades colectivas (“pertenezco al Islam”, “pertenezco al Tercer Mundo”, “pertenezco a Cataluña o al País Vasco”, “pertenezco a tal o cual historia”, “pertenezco a tal o cual colectividad en lucha a muerte contra tal otra”).
Las identidades colectivas que nos proporcionan algunas creencias religiosas, las ideologías y hasta los puros mitos del origen atados a un territorio y a unos símbolos más o menos rituales, son psicológicamente ambivalentes: Por una parte son redes de protección – algunas singularmente interiorizadas, como las que hemos visto en algunos terroristas islámicos europeos que no son, atención al dato, unos recién llegados a Europa- para no extraviarnos en la inmensidad de un planeta agresivo, competido, globalizado. Por otra, son férreas cadenas que nos atan a las costumbres de la miseria y del resentimiento.
Esas identidades colectivas son especialmente rentables para ciertos gobiernos que le apuestan todo a una cohesión social –excluyente del resto del mundo, por definición- que encienda a las masas y las deje dispuestas dócilmente a los dictados de un caudillo. Nótese que para los propios políticos tradicionales la globalización es indeseable en la medida que derrumba buena parte de su discurso y de su eficacia electoral: “Soberanía”, “unidad nacional”, división tajante del mundo en buenos y malos, ricos y pobres, norte y sur…La libertad y la responsabilidad personales no se llevan bien con los colectivismos.
Mientras tanto, la globalización en un sentido amplio prosigue su marcha y los hijos y nietos del colectivismo (de cualquier colectivismo) no pueden sino sentirla como la más peligrosa y odiosa de las agresiones. Para ellos, entonces, es la guerra. Al diferente del “colectivo” – en esta lógica- se le elimina, no se le integra.
Algunos vemos con esperanza que el siglo XXI logre ser el siglo de las personas – al grado que fronteras y nociones de extranjería desaparezcan – pero se trata de una lucha formidable que sólo puede ser intelectual en el mejor sentido de la palabra, para despojar de sus miedos y terrores atávicos a millones de seres humanos que besan con fervor las cadenas colectivistas que les atan.
Desafío inmenso pero esperanzador: La educación para la libertad. ¿De qué lado estamos?

miércoles, 16 de noviembre de 2005

El riñón de la patria

La plaza principal de México, que se conoce con el inopinado nombre de “zócalo”, y que algunos cursis irremediables califican como “el corazón de la patria”, es sitio de reunión de los más variados esperpentos.

Cruzarla caminando en un día normal es como atravesar el desierto de los Tártaros, palabra que en una de sus diversas acepciones significa infierno, o lugar donde habitan los espíritus de los muertos. Lo mismo se hacen tatuajes horrendos con una tintura deleble – que llaman “jenna” o algo así- que se montan improvisados campamentos de indigentes con letreros dramáticos (“somos de Chiapas, queremos víveres”) o se construyen efímeros tinglados donde algunos mocosos subnormales pero famosos – digamos los “cumbia kings”- berrearán para placer de las multitudes. Lo mismo sirve para festejos patrios muy sentidos, que como despliegue de multitudes en campañas electorales, que servirán a los candidatos como exhibición de fuerza o de debilidad, según calculen los periódicos – al día siguiente – que se llenó a reventar la plaza o, por el contrario, que quedaron reveladores huecos en la panorámica aérea de puntitos que – ha de suponerse- son fervientes partidarios.
El nombre oficial es el de plaza de armas y más tarde se bautizó como plaza de la Constitución –refiriéndose nada menos que a la polémica Constitución de Cádiz de 1812- pero todo mundo la conoce como Zócalo. Inopinada denominación que en México, y sólo en México, damos a la plaza central, aun cuando para el resto del mundo de habla hispana un zócalo sea el cuerpo inferior de un edificio.
Reunión de esperpentos – seres más o menos grotescos, representaciones exageradas y teatrales de la fealdad humana, personajes entre goyescos y surrealistas- en la plaza se dan cita casi todos los días (de no mediar festejo cívico o manifestación multitudinaria) unos danzantes emplumados y semidesnudos que, al ritmo monótono y exasperante de un tambor, intentan revivir (para gozo de los turistas extranjeros) algún ritual pagano de la época prehispánica, seguramente falsificado para su mejor comercialización.
Junto con los monstruos de Goya en versión pirámide de Teotihuacan pululan por la plaza apresurados oficinistas (que aguantan la respiración para cruzar de una a otra orilla el extenso desierto de los disparates falsamente sagrados), mendigos agresivos que exigen los impuestos que – se supone- debe pagar la “mala conciencia” occidentalizada y familias de provincianos cuyos niños invariablemente juegan a espantar a las palomas amagándolas con un pisotón.
Si esta plaza de cemento maltrecho es el corazón de México – reflejo de sus anhelos y esperanzas – estamos aviados. No lo es, sin duda. Más bien es una especie de resumidero de espantos, de pesadillas, de proyectos abortados, de remedos mal trazados de propuestas fallidas. No es el corazón de la patria. Debe ser otra víscera, menos glorificada. Alguna víscera funcional, útil para deshacerse de lo tóxico. Tal vez sea un solitario y cansado riñón de la patria – los efluvios de la plaza ayudan al símil – al que le urge una diálisis.

martes, 15 de noviembre de 2005

Las otras ratas desmoralizadoras

Por la noche, miles de ratas abandonan sus habitáculos subterráneos y toman posesión del centro de la Ciudad de México; aunque estas ratas hablan muy bien de la incuria de gobiernos y políticos, nadie las ha grabado recibiendo, devolviendo u ofreciendo maletas con un millón de dólares.

Se van los ambulantes y aparecen las ratas junto con los sufridos barrenderos que le dan una pasadita a la suciedad más evidente de las calles. Inútil sería pedir una limpieza a fondo. Brotan de inmediato las tres palabras mágicas, el conjuro de nuestra mediocridad: “No se puede”.
Alguna vez me pregunté para qué habrán perdido tanto tiempo – y, por lo general, cuantiosos recursos de los contribuyentes – dizque estudiando, esos “licenciados” y “contadores” que durante su vida profesional lo que más repetirán –ante cualquier llamado al abandono de las viejas y malas costumbres – serán esas tres palabras: “No se puede”. Quién sabe. Tal vez sólo tras largos años de estudio se pueden idear pretextos plausibles para esa sentencia fatal: “No se puede”.
No se puede, supongo, terminar con las ratas; me refiero a las que infestan el centro de la Ciudad viviendo de la basura que generosamente producen vendedores ambulantes, manifestantes, acarreados, policías obesos que escupen de soslayo, burócratas que matan el tiempo en los portales del palacio de gobierno de la capital, turistas variopintos y los ejemplares más grotescos de la especie humana para quienes el centro de la Ciudad ejerce alguna secreta e irresistible fascinación: Desde punks hasta danzantes – a quienes se les asoma el resorte de los calzones Calvin Klein – pasando por chamanes que hacen “limpias” anímicas, pero no de roedores, y profetas con megáfono que llaman al arrepentimiento ante la proximidad del juicio final
Ya se sabe que el centro de la capital mexicana es un asco; parece saberse también que es un asco irredento. Supongo que por eso las autoridades de la Ciudad no gastan en botes de basura: La invitación es elocuente: “Viajero, has llegado al basurero más grande del continente, coopera con tus excrecencias”. Alguna vez María Félix dijo que el centro de México olía a orines. Se quedó corta: El centro es también un gigantesco excusado público: Una señora de edad indescifrable y de suciedad histórica se para en una esquina de la plaza, abre las piernas y descarga sin pudor las urgencias líquidas que le ordena su fisiología.
Y es una cueva de ladrones. Desde los raterillos más o menos violentos hasta los políticos que llevan – ahora lo sabemos- de aquí para allá maletas llenas de dólares.
Supongo que tampoco se puede terminar con esas ratas. El asunto no es combatir la corrupción ni desincentivar la abrumadora inmoralidad. Eso, ya lo dije, no se puede. Lo que sí es rentable es exhibir trozos selectos de la inmundicia. Sirve para pegarle un “estate quieto” a los compañeros de partido que incordian y para desmoralizar – justo ése es el verbo – a los ciudadanos.

¿Qué debe hacer el gobierno?

La misión del gobierno – de cualquier gobierno en el mundo- es simple: Debe proteger la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Fatalmente cuando un gobierno se fija otras tareas incumple con su misión.

El gobierno nunca crea riqueza. Puede, en el mejor de los casos, garantizar las condiciones para que las personas puedan crear riqueza y prosperidad. Mantener y acrecentar esas condiciones – la vida, la libertad y la propiedad de las personas- es la única tarea legítima de cualquier gobierno.
Por desgracia, muchos gobiernos se proponen hacer otras cosas – por ejemplo, imponerle a las familias un número “ideal” de hijos, castigar a quienes beben o fuman, diseñar paraísos terrenales, obligar a la gente a leer “buenos” libros, a celebrar las festividades “auténticas”, a creer en los valores “correctos” y hasta imponer a los habitantes de un país un modelo de felicidad único e inobjetable- y en la misma medida abandonan su tarea fundamental. En lugar de los prometidos paraísos terrenales acaban creando insoportables infiernos en la tierra.
Cada vez que un gobierno, así sea con la mejor de la intenciones, establece normas que estimulan o castigan determinadas conductas de los ciudadanos lo hace con la vista puesta en un determinado modelo de valores al que desea que se ajuste la realidad. Si dicho modelo propuesto por el gobierno va más allá de respetar la vida, la propiedad y la libertad de las personas, se trata de una imposición arrogante e injustificada.
El gobierno debe castigar el homicidio, el robo en sus diferentes formas y toda conducta mediante la cual alguien pretende imponerse a otro contra su voluntad. Hasta ahí. Lo demás es un abuso intolerable por parte del gobierno.
Ejemplos: Un gobierno no debe impedir a las personas comerciar libremente, por lo tanto ningún gobierno debiera establecer monopolios “patrióticos” – verbigracia, sobre el petróleo u otros energéticos-, sino combatir eficazmente cualquier monopolio público o privado.
Es deseable que un gobierno establezca reglas que impidan la divulgación de información falsa en los mercados de valores, porque así el gobierno está protegiendo los derechos de propiedad de los accionistas a quienes se pretende defraudar con dicha información, pero es intolerable que un gobierno pretenda determinar quiénes deben ganar y quiénes deben perder en un mercado…, cuándo y cuánto.
Es deseable que un gobierno impida que un conductor alcoholizado atente contra la vida de los demás, pero es intolerable que un gobierno prohíba la venta de bebidas alcohólicas tratando de imponer a los ciudadanos una determinada moral.
El gran problema de la economía planificada centralmente y de sus derivaciones actuales, como los modelos de “bienestar social”, la social-democracia (que en realidad es social-burocracia), los populismos de toda laya y otros “modelos alternativos” que ofrecen la felicidad por decreto gubernamental, es que, al otorgarle al gobierno tareas que no le corresponden, destruyen moral y hasta fìsicamente los tres valores que el gobierno debe proteger: la vida, la libertad y la propiedad.

sábado, 12 de noviembre de 2005

¿Transparencia o tomada de pelo?

Breve reseña de un nuevo engaño en el que cayeron redondos varios medios de comunicación en México: El Índice Latinoamericano de Transparencia Presupuestaria. Una tomada de pelo con ínfulas de investigación académica.

Resulta increíble la facilidad con que cualquiera, con un poco de “cara dura” y contactos, puede engañar a los medios de comunicación en México. Más increíble aún es la impunidad en que permanecen la mayoría de esas mentiras.
El viernes pasado varios periódicos dieron gran despliegue a los resultados para 2005 del llamado Índice Latinoamericano de Transparencia Presupuestaria realizado por la Organización No Gubernamental “Fundar”. Los medios reprodujeron, sin mayor análisis crítico, la contundente afirmación de que México está reprobado en transparencia presupuestaria.
Quien se haya tomado la molestia de buscar en la internet dicho estudio, (fácilmente localizable en www.fundar.org.mx ) y de echarle una mirada crítica al mismo se habrá llevado la sorpresa de que no se trata, en modo alguno, de un análisis con rigor científico acerca de la opacidad o la transparencia de los presupuestos gubernamentales en Latinoamérica, sino de un remedo de trabajo escolar acerca de las percepciones de grupos arbitrariamente elegidos – a los que pomposa y gratuitamente se califica como “expertos”- acerca de los presupuestos federales de sólo ocho países de América Latina, muestra en la que faltan economías tan relevantes como Brasil, Chile, Perú o Venezuela.
Este remedo de trabajo escolar – cuyos alcances serían más o menos los de un ensayo de bachillerato en una materia de “estudios de opinión publica”- merece sin duda una calificación reprobatoria. Entre otras, por las siguientes razones: 1. Carencia absoluta de criterios de rigor estadístico para definir y seleccionar la población a encuestar y 2. Sesgos evidentes para que los resultados finales se ajustaran a la implícita hipótesis original (“los presupuestos son opacos”); por ello – y el estudio lo confiesa sin rubor- se ponderaron hacia abajo las respuestas de los legisladores porque “tienden a ser más positivas”.
Basta un somero análisis del trabajo de “Fundar” para comprobar que los reprobadores debieran ser los primeros reprobados. No sólo en transparencia, sino en honestidad intelectual.
Al final, nos quedamos sin saber qué tan opacos o transparentes son los presupuestos de esos ocho países y sólo obtuvimos una deficiente medición de las percepciones subjetivas de grupos anónimos de periodistas, integrantes de organizaciones no gubernamentales, académicos (nadie sabe con qué grado profesional ni de qué centros de estudio) y unos cuantos legisladores; percepciones que los “investigadores” de “Fundar” mezclaron al gusto en una licuadora a diferentes velocidades y con diferentes cuchillas.
Los responsables últimos de esta tomada de pelo, supongo, serán las cabezas de “Fundar” que son: Sergio Aguayo Quezada, Juan Pablo Guerrero (por cierto, comisionado del IFAI), Olga Pellicer, Rodolfo Stavenhagen, Blanca Rico, Gloria Ramírez y Alberto Szekely. Debajo de ellos, Gloria Hofbauer, Briseida Lavielle, Alejandro Ortiz y Mariana Pérez.
Felicidades a todos: Estuvieron cerca de que el engaño fuese perfecto.

jueves, 10 de noviembre de 2005

Un hablador venezolano y sus amigos mexicanos

Algunos recuerdos, al vuelo, de otras sandeces proferidas por Hugo Chávez y de cómo el PRD mexicano, entonces y ahora (fuera máscaras), ve con singular entusiasmo la populista y autoritaria “revolución bolivariana”.

Hugo Chávez parece vivir en una interminable diarrea verbal, agravada por una incurable esterilidad del entendimiento. Esto, desde luego, hace las delicias de quienes gustamos de ver, sólo ocasionalmente, la realidad bajo el prisma de lo grotesco y absurdo. Las peroratas de Chávez, salpicadas de gracejadas torpes, chabacanerías y efusiones de falsa y sensiblera religiosidad, garantizan “nota” en los medios de comunicación.
Cuando el martes pasado este desenfrenado hablador arremetió contra el Presidente de México tuvo el pésimo gusto (algo habitual en él) de invocar enseguida a “la virgencita de Guadalupe” como muy cercana a su corazón. No es la primera vez que en sus efusiones verbales Chávez manifiesta una devoción acaramelada y grosera hacia esa advocación mariana tan acendrada en México.
En mayo de 2004 visitó ostentosamente la Basílica de Guadalupe. Ahí – dijo – oró por el fin del neoliberalismo, del capitalismo y del imperialismo. Y acuñó otra “joya” para su inventario de disparates cursis:
“Desde México y con la fuerza de Quetzalcóatl y de la Virgen Morena de Guadalupe rechazo la amenaza del imperio estadounidense”.
Escribí entonces refiriéndome a este bochornoso ridículo (después de todo, se supone que Chávez es mandatario de una nación y no un cómico de carpa) lo siguiente: “Antes iba uno a la iglesia – recuerdo – a rendir alabanza a Dios, a pedir perdón por los pecados, a solicitar fuerzas para resistir las solicitaciones de la soberbia y de la envidia. En fin, antes Dios y su madre eran objeto de adoración, ahora son militantes de algún partido. Hemos avanzado una barbaridad”.
También apunté, y pido perdón por citarme, que la Virgen debería sentirse – no lo sé – ¿complacida de que Chávez la emparentara con esa fea deidad pagana de la serpiente emplumada?
Tras la visita propagandística a la Basílica de Guadalupe, Chávez se entrevistó con quien en ese entonces era el dirigente nacional del PRD, el señor Godoy, quien sentenció: “Hugo Chávez manifiesta la fortaleza de su gobierno en el respaldo de las clases populares y por (sic) la movilización social”.
Ayer – seguramente después de haber calibrado durante horas los efectos electorales de sus palabras – el señor Andrés M. López, precandidato único del PRD a la Presidencia, dijo que siempre defendería al Presidente de México frente a los improperios; todo esto en relación a los exabruptos “bolivarianos” del martes.
No es digno de crédito López en esta profesión de respeto a la Presidencia. Con frecuencia López se refiere al Presidente de su país en términos burlones y torpes.
Además, él y su partido, fuera máscaras, hoy como ayer – cuando Godoy elogiaba a Chávez -, ven en el histrión venezolano un modelo a seguir.
A otro perro con ese hueso. (Dicho populachero que hasta Chávez podría entender).

miércoles, 9 de noviembre de 2005

Desempleo: Hace mucho frío allá fuera…

No faltará quien piense que es maravilloso que en Francia el salario mínimo sea equivalente al 61% de la media de todos los salarios del país. Se equivoca: Es una pesadilla que explica muchas cosas…Veamos por qué.

Johan Norberg, libertario sueco promotor y partidario de la globalización y del verdadero libre comercio despacha ayer en su blog (ver), en un párrafo magistral, una de las explicaciones más lúcidas que he leído sobre las causas detrás de las turbulentas jornadas de violencia social que vive Francia.
Escribe Norberg: “61%. Si yo tuviera que explicar el problema francés con un solo número ése sería”. Y explica que el salario mínimo en Francia es 61% de la media de los salarios de ese país. Eso significa que si tu productividad es sólo 60% de la productividad media de quienes tienen trabajo en Francia – y lo es por tu falta de educación y escolaridad, por tu falta de experiencia o por tus insuficientes conocimientos del idioma francés- es prohibitivo contratarte para cualquier trabajo. Entonces, probablemente nunca tendrás la oportunidad de adquirir, mediante un empleo, las destrezas, los conocimientos y la experiencia que te hace falta. Y concluye lacónico: “You are out in the cold”. Afuera, en el desempleo permanente, muriéndote de frío.
(Para comparar la cifra mágica de 61% en Francia, ese mismo indicador – relación entre el salario mínimo y la media de los salarios del país- es de 36% en Estados Unidos y de 43% en Canadá. Las cifras citadas por Norberg provienen de la investigadora Jennifer Buckingham en “State of the Nation. An Agenda for Change”, The Centre for Independent Studies de Australia).
No dudo que algún promotor de la demagogia social-burócrata (elija usted a su favorito) nos diría que es maravilloso que Francia sea una sociedad tan igualitaria que el obrero más mal pagado en la economía formal apenas esté 39 puntos porcentuales por debajo de la media de los salarios nacionales.
Lo que NO nos dirá el promotor de la demagogia es que gracias a esa “maravillosa conquista social” del salario mínimo elevado hay en Francia millones – y contando, a causa de la migración- que mal subsisten en la economía “negra” o en la abierta delincuencia porque les resulta imposible encontrar un empleo e integrarse a la economía, a la convivencia social y a las leyes francesas.
Hay más (por ejemplo la incapacidad de hipertrofiada educación pública francesa para conectar con la productividad, así como el hipócrita racismo que se respira en la “tolerante” Francia), pero quedémonos por lo pronto con la cifra mágica de 61% y con la evidencia de que algunas “conquistas laborales y sociales” (como el salario mínimo) se vuelven armas letales contra los más pobres.
Hace mucho frío allá fuera y, en la desesperación, uno podría comprar cualquier veneno al primer agitador astuto que nos venda la revuelta social como solución instantánea.

martes, 8 de noviembre de 2005

Comerciamos porque existen asimetrías

Después de un desgaste enorme de neuronas los adversarios del libre comercio dicen que se oponen al intercambio entre desiguales, porque existen “asimetrías”. Su corto entendimiento no les alcanza para comprender que precisamente el intercambio – comercial, entre otros – es el mejor método para nivelar el terreno de juego.

No vale la pena perder el tiempo en todos los lugares comunes, frases hechas y reflejos condicionados que nos han prodigado los medios de comunicación en estos días acerca de las maldades del libre comercio. La exhibición de ignorancia sobre el asunto por parte de “columnistas políticos”, caricaturistas y todólogos ha sido pasmosa.
En gran medida, este despliegue de estulticia parte de un solo y pobre remedo de silogismo: “Bush es la encarnación de la maldad; se dice que Bush apoya el libre comercio en América; luego, el libre comercio es una herramienta de la maldad”.
Ni hablar, hay entendimientos que son peores que el salario mínimo: No dan para más.
Como no es su caso, estimado lector, ni el mío, elevemos un poco la discusión y busquemos algún otro argumento contra el libre comercio que sea menos idiota. Ya está, lo dijo Néstor Kirchner, presidente de la Argentina, justo para “explicar” porque rechaza el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas o ALCA y es más o menos el siguiente: “No puede haber libre comercio entre desiguales; las diferencias entre nosotros, los pobrecitos del sur, y el poderoso del norte, léase Estados Unidos, son tan grandes, abismales, que comerciar nos va a hundir más en la miseria”. Es la cantilena de las famosas “asimetrías”.
El “argumento” suena un tanto menos ramplón, pero revela una ignorancia abismal acerca de la naturaleza del comercio y de sus efectos.
Primero: Comerciamos porque existen asimetrías (“tú tienes ventajas para producir más y mejor maíz; yo tengo ventajas para producir más y mejores prendas de vestir; cambiemos tu maíz por mis vestidos”), al comerciar libremente cada parte ve por su propio beneficio y, de esta forma, empezamos a nivelar la cancha de juego. Segundo: Esta demostrado que en la relación de libre intercambio comerial la parte más débil es la que más gana: La historia de cómo ha crecido la cantidad de alimentos en el mundo y cómo se han desplomado los precios de esos alimentos para los consumidores de los países pobres en los últimos 20 años, todo gracias al comercio, es elocuente.
Tercero: Es cierto que la dichosa IV Cumbre tenía como tema central el empleo. Justamente por eso, porque en América Latina requerimos empleos, empleos y más empleos, la solución es incrementar sustancialmente el libre intercambio comercial. Cuarto: Los aspavientos demagógicos contra el libre comercio permitieron que Bush saliera indemne de la Cumbre, porque no se llegó al punto verdaderamente crucial que era exigir a Estados Unidos que levante todas sus barreras proteccionistas.
Nueva “victoria” del populismo. Nueva victoria efectiva de los intereses mercantilistas en Estados Unidos y en todo el continente.

lunes, 7 de noviembre de 2005

En el espejo de Francia

¿Qué hay detrás de las terribles jornadas de violencia urbana, vandalismo y caos que se viven hoy en Francia? Decadencia, una burocracia gubernamental hipertrofiada y asfixiante, una clase política corrupta y corruptora, el desencanto final ante las mentiras del Estado de Bienestar socialista e intervencionista. Hastío, descreimiento religioso. Desesperanza.

“Aún más preocupante que la mediocridad económica, la rigidez estructural y los persistentes problemas sociales…es la falta de esperanza entre la gente en Francia- una completa falta de fe en que el futuro pueda brindarnos algo mejor que en lo que se ha convertido la última nación colectivista en el mundo occidental”.
Esto lo escribió el 28 de abril de 2005 en The Wall Street Journal, el libertario francés Aurélien Véron, vicepresidente del grupo Liberté Chérie. En el artículo enuncia datos escalofriantes acerca del opresivo aparato gubernamental francés: Cerca del 55 por ciento del producto nacional bruto es acaparado por el gobierno, la economía francesa obtiene el vergonzoso lugar 122 en términos de libertad económica (listado del Fraser Institute de Canadá), crónico desempleo que en los últimos 20 años ha oscilado de 8.5 a 12 por ciento y del que son las principales víctimas los jóvenes entre los 15 y los 24 años (sólo el 25 por ciento de ese grupo de jóvenes franceses tiene empleo, contra el 54 por ciento de los jóvenes de esa edad que tienen empleo en los Estados Unidos), los desempleados en Francia permanecen sin trabajo un promedio de 16 meses (el promedio en los Estados Unidos, en cambio, es menor a cinco meses) y concluye: “Nadie se debe sorprender de que la juventud francesa se sienta insegura y vulnerable”.
Véron explica que el Presidente Jacques Chirac, que goza desde 2002 de una cómoda mayoría parlamentaria, ha traicionado la plataforma de reformas liberalizadoras que podía haberse esperado de él y por el contrario ha reforzado las políticas socializantes de opresiva presencia gubernamental en la economía, ha predicado el más feroz anti-americanismo y se ha mostrado alérgico a cualquier reforma de libre mercado. Podría añadirse el sórdido historial de corrupción que persigue a Chirac y sus relaciones comerciales – desde antaño- nada claras con el régimen depuesto de Saddam Hussein y que le ganaron el mote de Monsieur Irak.
Desde su más tierna infancia el francés camina en un universo tan centralizado como el del último régimen soviético, describe Véron. La rígida estructura de las escuelas públicas mata cualquier chispa de creatividad y ambición. Y ese elefante blanco – o mamut – sigue sometido a una dieta alta en calorías. Raramente un título obtenido en una universidad pública francesa conduce a una carrera profesional productiva (por lo general, engrosa las filas de la mendicante burocracia dizque académica).
Vale la pena leer íntegro el agudo artículo de Véron “Jacques in charge” (ver aquí) que desnuda la pesadilla que es el “Estado niñera” francés. Es una explicación lúcida de algunas de las causas de la crisis que hoy ha estallado en las calles de Francia.

Los perdedores de la IV Cumbre

La batalla de la IV Cumbre de las Américas la ganaron, en este orden, Maradona, Hugo Chávez, Kirchner y Lula. Pero los perdedores no fueron Vicente Fox o George W. Bush, sino millones de pobres en el continente.

La “lectura” de la IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata, Argentina, que nos ofrecieron la mayoría de los medios fue atrozmente superficial: El ex jugador de futbol Diego Armando Maradona haciendo el papel de monito del organillero del venezolano Hugo Chávez, profiriendo sandeces contra George W. Bush y mostrando, con orgullo pueril, sus tatuajes del Ché Guevara y de Fidel Castro: Son sus grandes “argumentos”.
No, la cumbre no se trataba – pese a la zafia interperetación mediática – de un combate entre el Norte imperialista y el Sur oprimido, en el que los paladines del Sur “le plantaron cara” al representante del imperio. Esa es la historieta para retrasados mentales, no la historia para personas con capacidad de discernimiento. La cumbre se trataba de si de una vez por todas, todo el continente le apostaba al libre comercio auténtico o si seguíamos todos – incluídos los Estados Unidos – hundidos en nuestro provincianismos particulares, contemplando cada cual su propio ombligo.
Tan obcecados estuvieron Chávez y Néstor Kirchner, presidente argentino, junto con su monito de organillero (Maradona) en vociferar su odio a Bush y sacar réditos políticos domésticos mediante la más burda demagogia que fastidiaron la cumbre. Bush no estuvo a la altura del desafío. No fue, nunca lo ha sido, un líder promotor del libre comercio. Ese papel lo desempeñaron mucho mejor el presidente Vicente Fox o el presidente de El Salvador, Antonio Sacca.
El diario español ABC lo reseñó puntualmente: Fox censuró con razón las frívolas “chungas” del venezolano Chávez y “se convirtió en el más firme defensor del acuerdo continental de libre comercio”. Y lo hizo por las razones correctas: Más demoras en la liberalización y apertura comerciales – dijo – no son sino más demoras a la solución de la pobreza.
Quien cosechó lo que Chávez, Kirchner y el monito de utileria sembraron fue Ignazio Lula da Silva, el presidente brasileño, que ve al ALCA como una terrible amenaza a “su” Mercosur, acuerdo amañado en el que el gigante brasileño siempre saca la mejor parte. Lula no quería que se discutiese el ALCA, argumentaba que el asunto se pospusiera hasta después de la próxima cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) a celebrarse en Hong Kong. Se salió con la suya.
Ni Bush, ni la inmensa mayoría de mandatarios de los países latinoamericanos que buscaban el libre comercio (Colombia, prácticamente todo Centroamérica, Perú, Chile y, desde luego, México, entre otros) son los perdedores. Los perdedores han sido millones de pobres en el continente para quienes el libre comercio podría ser la senda más segura, rápida y efectiva para salir de la pobreza.
Otra “victoria” del populismo. Otra derrota para los pobres.

viernes, 4 de noviembre de 2005

Productividad y convergencia tecnológica

La Comisión Federal de Competencia emitió el lunes una opinión decisiva a favor de la plena convergencia tecnológica en materia de telefonía, televisión restringida e internet. Hacer realidad esta propuesta ¡ya!, este mismo año, será darle un empujón formidable a la productividad de la economía mexicana.

A pesar de que jurídicamente las opiniones de la Comisión Federal de Competencia (CFC) no tienen carácter “vinculante” – léase, obligatorio- para las entidades gubernamentales, sería deseable, para un gobierno comprometido con el bienestar de la sociedad, que dichas opiniones se tomasen, en el seno de ese mismo gobierno, como mandatos ineludibles e indiscutibles.
¿Por qué?
En primer lugar, porque hay una vigorosa relación causa-efecto entre mayor competencia en los mercados y mayor bienestar, manifiesta en: Precios más bajos, diversidad de opciones para los consumidores en calidades, rápida adopción de los avances tecnológicos, mayor productividad de las empresas y de los agentes económicos y, por ende, mayor competitividad del país en el escenario de la economía global.
En segundo lugar, porque la composición y estructura independiente de la propia CFC parecen garantizar – mejor que otras instancias – juicios objetivos orientados primordialmente al beneficio de los consumidores. En este sentido, la CFC es un saludable contrapeso frente a la sobre-representación que tienen otros agentes económicos (productores, distribuidores, prestadores de servicios, sindicatos, comercio organizado) en las instancias decisivas para las políticas públicas, como son el Congreso de la Unión, los aparatos de la administración pública y hasta los partidos políticos. La paradójicamente pobre representación del punto de vista de los consumidores en dichas instancias es un asunto bien conocido y estudiado por la moderna ciencia política (ver, por ejemplo, los trabajos pioneros de Mancur Olson en esta materia). Instancias como la CFC contribuyen a paliar esta indeseable situación en las democracias.
En este sentido la acertada opinión de la CFC a favor de que en México opere una plena convergencia tecnológica en materia de telecomunicaciones – telefonía, video e internet – y por lo tanto una plena competencia es crucial para mejorar la productividad del país. Tanto más importante cuanto el impacto de las tecnologías de la comunicación en toda la actividad económica es decisivo y generalizado.
Esta opinión que merece conocerse en detalle (ver aquí) plasma una de las necesidades más urgentes de la economía mexicana en la carrera de la productividad que, hay que repetirlo, es la única receta para la competitividad.
Los consumidores (o lo que es lo mismo la auténtica sociedad que no requiere de apellidos para serlo; recordemos que todos somos consumidores en última instancia), debemos estar atentos para que ahora esta opinión de la CFC sea traducida a hechos – lo antes posible – por parte del gobierno federal.

jueves, 3 de noviembre de 2005

Basura política por la internet (IV y último)

Es curioso, por decir lo menos, que el mismo personaje que firma este “spam” de propaganda polìtica que infesta los correos electrónicos sea el mismo que en 1992 rogaba porque Carlos Salinas de Gortari fuese Presidente de México por seis años más a partir de 1994.

Una vieja y probada norma del buen periodismo consiste en evaluar la confiabilidad de las fuentes de información. Lo mismo sucede en la investigación científica y hasta en las cotidianas pesquisas que hacemos todos averiguando quién es quien dice las cosas, evaluando además – desde luego – la verosimilitud de los mensajes en sí mismos.
En el caso del “spam” de propaganda política engañosa que nos ocupa, la sola firma de Federico Arreola es lógico que cause suspicacias y hasta rechazo. Veamos por qué.
Según documentó la revista Etcétera Arreola ha experimentado sorprendentes mudanzas en sus preferencias y obsesiones políticas. De tal magnitud son los virajes de Arreola en los últimos años que podrían llevar a pensar que, a semejanza de San Pablo en el camino de Damasco, experimentó una súbita e inexplicable conversión en alguno de sus frecuentes viajes aéreos de Monterrey al Distrito Federal (o viceversa) de los que da cuenta frecuentemente en sus escritos cotidianos. Por desgracia, la explicación milagrosa no es verosímil en el caso de Arreola.
Escribió nuestro personaje en mayo de 1992 en el periódico “El Norte” que: “Pase lo que pase en las elecciones presidenciales de 1994, gane el que gane, del partido que fuere, muy difícilmente será tan buen gobernante como Carlos Salinas de Gortari. A Carlos Salinas, cuando se vaya, lo vamos a extrañar los mexicanos que nos sentimos realmente a gusto, muy en paz con él. Tan buen presidente que ha salido. El mejor desde hace tantos años, tal vez el mejor que ha conocido el país desde que terminó la revolución".
Más tarde en octubre del mismo año, en el mismo periódico, Arreola fue más lejos en su entusiasmo por Salinas de Gortari: “No pocas personas, y nosotros nos incluimos en este grupo, han señalado que debido a su magnífico trabajo, Salinas debería permanecer durante un periodo más en el puesto que actualmente ocupa.”
Cuando Luis Donaldo Colosio fue agraciado por la “democracia digital” (señalado como “el bueno” por el dedo de Salinas de Gortari), Arreola se sumó a la campaña de Colosio y se ostentó – no sin razón – como uno de sus colaboradores más cercanos.
Pero años después, este dechado de prespicacia – y aspirante a protagonista – de la política mexicana tuvo una revelación un poquito diferente y escribió en diciembre de 2002 en el periódico “Milenio”: “¿Qué busca Salinas, el presidente de uno de los gobiernos más corruptos de la historia de México, el gobernante incapaz en su momento de evitar los peores crímenes políticos?”.
Ver también aquí, un interesante y revelador intercambio epistolar entre el señor Arreola y el editor de la revista "Etcétera".
No es extraño que, a la vista de estas y otras mudanzas inexplicables, el personaje no sea precisamente lo que se dice “digno de crédito”. ¿O sí?

martes, 1 de noviembre de 2005

Basura política por la internet (III)

El “spam” firmado por Federico Arreola contiene una colección de embustes; entre otros la afirmación totalmente engañosa de que el precandidato único del PRD “no tiene dinero” y la aseveración temeraria y falaz de que en México las elecciones no se ganan mediante los votos, sino a través de las donaciones de los magnates multimillonarios.

Durante 2005 el PRD habrá recibido del IFE como “financiamiento público” la cantidad de $355.5 millones de pesos. Durante 2006, por ser año de elecciones federales, recibirá aproximadamente el doble, más de $700 millones de pesos. Sin embargo, el mensaje “spam” que firmado por Federico Arreola fue enviado a miles de correos electrónicos – pidiendo donaciones de $60 pesos por llamada telefónica a la campaña de Andrés M. López- asegura, textual, que “este precandidato no tiene dinero”.
En realidad se trata de un burdo engaño porque al bautizarlo como “precandidato” – a pesar de que es el único aspirante de ese partido a la Presidencia y de que ya ha empezado su campaña abierta aún antes de su registro formal- sugiere que no recibe ni un centavo del financiamiento público que – con nuestro dinero – le da el IFE al PRD. El “spam” firmado por Arreola ofende la inteligencia de sus obligados destinatarios.
También ofende la inteligencia que se diga en el mensaje que ese candidato único del PRD no gasta “grandes sumas de dinero” en propaganda en la televisión. No sólo hay constancia del gran despliegue propagandístico para promover a ese candidato cuando fue gobernante en capital, sino de las recientes y obsequiosas entrevistas al mismo personaje en programas informativos de la televisión comercial, que sólo pueden explicarse – para quien está medianamente informado – como inserciones pagadas.
Pero tal vez sea aún más ofensiva para todos los mexicanos la velada afirmación de que López requiere de muchas donaciones de ciudadanos anónimos porque sólo así podrá lograr su propósito: Ser Presidente de la República, ya que – asegura el “spam” firmado por Arreola- “las mafias del PRI y del PAN que tienen hundido a México en el peor de los abismos (…) en cada elección han burlado la voluntad popular debido a que cuentan con los recursos procedentes de unos cuantos, pero muy cuantiosos donativos de los grupos de presión que se sienten dueños de México” (subrayado mío).
Es decir, este ofensivo “spam” pretende que los millones de mexicanos que votamos somos idiotas, ya sea porque dejamos que nuestros votos libres no cuenten o ya sea porque nos deslumbramos con la propaganda que compran las donaciones “de los multimillonarios que cada seis años, apoyando a los candidatos del PRI y del PAN, compran para su uso privado un pedazo del país”.
A ver si en su próximo “spam” el señor Arreola – o quien usa su nombre para firmar estos mensajes- tiene los pantaloncitos para dar los nombres de estos odiosos magnates, ¿o teme ofender a los mutimillonarios que su jefe ha cultivado con tanto esmero?
Mañana: ¿Es digno de crédito Federico Arreola?

Basura política por la internet (II)

El comentario del weblog http://www.alt1040.com/ al “spam” firmado por Arreola es elocuente: “El proyecto alternativo de nación consiste en engañar”.

Si uno escribe “Federico Arreola Castillo” en cualquiera de los principales motores de búsqueda de la internet – como Google o Yahoo! – encontrará varias referencias al tristemente famoso “spam” firmado con ese nombre que ha infestado correos electrónicos no sólo en México, sino en lugares tan disímiles como Managua, Nicaragua, o Missouri, Estados Unidos. Y es que dicho “spam” ha generado una inmediata indignación entre muchos internautas que se dicen ofendidos por recibir propaganda tramposa y no deseada y, además, por ser llamados con engaño a marcar un número telefónico para recibir información y encontrarse con la desagradable sorpresa de que al hacerlo han “donado” contra su voluntad $30 pesos o más a la campaña de Andrés M. López.
Transcribo algunas de las reacciones detecadas en una búsqueda que no tomó más de 20 minutos:
Escribe Eduardo Arcos en http://www.alt1040.com/ : “En el mensaje que recibí hace algunas horas de parte de Federico Arreola aparece al final: ‘¡No dejes que te quiten la sensibilidad y expresión que te pertenece! Únete a la comunidad de gente libre y conoce, comparte y experimenta la compañía de las almas sensibles, hazlo ahora en http://www.redesciudadanas.org.mx por el amor a lo tuyo. No dudes en llamarme al (01900) 849-26-56 si tienes dudas. ¿ok?. Saludos’. ¿Dudas? sí que tengo: ¿cómo consiguieron mi dirección de correo electrónico? — también tenía preguntas que hacerle a Federico Arreola, por ejemplo, ¿qué opina acerca del spam? — por lo cual levanté el teléfono y marqué al 01 900 8492656.
“Federico, me engañaste, a ese teléfono puedo preguntarte nada, ahí me cobran 30 pesos el minuto (casi 3 dólares) — ¡es la línea de soporte a Andrés Manuel López Obrador! — No puedo hablar con nadie, menos contigo. ¿Es ese el proyecto alternativo de nación, el engañar a la gente?”.

Y concluye más adelante: Qué es grave: Hacer spam y estar conciente de que está mal. El señor Arreola inicia el mensaje disculpándose, ¿qué podemos esperar de gente así? La respuesta se las dejo a ustedes.”
Otras reacciones. En http://simultaneo.blogspot.com/: “Sí en algún momento había considerado votar en las próximas elecciones presidenciales por AMLO, este mail que recibí hoy ha hecho que piense lo contrario. Me pregunto primero, ¿qué tan real sea (sic) esto?, y segundo, ¿qué tal legal es esto de estar pidiendo dinero a personas que ni simpatizantes del PRD/AMLO son?”.
En http://kikinita.blogspot.com/: “Ahora resulta...!!! Qué tal el email que recibí!! Chequen!! Ya parece que voy a darle dinero a ese señor....!”
En www.briefblog.com.mx/: “Federico Arreola, dice en el mensaje, fue Director del Grupo de periódicos Milenio. Realmente no entiendo como una persona con ese status puede recurrir a este tipo de estrategias de comunicación”.
Mañana: Los embustes del mensaje indeseable de Arreola.