martes, 31 de marzo de 2009

GM y el milagro que desea Obama

Son muchas las probabilidades de que General Motors termine acogiéndose a un proceso de quiebra en tribunales, conforme al famoso capítulo once de la ley respectiva en Estados Unidos.

El problema es que desde noviembre pasado ése era el camino a seguir y los políticos - en la Casa Blanca y en el Congreso - se empeñaron en evitarlo. Lo mismo que los directivos de GM a quienes ahora se acusa de haber cuidado más su puesto que la compañía.

Lo cual es cierto: Rick Wagoner – el despedido CEO de GM – vio por su puesto antes que por el bien de GM. Lo mismo que Barack Obama, el Congreso y la inmensa mayoría de los políticos han visto en este asunto por sus intereses, no por los de esa empresa o, más importante, por el bien de los contribuyentes. Exactamente igual que lo ha hecho el poderoso sindicato de la industria automotriz. Así es la naturaleza humana.

Evitar la quiebra le convenía a Wagoner, al sindicato y a Obama y al Congreso. A nadie más. Postergar lo inevitable ha empeorado la situación de la empresa, les ha costado mucho dinero a los contribuyentes y ha ocasionado descalabros innecesarios en los mercados de valores, como el sufrido el lunes pasado.

El martes 18 de noviembre de 2008 Martin Feldstein publicó un contundente artículo en The Washington Post argumentando porqué las tres grandes armadoras de automóviles estadounidenses (Ford, sorprendentemente, ya quedó fuera del paquete porque NO requiere de rescates públicos) tenían que irse a la quiebra, en lugar de mendigar dinero de los contribuyentes:

“Los tres grandes fabricantes de autos de Estados Unidos necesitan más que una inyección de 25 mil millones de dólares del gobierno federal. Porque dadas sus pérdidas actuales en menos de un año quemarán ese dinero y volverán por más".

Por lo pronto, GM volvió por más y Obama le dijo que no...por ahora. Que sí habrá dinero público, si dejan que los burócratas de la Casa Blanca evalúen el plan de negocios.

Si desde entonces GM se hubiese acogido al equivalente a lo que en México es un concurso mercantil (el famoso "chapter eleven")habría seguido produciendo automóviles, habría seguido siendo fuente de empleo directo o indirecto para millones de personas – dentro y fuera de los Estados Unidos- y, lo más importante, se habría empezado a reorganizar a fondo, para volverse competitiva frente sus competidores asiáticos.

Una reorganización a fondo de GM, supervisada por un tribunal de bancarrotas NO por un equipo de burócratas encabezado por el presidente Obama, habría obligado a que los sindicatos aceptasen nuevas condiciones laborales, sin prestaciones exorbitantes ni privilegios absurdos.

Obama cree poder lograr el milagro: Sanear GM sin tocar los sacrosantos intereses sindicales. ¿Cuánto dinero tendrá que perderse antes de que admita que no habrá tal milagro?

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lunes, 30 de marzo de 2009

La bolsa, ¿indicador adelantado?

Alan Greenspan es, en gran medida, el villano favorito de esta crisis global. Parte de las acusaciones que hoy recibe Greenspan como presunto autor intelectual de la calamidad financiera que se volvió recesión tienen fundamento, en especial - aventuro – la que se refiere a la manga ancha monetaria con la que trató de eludir cualquier síntoma recesivo y, así también, los temibles reproches de los políticos a los que siempre desagradan las restricciones monetarias, fiscales, morales y hasta metafísicas.

La otra parte de las acusaciones contra Greenspan son estúpidamente ideológicas. No merecen atención.

Ya lo he escrito antes: Greenspan es mucho mejor analista económico que banquero central.

El domingo el Financial Times publicó un provocador ensayo de Greenspan que, en breve, señala que el mercado de las acciones no sólo anticipa los ciclos en la economía real, sino que en buena medida los invoca y los provoca. En ese sentido, Greenspan nos dice que una recuperación sostenida, así sea modesta, de la bolsa de valores, digamos del índice Dow Jones de la NYSE, anticipará una más o menos próxima salida del episodio recesivo.

Le compro su hipótesis a Greenspan.

Hay un párrafo clave en el artículo al que doy aquí una traducción más o menos personal:
“Por supuesto, no es simple desenmarañar la compleja secuencia de causa y efecto entre el cambio en el valor de mercado de los activos y la actividad económica. Si los precios de las acciones son totalmente un reflejo de los cambios en las variables económicas, los movimientos en los precios de los activos podrían ser modelados como endógenos y prestarles poca atención. Pero no son endógenos. Una parte significativa de la dinámica de los precios de las acciones se guía por la innata propensión humana a cambiar intermitentemente entre euforia y miedo, la cual, mientras que está fuertemente influida por eventos económicos tiene, sin embargo, una vida parcial por sí misma. En mi experiencia con frecuencia tales episodios no son meros pronósticos de la actividad de los negocios, sino su causa clave.”

Es prosa enrevesada “cien por ciento Greenspan”, pero la conclusión es valiosa: La bolsa (la de verdad, el NYSE) es un indicador anticipado de los ciclos de los negocios y de la actividad económica.

Ahora bien, ¿por qué cayó el mercado ayer? Creo que no sólo porque GM está a un paso de la quiebra, sino porque suena horrendo que el gobierno, que cualquier gobierno, se ponga a dirigir empresas. Pero esa es otra historia; para mañana.

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domingo, 29 de marzo de 2009

Un día después de la crisis

Un día después de la crisis…empezará otra. Un día después de la crisis, por ejemplo, los gobiernos de Estados Unidos y de Gran Bretaña tendrán que explicar cómo van a sacar a sus naciones de la hecatombe fiscal en que, so pretexto de la crisis, las habrán hundido.

El jueves pasado, 26 de marzo, un miembro del parlamento europeo (MEP), británico, nacido en Perú en el seno de una familia británica, encaró al Primer Ministro Gordon Brown para decirle “un par de cosas” en una sesión solemne de dicho parlamento presidida por el propio Brown – acompañado de su gabinete- en preparación a la cumbre del G-20, a celebrarse en Londres el próximo jueves 2 de abril.

El brillante alegato de este parlamentario de 37 años, Daniel Hannan, puede verse y escucharse aquí.

No tiene desperdicio. Al momento en que escribo esto el pequeño discurso de Hannan registraba un millón 590,611 reproducciones en “You Tube”. No está mal para cuatro días. Los medios convencionales desdeñaron el discurso. En una emisión regional de la BBC, que lo mencionó a regañadientes, los locutores se justificaron diciendo que a Hannan “nadie lo cubrió, porque nadie sabe quién es”. Sin embargo Hannan lleva 14 años escribiendo con regularidad en el Telegraph, el diario británico de calidad de mayor circulación. Pero los locutores de la BBC no suelen leer ese diario, por lo visto.

Hannan le dice a Brown que podría tener un poquito más de autoridad moral para proponer soluciones a la crisis, si su gobierno hubiese aprovechado los buenos días de antaño para ahorrar, en lugar de despilfarrar los recursos públicos. Le recuerda que hoy la Gran Bretaña ya tiene un déficit fiscal superior al de Pakistán y que cada niño británico llega al mundo cargando una deuda pública de unas 20 mil libras esterlinas (más de 400 mil pesos mexicanos); en resumen y muy británicamente le llama a Brown “el devaluado primer ministro de un gobierno devaluado”.

El gobierno de Brown, al igual que el de Barack Obama, propone darle más droga al adicto. Para los medios (y los políticos) la noticia son los bonos que cobraron los ejecutivos de AIG, no el pantagruélico déficit fiscal. “Es que los bonos de esos ejecutivos incompetentes – se alega – los pagan los contribuyentes”. Pues, ¿quién les mandó rescatar AIG con el dinero de los contribuyentes?

Del gran desastre fiscal que están fabricando tal vez nos informarán más tarde…un día después de la crisis.

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Políticos alérgicos a la globalización

Bien vistas las cosas, los políticos de este mundo tienen grandes incentivos para remar en contra de la globalización.

La gran red global interconectada de los mercados financieros y de otros bienes, junto con la gran red que es la Internet (esa “telaraña del tamaño del mundo”) sólo pueden restarle control y poder a los políticos, para dárselo (regresárselo) a las personas comunes.

Esta crisis nos ha mostrado que los canales de transmisión que van de los mercados financieros a la llamada economía real son más amplios, eficientes y eficaces – lo mismo para dispersar las buenas noticias que para contagiar las malas -, que los canales convencionales a los que recurren los políticos.

Los políticos aman las fronteras porque toda esa parafernalia asociada de controles de migración y aduanas, aranceles, normas de etiquetado, policías y esclusas que se cierran y se abren a discreción, da control y poder.

Por su parte, los mercados financieros globales y las redes de comercio internacional (que hacen posible, digamos, que en un pequeño restaurante de El Salvador la mantequilla fresca provenga de Nueva Zelanda) aborrecen las fronteras y la insidiosa costumbre política de andarle poniendo puertas al campo.

Las clientelas de los políticos – esos grupos relativamente pequeños organizados para obtener rentas del Estado, como sindicatos, gremios, empresas con aficiones monopolísticas y demás- se cultivan localmente, hacia dentro. Su condición de existencia y rentabilidad es que exista una autoridad que cierre las puertas y las ventanas a los que se califiquen de intrusos.

También por eso los políticos tienen debilidad por los rollos nacionalistas, aun cuando se trate de tópicos irracionales o imposibles de defender con argumentos. ¿Qué relevancia puede tener la nacionalidad de los accionistas de un banco? Ninguna. Lo relevante es la regulación a la que está sujeto el banco, la probidad de su administración, los contrapesos y candados efectivos que impidan que acreedores o deudores del banco sean estafados. Pero, como lo hemos presenciado en los últimos días, eso del nacionalismo y la soberanía vende bien en el bazar político. Al grado de que hasta algunos analistas serios confiesan con candor: “Sería bonito que el banco tal fuese de compatriotas”. ¿Por qué?, nadie lo sabe. Son como los que creen que un taco de carnitas sólo es “bueno” si el maíz fue cultivado en México.

Los políticos tendrán que ceder poder y control a las personas, dado el empuje de la globalización que es la gran aliada de la libertad personal. Este siglo será de las personas, no de las naciones. Ya verán.

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miércoles, 25 de marzo de 2009

¿Y si fundamos “Proteccionistas Anónimos”?

En una semana, el 2 de abril, será la nueva reunión del G-20, que agrupa a 19 países tanto desarrollados como en desarrollo, más la Unión Europea como conjunto con un sitio adicional rotatorio.

En la reunión anterior celebrada en Estados Unidos en noviembre de 2008, los jefes de Estado y/o de gobierno de todos los países presentes manifestaron su repudio al proteccionismo comercial, recordaron sensatamente que las medidas proteccionistas durante la década de los 30 del siglo pasado profundizaron, prolongaron y diseminaron la Gran Depresión en todo el orbe, prometieron hacer su mejor esfuerzo (como si fueran jugadores de un seleccionado nacional antes de un partido decisivo) para reanimar una agonizante Ronda de Doha y nada más les faltó ponerse la mano en la corazón – “cross my heart”- o besar cada cual la cruz formada por los dedos pulgar e índice de su mano derecha – “se los juro, por ésta”-, para proclamarse como los paladines del libre comercio.

Pues ¿qué creen?, a inicios de este mes 17 de los 20 ya habían incurrido en nuevas prácticas o medidas proteccionistas (desde subsidios a sus exportaciones hasta barreras arancelarias o no arancelarias a las importaciones, pasando por los consabidos intercambios de represalias comerciales; ejemplo: China prohíbe la importación de carne de cerdo irlandesa), según una investigación del Banco Mundial que detectó 47 importantes restricciones comerciales nuevas en el mundo surgidas entre el 15 de noviembre de 2008 y el primer día de marzo de 2009.

Mi cálculo es que para hoy, si bien nos va, sólo quedan dos, Australia y tal vez Sudáfrica, del grupo de los 20, que han honrado sus juramentos a favor del libre comercio. El resto parecen alcohólicos reincidentes tras una emotiva sesión catártica de promesas que serán incumplidas. Habrá que fundar el club P. A. (Proteccionistas Anónimos) y alguien deberá inventarse una guía de diez pasos para que estos hombres y mujeres – y sus burocracias – puedan controlar la enfermedad proteccionista, que es crónica, progresiva y mortal.

Los hay peores, de esos que parecen irredentos y cínicos (la Unión Europea como conjunto, Francia, Japón, China, Argentina, Rusia, Estados Unidos), los hay medio proteccionistas y hasta alguno habrá que, cansado de los constantes incumplimientos de su arrogante vecino, se acaba de unir al grupo.

Señoras y señores: el primer paso debería ser la confesión pública. Reconocer que son enfermos y que necesitan ayuda: “Hola, soy Barack y soy proteccionista…”, o algo así.

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martes, 24 de marzo de 2009

China, sus motivos y el dólar

Ahora fue el gobernador del banco central de China, Zhou Xiaochuan, el encargado de enviar el mensaje a los Estados Unidos. Bajo el ropaje de un ensayo académico el banquero central chino propone una idea perturbadora e irrealizable en el corto plazo, pero que no deja de tener engañosos atractivos: Que el dólar deje de ser la moneda mundial de reserva (ninguna autoridad mundial ha decretado que el dólar lo sea, pero así es de hecho) y que se establezca una nueva moneda mundial de reserva administrada y emitida por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que, por lo tanto, no sea la divisa nacional de nadie.

La propuesta es irrealizable, al menos en el corto plazo, y desaconsejable; a pesar de que podría parecer que una moneda internacional de reserva, digamos los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI, obligaría a todos los países, empezando por Estados Unidos, a una mayor responsabilidad fiscal. Desaconsejable, entre otras razones, porque supondría convertir al FMI en un súper-banco central mundial, con un poder inmenso y temible. Muy peligroso. Pero además irrealizable porque la experiencia histórica nos ha mostrado que, más allá de los deseos de los voluntariosos políticos y gobernantes, son los mercados los que acaban eligiendo la moneda que mejor les acomoda como moneda de reserva, que no necesariamente ni en todo momento –¡atención!- es la moneda de mejor calidad, sino la más fácilmente comerciable que, a veces y por la misma razón, puede ser la moneda más mala, que es la que todos preferimos usar para pagar deudas y mercancías, en lugar de atesorarla.


En realidad ése es el grave problema de China en estos momentos: Atesoró en una moneda que podría haber sido la equivocada; y esa, ¡ay!, es la ventaja de Estados Unidos: Se endeudaron a lo bestia en la moneda que ellos mismos emiten.

Ni el gobierno chino, ni el gobernador de su banco central, parecer estar proponiendo en serio esa nueva arquitectura para el sistema financiero del mundo. Expresan su preocupación ante la eventualidad de que el gobierno de Barack Obama intente una depreciación rápida del dólar – mediante el despilfarro fiscal- para amortizar de forma acelerada y tramposa sus deudas (el sueño de todo “barzonista”). Es la natural preocupación del acreedor cuando ve que su deudor es adicto al derroche.

Preocupación legítima, respecto de la cual el gobierno de China no puede hacer mucho más que quejarse. ¿A dónde moverá sus reservas?, ¿al Rand sudafricano?

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lunes, 23 de marzo de 2009

Anote la fecha: 23 de marzo del 2009

Por si las dudas, anote la fecha de hoy en su bitácora: lunes 23 de marzo de 2009. Tal vez en el futuro próximo habremos de decir: Ese día marcó un punto de inflexión hacia la salida de la crisis global. O tal vez no.

Lo cierto es que hoy fue un día prácticamente redondo, con buenas noticias duras para la economía de Estados Unidos y, por eso, para la economía global.

Si esto es así nos permitiría marcar dos fechas clave para la historia que se escribirá en el futuro. El día que la confianza cayó en picada, el 15 de septiembre de 2008, tras la quiebra de Lehman, y el día en que volvimos a creer que quien está a cargo en el Tesoro de los Estados Unidos sí sabe lo que está haciendo: el 23 de marzo de 2009. Entre una y otra fecha: más de seis meses de desconcierto.

Junto con el anuncio de su programa para sanear a los bancos de los activos tóxicos, Tim Geithner, el Secretario del Tesoro estadounidense, publicó un artículo en The Wall Street Journal titulado: “Mi plan para los activos malos de los bancos”. La presentación de Geithner está bien estructurada, sigue un orden lógico y contiene algunas frases que los mercados del mundo ansiaban escuchar: Estados Unidos honrará sus deudas y cumplirá su palabra, como lo ha hecho desde que Alexander Hamilton fue secretario del Tesoro.

El plan Geithner para limpiar los balances de activos malos tiene la virtud, además, de reconocer que serán los mecanismos de mercado, mediante las subastas, los que determinarán los precios. Bien.

A la presentación de Geithner se sumó el dato de venta de casas nuevas que fue mejor de lo esperado (algo que hace meses no veíamos) lo que funcionó como un bálsamo en los mercados. Bien, otra vez.

Esto empieza a tomar forma y coherencia. Persisten las muy justificadas dudas acerca de la efectividad del programa de estímulos que arreglaron entre Barack Obama y el Congreso (dudas que comparto), pero por lo pronto empezamos a escuchar planes con consistencia lógica en materia de saneamiento de las instituciones financieras. Es el primer requisito para enderezar las cosas (donde empezaron los problemas deben empezar las soluciones), de ahí que las buenas nuevas de hoy no sean desdeñables.

Por lo pronto, anote la fecha en su bitácora de la crisis. Con palomita, por supuesto; no con tache.

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sábado, 21 de marzo de 2009

La solución desde el Sur

El Sur tendrá que consumir un poco más. El Norte tendrá que ahorrar un poco más. El Sur tiene muchas necesidades. El Norte tiene muchas deudas.

La idea puede ser expresada de muchas formas e ilustrarse con los más variados ejemplos. Es una idea que, en medio de la crisis global, se está esparciendo sin hacer mucho ruido, como suelen hacerlo las ideas que valen la pena y que sin duda pasó inadvertida para los amantes del estruendo – los ruido-traficantes – que, por ejemplo, siguieron bostezando presas del aburrimiento cuando la oyeron, pero no la escucharon, en la reciente Convención Bancaria celebrada en Acapulco.

Quien lanzó la idea, la mañana del viernes durante la reunión de los banqueros, fue el doctor Raghuram G. Rajan, indio, ex economista en jefe del Fondo Monetario Internacional y asesor del gobierno indio. Dicho esquemáticamente: Tenemos que orientar hacia el consumo a las economías emergentes para que abandonen paulatinamente el modelo de economías netamente exportadoras y acreedoras.

El ejemplo más claro de esta tendencia hacia un nuevo equilibrio global, donde el Norte se tiene que volver más “frugal” y el Sur se tiene que volver más “dispendioso” es el de la relación económica entre Estados Unidos y China. Dicho sea de paso, el gobierno chino lo entiende claramente, mientras que el gobierno de Estados Unidos no, porque está atrapado en una paralizante politización ideológica de la crisis.

El problema en las economías emergentes (Sur) es ¿cómo le hacemos para consumir más?, ¿cómo aumentamos la demanda si, para ello, tenemos antes que aumentar las inversiones productivas que permitan generar los excedentes para gastar?

La respuesta también pudo oírse en la reunión de los banqueros. Cuando menos la mencionaron tanto el Secretario de Hacienda como el Gobernador del Banco de México: Hay que hacer reformas estructurales que detonen el potencial de crecimiento de economías atrapadas en arreglos notoriamente improductivos, como es el caso de México.

Un arreglo notoriamente improductivo es nuestra legislación laboral; otro, el arreglo que impide una verdadera competencia en áreas clave para el crecimiento, como las telecomunicaciones; otro más, el monopolio energético. Tales arreglos nos hacen más cara la vida y nos impiden disponer de recursos para el consumo y para un mayor bienestar.

Reformar es deshacer esos arreglos improductivos y cambiarlos por arreglos que produzcan bienestar.

Casi todo lo demás fue ruido. Es decir, lo demás es lo que la mayoría de los medios de comunicación difundieron alrededor de esa reunión.

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viernes, 20 de marzo de 2009

La solución de la crisis, ¿está en chino?

Con su proverbial perspicacia el semanario británico The Economist (en su edición más reciente, que empezó a circular ayer) pone a China como pieza decisiva sobre el tablero de juego de esta crisis global.

En su articulo de portada se pregunta si estamos entrando a una nueva era bipolar con Estados Unidos y China como protagonistas y si la inminente reunión del grupo de los 20 (G-20) en Londres no debería llamarse mas bien reunión del G-2.
El propio semanario descarta, líneas después, esta inquietante hipótesis recordando que, a pesar de todo, China sigue siendo un país extremadamente pobre…, aunque clave para encontrarle una solución de largo plazo a esta calamidad global.

En noviembre pasado se cumplieron 30 años del gran viraje chino hacia una versión de economía de mercado, aunque sin mecanismos democráticos de gobierno y de deliberación de los asuntos públicos. Como escribí en enero de 2008 el camino hacia la economía de mercado en China ha sido sinuoso y ha avanzado mediante el método de ensayo y error. Los resultados han sido exitosos, lo que demuestra otra vez la superioridad de los mecanismos de libre mercado sobre los modelos intervencionistas; una lección que algunos pretenden borrar contando una historia mentirosa de la crisis actual.

Hoy día estamos presenciando, en el antiquísimo debate entre liberalismo económico e intervencionismo estatal, episodios insólitos: Hu Jintao hace el elogio de Adam Smith en la reunión anual de Davos Suiza o Wen Jiabao pide a los Estados Unidos un poco más de responsabilidad monetaria y fiscal.

Más que la crisis en sí lo que parece perturbar gravemente a los integrantes del gobierno chino son las extrañas respuestas de los gobiernos de las grandes potencias occidentales (digamos, Estados Unidos) ante este episodio recesivo. Se ve que los chinos estudiaron concienzudamente el liberalismo económico y lo aceptaron en lo esencial; ahora no comprenden – y tienen toda la razón – el temperamento veleidoso de los políticos de Occidente quienes, ante la crisis, se apresuran a olvidar esos principios o, peor aun, culpan al libre mercado de un desastre que, bien visto, tiene su origen en el abandono del liberalismo económico.

Tal vez sea un espejismo hablar de un nuevo mundo bipolar con Estados Unidos y China como protagonistas. Pero China tiene un peso mayúsculo en este tablero de juego y mucho ayudaría para superar esta crisis (y mucho lo agradecería el gobierno chino) que en Occidente nos mostrásemos un poco más coherentes con los principios liberales.

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miércoles, 18 de marzo de 2009

El juego del obstruccionista

Ejemplo uno: Los miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas bloquean varias calles del centro de la ciudad de México y se apoderan de la plaza central para celebrar un mitin. Causan incontables molestias a turistas, comerciantes, empleados y habitantes de la zona. ¿Acaso creen los miembros del SME que molestando a todas esas personas harán que éstas salgan corriendo a exigirle al Presidente, al secretario del Trabajo o al director de la empresa que cedan a las demandas del SME para que, a su vez, los del SME hagan el favor de dejarlos de fastidiar?. No, lo que han hecho los del SME es una demostración de fuerza, una intimidación ante el interlocutor que les interesa (el gobierno), confiados en que los medios de comunicación serán eficaces para hacerle llegar al interesado su exigencia: un aumento salarial exorbitante o tal vez una garantía de impunidad.

¿Qué papel jugamos los efectivamente perjudicados? El de víctimas impotentes de un “efecto externo negativo” (externalidad negativa, en la jerga de los economistas) producto, a su vez, de un esquema perverso de negociación que privilegia la fuerza (o la exhibición de fuerza) por encima de la discusión racional.

Ejemplo dos: El país A incumple un acuerdo especifico en un tratado bilateral de comercio que hizo con el país B; en respuesta, el gobierno de B decreta una represalia para encarecer la importación, por consumidores del mismo país B, de algunas mercancías procedentes de A.

Los perjudicados (los consumidores de B que tendrán que pagar más por las importaciones procedentes de A o que tendrán que prescindir de ellas) sólo son víctimas impotentes de un “efecto externo negativo” producto de la incapacidad política de A y de B para ponerse de acuerdo mediante una discusión racional.

¿Cuál es el peor de los escenarios? Que la represalia del gobierno del país B ni siquiera logre perturbar al gobierno del país A porque la economía del país B es 20 o 50 veces más pequeña que la economía del país A; por lo tanto, el arsenal de A es 20 o 50 veces más eficaz, para dañar, si es que de eso se trata, que el arsenal de B.

Lo del SME es detestable, pero les funciona como demostración de fuerza. Lo del ejemplo – hipotético, por supuesto- de la represalia comercial del gobierno del país B es patético, tontería pura.

Las víctimas no cuentan en ninguno de los dos casos, desde luego.

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martes, 17 de marzo de 2009

Las banderitas patrioteras salen caras

Las guerritas comerciales demostraron ser, a lo largo del siglo XX, una pésima ocurrencia.

La hoy legendaria gran depresión de los años 30 del siglo pasado se hizo más profunda y prolongada por culpa del proteccionismo comercial iniciado por el gobierno de Herbert Hoover en Estados Unidos; la ley Smooth-Hawley en 1930, que elevó unilateralmente los aranceles. Proteccionismo imitado por muchos otros países, en un intercambio de represalias comerciales.

Las acciones más eficaces y eficientes en contra de la depresión mundial – y, por tanto, a favor del bienestar- las llevó a cabo, a contracorriente dentro del gobierno de Franklin D. Roosevelt, el Secretario de Estado, Cordell Hull, (Premio Nobel de la Paz, 1945), con la ayuda de Francis B. Sayre, subsecretario de Estado, al apostar por la liberalización del comercio mundial.

Cito el juicio que hizo el historiador Arthur M. Schlesinger Jr., acerca de la gran aportación de Hull y Sayre para que el mundo recobrase la senda del crecimiento económico: “Con tranquila intensidad, Hull y Sayre resucitaron la visión de una civilización que comerciara libremente, la enfrentaron a la imagen del control totalitario y prepararon de este modo los cimientos de un esfuerzo adicional para la liberación del comercio mundial en las décadas de 1940 y 1950”.

Desde 1918, Hull fue un decidido partidario del libre comercio y enemigo de las represalias comerciales y de la discriminación; llamaba a los aranceles “la raíz de todos los males” y decía: “Las guerras comerciales no son sino los gérmenes de las verdaderas guerras”. Las dos grandes guerras mundiales comprobaron, por desgracia, que Hull tenía razón.

Los promotores de represalias comerciales son como promotores de caras y deformadas banderitas nacionales: tocan a la puerta de los ciudadanos, o los abordan en la calle, obsequiando sus banderitas y excitando sentimientos de revancha y envidia, pero jamás advierten a sus compatriotas que las banderitas se pagarán muy caras, mediante precios más elevados, mercancías de menor calidad, promoción de los monopolios, escasez y empobrecimiento.

Si los ciudadanos pudiésemos elegir los cursos de acción de las políticas públicas (como dicen los románticos que pasa en las democracias) deberíamos ser informados de los costos detrás de las decisiones de los gobiernos y, entonces, como en los mercados en competencia, deberíamos decidir en consecuencia. No es así, entre otras razones porque el costo de estar bien informado parece muy elevado. Así, disfrutamos la ignorancia hasta que los costos de las políticas públicas erradas nos pasan la factura.

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lunes, 16 de marzo de 2009

China desenfunda y Obama ¿en qué piensa?

El Primer Ministro chino, Wen Jiabao, dijo el viernes:
“Le hemos prestado un montón de dinero a Estados Unidos. Por supuesto, estamos preocupados por la seguridad de nuestros activos. Para ser honesto, estoy definitivamente un poco inquieto”.

Tratándose del gobierno chino, y de Wen Jiabao, podemos estar seguros de que cada palabra ha sido meditada minuciosamente. La comedida declaración es, de hecho, una severa queja dirigida contra el gobierno de Barack Obama tan sólo unos días antes de que se celebre la reunión en la cumbre del G-20:

¿Qué demonios está haciendo el gobierno de Estados Unidos, en esta crisis global, además de incrementar su deuda pública a niveles insólitos y enfrascarse en acaloradas discusiones domésticas y electoreras entre demócratas y republicanos?, ¿hay alguna garantía, más allá de las promesas retóricas, de que Estados Unidos regresará en algún momento a la senda de la responsabilidad fiscal?, ¿de qué magnitud serán las pérdidas que China habrá de contabilizar cuando las tasas de interés de los bonos del Tesoro repunten y los precios de los bonos, consecuentemente, se desplomen?


Uno puede detestar, por razones totalmente justas, la falta de respeto a los derechos humanos en China y la cerrazón del gobierno chino a la auténtica democracia, pero la lógica económica del reclamo de Wen Jiabao es impecable: Como el principal acreedor individual de los Estados Unidos lo menos que puede pedir China a su deudor es una garantía de que no esté jugando al aprendiz de brujo o, peor aún, de que no esté cocinando alguna jugarreta para licuar sus deudas a través de una depreciación mayor del dólar, invocando a las fuerzas de la inflación.

En este sentido, la severa queja del gobierno chino es también un reclamo por la desatención que el gobierno de Obama ha manifestado hacia la necesidad de dar una respuesta global a la crisis en lugar de aplicar compresas de carácter aldeano y casuístico. Una queja, también, totalmente justificada. La política exterior de George W. Bush fue condenada, casi por unanimidad, por arrogante e incompetente. ¿Qué adjetivos merece la política exterior de Barack Obama al día de hoy? Pues estos dos: arrogante e incompetente.

Si Wen Jiabao dice: “Para ser honesto, estoy un poco inquieto” quiere decir que todos los focos rojos deben encenderse. Y el gobierno de Obama, que sólo ha dado un par de respuestas retóricas al reclamo, no parece haberlo entendido.

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jueves, 12 de marzo de 2009

Hoy a Einstein le negarían la visa

Albert Einstein llegó a Nueva York el 17 de octubre de 1933, en medio de la Gran Depresión, a los 54 años, para incorporarse al Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton.

Hoy, miles de extranjeros altamente calificados, la mayoría de los cuales han estudiado sus doctorados en ciencias o en ingeniería en universidades de Estados Unidos, no son bienvenidos para trabajar en ese país, sobre todo si pretenden aportar sus conocimientos y su talento a empresas o instituciones gravemente afectadas por la crisis global.

Supongamos que un doctor en ingeniería o en ciencias (chino o indio o mexicano o salvadoreño o argentino o ruso o lituano) pudiese ser parte clave de la solución para General Motors. Olvídenlo, lo más probable es que ni siquiera sea considerado para el puesto. Lo prohíbe una de las leyes más estúpidas que ha aprobado la actual mayoría demócrata en el Congreso; una ley supuestamente encaminada a resolver la crisis: La EAWA (Employ American Workers Act) que forma parte del publicitado “paquete de estímulos” que aprobó el Congreso a iniciativa del gobierno de Barack Obama.

La EAWA prohíbe que empresas e instituciones que hayan recibido dinero del paquete de estímulos contraten a trabajadores extranjeros altamente calificados (a quienes normalmente se otorga la visa H1-B) a menos que se demuestre que no hay un solo estadounidense que pueda desempeñar ese trabajo. Eso significa que General Motors, Chrysler, Citi, AIG, y más de 400 empresas o entidades que han recibido o recibirán fondos del paquete de estímulos tendrán que prescindir de cualquier talento extranjero calificado.

Significa, además, propinarle un golpe mortal al mejor sistema de educación de posgrado del mundo, que ha existido por décadas en Estados Unidos. Pocas mujeres y hombres talentosos querrán estudiar sus doctorados en un país que les garantiza, al finalizar sus estudios, ser rechazados para trabajar.

Paul Danos, Matthew J. Slaughter y Robert G. Hansen (decano y decanos asociados de la prestigiosa Escuela de Negocios Tuck de la Universidad de Darmouth) denunciaron esta monumental estupidez en un elocuente articulo de opinión publicado el miércoles en The Wall Street Jorunal.

Extraigo de esta protesta, (que se suma a muchas otras) sólo un dato que los ignorantes legisladores desdeñaron: El 42% de los doctores en ciencias y en ingeniería que hoy trabajan en Estados Unidos NO nacieron en Estados Unidos. Igual de extranjeros que Albert Einstein, quien nació un 14 de marzo, viernes como hoy, pero de 1879, en Ulm, Alemania.

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miércoles, 11 de marzo de 2009

Dejen de manosear mi dinero

No sé con qué autoridad, moral o jurídica, algunos legisladores se han propuesto manosear el dinero que yo y cientos de miles de personas más le prestamos a los bancos. Ese dinero se lo prestamos a los bancos con la finalidad de que éstos, a su vez, lo presten, cobren intereses, obtengan utilidades y además nos paguen intereses a los depositantes o, en el peor de los casos, nos lo conserven a buen recaudo.

Es probable que los legisladores que quieren ponerle topes a las tasas de interés del crédito al consumo (tarjetas de crédito) ignoren que de cada peso que prestan los bancos cuando menos 76 centavos es dinero de los ahorradores, no de los banqueros. (Estoy usando el indicador más generoso que sería el índice total de capitalización de la banca mexicana respecto de los activos con riesgo de crédito, a diciembre de 2008, que es de 24.25, pero en realidad el porcentaje de dinero ajeno que prestan los bancos es mucho mayor). Si lo ignoran, se trata de una ignorancia culpable y de una (otra más) muestra de gran irresponsabilidad. Y si lo saben, no tienen vergüenza.

Si le quieren poner topes a las tasas de interés que los bancos le cobran a quienes usan el crédito al consumo (y tienen el mal hábito de no liquidar mensualmente esa deuda), obligarán automáticamente a los bancos a ponerle también topes a las tasas de interés pasivas, que son las que los bancos pagan a la mayoría de sus acreedores; los acreedores –les informo- somos todos los que tenemos dinero depositado en los bancos.

Obligarán también a que los bancos, para compensar riesgos, nos cobren comisiones más elevadas a quienes ahorramos.

A mí no me toman el pelo diciendo que con su ocurrencia le ponen límites a la ambición de los banqueros. Pamplinas. Su ocurrencia fastidia tanto a los acreedores como a los deudores de los banqueros.

A los acreedores nos fastidia porque pone en riesgo la rentabilidad, que ya de suyo es baja, que podemos obtener de nuestro ahorro. Y a los deudores porque obligará a que los bancos sólo le presten a quienes otorguen mayores garantías de pago, es decir: a quienes menos lo necesitan.

Así, pues, legisladores ínclitos (busquen en el diccionario y entenderán que uso el adjetivo como sarcasmo), ándense con cuidado y no se metan con mi dinero. ¿Así, o más claro?

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martes, 10 de marzo de 2009

El tipo de cambio y “saber leer”

En ninguna parte de la comunicación de la Comisión de Cambios - realizada a primera hora del jueves 5 de marzo-, se habló de “defender” la cotización del peso frente al dólar, de inducir una apreciación del peso o de fijar el tipo de cambio.
Sin embargo, al menos dos diarios “leyeron” que la Comisión de Cambios buscaba “defender” el peso o detener su depreciación. Así “informaron” (o desinformaron) el viernes 6 en sus encabezados; otro tanto hicieron algunos analistas. Los mismos que “leyeron” mal el jueves 5 se sintieron frustrados ayer lunes 9, y lamentaron, por ejemplo, hoy martes 10: “los argumentos del Banxico y de la Secretaría de Hacienda no han convencido a los inversionistas. Y por ello, el dólar sigue escalando nuevos máximos” (Enrique Quintana en “Reforma”).

En contraste, el viernes 6 Pedro Alonso en “Excélsior” escribió acerca del comunicado de la Comisión de Cambios:
“…me refiero a un párrafo que me parece importante: ‘Dado que es del interés de la Comisión de Cambios promover condiciones ordenadas en el mercado cambiario, se considera oportuno establecer un mecanismo para garantizar que una parte significativa de la acumulación proyectada de reservas internacionales se venda en el mercado cambiario’. (…) dice dos cosas que muchos parecen no entender, (aunque) son capaces de hablar sobre el tipo de cambio como si supieran. Como se dice, el interés de la Comisión es mantener ordenadas las condiciones de operación. No dice que su interés sea ‘defender’ el tipo de cambio, entendiendo esto como lo que muchos esperarían (…) Estos son los que no han entendido que el tipo de cambio es el precio de una mercancía, no un símbolo patrio.”

La otra cosa importante del comunicado, según Alonso, fue: habrá oferta suficiente de dólares. En efecto: El déficit en cuenta corriente que hubiere será ampliamente financiado con los ingresos que tendrá el gobierno en la cuenta de capitales e incluso unos 19 mil millones de dólares serán ofrecidos en el mercado a lo largo del año.

Por eso, algunos prevemos que el peso en algún momento deberá apreciarse; eso, a menos que la gestión de la crisis por el gobierno de Barack Obama siga siendo tan errática como hasta ahora. En tal caso será el precio del dólar el que reflejará el pesimismo, pero la balanza de pagos no tendrá problemas porque el déficit en cuenta corriente disminuirá más o incluso se volverá superávit, dado el precio más alto del dólar.

Moraleja: Hay que leer a quienes sí “saben leer”.

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lunes, 9 de marzo de 2009

El precio de los “activos tóxicos”

Una muestra clara de la zozobra en el área de urgencias de la economía estadounidense es el empeño de los médicos (encabezados por Tim Geithner, secretario del Tesoro) en considerar que los llamados “activos tóxicos” deben valer más de lo que dicen los mercados.

Incluso Paul Krugman, a quien nadie puede acusar de falta de entusiasmo y simpatía por Barack Obama y su nuevo-nuevo-nuevo trato (the newest new deal, podríamos llamarlo), ha enderezado una cáustica crítica a los sucesivos planes tentativos que ha lanzado el Tesoro de Estados Unidos para rescatar bancos en problemas y que, una y otra vez, son mal recibidos por los mercados y tienen que regresar a la mesa de diseño.

La de Krugman en este caso es una crítica que da en el blanco: El Tesoro insiste en que los “activos tóxicos” deben valer más de lo que hasta ahora han dejado saber los escasos compradores potenciales que pudiera haber para los mismos. ¿Por qué? Pues, porque si así fuera estaríamos ante una solución casi mágica e inmediata a la insolvencia de muchas instituciones financieras. Si los activos tóxicos – préstamos malparidos- valen más, todo quedaría en un mal sueño, la “insolvencia” sólo habría sido un error de percepción.

Para sostener su punto de vista – que en el fondo es un deseo ardiente más que una hipótesis razonada - Geithner se ha inventado una curiosa distinción entre el “valor económico inherente” y el “valor depreciado de manera artificial” de dichos activos. Obvio: Geithner “sabe” cuál es ése valor inherente que los mercados, tontos o miedosos, no reconocen.

Lo único divertido de todo esto es leer en palabras de Krugman una crítica que parece un eco de la condena que hiciera F. A, Hayek de “la fatal arrogancia” socialista fijando precios a despecho de la oferta y la demanda.

Pero cuando hasta los economistas en la izquierda del espectro, como Krugman, lamentan que el gobierno de Obama quiera establecer “precios de gabinete” contra “precios de mercado” hay razones para asustarse.

Esta insistencia por corregir al mercado sólo profundizará la crisis y la extenderá como una mancha imparable por todo el mundo.

En medio de esta lucha sorda entre la dura realidad y los ardientes deseos es imposible, por ejemplo, saber siquiera cuál es el valor auténtico de Citigroup, con o sin “joya de la corona” (la etiqueta adocenada para denominar a Banamex) en sus alforjas.

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domingo, 8 de marzo de 2009

Entiende, Obama: La respuesta está fuera de casa

Estados Unidos no saldrá solo de esta crisis. Estados Unidos necesita ahorrar más, para lo cual necesita más clientes en el mundo; para lo cual, a su vez, necesita contar con más trabajadores jóvenes y productivos que produzcan más de lo que consuman. Ese excedente de población trabajadora que requiere no está en Estados Unidos, sino fuera de sus fronteras.

Estados Unidos tiene que abrir sus fronteras a esos inmigrantes jóvenes y calificados de todo el mundo y tiene que impulsar en serio el libre comercio mundial.

No hay manera de restaurar el precario equilibrio anterior: Estados Unidos como gran consumidor-deudor y las economías emergentes como grandes exportadores-acreedores.

La principal falla de todo lo que hasta ahora ha hecho Washington ante esta crisis es que se ha concentrado en la sala de urgencias, actuando espasmódicamente y con respuestas casuísticas, en lugar de diseñar respuestas duraderas. Y aún más grave: Como ha sucedido otras veces en su historia, Estados Unidos es víctima de sus inclinaciones aislacionistas.

El próximo 2 de abril, en Londres, será la próxima reunión del G-20 y el gobierno de Barack Obama no ha dado muestras de comprender la importancia crucial de que para esa fecha Estados Unidos asuma sin titubeos el liderazgo de una respuesta global a la crisis en dos vertientes : liberalización comercial y liberalización migratoria.

Pese a lo que leemos todos los días en los periódicos, el síntoma más grave de esta crisis es el acelerado encogimiento del comercio mundial. El pastel se ha reducido tal vez en más de un tercio de su tamaño y en términos netos el mundo es hoy mucho más pobre que en agosto pasado. Los episodios de turbulencia en los mercados y de grandes empresas quebradas son sólo manifestaciones ostentosas de un mal más profundo: Se ha roto el equilibrio global que generaba riqueza y la respuesta no es renunciar a la globalización, sino incrementarla: liberalizar en serio el comercio mundial y facilitar de veras los flujos migratorios de trabajadores calificados.

El gran pecado del gobierno de Estados Unidos en esta crisis (incluido de manera destacada el Congreso; que ha sido miope y mezquino) han sido sus respuestas egocéntricas. No se salvarán solos, pero sí pueden hundirnos a todos, como lo haría un gran oso torpe y ciego que no mide las consecuencias de sus movimientos atolondrados.

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viernes, 6 de marzo de 2009

El precio, la demanda y la oferta del dólar

No hay fundamento alguno para las histerias. El tipo de cambio es un precio como cualquier otro en un mercado de demandantes y oferentes; en ocasiones el precio se dispara de más, pero lo maravilloso de los sistemas de precios libres es que, al ser también sistemas de información oportuna abiertos a todos, tienen una admirable capacidad para corregir rápidamente sus excesos.

Si uno ve las cifras de comercio exterior de México desde que estalló lo más agudo de esta crisis (septiembre de 2008) hasta los últimos datos disponibles (enero de 2009), sólo puede maravillarse de lo eficientes que son los mercados.

En México, como en todo el mundo, esta crisis encogió brutalmente los flujos de comercio exterior. En septiembre de 2008 la totalidad de importaciones y exportaciones mexicanas tuvo un valor de 53,139.7 millones de dólares; para enero de 2009 el comercio exterior de México ya se había encogido 39% y sólo totalizó, según las cifras oportunas del INEG, 32,020.6 millones de dólares. En cinco meses el comercio exterior mensual de México se encogió más de 21 mil millones de dólares.

Enero de 2009 nos “regresó” a los niveles del comercio exterior de 2004. El comercio exterior del primer mes de este año fue 22.3% menor que la media mensual de todo el periodo enero 2004-enero 2009.

Atención: Lo mismo han caído las exportaciones que las importaciones (las primeras han caído 39% y las segundas han caído 67%; en dólares), por eso el déficit comercial mensual de enero fue 46% menor que el déficit comercial de septiembre.

¿Problemas en la cuenta corriente?, no los habrá, en lo absoluto, mientras dejemos que el tipo de cambio sea la variable de ajuste, como lo ha sido.

Datos adicionales: en septiembre de 2008 el tipo de cambio promedio fue de 10.64 pesos por dólar, en enero de 2009 fue de 13.89 pesos por dólar. Depreciación de 30.5 por ciento.

Dada la velocidad del mercado para ajustarse a los cambios en las condiciones de la economía, es claro que un tipo de cambio de 15 pesos o más por dólar disminuiría aún más el déficit comercial de cada mes y eventualmente generaría un superávit. Pero antes de que eso suceda, lo corregirá el propio mercado por la vía del precio: El dólar arriba de 15 pesos simple y sencillamente se ve demasiado caro para sostenerse. ¿Quieren apostar? Ahí está el mercado.

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jueves, 5 de marzo de 2009

El consumo de los chinos

En 2004 China le vendía a Estados Unidos 5.7 veces más mercancías de las que le compraba; cuatro años después, en 2008, China le vendió a Estados Unidos 4.7 veces más mercancías de las que le compró. Expresado en variaciones porcentuales del comercio entre los dos países: Las exportaciones chinas a Estados Unidos crecieron 70%, en dólares, de 2004 a 2008, pero las exportaciones estadounidenses a China crecieron en el mismo período 106 por ciento.

Comparemos estas cifras con lo que ha sucedido en el mismo periodo (2004 a 2008) con las relaciones comerciales entre Japón y los Estados Unidos. Salta a la vista que Japón ha perdido su fuerza exportadora de antaño: En 2008 Japón exportó a Estados Unidos 2.1 veces lo que importó de este segundo país, pero en 2004 esa relación era de 2.4 veces. Expresado en variaciones porcentuales: Las exportaciones japonesas a Estados Unidos sólo crecieron 7% de 2004 a 2008, pero las exportaciones estadounidenses a Japón avanzaron en el mismo periodo 23 por ciento.

A su vez, la tendencia del comercio exterior de Estados Unidos con sus socios Canadá y México es de crecimiento estable: Canadá le vendió en 2008 a Estados Unidos 1.3 veces lo que le compró (en 2004, la relación fue de 1.4 veces), sus exportaciones a Estados Unidos crecieron 31% en el periodo y sus importaciones de Estados Unidos lo hicieron 37 por ciento.

Para México, las cifras son: En 2008 le vendió a Estados Unidos 1.4 veces lo que le compró; en 2004 la relación fue la misma: 1.4 veces. Las exportaciones mexicanas a Estados Unidos crecieron 39% en el periodo 2004-2008 y las exportaciones de Estados Unidos a México crecieron 37% también de 2004 a 2008.

La noticia es que poco a poco China está consumiendo más. Su modelo exportador no es un fin en sí mismo, y lo saben bien los gobernantes chinos, sino un medio para lograr el bienestar para su población. Un largo camino, pero un camino seguro.

Hoy el gobierno chino anunciará un nuevo programa bianual de estímulos para enfrentar la oleada recesiva global, de poco más de 500 mil millones de dólares, destinado a la construcción de infraestructura. La discusión fina entre los analistas es si un programa de tal naturaleza será suficiente para que Estados Unidos ahorre más, le venda más a los chinos y, entonces, los chinos vivan un poco mejor.

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miércoles, 4 de marzo de 2009

La crisis en pantuflas (3 y final)

Quedamos en que nadie se atreve a proclamar que el rey se anda paseando en cueros. Habrá que precisar: “casi nadie se atreve”. Los mercados sí se atreven.

Por lo pronto, los mercados bursátiles en el mundo han estado diciendo una y otra vez, a los cuatro vientos, que no le creen a Barack Obama y a su simpática banda de rescatadores.

Mientras los doctos analistas – de Paul Krugman a Luis Rosendo Gutiérrez – empuñan sus respectivas plumas (¿todavía escriben con pluma?) para regocijarse porque –dicen- Obama está cambiando el paradigma (otro lugar común), los mercados financieros están, duro y dale, anticipando los fracasos del multimillonario déficit fiscal en Obama Country (la denominación es de Juan Pablo Roiz) y de todas las promesas-programas de rescate de bancos, de aseguradoras, de créditos deformes desde la concepción (eso quieren decir los “especialistas” cuando, hablando como salvajes iletrados, hablan de problemas de “originación”), de armadoras de automóviles y de lo que se ofrezca.

Así como los políticos no quieren que se desate una epidemia de ejecución de hipotecas, tampoco quieren que, tras el festín de dinero fácil, nos sometamos a una dieta rigurosa de ahorro y frugalidad. La consigna de los políticos henchidos de keynesianismo de manual es: “¡A gastar, a gastar, que el mundo ya va a cambiar!”.

Pero la gente (ya ve usted cómo es de díscola “la gente”) comete el “pecado” de ahorrar. Lo publicó ayer Sergio Sarmiento: “El ingreso disponible de los estadounidenses después de impuestos aumentó 1.5 por ciento en enero de 2009 (…) Los consumidores están sembrando las raíces de la recuperación al rechazar las políticas del binomio Bush-Obama”. En otras palabras: Los consumidores están desobedeciendo a los políticos y están ahorrando.

Los consumidores, cuidando de sí mismos mejor de lo que puede hacerlo cualquier político, están consumiendo menos y ahorrando más. ¡Ah qué consumidores tan poco keynesianos!

La recuperación llegará a despecho del “cambio de paradigma” de Obama y su banda (de hecho, no veo mucho “cambio de paradigma” de la irresponsabilidad fiscal de Bush a la irresponsabilidad fiscal de Obama), gracias a millones de decisiones individuales, libres, de no gastar lo que no se tiene. Me atrevo a prever que las frías y despiadadas caídas de los mercados bursátiles caminan en el mismo sentido: No nos hagamos tontos, reconozcamos errores y tomemos las pérdidas que nos corresponden. Es la vieja, única e infalible receta para levantarse.

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martes, 3 de marzo de 2009

La crisis en pantuflas (2)

¿Por qué los políticos en los Estados Unidos tampoco quieren que los bancos se pongan a rematar casas de deudores incumplidos?

1. Porque una epidemia de ejecuciones de hipotecas de mala calidad no sólo le añadiría un sombrío dramatismo a la crisis (pésima propaganda política para la menguante Obama-manía), sino que también sería la demostración de que el conjunto de la clase política estadounidense – republicanos y demócratas a la par- engañó durante la última década a millones de ciudadanos predicando que cualquiera, sin importar si tenía o no ingresos estables, podía adquirir una casa a crédito.

2. Porque tal epidemia desplomaría aún más los precios de la vivienda y, con ellos, los hoy dudosos valores de mercado de miles de activos financieros, lo que orillaría a la quiebra a más bancos y similares (que sería imposible rescatar), y lo que provocaría un mayor desplome en la construcción de nuevas viviendas, aumentando el desempleo y agravando la depresión.

3. Porque junto con los precios de la vivienda caería en picada la capacidad de consumo (vía crédito) de millones de estadounidenses, perjudicando además a todos los países (de China a México) que les venden mercancías.

4. Porque significaría dejar sin trabajo a decenas de miles de burócratas, hoy empleados federales, enquistados en Fannie Mae y Freddie Mac, los dos monstruos para-estatales rescatados, que son ya bastiones irrenunciables para la clase política.

5. Porque nadie parece tener los tamaños para aventarse el “tiro” de decirle a centenares de miles de inversionistas en el mundo (incluidos algunos gobiernos de países emergentes que han invertido sus reservas en Bonos del Tesoro), que el asunto es como una “pirámide” o “esquema Ponzi” que deja a Bernie Madoff como un aprendiz.

La burbuja es tan grande que nadie se atreve a reventarla. Sigamos, pues, inflándola a billetazos…

Vistas así las cosas, en pantuflas, la discusión sobre la “nacionalización” de los grandes bancos parece bizantina. De nada servirá que el gobierno de Estados Unidos sea dueño del 36% de Citi, si nadie se atreve a reconocer que gran parte de los papelitos guardados en el cajón del banco (los activos en riesgo) sólo valen el papel en el que están registrados.

¿Quién será el valiente, entre los políticos, que se anime a proclamar que el rey se pasea en cueros?

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lunes, 2 de marzo de 2009

La crisis en pantuflas (1)

Las pantuflas son, como bien ilustra el diccionario, calzado que para mayor comodidad se usa para andar por casa. Tratemos de entender la presente crisis económica global “en pantuflas”, de forma tan cómoda, intelectualmente, que hasta un diputado o un locutor de radio o televisión pueda saber de lo que está hablando sin necesidad de parlotear incoherentemente acerca de asuntos que para su entendimiento (el entendimiento de ellos, desde luego, no el de usted, apreciado lector) son abismales.

Algunas estrellas del firmamento mediático (escuchemos: “déjeme le digo, le explico, le señalo, le reitero, aunque usted lo sabe, lo sabe bien, vamos bien, venga, vaya, más que bien…”), hacen el mismo papelón que la jovencita rusa que, en un concurso para descubrir tiernos talentos musicales, cantó con harto sentimiento algo sobre un tal “Ken Lee”, siendo que la letra original dice “I can’t live”, y cuando uno de los jurados le preguntó (con “mala leche”) que cuál era el idioma en que cantaba contestó “anglishki” (así se oye “inglés” dicho en ruso), tan quitada de la pena.

Bien, hagamos un servicio a locutores y políticos que sufren apuros para hablar sobre esta crisis y definamos, en lenguaje llano y cómodo, en pantuflas, algunos elementos básicos de esta calamidad financiera planetaria.

Empecemos por los bancos: ¿Qué es, en pantuflas, la esencia del negocio bancario? Prestar dinero que mayoritariamente, más del 90%, no es de los dueños del banco, sino de los depositantes; el dinero de los depositantes son “pasivos” para el banco.

Los préstamos acaban siendo datos en un archivo (papelitos en un cajón) y dicen por ejemplo: “Juan debe 100, los pagará en 15 años a una tasa anual de 8%, dio como garantía la casa que compró con los 100 que le prestamos”. Esos datos se llaman “activos en riesgo”. En riesgo ¿de qué? De que Juan no pague. Alguien no hizo bien su trabajo y supuso que la casa de veras valía 100 –que no los valía- y que en el futuro inexorablemente seguiría subiendo de precio.

Hoy nadie da por la casa de Juan más de 40, y Juan no puede, o no quiere, pagar. El banco no quiere quedarse con la casa porque su negocio no es rematar casas con pérdidas del 60 por ciento en un mercado deprimido. Y los políticos tampoco quieren que los bancos se pongan a rematar casas de deudores incumplidos, ¿por qué?
Mañana trataré de explicar por qué, pero en pantuflas.

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