Corbatas patógenas
Esto se va a poner bueno. Si alguien, que debería saber lo que dice, ha desaconsejado el uso de la corbata por considerarlo peligroso para la salud pública, resultará que ahora el uso de la corbata será señal de transgresión al orden establecido, desafío a la autoridad, descortesía hacia el prójimo que vive aterrorizado por invisibles microorganismos nocivos, conducta rayana en lo criminal.
En emergencias de salud pública una recomendación de este jaez adquiere visos de ley o decreto. Es así porque un buen porcentaje de la población tiene propensión a la beatería: Disfruta juzgando si el prójimo – recordemos que hoy todo prójimo debe estar a 2.25 metros de distancia, mínimo – cumple con la letra de la ley, y disfruta aún más si de ese juicio puede derivar una condena o un reproche despiadado.
Quien use corbata mientras dure este episodio (es decir, mientras no haya un valiente, al que le hagan caso, que diga que la recomendación-orden es una tontería) corre el riesgo de recibir una andanada de insultos (“incivil”, “desconsiderado”, “subversivo”, “rebelde”, “delincuente”, “patógeno”) y de que, además, lo corran de su empleo.
Entre otras instrucciones a sus empleados, ante la inminente reanudación de sus labores normales, una institución oficial indica: “No usar corbata porque ésta actúa como reservorio de microorganismos”. En biología se le llama reservorio a una “población de seres vivos que aloja de forma crónica el germen de una enfermedad, la cual puede propagarse como epidemia”. Ignoro si el autor de la ocurrencia tomó la precaución de consultar un diccionario antes de decir lo que dijo, pero si así fue me parece que el siguiente paso es clausurar las corbaterías y promover una sanitaria y edificante quema de corbatas en alguna plaza pública.
Si cualquier corbata alberga de forma crónica microorganismos nocivos, ¿qué guardan los tapabocas?, ¿microorganismos beneficiosos?
Habrán querido decir que incidentalmente la corbata podría ser receptora de minúsculos, o no tan minúsculos, residuos nocivos (y asquerosos) provenientes de estornudos o toses. Pero, ¿cuántas personas acostumbran usar la corbata como pañuelo o cuántas personas tienen el extraño hábito de llevarse a la boca, a la nariz o al rostro su propia corbata o las corbatas del prójimo?
Esta tácita prohibición de las corbatas es fácil de cumplir y hasta suena “kosher”, como no mezclar lácteos con carne. Parece totalmente irrelevante en términos de salud pública pero, eso sí, no deja de ser divertida.
En emergencias de salud pública una recomendación de este jaez adquiere visos de ley o decreto. Es así porque un buen porcentaje de la población tiene propensión a la beatería: Disfruta juzgando si el prójimo – recordemos que hoy todo prójimo debe estar a 2.25 metros de distancia, mínimo – cumple con la letra de la ley, y disfruta aún más si de ese juicio puede derivar una condena o un reproche despiadado.
Quien use corbata mientras dure este episodio (es decir, mientras no haya un valiente, al que le hagan caso, que diga que la recomendación-orden es una tontería) corre el riesgo de recibir una andanada de insultos (“incivil”, “desconsiderado”, “subversivo”, “rebelde”, “delincuente”, “patógeno”) y de que, además, lo corran de su empleo.
Entre otras instrucciones a sus empleados, ante la inminente reanudación de sus labores normales, una institución oficial indica: “No usar corbata porque ésta actúa como reservorio de microorganismos”. En biología se le llama reservorio a una “población de seres vivos que aloja de forma crónica el germen de una enfermedad, la cual puede propagarse como epidemia”. Ignoro si el autor de la ocurrencia tomó la precaución de consultar un diccionario antes de decir lo que dijo, pero si así fue me parece que el siguiente paso es clausurar las corbaterías y promover una sanitaria y edificante quema de corbatas en alguna plaza pública.
Si cualquier corbata alberga de forma crónica microorganismos nocivos, ¿qué guardan los tapabocas?, ¿microorganismos beneficiosos?
Habrán querido decir que incidentalmente la corbata podría ser receptora de minúsculos, o no tan minúsculos, residuos nocivos (y asquerosos) provenientes de estornudos o toses. Pero, ¿cuántas personas acostumbran usar la corbata como pañuelo o cuántas personas tienen el extraño hábito de llevarse a la boca, a la nariz o al rostro su propia corbata o las corbatas del prójimo?
Esta tácita prohibición de las corbatas es fácil de cumplir y hasta suena “kosher”, como no mezclar lácteos con carne. Parece totalmente irrelevante en términos de salud pública pero, eso sí, no deja de ser divertida.
Etiquetas: corbatas, disparates, humorismo involuntario, influenza AH1NI, salud pública