lunes, 21 de julio de 2008

Descripción precisa de un “operativo”

Cuando la sociedad adopta sin empacho el pésimo lenguaje de los policías o, aún peor, la jerga de los delincuentes, estamos en serios problemas.


¿Por qué hemos adoptado con tanta naturalidad el lenguaje sórdido y equívoco de policías y delincuentes?

Si a una brutal redada de la policía le llamamos “operativo”, significa que lo anómalo – la constante convivencia con la inseguridad pública- se ha convertido en algo tan cotidiano que aceptamos que nuestros profesores de semántica sean los gendarmes semianalfabetos, sus jefes más o menos atrabiliarios o hasta los mandamases de la delincuencia que han hecho del salvajismo un modo de vida. Hay periódicos que describen con el inocente verbo “levantar” el crimen atroz de secuestrar seres humanos, adoptando un barato eufemismo, inventado por los delincuentes para trivializar sus crímenes.

En estas cavilaciones andaba cuando releí un párrafo de Jorge Ibargüengoitia en su novela “Maten al león” (1969) que resume lo esencial de eso que hoy se llama “operativo” policial y que sólo es una sórdida redada realizada por gendarmes prepotentes y corruptos. Lo copio:

“La toma de la casa de doña Faustina, la de San Cristóbal número 3, el burdel más caro de Puerto Alegre formará, en adelante, parte de la mitología arepana. Los policías entraron por la puerta principal, por la lateral, por la trasera, y por las ventanas del segundo piso, usando la escalera de los bomberos. Juntaron a veinte putas histéricas en la sala morisca, les metieron mano, y les quitaron el dinero que habían ganado con tanto trabajo, aquella noche de quincena; después las metieron en el furgón de los presos, y las hicieron pasar la noche en chirona, en donde tres de ellas pescaron resfriado, y un sargento carcelero, gonorrea. Los clientes (…) fueron fichados, extorsionados y puestos en libertad. De nada sirvió que doña Faustina, la dueña, amenazara al coronel Jiménez con hablarle por teléfono al Mariscal”.


Podemos conjeturar, no lo contó Ibargüengoitia, que al día siguiente la prensa oficialista de la imaginaria isla de Arepa consignaría: “Realiza policía local exitoso operativo en casa de mala nota; detienen a sexo servidoras”.

Lo que sí contó Ibargüengoitia es que en realidad lo que los gendarmes tenían instrucciones de buscar (¿o “sembrar”?) en el burdel era un sombrero del candidato de la oposición, recién asesinado, para desprestigiarlo en forma póstuma.

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martes, 27 de marzo de 2007

De la “gabomanía” y otras modas idiotas

Ahora resulta, según la docta sentencia de algún anónimo redactor de titulares de periódico, que García Márquez es “artífice del habla hispana”. Afirmación tan idiota, en mi nada recomendable opinión, como la de quienes aseguran que el calentamiento global es el más grave problema que ha enfrentado la humanidad en toda su historia.

Referirse a Gabriel García Márquez como “Gabo” es signo inequívoco de esnobismo bobalicón, salvo que uno pertenezca al puñado de amigos y parientes cercanos del escritor colombiano.
El colmo fue ayer cuando el periódico mexicano “El Universal” enunció en su primera plana, justo arriba de una foto de este eficacísimo agente de relaciones públicas de la infame monarquía de Fidel Primero y Único de Cuba, lo siguiente: “Rinden tributo a artífice del habla hispana”. Tremendo disparate que demuestra – otra vez- que el papel aguanta todo.
Cada cual sus gustos, cada cual sus afinidades, cada cual su conocimiento de ese océano majestuoso que es la lengua española. En el mundo de la charlatanería lo mismo se puede consagrar a un mediano contador de un par de historias coloridas que afirmar, como ha hecho varias veces el comediante involuntario Al Gore, que los gases de invernadero son el peor flagelo que ha sufrido la humanidad, desechando de un plumazo, arrogante e idiota, el Holocausto, el Gulag, la peste, cientos de guerras, las variopintas dictaduras…
Tengo para mí – y como dijo Góngora “ándeme yo caliente y ríase la gente”- que toda la obra de García Márquez no vale lo que una sola línea de Borges ("Nadie rebaje a lágrima o reproche…”), lo que la fantasía de un cuento de Cortazar, lo que algunas líneas de Octavio Paz, lo que valen las tres o cuatro novelas magistrales de Mario Vargas Llosa (y cito: “Conversación en la Catedral”, “La Fiesta del Chivo”, “La Guerra del Fin del Mundo” y “Travesuras de la Niña Mala”), lo que vale “Dormir en Tierra” de José Revueltas o lo que vale ese caudal de humor profundamente triste que son los relatos de Alfredo Bryce Echenique.
Si el tal “Gabo” – a quien tantos disimulan sus oficios de cortesano en la finca de Fidel- es “artífice del habla española”, habrá que escribir en yiddish, porque el español ya ha de ser “lengua muerta”.

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