miércoles, 2 de septiembre de 2009

La crisis como negocio político

Un dato para la reflexión: Ni por asomo, como ha demostrado con toda sencillez el profesor Allan Meltzer, la actual recesión puede equipararse con la Gran Depresión 1929-1932, ni con su segunda parte de 1937-1938.

Los datos son elocuentes y reproduzco lo esencial del cuadro elaborado por Meltzer y publicado el lunes en The Wall Street Journal:

Gran Depresión (parte dos) 1937-1938: Duró sólo 13 meses pero la caída real del PIB fue de 18.2 por ciento, el desempleo alcanzó una tasa de 20 por ciento de la población económicamente activa y la producción industrial se desplomó 32.4 por ciento. ESO ES UNA DEPRESIÓN ECONÓMICA.

Recesión 2007-2009: Ha durado aproximadamente 18 meses, la caída real del PIB ha sido de 3.8 por ciento, el desempleo ha llegado a una tasa de 9.5 por ciento de la población económicamente activa y la declinación de la producción industrial ha sido de 16.9 por ciento. ESO NO ES UNA DEPRESIÓN ECONÓMICA, es una recesión más o menos severa.

Como también fueron recesiones severas la de 1973-1975 y la de 1981-1982; la primera de las cuales le parece al profesor Meltzer muy similar a la actual, en profundidad y duración, así como en expectativas de recuperación lenta, gradual y no exenta de retrocesos.

Después del dato, las reflexiones.

Primera reflexión: ¿Por qué, entonces, tantos economistas, medios de comunicación, negociantes y políticos insisten en hacer la analogía con la Gran Depresión?

Meltzer explora varias razones posibles para explicar esta falsificación (que consiste en algo así como "vender una catástrofe"), que tienen que ver con la conveniencia política, los negocios vinculados a los recursos fiscales y la ideología.

Resumo a mi modo, y bajo mi exclusiva responsabilidad, las conjeturas de Allan Meltzer en esas tres vertientes que se me ocurren (pongo desde luego mucho de mi cosecha, pero ruego a los lectores que lean el artículo original del profesor Meltzer que explica cien veces mejor las cosas y que pueden encontrar en este vínculo).

1. Conveniencia política: Al gobierno de Barack Obama le conviene dramatizar la crisis porque en esa medida podrá venderse como el gran gobierno que nos rescató de la catástrofe; adicionalmente, una lectura escandalosa de la crisis es útil para justificar una mayor intervención del gobierno en la economía - lo que forma parte de la agenda política de los "progres" estadounidenses, para quienes Obama es un símbolo heroico, una reencarnación de F. D. Roosevelt- y para apuntalar a los grupos que tradicionalmente han sostenido al Partido Demócrata, como los sindicatos de la industria automotriz y los sindicatos de maestros, entre otros.

2. Negocios vinculados a los recursos fiscales: Los paquetes multimillonarios de estímulos no suelen llegar a los consumidores comunes y corrientes sino a los negociantes bien enchufados con el Congreso y con la Casa Blanca, o con los gobiernos locales. Los esfuerzos titánicos para levantar a la industria de los automotores tradicional- que no para reformarla para que se haga más productiva- han derramado miles de millones de dólares para las empresas y para los intermediarios. Y atención: Estos "exitosos" programas, como el de bonificar con dinero público la entrega de autos chatarra como enganche para adquirir vehículos nuevos, se está haciendo a cambio de sacrificar las ventas que la propia regeneración del mercado (sin necesidad de la mano interventora del gobierno) provocaría en el futuro una vez recuperado el ritmo de crecimiento.

3.Ideología. Los Paul Krugman de este mundo que claman por más estímulos fiscales ven en esta crisis la oportunidad de reivindicar el keynesianismo más trasnochado. No entienden, dice Meltzer, que históricamente los estímulos fiscales han fracasado en su intento de reactivar la demanda de un modo permanente. El mercado puede más, el mercado sabe más y el mercado lo hace mucho mejor (el mercado, por si alguien lo ignora, somos las personas libres tomando decisiones, como ahorrar, comprar, vender, producir, invertir o esperar; no es una oscura fuerza maligna que conspira por las noches). Los medios, infestados literalmente de keynesiansmo ramplón (incluidos los medios supuestamente especializados en economía y finanzas), se hacen eco de esta presunta y anhelante victoria del Estado sobre el mercado.

Segunda reflexión: La recuperación ya empezó como parte de un proceso de destrucción creativa y regeneración que invariable y cíclicamente hacen los mercados para corregir excesos. La recuperación ha empezado incluso antes de que los multimillonarios recursos fiscales lleguen a dar resultados e incluso antes de que se hayan ejercido en su totalidad.

El problema será cuando la relajación fiscal y monetaria - en Estados Unidos y en el Reino Unido, principalmente- pase su factura. La recuperación se frustrará o, al menos, se hará más penosa por los serios obstáculos que deberá sortear.

Etiquetas: , , , , , ,

martes, 17 de marzo de 2009

Las banderitas patrioteras salen caras

Las guerritas comerciales demostraron ser, a lo largo del siglo XX, una pésima ocurrencia.

La hoy legendaria gran depresión de los años 30 del siglo pasado se hizo más profunda y prolongada por culpa del proteccionismo comercial iniciado por el gobierno de Herbert Hoover en Estados Unidos; la ley Smooth-Hawley en 1930, que elevó unilateralmente los aranceles. Proteccionismo imitado por muchos otros países, en un intercambio de represalias comerciales.

Las acciones más eficaces y eficientes en contra de la depresión mundial – y, por tanto, a favor del bienestar- las llevó a cabo, a contracorriente dentro del gobierno de Franklin D. Roosevelt, el Secretario de Estado, Cordell Hull, (Premio Nobel de la Paz, 1945), con la ayuda de Francis B. Sayre, subsecretario de Estado, al apostar por la liberalización del comercio mundial.

Cito el juicio que hizo el historiador Arthur M. Schlesinger Jr., acerca de la gran aportación de Hull y Sayre para que el mundo recobrase la senda del crecimiento económico: “Con tranquila intensidad, Hull y Sayre resucitaron la visión de una civilización que comerciara libremente, la enfrentaron a la imagen del control totalitario y prepararon de este modo los cimientos de un esfuerzo adicional para la liberación del comercio mundial en las décadas de 1940 y 1950”.

Desde 1918, Hull fue un decidido partidario del libre comercio y enemigo de las represalias comerciales y de la discriminación; llamaba a los aranceles “la raíz de todos los males” y decía: “Las guerras comerciales no son sino los gérmenes de las verdaderas guerras”. Las dos grandes guerras mundiales comprobaron, por desgracia, que Hull tenía razón.

Los promotores de represalias comerciales son como promotores de caras y deformadas banderitas nacionales: tocan a la puerta de los ciudadanos, o los abordan en la calle, obsequiando sus banderitas y excitando sentimientos de revancha y envidia, pero jamás advierten a sus compatriotas que las banderitas se pagarán muy caras, mediante precios más elevados, mercancías de menor calidad, promoción de los monopolios, escasez y empobrecimiento.

Si los ciudadanos pudiésemos elegir los cursos de acción de las políticas públicas (como dicen los románticos que pasa en las democracias) deberíamos ser informados de los costos detrás de las decisiones de los gobiernos y, entonces, como en los mercados en competencia, deberíamos decidir en consecuencia. No es así, entre otras razones porque el costo de estar bien informado parece muy elevado. Así, disfrutamos la ignorancia hasta que los costos de las políticas públicas erradas nos pasan la factura.

Etiquetas: , , , , ,