miércoles, 25 de febrero de 2009

¿Periodismo o basura?

Me gustaría saber en qué universidad enseñan que la transmisión de grabaciones ilícitas de conversaciones privadas, cuyo contenido es irrelevante para los asuntos públicos, es periodismo.

El lunes pasado, Jesús Silva Herzog Márquez, competente comentarista de asuntos políticos, lamentaba que se ventilen conversaciones privadas de personajes más o menos públicos con el pretexto de que las personas públicas no tienen derecho a la privacidad y deben ser juzgadas por el público hasta por su forma de expresarse ante sus amigos – en privado – o por sus virtudes o vicios íntimos. Se refería, obviamente, a la divulgación de una conversación que Luis Téllez Kunzler sostuvo -siendo entonces, por cierto, un ciudadano como cualquier otro-, con amigos o parientes cercanos; conversación en la que Téllez dice saber o suponer que Carlos Salinas de Gortari dispuso indebidamente de (o robó) la mitad de "la cuenta secreta".

En eso acierta Silva Herzog, tal divulgación es execrable por varias razones: 1. Atenta contra el derecho a la privacidad, 2. Se hace cómplice inexcusable de un delito grave y especialmente repulsivo, que es la escucha ilegal de conversaciones privadas que son ajenas al emisor, y 3. Para colmo, resulta del todo irrelevante porque lo dicho ahí ni prueba nada, ni sirve en lo absoluto para esclarecer un hecho público (cómo se gastó la dichosa "partida secreta" en ese periodo presidencial) y, en cambio, contribuye a facilitar una extorsión a un funcionario público y, tal vez, al gobierno federal en turno. ¿De parte de quién?

En lo que se equivoca Silva Herzog es en presumir que tal conducta delictiva (divulgar conversaciones privadas obtenidas ilícitamente) es práctica común y aceptada del periodismo. Mentira. Eso no es periodismo, es basura y punto.

Supongo que a Silva Herzog no le agradaría que se juzgase a todos los académicos por las estupideces que hace o dice alguno de ellos, por famoso que ése sea; supongo que no aceptaría que a todos los graduados en derecho, como es su caso, se les juzgase de acuerdo con el comportamiento de abogados cómplices de delincuentes.

Aun entre los perros, suele decirse, hay distinciones de razas.

Lo que debería provocar indignación no es lo que haya dicho o dejado de decir Téllez, sino que se califique como "periodismo" lo que simple y llanamente es una muestra más de la falta de ética y de profesionalismo de una locutora y del medio de comunicación que le da cabida.

Si eso es periodismo, prefiero decir que soy pianista en un burdel.

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miércoles, 5 de septiembre de 2007

La ética del político: Debe haber un límite

¿Todo es negociable? No. Cierto que la ética del político no puede ser sólo ni prioritariamente la ética de la convicción, pero cierto también que, aun poniendo entre paréntesis algunas convicciones, el político no puede eludir la responsabilidad por las consecuencias de sus actos u omisiones.

Max Weber planteó, como modelo explicativo de las diferencias de conducta entre el científico y el político, la antinomia teórica entre la ética de la convicción, aquella que pone la verdad ante todo y siempre sin medir consecuencias prácticas, y la ética de la responsabilidad, propia del político, que en la esfera pública pone por encima de todo las consecuencias de sus decisiones.

Por supuesto, se trata de una antinomia sólo teórica, ya que en la vida real ambas éticas resultan complementarias y no hay “convencidos irresponsables” o “responsables sin convicción”. Raymond Aron escribió al respecto:

“Un político debe ser al mismo tiempo convencido y responsable. ¿Pero cuál es la elección moral cuando es preciso mentir o perder, matar o ser vencido? La verdad, responde el moralista de la convicción; el éxito, responde el moralista de la responsabilidad. Las dos elecciones son morales con tal de que el éxito que este último quiere sea el de la ciudad y no el suyo propio. La antinomia me parece esencial, aun cuando en la mayor parte de los casos la prudencia sugeriría un compromiso razonable”
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Bajemos ahora a nuestra prosaica realidad: México, septiembre de 2007. ¿Acaso el confuso juego de intercambios negociadores que presenciamos es sólo una muestra de dicha ética de la responsabilidad?, ¿es ése “compromiso razonable” del que habló Aron? No lo parece. Primero, está la confusión introducida deliberadamente por actores políticos que presionan sin piedad pero no dan la cara y sólo susurran: “Si quieres que apoye la reforma tal concédeme tu apoyo para este ajuste de cuentas entre mafias”.

¿Dónde está el límite para negociar? Yo ya me habría bajado de ese tren que parece ir hacia cualquier lugar indeseable. Pero yo no soy político y me acechan otros demonios, no los del poder.

Weber cita, al describir los límites éticos del “éxito” al que aspira el político, la famosa frase de Martín Lutero ante la dieta de Worms: “Aquí me detengo; no puedo proceder de otro modo. Que Dios me ayude”.

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