martes, 11 de septiembre de 2007

David Ricardo y la deuda del GDF

El gobierno del Distrito Federal ha publicitado con entusiasmo la reestructuración que logró – en plazos y tasas- de la mayor parte de su deuda. ¡Enhorabuena! Ojalá con el mismo entusiasmo nos informaran por qué sus ingresos propios por el principal impuesto local – el predial- muestran una caída anual en pesos constantes de 6.1 por ciento al primer semestre de este año.

Un bonito ejemplo de la llamada “equivalencia ricardiana” – que podríamos resumir así: “La deuda pública de hoy son los impuestos por venir”- es la reciente operación de reestructura de la deuda del gobierno del Distrito Federal.

Breviario: Se llama “equivalencia ricardiana” porque fue el economista David Ricardo el primero en formularla; por su parte, James M. Buchanan, premio Nobel de ciencias económicas 1986 la redescubrió ya que, como admitió en 1992 el economista Robert J. Barro – recordando una polémica suya con Buchanan alrededor de 1974- cuando se verificó tal debate la equivalencia ricardiana “era desconocida para la mayoría de los economistas”.

Es claro que al señor Marcelo Ebrard le disgusta que algunos medios hayan recordado que la operación de reestructura de la deuda del GDF significa, también, trasladar una carga a los contribuyentes de generaciones futuras a cambio de obtener un alivio en la carga fiscal presente. En este caso, sin embargo, esa observación tiene razón. Es la famosa equivalencia ricardiana.

Se entiende que el gobierno de la capital prefiera publicitar los beneficios presentes de la operación en lugar de advertir de sus consecuencias futuras, eso suelen hacer todos los gobiernos. Además, si las alternativas eran: no hacer nada o aprovechar las condiciones de los mercados financieros – y el aval del gobierno federal- para reestructurar la deuda, sin duda se hizo lo correcto. El punto es que hay que ver integralmente las finanzas del GDF, por ejemplo: ¿Cuál es el comportamiento del principal impuesto local, el predial, que cobra ese gobierno? La respuesta es preocupante: En los primeros seis meses de este año la recaudación por impuesto predial ha caído 6.1 por ciento en términos reales respecto del mismo periodo de 2006.

Esta caída en el principal ingreso propio de carácter local – cuyo flujo razonablemente debería servir para dar servicio a la deuda, entre otras cosas- no se conduele con la entusiasta propaganda sobre la salud financiera del GDF.

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jueves, 6 de septiembre de 2007

No aumentó la aversión al riesgo, disminuyó la ignorancia

Los inversionistas en los mercados internacionales no se han vuelto, tras la crisis de las hipotecas de baja calidad, ni más temerosos, ni más ambiciosos que antes. Simplemente, ahora saben un poquito más que ayer.

En los últimos días ha adquirido popularidad entre algunos analistas la versión de que la crisis de las hipotecas de mala calidad otorgadas en Estados Unidos, que golpeó a los mercados financieros mundiales, arrojó como primer saldo un aumento en la aversión al riesgo por parte de los inversionistas.

Es una explicación errónea: La naturaleza humana no ha cambiado. Lo único que se modificó fue que más inversionistas vieron riesgos que antes no veían a pesar de que estaban ahí. No es que antes fueran temerarios y de súbito se volvieran miedosos; mucho menos es que antes fueran conformistas y de repente se volvieran ambiciosos. Nada de eso. La crisis ha servido para que se destapase información pertinente que la gran mayoría estaba pasando por alto. Los mercados funcionan mejor cuando hay más información. Por paradójico que suene: Hoy los mercados están en mejores -o menos malas- condiciones que antes del mes de julio.

¿Es importante el punto? ¡Es importantísimo! De un diagnóstico erróneo surgen malas decisiones. Por ejemplo, un comentarista señalaba ayer: “La gente que tiene dinero va a exigir un pago mayor por ponerlo a disposición de empresas y Gobiernos”. No es así: La gente no se va a conformar tan fácil como antes con la promesa de un pago mayor, va a fijarse un poco más en los fundamentos que garanticen la viabilidad de la tasa de retorno prometida.

El primer efecto de estas crisis es aumentar el discernimiento en los mercados. Por ejemplo, papeles gubernamentales: Si sólo contase la tasa prometida: ¡hay que comprar bonos de la deuda argentina!; pero si uno se fija más – gracias a la crisis- en la solidez de la promesa de retorno, preferirá sin duda invertir en deuda del gobierno mexicano. Los indicadores de “riesgo país” son más que elocuentes.

¿Esto le pegará a muchos proyectos de inversión? ¡Desde luego!, pero les pegará a los proyectos que no tengan fundamentos económicos sólidos que respalden su reclamo de dinero de los inversionistas.

El corolario lógico es que hoy, con mayor razón que nunca, en México se debe cuidar la solidez de las finanzas públicas y su manejo responsable.

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