viernes, 17 de julio de 2009

"And that's the way it is". Murió Walter Cronkite

Se dijo que fue la voz más confiable de Estados Unidos.

Fue el más importante testigo y narrador instantáneo de la historia de Estados Unidos a partir de 1950, cuando se incorporó a la cadena CBS como el principal presentador de noticias.

Murió hoy a los 92 años. En este vínculo está la nota del NYT. Y este otro vínculo conduce a la nota respectiva del WP.

Y, sobre todo, recomiendo este revelador editorial, también del Washington Post, de donde tomo esta frase:

"Walter Cronkite's secret was that a huge number of Americans just trusted him. That's the way it was -- and probably never will be again."


La frase "and that's the way it is" - y así son las cosas - fue su inconfundible y conocida rúbrica.

Millones de estaodunidenses escucharon cómo se le quebró la voz, sólo por un instante, al dar a conocer el asesinato de Kennedy en noviembre de 1963. Fue también corresponsal de guerra en Vietnam.

Y, a propósito de guerras fallidas, vale la pena leer este comentario de Cronkite, en su blog, escrito el primero de marzo de 2006, razonando porqué la guerra contra las drogas ha sido un terrible error.

Su frase final en ese comentario:

"Americans are paying too high a price in lives and liberty for a failing war on drugs about which our leaders have lost all sense of proportion. The Drug Policy Alliance is the one organization telling the truth. They need you with them every step of the way.

"And that's the way it is."

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miércoles, 10 de junio de 2009

Una responsabilidad personal

Se cuenta que Francisco de Borja al término del largo viaje escoltando el cadáver de la reina Isabel de Portugal hasta su destino final en Granada, fue conminado a jurar, como correspondía a quien conoció de cerca y en vida a la bella soberana, que los restos mortales que acompañó – despojos ya putrefactos- correspondían en efecto a los de la reina fallecida. Guardó silencio. De nuevo se le urgió a jurar, respiró hondo y dijo: “Sí, juro; pero también juro que jamás volveré a servir a señor que se me pueda morir”.

Por su parte, Francisco de Quevedo escribiría a la vista de Roma en ruinas un inolvidable soneto del que cito la primera cuarteta:

“Buscas en Roma, ¡oh peregrino!,
Y en Roma misma a Roma no hallas;
Cadáver son las que ostentó murallas;
Y tumba de si propio el Aventino”.


Este artículo y el de mañana serán los dos últimos que publicaré en El Economista por decisión libérrima, personal y de la cual respondo yo, nadie más.

Desde luego, seguiré escribiendo a diario no sólo estas “Ideas al vuelo” sino varios comentarios breves a lo largo del día que publicaré, como he venido haciendo desde hace varios años, en esta bitácora. También se seguirán publicando en Asuntos Capitales.

¿Por qué dejar de publicar en El Economista?

Bien, porque Roma ya no es Roma y porque Isabel de Portugal ya no es quien era.

Durante 20 años, con aciertos y errores, incluso en medio de lamentables desencuentros entre algunos de sus socios fundadores, El Economista estuvo animado por una invariable convicción liberal, en el sentido clásico del término. De esa congruencia da cuenta el estupendo libro que escribió Bruno Donatello con motivo del 20 aniversario del periódico.

El azar – aunque el azar no es causa de nada, dicen – hizo que al cumplir sus 20 años el periódico cambiase de dueños y la nave viró de rumbo, no sé si hacia un puerto más promisorio o hacia mares más pródigos, pero ya no con ese talante liberal auténtico, tan escaso en México y en un medio poco afecto a enaltecer la libertad personal porque hacerlo conlleva la carga ineludible de la responsabilidad.

Concluiré mañana dando pistas de los nuevos derroteros que emprenderé en esta aventura libre y personal: liberal.

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lunes, 8 de junio de 2009

“No necesitamos periódicos, necesitamos periodismo”

¿De dónde surgió la ocurrencia del “voto blanco” que tantas palabras, la mayoría vanas, ha generado en las columnas de opinión de los periódicos? De la Internet. Un usuario de “Facebook” escribió en su muro una pregunta: ¿Tiene el mismo valor en el mercado político abstenerse que votar en blanco?, y la bola de nieve creció, atrapando a un puñado de comentaristas, ávidos de material “nuevo” para disputarle a sus colegas la declinante notoriedad que proporciona pontificar en letras impresas. Los presuntos “líderes” de opinión siguieron cual corderitos las inquietudes de un desconocido.

El sorprendente éxito de la escocesa Susan Boyle, madura solterona poco agraciada, cantando ante un auditorio escéptico y desencantado una de las hermosas piezas del musical “Los Miserables” ya había sido visto, oído, comentado y compartido por varios millones de personas a través de la red, cuando un viejo presentador de noticias en la televisión mexicana lo quiso vender a su auditorio como una primicia.

La semana pasada el columnista de negocios Marco Antonio Mares apuntó que varios abogados oficialmente al servicio de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes habían actuado de manera tan incompetente en un litigio del gobierno federal contra una empresa de telefonía que sólo cabía la sospecha de que se trataba de infiltrados al servicio de quien debió ser su adversario en los tribunales. El incómodo asunto fue sofocado y aparentemente no pasó a mayores en los medios convencionales, pero generó un interesante análisis en la red – ver “Asuntos Capitales”, www.asuntoscapitales.com – donde se develó que la existencia de “topos” (al estilo de los dobles agentes en el espionaje) infiltrados en los tres poderes federales – ejecutivo, legislativo y judicial –es ya un gravísimo problema de gobernabilidad frente al insaciable poder de quienes tienen posiciones dominantes en los mercados.

Son sólo tres ejemplos al vuelo – y podría citar centenares- que nos avisan a gritos que el periódico convencional agoniza. ¿Cuántas personas menores de 35 años consideran útil hoy día suscribirse a un periódico impreso?, ¿cuántos profesionales exitosos obtienen la información relevante para su vida personal y profesional, de un medio convencional, como el periódico, la radio o la televisión?

Lo más dramático no es este cambio, sino la resistencia de los grandes dinosaurios a evolucionar. (Por cierto, este comentario que usted está leyendo aparecerá impreso en papel en un periódico casi 24 horas después de que apareció aquí, y no hay forma en la que los viejos periódicos, atados a modos de producción y difusión obsoletos puedan evitar esta competencia ruinosa para ellos).

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miércoles, 15 de octubre de 2008

Un club de arrogantes, un poquito tontos

¿Se está sobredimensionando la magnitud de la crisis? Sin duda.

Cualquier periodista del mundo sabe que si se juntan los financieros con los políticos habrá “nota”. Sucederá, o al menos se dirá, algo “notorio”, digno de hacerse noticia y transformarse en comentario, análisis y crítica pública más o menos estentórea.
Ambos grupos – financieros y políticos – tienden a tener acerca de sí mismos una imagen más grandiosa de lo que les corresponde en la realidad.
El político cree, de veras lo cree, que lo que dice o lo que hace tiene repercusiones contundentes e inmediatas en millones de seres humanos. Pero pocas, muy pocas veces es así. La vida cotidiana sigue y en la mayoría de los casos “la gente” (es decir el 98 por ciento o más de las personas) ni se da por enterada, sigue trabajando, riendo, llorando, comprando, vendiendo, especulando, rezando, maldiciendo, criando hijos, consintiendo nietos, amando, cultivando gozos o amarguras. Y eso sin importarle un rábano lo que hagan o digan los políticos.
Algo similar sucede con los financieros. Se creen más de lo que son en realidad: Más poderosos, más influyentes, más decisivos para el cosmos. Pobres.
Hay un tercer grupo social, el de los periodistas, donde también somos extremadamente vanidosos; soñamos que el mundo se estremece cotidianamente al influjo de nuestros mensajes, pero poquísimas veces es así. Con un agravante: Alimentamos la vanidad y la grandilocuencia de políticos y de financieros.
Políticos, financieros y periodistas: Un club selecto que cree ingenuamente que domina al mundo.
Casey B. Mulligan, profesor de economía en la Universidad de Chicago, escribió en The New York Times algo muy sencillo y que debería resultar obvio: Salvar a los bancos NO es salvar al mundo.
Lo más probable, en medio de esta crisis político-financiera global, es que el mundo NO necesite ser salvado de la recesión o de la depresión económica. Y es un hecho, además, que políticos, financieros o periodistas no somos confiables como redentores.
Ni siquiera somos capaces de curar una gripa o de calmar un corazón atribulado. La economía sigue funcionando como siempre. Pregúntenle a la señora que fue al supermercado ayer y que ni siquiera sabe, ni le importa, que los accionistas de esa empresa están en medio de la peor tormenta financiera de los últimos 50 años.

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