martes, 24 de noviembre de 2009

La evaluación de Fitch en ocho puntos

1. Es correcta porque básicamente evalúa la probabilidad de que en México se hagan las reformas estructurales necesarias y suficientes para crecer a tasas superiores al 4 por ciento anual. Y tal probabilidad es, en el horizonte inmediato, baja.
2. Es correcta porque básicamente considera, además de los efectos de la crisis global, el gravísimo problema para la viabilidad de las finanzas públicas que significa la caída de la producción petrolera.
3. Es correcta porque señala que las modificaciones tributarias realizadas recientemente por el Congreso van en el camino correcto (incrementar la recaudación no petrolera), pero son insuficientes.
4. Es correcta porque considera que el costo político - basta ver la andanada de críticas y quejas en los medios de comunicación, alimentadas por los poderosos intereses levemente afectados por los cambios tributarios- de sacar adelante esos cambios fue desproporcionadamente alto frente a los beneficios logrados. Ello abona la percepción de que el sistema político mexicano es poco funcional para la realización de transformaciones de fondo.
5. No es el fin del mundo y ya la habían descontado los mercados.
6. Se conserva, y se conservará, salvo algún desastre de veras grave que tampoco se percibe en el horizonte inmediato, el grado de inversión.
7. No es un "tache" para Fulano o para Mengano, para tal o cual partido político o para tal o cual sector, es una evaluación para uso de quienes invierten o consideran invertir en papeles de la deuda externa mexicana, pública.
8. Las debilidades estructurales de la economía mexicana se supone que todos las conocemos (aunque parece, por lo que uno lee, que aún hay muchos comentaristas de los asuntos públicos que todavía no se enteran) y son: A. Debilidad de los ingresos tributarios o baja recaudación no petrolera, B. Barreras irracionales, pero políticamente infranqueables, a la competencia y, por tanto, a la productividad en áreas tan decisivas como la energía, las telecomunicaciones, el transporte, el agro, la educación y otras, C. Débil protección a los derechos de propiedad, D. Restricciones irracionales a la inversión extranjera, E. Excesiva politización, parcialidad y dispersión en los debates acerca de las políticas públicas, lo que nos hace parecer una nación que pierde el tiempo en debates estériles y fuera de foco, todo lo cual supone un costo de oportunidad (lo que se deja de hacer) inmenso para el país.

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miércoles, 16 de septiembre de 2009

El déficit fiscal inhibe el crecimiento

Para muchos comentaristas la crisis económica mundial 2007-2009 (¿y contando para adelante?) ha roto el paradigma de la economía de libre mercado y ha reivindicado la intervención del Estado y de los gobiernos en la vida económica. Este es uno de los efectos más penosos de la crisis, desde el punto de vista intelectual, porque se diría que la crisis ha propagado la estulticia humana que, de suyo, desde antes de la crisis era mucho más abundante de lo deseable.

Una manifestación particularmente insidiosa de dicha estulticia - definición: necedad o tontería - es la creencia de que los déficit fiscales ayudan a estimular el crecimiento económico y la generación de empleos. No es así. Siendo benévolos podríamos conjeturar que esta creencia proviene de una confusión entre lo que son medidas extremas de emergencia para evitar un colapso del sistema financiero mundial (momento que sucedió hace exactamente un año, en septiembre de 2008, con la quiebra inesperada de Lehman Brothers y los rescates, incongruentes con el episodio de Lehman, de Fannie Mae, Freddie Mac y AIG, entre otras instituciones "demasiado grandes para dejarlas caer") con lo que es una política económica inteligente y "normal" para favorecer el crecimiento de la economía. Es una confusión tan lamentable como inferir que, dado que la amputación de una pierna le salvó la vida a una persona amenazada por la gangrena, las amputaciones de miembros deben hacerse a toda la población para mejorar la salud general.

Hay sólo tres formas de financiar el gasto de los gobiernos: 1. Impuestos, 2. Deuda colocada en los mercados, 3. Emisión de dinero. Confiemos en que nadie, a estas alturas de la historia humana, será tan estulto o tan ignorante como para pensar que la menos mala de esas tres opciones es la emisión de circulante. Quedémonos, pues, con las otras dos: Impuestos y deuda que sí paga intereses (la emisión de circulante podría entenderse como "deuda sin costo" -o sin pago de intereses para el emisor, que es el gobierno-, pero en buen castellano es sólo un robo: el Estado confisca arbitrariamente los bienes de los ciudadanos, dañando más a quienes sólo tienen su salario o su pensión como patrimonio, que suelen ser los más pobres).

Entre impuestos y deuda pública (mayor déficit fiscal), los primeros son menos malos que la segunda. Nótese que digo "menos malos" porque lo ideal es que el gasto del gobierno NO aumente. Estamos suponiendo, empero, que una profunda recesión hace indispensable ese mayor gasto, sea para "estimular" la economía, sea para atender necesidades impostergables; por ejemplo: una pobreza extrema que se agrava y que se ha decidido, por las razones que sean, atenuar o combatir con recursos públicos en un proceso de redistribución de riqueza (no entro a discutir ahora si esta idea de la redistribución es deseable moral y económicamente) o por necesidades ineludibles, como el pago de las pensiones que el Estado se obligó a pagar de forma contractual a trabajadores jubilados. En ese escenario los impuestos, como medio de financiamiento público, son una opción mejor (o mucho menos mala) que el incremento de la deuda.

¿Por qué? 1. Porque las deudas públicas contratadas hoy serán los impuestos que nos impondrán mañana...o que se les impondrán a las futuras generaciones (en el caso, improbable, de que dicha deuda pueda contratarse a un plazo suficientemente largo que posponga su servicio, pago de intereses, y su amortización por muchísimos años), lo que supone hipotecar un futuro que no nos pertenece, 2. Porque la contratación de una deuda debe prever la generación de recursos para darle servicio; no es lo mismo endeudarse para construir una carretera de peaje, que previsiblemente producirá los ingresos para pagar la deuda, que endeudarse para pagar pensiones o para dar subsidios a la población en extrema pobreza, y 3. Porque la deuda pública, especialmente en un periodo de restricción real del financiamiento privado como el que estamos viviendo (es decir: de escasez severa de fondos disponibles para el financiamiento de las actividades productivas) desplaza esos recursos escasos de la sociedad hacia el gobierno. Es decir: La deuda pública le quita, desde su contratación o su emisión, recursos disponibles a la sociedad. Lo cual demuestra, por cierto, que es ilusorio - una ilusión a la que sucumbe la generalidad de las personas- pensar que la deuda no nos cuesta hoy. No, también nos cuesta hoy.

Pongamos un ejemplo simple: Hay una oferta de 100 millones de dólares disponibles (producto del ahorro privado) en el mercado de financiamiento, pero hay una demanda de financiamiento en el sector privado de 500 millones de dólares. Obviamente, la tasa de interés tenderá a subir o, en todo caso, el acceso al financiamiento será muy difícil (en términos de probabilidad, sin atender a otras variables, podríamos decir que nuestra probabilidad de lograr un crédito es de uno sobre cinco o de sólo 20 por ciento). Ahora, supongamos que el gobierno acude también al mercado de financiamiento y demanda 50 de los 100 millones de dólares disponibles en el mercado de financiamiento. Dado que la "calidad crediticia" de un gobierno suele ser más alta que la de un agente privado, por la presunción de que los gobiernos no quiebran (presunción sustentada en que los gobiernos son los emisores de la moneda con la que se solventan las deudas), es previsible que el gobierno logrará satisfacer su demanda lo que: 1. Reduce la oferta de crédito disponible para quienes NO son el gobierno a sólo 50 millones de dólares frente a una demanda de 500 millones, y 2. Eleva la tasa de interés para todos. Volviendo a nuestra ilustración en términos de probabilidad (haciendo a un lado todas las otras variables que pueden influir en la probabilidad de recibir o no un crédito) las probabilidades de tener acceso a un crédito han bajado a una entre diez, es decir al diez por ciento.

Si alguien sostiene que la deuda pública NO inhibe las probabilidades de crecimiento de la economía ese alguien sufre una intoxicación intelectual (conocida como keynesianismo ramplón) que le impide reconocer la realidad. ¿Es o no, pues, una manifestación de estulticia, proclamar que México, a imitación de otras naciones, debe "estimular" la economía contratando más deuda pública?

El déficit fiscal inhibe el crecimiento. Ya lo veremos en Estados Unidos, en la Gran Bretaña y en España. Y no tendremos que esperar mucho.

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jueves, 8 de noviembre de 2007

China como vendedor y como “tax-eater”

A pesar del descenso del dólar, China seguirá invirtiendo sus reservas en valores del gobierno de Estados Unidos, porque ese es un requisito para que los consumidores estadounidenses puedan seguir comprando mercancías chinas, lo cual, a su vez, es un requisito – en el modelo chino- para elevar el nivel de vida de millones de chinos.

Fréderic Bastiat (1801-1850), uno de los mejores escritores de ensayos cortos de gran poder argumentativo (panfletos), ridiculizó la arraigada creencia mercantilista – que ve como el máximo logro de un país las exportaciones y considera nocivas las importaciones – diciendo que, de acuerdo con tal creencia, la solución para que todos los países fuesen prósperos sería que todos enviasen sus respectivos barcos cargados de mercancías a la mitad del océano…y ahí los dejasen.

China sigue un modelo de acelerado crecimiento sustentado en las exportaciones, pero ése es el sustento del modelo, no la finalidad del mismo. La finalidad es elevar el nivel de vida de los chinos. De ahí que lo importante no sea tanto cuánto venden los chinos, sino cuánto pueden comprar gracias a lo que venden.

De forma muy esquemática, el modelo funciona así: 1. Incrementos en la productividad orientados a satisfacer las necesidades de los consumidores del exterior, 2. Consecuente crecimiento de las exportaciones, 3. Consecuente crecimiento de las importaciones, primero de bienes de capital – para incrementar más la productividad- y después de bienes de consumo, para empezar a generar bienestar interno, 4. Acumulación de excedentes (reservas) a causa de las crecientes exportaciones, 5. Inversión de los excedentes en la moneda y en instrumentos de deuda de su cliente más voraz, Estados Unidos, lo que permite…6. Que su voraz cliente pueda financiar, con las inversiones de las reservas chinas entre otras inversiones extranjeras, su déficit en cuenta corriente y seguir importando…mercancías chinas.

Por eso China seguirá invirtiendo sus cuantiosas reservas en deuda del gobierno de Estados Unidos y, si seguimos la llamada equivalencia ricardiana (por David Ricardo) de que la deuda pública de hoy serán los impuestos de mañana, los chinos no sólo quieren ser los principales proveedores de los ávidos consumidores estadounidenses, sino uno de sus principales acreedores ya que, más temprano que tarde, esos consumidores, como contribuyentes, pagarán impuestos que servirán para dar servicio a la deuda y disminuir el déficit fiscal de Estados Unidos.

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