jueves, 28 de septiembre de 2006

Y siguen llegando frases que jamás hemos escuchado...

Estas son del misterioso (¿o misteriosa?) Huhn Verrücktopf:

"Me encanta que la medicina haya avanzado tanto, así tendremos a Fidel otro buen rato"

"Prefiero subirme a un taxi pirata o Pantera, porque a esos el gobierno sí los tiene controlados"

"Yo por seiscientos varos sí me echo el mes durmiendo en la calle entre ratas, orines y otras mierd*s (sponsored by Fear Factor PG)"

"Hijita, te presento a mis amigos Kamel y Succar…"

El gran negocio de la pobreza

¿A quién le conviene que la pobreza sea puesta en el primer lugar de un programa de gobierno?, ¿a los pobres o a quienes se ocupan de preocuparse de los pobres?


La pregunta que ayer hizo Otto Granados en un artículo periodístico suena a provocación: “¿Es la pobreza el problema más urgente?”. Y con seguridad más de uno se sintió agraviado porque se preguntase tamaña “obviedad” y con tan poca “sensibilidad social”. Sentirse agraviado y proclamarlo es un deporte mexicano.
Pero, a pesar de los agraviados – más fingidos que reales- la pregunta pone el dedo en la llaga, porque la respuesta es clara: No. La pobreza no es el problema más urgente en México. La pobreza es consecuencia de problemas aún más graves y más urgentes, uno de los cuales, por cierto, es la palmaria ineficacia de muchísimos “programas sociales” para combatir la pobreza, que no sólo han sido ineficaces, sino que obstaculizan el crecimiento económico (y por ende agravan la pobreza) dado que estimulan la improductividad.
Y en el colmo de los incentivos perversos, dichos programas – que suponen incrementos constantes en el gasto público – se refuerzan por su propio fracaso, del mismo modo que los gobiernos de los estados más pobres del país tienen el incentivo perverso de que mantener o incrementar sus coeficientes de marginalidad o pobreza significa recibir más recursos federales.
Dicho en forma sencilla: La gente no sale de pobre porque el gobierno gaste más; por el contrario, la gente se suele hacer más pobre en la medida que el gobierno gasta más. Cuando la aplicación de la ley – Estado de Derecho- se ha descartado como solución a los problemas (por las razones que sean, las más de las veces de mala sociología), la única manera de que la otra opción – el diálogo- no quede en palabrería hueca es ponerle pesos y centavos. Pesos y centavos que las más de las veces son la traducción de una negociación cruda: “¿Cuánto hace falta para que dejes de incordiar?”. Y los pesos y centavos acaban en los bolsillos de quienes tienen capacidad de incordiar, lo que les estimula para seguir incordiando en el futuro.
Y, ¿qué es lo que más perjudica a los pobres y les impide crecer mediante una mayor productividad? Pues, ¡la persistencia de los conflictos que crean los especialistas en incordiar!
Los más beneficiados por la vigencia del Estado de Derecho son los más pobres. Más hace para combatir eficazmente la pobreza un sistema jurídico confiable – en el que la ley no se cotice en beneficio del mejor postor o de quien más puede incordiar- que decenas de programas de gasto social.
Más hacen para combatir la pobreza unas políticas monetaria y fiscal responsables – que estabilizan los precios- que un ejército de “pobretólogos” discutiendo interminablemente cómo medir la pobreza, lo que convierte a la economía en “pobremetría” y a los economistas, bien pagados con buenas chambas para “ocuparse en preocuparse de la pobreza”, en “pobremetristas”.

miércoles, 27 de septiembre de 2006

De retruécanos, política y patafísica

Ejemplo de retruécano de pesadilla, comillas obligatorias: "Un presidente legítimo que no es legal, le da órdenes tajantes a unos legisladores que nunca entendieron ese detallito de la división de poderes en una democracia".


Desde que tengo memoria he oído decir que México es un país surrealista, y esa frase adocenada de que si Kafka hubiese vivido en México habría escrito novelas costumbristas. (La frase la repiten como pericos personajes que no sabrían definir ni el surrealismo, ni el costumbrismo y que generalmente no han leído de Kafka más que versiones resumidas de las que se encuentran en Internet para hacer trabajos escolares; por ejemplo en "El rincón del vago").

Tengo para mí que más propiamente, y para dejar en paz a Kafka, deberíamos decir que en México florecen los retruécanos y la patafísica.

Un retruécano, informa el diccionario, es una figura retórica que invierte los términos de una proposición en otra subsiguiente, para que el sentido de esta última sea la antítesis de la primera. En el siglo XX, los políticos mexicanos acuñaron el retruécano por antonomasia: "Revolucionario Institucional".

La figura del retruécano, en el caso de México, suele expresar la profunda contradicción mental en la que viven todos los días buena parte de los políticos y de sus aledaños, como esos señores que en "programas de opinión" en los medios electrónicos nos deslumbran cotidianamente con soluciones instantáneas para cualquier asunto político: "Yo-crio-que el próximo Presidente no ha percibido la trascendencia de la terrible crisis estructural que padece el Estado mexicano". No, pos sí.

Por su parte la patafísica, inventada por Alfred Jarry (1873-1907), consiste en proponer soluciones delirantes a problemas imaginarios. Y para eso también nos pintamos solos. Ejemplo: La muy mal asimilada noción sociológica de que no es lo mismo legal que legítimo es llevada a extremos tan patológicos como decir que "Fulano podrá ser el propietario legal de su casa (y ahí están las escrituras para demostrarlo), pero no es el propietario legítimo porque sus vecinos no lo saludan".

Compitiendo por el primer lugar mundial en retruécanos y patafísica está la escena descrita ayer por un periódico: "AMLO le dicta reglas a diputados. No tienen nada que negociar con el Ejecutivo". ¿Cómo? ¿Un señor que se ostenta como "presidente legítimo" pero no legal, y que para efectos prácticos no es más que un militante común de un partido, les dice a los legisladores de ese partido lo que tienen que hacer o dejar de hacer, y de paso, nótese, reconoce que existe un poder Ejecutivo real que no es él?

Aun en el peregrino caso de que el señor fuese "presidente" ¿por qué diablos les tiene que andar dictando reglas a los miembros de otro poder?, ¿y la división de poderes?

Tal vez se trate de una colisión patafísica entre el mundo bizarro y el mundo real. Algo fascinante para la clínica psiquiátrica.

Más frases que "jamás hemos escuchado" (enviadas por lectores)

Lo mejor que puede pasar con las "ideas al vuelo" es que aterricen de forma tal que provoquen nuevas respuestas talentosas y creativas de los lectores. En sólo unas horas he recibido una buena colección de "frases que nunca hemos escuchado, ni escucharemos" y que sin embargo parecieran ser que reflejan lo que algunos políticos piensan que pasa por la cabeza de los ciudadanos. Aquí van.

Isaac Katz me envía estas:

"Qué bueno que me secuestraron unos judiciales. Son profesionales y
saben su chamba"

"Qué bueno que tuve que pagar una mordida; así mi trámite salió más rápido"

"Menos mal que el servicio telefónico es de las más caros del mundo; así
pierdo menos el tiempo hablando por teléfono"

"Que bueno que las comisiones bancarias son tan altas; así guardo mi
dinero en el colchón y no me molesto por ir al banco"

"Qué bueno correr en Chapultepec en la noche con todos los faroles de la
calle fundidos; así genero más adrenalina".

"Qué bueno que en la escuela pública donde asiste mi hijo está prohibido
a los maestros reprobar a los alumnos. Es injusto que los evaluén"

Liliana V. Blum escribió estas otras:

"Hum, me encanta que me violen y luego me apedreen por haber tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio. Yupi!!" "

"El centro histórico luce espléndido con esas carpas y ese delicioso aroma a basura y otros desechos orgánicos"

"Me fascinan estas plumas Bic que fallan todo el tiempo; y lo bueno es que no tengo ninguna otra opción."

"Qué bueno que sólo existe Telmex; no me gustaría que entrara otra compañía y me viniera con la tontería de que puede ofrecerme tarifcas más bajas para larga distancia. No sea que a Telmex se le ocurra también bajar las suyas!!"

Ángel Gerardo Castillo Rocha aporta la siguiente frase:

"Pobres de nuestros diputados, tanto trabajan por nosotros que hay que recompensarlos de algun modo, no se vayan a enfermar de tanto trabajo y luego ¿quién nos cuida?"

Y, por si no la leyeron en los comentarios del post original, Juan Carlos Bujanda Benitez imaginó esta frase aplicable a nuestras ocurrencias patafísicas poselectorales:

"Qué bueno que nos sobran Presidentes".

martes, 26 de septiembre de 2006

Frases que nunca he escuchado

Un catálogo provisional de frases que nadie dice, a pesar de que algunos políticos en todo el mundo parecen creer que así pensamos la gente común y corriente.


- “Ah, lo que yo daría por vivir en un país musulmán y tener que usar la burka obligatoriamente”.
- “Mira que es maravilloso que en México el azúcar cueste el doble que en otros países”.
- “Me encanta que en México sólo tengamos de una sopa en materia de proveedores de energía; deficientes, pero eso sí: caros”.
- “Detesto la competencia y esas campañas de ofertas y precios bajos. Antes era mejor: Poco y caro”.
- “No sabes lo bien que lo pasa la familia aquí en Oaxaca, los niños han tenido las vacaciones más largas de la historia; por nosotros que sigan dialogando sin resolver nada, hasta el agotamiento pues”.
- “Cómo me gustaría vivir en China y no tener acceso a los sitios de Internet que el gobierno crea inconvenientes; te ahorra la molestia de elegir”.
- “Añoro esas épocas en que no existían créditos hipotecarios y en las que el Infonavit sólo le prestaba a quien dijeran los líderes sindicales de la CTM”.
- “Extraño los buenos tiempos en que no se había descubierto la vacuna contra la polio”.
- “No sé qué le ven de bueno a los antibióticos; antes te daba una fiebre de aquéllas y al panteón”.
- “Es delicioso vivir a la orilla de un pantano, plagado de mosquitos: sientes un cosquilleo en la espalda pensando si te vas a morir de malaria, de dengue hemorrágico o de paludismo”.
- “Qué emocionante y divertido debió ser morir en una guerra cuyo armisticio ya se había firmado en Europa, pero que los ejércitos en América tardaron más de una semana en enterarse”.
- “¿Te acuerdas lo divertido que era que cada mes los precios subieran siete por ciento en promedio?, ¡guau!, ¡qué tiempos!”
- “Me cayó de perlas perder mi empleo en el restaurante a causa del plantón; desde entonces estoy en mi casa, de bolsa”.
- “¡Qué dicha ha sido no saber inglés, no sabes la de empleos que no he conseguido!”.
- “¡Mis próximas vacaciones, cueste lo que cueste, las paso en Villa Marista, en La Habana, en el pabellón de los presos políticos!”.
- “Odio que los impuestos sean bajos como en Irlanda”.
- “Me parece muy justo que el filete de salmón tenga tasa cero de IVA, es un alimento básico”.
- “Ser analfabeta es una bendición, así no te enteras de muchas tonterías”.
- “Hugo Chávez es guapísimo”.
- “Stalin era un tipazo, con un corazón que no le cabía en el pecho”.
- “Marcelo Ebrard es simpático”.

lunes, 25 de septiembre de 2006

¿Por qué los políticos son tan malos economistas?

Respuesta provisional: Porque la buena economía no es negocio para los grupos de presión, y los políticos – sobre todo los legisladores en las democracias "representativas"- tienen que dar resultados inmediatos a los grupos de presión.


Un par de senadores estadounidenses acaba de difundir una curiosa tesis económica para justificar que se graven con aranceles más altos las importaciones procedentes de China: Para que exista libre comercio mundial deben existir, entre los países que comercian, tasas de cambio flotantes.

Si se acepta esa tesis deberían aceptarse sus consecuencias: Dado que el yuan – la moneda china- no flota libremente frente al dólar, sino que para efectos prácticos se trata de un régimen cambiario de tipo fijo entonces es conducente con el libre comercio gravar las mercancías procedentes de China.

Por supuesto esta tesis, de los senadores Charles Schumer y Lindsey Graham, es falsa. El libre comercio funciona lo mismo con tipos de cambio flotantes que con tipos de cambio fijos. O, como les recuerda a los senadores ayer en su weblog el profesor Greg Mankiw de Harvard: "No hay ninguna inconsistencia entre libre comercio y tipos de cambio fijos" y remite a los senadores (o en realidad a sus alumnos de Economía 1 - ec 10- en Harvard), nada menos que a David Hume quien explicó en el siglo XVIII cómo florecía el libre comercio con tipos de cambio fijos atados al patrón oro, a través de los ajustes en los precios de los bienes de acuerdo a la oferta y la demanda de los mismos.

Y Mankiw ofrece también una reducción al absurdo para refutar el dislate de los senadores: Dado que el tipo de cambio es fijo entre Nueva York y Carolina del Sur ¿deberíamos gravar el comercio entre esos dos estados de la Unión para que se ajuste a ciertos patrones inescrutables de "libre comercio"?

Claro que los senadores no buscaban encontrar una nueva tesis que revolucionara la economía mundial, sino justificar una medida, la elevación de aranceles, que complacerá a una parte de sus electores. A una parte minoritaria, minúscula de hecho, de tales electores, pero extraordinariamente bien organizada. Y en detrimento de los intereses de la mayoría de sus electores que, como consumidores, se benefician de los precios más bajos de las mercaderías chinas.

Así funciona la lógica de la acción colectiva como brillantemente lo explicó Mancur Olson: Pueden más, en una democracia representativa, los grupos pequeños organizados en torno a un solo interés que los grupos mayoritarios, dispersos y con intereses diversos. Para los consumidores el costo de cabildear en el Congreso es demasiado elevado respecto de la utilidad marginal que pueden obtener; en cambio, para los grupos de presión dicho costo más que se justifica a la vista de las rentas que obtienen con una legislación favorable a sus intereses.

Por eso, entre otras cosas, muchos políticos son fanáticos de la mala economía. (Y detestan el buen periodismo económico y a los profesores de economía, como Mankiw, que los ponen en evidencia).

domingo, 24 de septiembre de 2006

“Dios es razonable, pero no lo digas”

Por lo visto está mal que un Papa hable de Dios, mejor debería hablar –según algunos- del calentamiento global o de la distribución de la riqueza. En todo caso, si quiere hablar de Dios que se limite –dicen- a las efusiones sentimentales y no ande recurriendo a la reflexión intelectual.


Impecable. Así fue la lección dictada por el Papa Benedicto XVI en el aula magna de la Universidad de Ratisbona. Habló como un intelectual a sus colegas – que ése era el caso- y habló de lo que sabe muy bien: Teología e historia; de Dios, del hombre y de la razón. Como escribió ayer Jon Juaristi en el periódico español ABC: No sabemos aún si la Iglesia Católica ha ganado un gran pontífice, pero no cabe duda que la Universidad perdió a un magnífico profesor. (Juaristi, tan entusiasmado con las palabras de Benedicto XVI, es judío; para ver su artículo aquí).
Algunos se molestaron por lo que dijo el Papa, pero sospecho que no tienen claro qué les ha molestado y por qué lo ha hecho. No saben qué les molesta más: Que el Papa hable de Dios, que el Papa apele a la razón y a la inteligencia o que el Papa haya dicho en pocas palabras que Dios o es razonable o no es en absoluto.
Tal vez les molesten las tres cosas. Preferirían un Papa que hablase sólo de la paz del mundo en el mismo tono neutro, sentimental y voluntarioso, que utilizan los políticos políticamente correctos para que nadie se sienta aludido ni comprometido. En todo caso, y siendo generosos, le habrían perdonado al Papa que hablase de entes sobrenaturales, como el demonio, pero en el tono de payaso provocador que usa Hugo Chávez para divertir a la concurrencia diciendo que George W. Bush es un diablo que deja a su paso un aroma sulfuroso (risas condescendientes ante las ocurrencias del bufón). ¡Pero hablar de Dios en serio y decir seriamente que Dios es razonable, que si se desea predicarle hay que apelar a la razón y no a la coacción, al diálogo inteligente y no a las meras efusiones tan sentimentales como irracionales! No, eso no se vale. Es demasiado intelectual, exige hablar al mismo tiempo – para ponerlo en perspectiva histórica- de Atenas y de Jerusalén. De la inteligencia y de la fe en Dios. (Nótese, por cierto, que esto es la antítesis del predicador populista que se persigna teatralmente en la tribuna de las Naciones Unidas, para ahorrase la molestia de razonar).
Sospecho que en estos tiempos se detesta más lo que significa Atenas – como búsqueda inteligente y rigurosa de la verdad para después subordinarse a ella- que lo que pueda significar Jerusalén, ya que siempre existe la opción de reducir esto último, la fe, a una cuestión sentimental, como irle a tal o cual escuadra deportiva o no irle a nadie, porque no nos gusta el futbol…y eso no hay que razonarlo, ni fundamentarlo.

Artículos relacionados: "Lo que sí dijo Benedicto XVI", "La Verdad , esa desconocida".

viernes, 22 de septiembre de 2006

Precio único: Una ley medieval

A pesar del acertado veto que hizo el Presidente a la ley del libro, la batalla de algunos editores por imponernos una legislación medieval prosigue. El precio único no es otra cosa que prohibir que la libre competencia impere en la industria editorial y que los consumidores podamos tener el poder decisivo en el mundo de la lectura.


Comparada con la oferta editorial en Estados Unidos la que tenemos en Hispanoamérica es lastimosamente pobre. Cada semana al menos recibo un extenso catálogo de ofertas editoriales, personalizado según los intereses que indiqué en un sencillo cuestionario, de la cadena de librerías "Borders" de Estados Unidos (Borders Rewards), con descuentos competitivos en centenares de títulos. Otro tanto hacen otros distribuidores editoriales en Estados Unidos con una oferta diversificada, que lo mismo comprende la más reciente novela de John Le Carré que discos compactos de nuevas grabaciones de música clásica o la más actualizada biografía de Stalin, de Robert Service.
Bastó con que yo comprase en una sucursal de "Borders", en un apresurado viaje a una ciudad del Medio Oeste de los Estados Unidos, una interesante biografía de George Washington y "Rivers of Gold" del historiador birtánico Hugh Thomas (que relata todo el entramado que acompañó a los viajes de Colón y Magallanes al nuevo mundo), para que la bien aceitada maquinaria comercial de "Borders" me captara como cliente. Competencia por servicio, por precio y por valor añadido al del simple libro.
Esta floreciente industria editorial – y podría hablar también de las disfrutables librerías de "Barnes & Noble" y de la maravilla que es adquirir libros por la red gracias a "Amazon"- sólo se explica por la competencia. Y la competencia sólo se explica por una orientación decidida de servicio al consumidor, actualización tecnológica, productividad.
En contraste, nuestros editores hispanoamericanos permanecen anclados en una visión medieval y corporativista del negocio editorial. Su batalla principal, en la que han gastado cuantiosos recursos, y más malas que buenas artes de persuasión, ¡es por prohibir los descuentos en los libros!
Batalla adornada con grandes palabras de resonancias "sociales": Proteger a los pequeños libreros, estimular a los autores incomprendidos por el salvaje público y demás. Para ello se erigen, los editores, como supremos hacedores de la cultura que habrán de decidir en su infinita sabiduría qué autores debemos leer y cuánto debemos subsidiar, los lectores que compramos una obra de un autor consagrado – como Mario Vargas Llosa-, la publicación de una dudosa "promesa" literaria apreciada sólo en un reducidísimo cenáculo de iniciados, como Alberto Ruy Sánchez. El editor decide que yo en la Ciudad de México debo pagar más por el libro para que un hipotético lector en un villorio pague el mismo precio (es decir, el precio máximo, porque el precio único es fijado, por supuesto, de acuerdo al precio más alto).
Medieval, porque los editores pretenden que el Estado les confiera un estatuto de gremio privilegiado, una patente de corso: Ellos y sólo ellos son los dispensadores de la cultura. ¡Vaya arrogancia!

jueves, 21 de septiembre de 2006

La vanidad y el precio único

La vanidad de los autores es legendaria. Por caminos enrevesados pero no misteriosos la propuesta del precio único para los libros alimenta la vanidad de los autores.


Los autores, aun los de efímeros artículos periodísticos, somos insufriblemente vanidosos. Quienes no nos pueden sufrir son quienes nos rodean y el común de los mortales, esa entelequia despreciable que es la masa del público, esos sujetos insensibles e incultos, adocenados, que compran en las tiendas de los aeropuertos novelitas para pasar el rato. Los autores cultos – y de culto- parecen insufribles y se les acusa de escucharse sólo a sí mismos, pero es que no los entienden: Las margaritas no se hicieron para los cerdos.

Por eso, por la vanidad, ciertos autores adoran al editor que accede a publicarles porque, desafiando la barbarie de la cultura de masas, el editor reconoce su talento excepcional. Por eso, porque se saben – con esa sabiduría que sólo otorga la fe reservada a unos cuantos- excepcionales e imprescindibles en la historia, poseedores de hallazgos únicos, tales autores reconocen incondicionalmente a quien, contra viento y marea, les ha reconocido a ellos; no el público, sino su editor.

Uno de los autores mexicanos que más ferozmente ha defendido la ocurrencia del precio único para los libros es Alberto Ruy Sánchez. Además de autor, reconocido o favorecido – según quiera verse- por la editorial Alfaguara, que le ha editado varios de sus libros, Ruy Sánchez es editor de la revista Artes de México. Ni sus libros, ni la revista que edita pueden considerarse productos de consumo popular. No se sabe que ante la noticia de la aparición de un nuevo libro de Ruy Sánchez los lectores se agolpen a las puertas de las librerías para ser los felices poseedores de alguno de los primeros ejemplares. Los autores cultos y de culto – esos seres excepcionales- dejan esas frivolidades del éxito masivo para la inglesa esa, ¿cómo se llama?, en fin para la mujer ésa que inventó Harry Potter y que - ¡odiosa!- se ha forrado de dinero con sus fábulas tontas para niñatos.

Hace años un amigo y yo entrevistamos, para una efímera revista universitaria, a Salvador Elizondo. Nos dijo con su voz aguda e inolvidable que él seguiría escribiendo aún en una isla desierta porque no escribía para los lectores, sino llamado por la urgencia de la creación artística. Nos confesó, en fin, que se le hizo insoportable ver a un anónimo lector de "Farabeuf" ¡en un camión de la línea urbana Coyoacán-Colonia del Valle!

Para no tener que mendigar el favor de los lectores – esos salvajes semianalfabetos- los autores cultos y de culto rinden pleitesía a los editores.

La estratagema mercantilista del precio único que promueven los editores – como el dueño de Alfaguara, Jesus (de) Polanco Gutiérrez- la compran de inmediato: Gracias a tal estratagema queda garantizado que se pueden publicar incluso los libros de esos genios incomprendidos, aunque tales libros no los compre, y menos los lea, (casi) nadie.

martes, 19 de septiembre de 2006

El precio único y el capitalismo de compadres

La propuesta de "precio único" para los libros tiene un poderoso promotor final al que cualquier autor, en busca de ser editado en lengua española por una "editorial de prestigio", le debería rendir pleitesía: Jesús de Polanco, dueño de Prisa.


A contra corriente del sentido común, de las nociones de economía más elementales y de los intereses de los lectores, la cruzada a favor del precio único en los libros no cesa.

La razón que uno encuentra para explicar este penoso espectáculo de personas inteligentes defendiendo como fanáticos una soberana tontería – eso es el precio único- es que la puerta para publicar y vender libros en lengua española es cada vez más estrecha y hay casi un solo juez final para ser admitido en el selecto club de los "autores publicados por editoriales conocidas". Ese juez tiene nombre y apellidos: Jesús (de) Polanco Gutiérrez, dueño del conglomerado Prisa y mandamás en editoriales como Alfaguara, Aguilar, Altea, Santillana, Taurus. Además es dueño y señor del diario El País y de numerosos e influyentes canales de televisión abierta y de paga, así como de cadenas radiofónicas no sólo en España sino en gran parte de Hispanoamérica.

De cómo Polanco pasó de ser editor protegido del franquismo a mecenas de la social-burocracia española y del PSOE sería motivo de otro artículo; baste recordar que en España se decía en tiempos de Felipe González: "Polanco es Dios y Felipe su profeta"; hoy se dirá, supongo: "Polanco sigue siendo Dios y Zapatero es su monaguillo".

Entiendo que sea un pésimo negocio, para los autores en busca de editor y fama, así como para otros editores y hasta para los libreros de todo tamaño, enfrentarse a Polanco en algo que desea promover en México y que ya le ha dado muy buenos dividendos en España: El precio único para el libro.

En el mismo barco que Polanco va el compacto grupo de editores que apoya este engendro por una sencilla razón: Es un mecanismo para garantizarse amplios márgenes de utilidad y para evitar que en el futuro, merced a la tecnología, el libro sea sometido a los procesos de abaratamiento derivados de la libre competencia y de la productividad en el mercado.

Nunca en la historia de la humanidad la producción de un bien escaso – y el libro lo es- se ha incrementado en beneficio de los consumidores a partir de los precios únicos. No habrá más y mejores libros con el precio único, sino rentas garantizadas para los editores.

El "gancho" del precio único para atraer a los sufridos autores en busca de fama y de editor es que – se les promete- merced a ese mecanismo aún textos poco favorecidos por el público podrán editarse.

Los consumidores – lectores- seríamos los "paganos" de este antídoto contra el fracaso del negocio que, por ley, quieren promover los editores y algunos autores que detestan la libre competencia y aborrecen el "primitivo" juicio del público.

Lo que sí dijo Benedicto XVI

Benedicto XVI es, además de Papa, un intelectual íntegro. Es una especie rara en estos tiempos de deshonestidad intelectual.

La nueva mentira de los censores dizque progresistas es decir que el Papa Benedicto XVI ofreció disculpas por sus palabras en la Universidad de Ratisbona (Regensburg, Alemania) del 12 de septiembre pasado. Falso. El Papa lamentó que sus palabras hayan sido interpretadas como ofensivas para el Islam. Es muy distinto que yo lamente que un perturbado mental se haya ofendido porque yo dije "Buenos días" a que yo lamente haberlo dicho.

Es probable que muchos lectores no hayan tenido oportunidad de leer las palabras originales del Papa. En beneficio de la verdad, y para que se juzguen por sí mismas y no por las mentiras que disparan con total impunidad los censores falsamente progresistas, cito los párrafos de la lección académica de Benedicto XVI que dieron pretexto a los intolerantes:

"En la séptima conversación (o controversia) editada por el profesor Khoury, el emperador toca el tema de la yihad, de la guerra santa. Seguramente el emperador sabía que en la sura 2, 256 se lee: 'Ninguna constricción a la fe'. Es una de las suras del periodo inicial, según los expertos, durante el cual Mahoma mismo estaba aún sin poder y amenazado. Pero, naturalmente, el emperador conocía también las disposiciones, desarrolladas sucesivamente y fijadas en el Corán acerca de la guerra santa. Sin pararnos en detalles, como la diferencia de tratamiento entre los que poseen el 'Libro' y los 'incrédulos', él, de una manera sorprendentemente brusca, se vuelve a su interlocutor simplemente con la pregunta central acerca de las relaciones entre religión y violencia en general diciendo: 'Enséñame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y os encontraréis solamente cosas malas e inhumanas como su orden de difundir a través de la espada la fe que predicaba'. El emperador, después de haberse pronunciado de esta manera tan convincente, explica después minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia contrasta con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. "Dios no se complace con la sangre –le dice-, no actuar siguiendo a la razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por lo tanto, quien quiera llevar a alguien hacia la fe, necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, sin violencia ni amenazas... Para convencer un alma razonable no es necesario disponer ni del propio brazo, ni de instrumentos para herir, ni de ningún medio con el que se pueda amenazar a una persona de muerte ...".

"La afirmación decisiva en esta argumentación contra la conversión mediante la violencia es: no actuar siguiendo a la razón es contrario a la naturaleza de Dios. (...)".

Más claro es imposible. Si alguien se molestó es porque debe creer que sí se vale difundir la fe mediante el terror.

Artículos relacionados: "Dios es razonable, pero no lo digas", "La Verdad , esa desconocida".

sábado, 16 de septiembre de 2006

La verdad, esa desconocida

Ahora le ha tocado al Papa ser víctima de otra más de las campañas de propaganda y desinformación. Para variar, la mayoría de los medios actúan como meras cajas de resonancia de las mentiras.

Es mayor el número de personas en el mundo que “creen” que el Papa Benedicto XVI “ofendió” al Islam, que el número de personas que podrían decir, con más o menos certeza, qué fue lo que efectivamente dijo el Papa el 12 de septiembre pasado en el Aula Magna de la Universidad de Regensburg, Alemania.
Así funciona el mecanismo de la desinformación y propaganda con el que estúpidamente colaboran la mayoría de los medios de comunicación. Ruego al lector que recuerde lo que ha leído y oído en los últimos días respecto de este asunto; puedo apostar que ha recibido mucho más “información” sobre la indignación de los grupos islámicos radicales y “noticias” de este tenor: “Acusan al Papa de apoyar a Bush. Exigen grupos árabes que Benedicto XVI rectifique declaración sobre Mahoma” (periódico Reforma, sábado 16 de septiembre) que acerca de lo verdaderamente importante para formarse un juicio: ¿Qué dijo en realidad el Papa?
Bien, hablando con científicos y académicos sobre las relaciones de la fe religiosa y la ciencia, así como de las relaciones de la fe con el mundo, el Papa recordó su lectura reciente de una edición preparada por el profesor Theodore Khoury, de Münster, de los extensos diálogos que sostuvo en el año 1391 el erudito emperador bizantino Manuel II Paleólogo con un persa culto acerca del cristianismo y el islamismo. Quien quiera que lea íntegro el pasaje en el que cita Benedicto XVI estos diálogos verá de inmediato que la intención del pontífice fue ilustrar el hecho de que la fe jamás se debe predicar con la violencia.
Los diálogos citados por el Papa revelan justamente que en el Corán conviven contradictoriamente el llamado a difundir la fe mediante el convencimiento racional y el llamado a esparcir, mediante la sangre derramada por la espada, el Islam.
El lector interesado en juzgar por sí mismo si tienen razón de ser o no las amenazas de los grupos islámicos radicales puede encontrar versiones en inglés, francés y alemán de las palabras del Papa aquí.
Viste mucho en ciertos medios posar de crítico del Papa o de la Iglesia Católica o bien de simpatizante del islamismo violento y radical, porque es una manera de alinearse contra Israel, contra Estados Unidos o contra lo que se conoce como “valores de la civilización occidental”. Periódicos “progresistas” que gozan de inmerecida fama (cuando en realidad son la tapadera de un monopolista protegido por el gobierno) como El País en España, tienen la cara dura de exigir al Papa que se disculpe por sus palabras. Palabras que, a despecho de su famoso manual de estilo, los editorialistas del periódico ni siquiera han publicado íntegras y en contexto.
Ni hablar: El periodismo dominante es periodismo basura.

Artículos relacionados: "Lo que sí dijo Benedicto XVI", “Dios es razonable, pero no lo digas”.

jueves, 14 de septiembre de 2006

Propiedad: Inviolable, individual, desigual y transmisible

Restaurar el acuerdo liberal: Empecemos, como lo hacía Guillermo Prieto (1818-1897), por la propiedad y el derecho de propiedad. "Sin esa base, explicaba Prieto a sus discípulos, sus principios todos – los de la economía- caerían por tierra".


Buena parte de la historia oficial en México suele poner en sordina u ocultar sin más, la definida doctrina económica que propugnaban los liberales mexicanos del siglo XIX. La razón detrás de esta tergiversación histórica es conciliar, en el discurso, lo que en realidad es irreconciliable: El liberalismo con el colectivismo.
Además de ser poeta, político, ministro de Hacienda de los presidentes Mariano Arista, Ignacio Bustamante y Benito Juárez, este hijo del administrador de la panadería de Molino del Rey, Guillermo Prieto, fue un economista autodidacta – lector atento de los liberales españoles, pero también de los grandes clásicos de la economía: Adam Smith, David Ricardo, Quesnay, Bastiat… e impartió la cátedra de Economía Política en la Escuela de Jurisprudencia y en el Colegio Militar. De esa experiencia pedagógica provienen sus "Lecciones elementales de Economía Política, dadas en la Escuela de Jurisprudencia de México en 1871".
La primera lección del curso de Prieto era: la propiedad y el derecho de propiedad. Son interesantes las principales definiciones que ofrece:
"Propiedad es el uso exclusivo de las cosas. Derecho de propiedad es este mismo uso reconocido por los demás. Sus características esenciales deben ser: Inviolable, individual, desigual y trasmisible (sic)".
Debe entenderse que detrás del movimiento de Reforma y de las polémicas Leyes de Reforma existieron razones de economía, y de buena economía, y no una irracional aversión a la fe religiosa, sino razonada antipatía hacia las corporaciones religiosas e indígenas que, estableciendo una supuesta propiedad colectiva, habían esterilizado en México las fuentes de la generación de riqueza que, con todo acierto, los liberales veían en la propiedad individual.
La propiedad, para Prieto y los liberales, es un derecho natural e individual, previo a la ley positiva, que la ley no puede sino reconocer. La propiedad no la otorga el Estado, sino que la reconoce como previamente existente. Hay un abismo conceptual entre esta visión y la que sostuvieron años después los constituyentes de 1917, abandonando tal vez el pilar más importante del pensamiento liberal.
Tan arraigada era esta convicción de la propiedad individual como el pilar de la libertad y del desenvolvimiento económico que Prieto cita enfático a Fréderic Bastiat: "Las facultades no son sino la prolongación de la persona, la propiedad no es sino la prolongación de sus facultades. Separar al hombre de sus facultades, es hacerlo morir; separar al hombre del producto de sus facultades, es aun hacerlo morir".
Repito: En la tradición liberal del siglo XIX están las bases para que México logre un acuerdo fundamental que lo inserte de pleno en el siglo XXI; la impronta colectivista y el estatalismo del siglo XX son nuestro principal lastre.

El espíritu de abstracción y el fanatismo

En el germen de las revoluciones y de los fundamentalismos más intolerantes suele haber una abstracción – muchas veces genial- que, como decía Chesterton, se ha vuelto loca, ha perdido el contacto con "lo real verdaderamente existente" y flota, inmarcesible, en un océano de ideas puras.


El conocimiento humano radica en la capacidad de abstraer de las percepciones sensibles y particulares conceptos inmateriales y generales. Sin esa capacidad, sin la abstracción que consiste en extraer la esencia de las cosas – aquello que hace que sean lo que son que, ojo, no es lo mismo que aquello que hace que sean- no habría ciencia, no habría comunicación, no habría progreso, no habría sociedad.
Lo que nos distingue de los animales irracionales es, precisamente, que gracias a la abstracción tenemos historia. Decía Ortega y Gasset que el último tigre sobre el planeta será exactamente igual que el primer tigre: acabado, perfecto, completo. Está programado para ser tigre, no puede equivocarse y no puede aprender nada nuevo a partir de los conocimientos de sus antecesores. No tiene tradición, sino instinto. No tiene libertad ni capacidad de sorprender; tiene naturaleza inexorable. En cambio, los seres humanos somos animales no programados; tan raros como un perro que se empeñase en aprender a maullar.
Siendo tan maravillosa la capacidad de abstracción, entraña un grave peligro cuando se vuelve absoluta, cuando suelta las amarras que la vinculan a su origen que es lo realmente existente fuera de nosotros. Cuando la razón se instala definitivamente en el mundo de las ideas, de las esencias inmarcesibles, y olvida la razón de ser de la razón – que es el ser, lo realmente existente-, surge ese espíritu de abstracción enloquecido que da lugar a las ideologías y a los fanatismos más o menos revolucionarios.
Escribió el filósofo Etienne Gilson:
"Sería un sujeto de reflexión fructífero considerar las terribles consecuencias de lo que podría llamarse 'espíritu de abstracción' (…) En el orden práctico, el espíritu de abstracción probablemente es la fuente más grande de desórdenes políticos y sociales de intolerancia y de fanatismo (…) Establecer definiciones abstractas para suplantar a las realidades concretas y luego intentar doblegar las realidades concretas a esas definiciones abstractas es uno de los procedimientos más seguros para iniciar revoluciones".

Ejemplos de este espíritu de abstracción: Toda conducta humana se explica en términos de "derecha" e "izquierda", o de "progresismo" y "reacción", o de "islamismo" e "infidelidad al Islam".
¿Cómo evitar el riesgo de ser consumidos por el espíritu de abstracción? Remitiéndonos una y otra vez a la realidad verdaderamente existente – no es pleonasmo- externa, subsistente fuera de la razón, para verificar si nuestro pálido mundo de abstracciones y esencias, de clasificaciones o de mediciones, corresponde a lo real. Platón al revés: La oscura caverna son las ideas. El mundo de las sombras no es el externo a nosotros, es el de nuestras abstracciones, insuficientes siempre para aprehender el ser en toda su plenitud.

miércoles, 13 de septiembre de 2006

Empleo: Primeras aproximaciones

El eje, sin duda, debe ser la generación de empleos productivos – subrayemos lo de "productivos" -, pero no se trata de un asunto sencillo que se resuelva sólo con una reforma laboral. Al mismo tiempo, y en todos los frentes posibles, hay que remover obstáculos a la competencia y establecer sólidos incentivos para la productividad.


Con gran tino Manuel Suárez Mier señaló ayer que para lograr el ambicioso objetivo de propiciar la generación de empleos productivos que le urgen al país, la estrategia debe consistir en la remoción de obstáculos al empleo y en la promoción de incentivos.

Esto significa ir mucho más allá de los consabidos programas oficiales de empleo, tantas veces fracasados en el pasado, y marcar en todas – sí, en todas – las políticas públicas del gobierno el imperativo de que debe impulsarse todo lo que aumente la productividad del país y debe combatirse, sin titubeos ni concesiones, todo lo que estorba la productividad.

¿Por qué centrarse en la productividad si, aparentemente, sólo se trata de generar un mayor número de empleos? Porque si tales "puestos de trabajo" no son de alta productividad estarán condenados a subsistir como meros paliativos en el mejor de los casos y, tarde o temprano, serán causa de malestar y desencanto, rezagando aún más a México en la carrera de la competencia global por los mercados y por el bienestar.

Por eso insisto en la idea que expresé hace unos días: El preámbulo necesario para una reforma laboral de fondo, los cimientos, deben ser dos reformas cruciales: 1. La renovación del acuerdo liberal, que refuerce los derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos y 2. La reforma fiscal que restaure el imperativo de la equidad y la proporcionalidad (impuestos bajos y parejos) y sepa eludir la falacia de que todo pasa por aumentar la recaudación de recursos para los gobiernos.

Desechemos de entrada la simplista concepción – fruto de un keynesianismo trasnochado que ha probado reiteradamente su fracaso- de que el gasto gubernamental pueda o deba ser factor decisivo en la creación de los empleos. Hay que reiterarlo: Los empleos generados a partir del gasto público (sea directamente en el gobierno, sea en el terreno de la oferta gubernamental de educación y salud) son por sí mismos improductivos, contraproducentes.

El exceso de gasto público sustrae los recursos y los incentivos que requiere la sociedad para generar los empleos de veras productivos. No es el gobierno el que cura; lo hacen los médicos y las enfermeras. No es el gobierno quien educa; lo hacen maestros y padres de familia. No es el gobierno quien construye viviendas o carreteras; lo hacen los trabajadores de la construcción. No es el gobierno el que investiga e inventa; lo hacen científicos y creadores; no a sueldo del gobierno, sino conectados con los mercados en competencia. Mercados que son el mejor indicador de las necesidades reales.

Habremos de seguir con el asunto.

martes, 12 de septiembre de 2006

Los ejes cartesianos y la propiedad intelectual

¿Qué creaciones intelectuales deben ser protegidas por la ley a favor de sus creadores y qué creaciones intelectuales deben inmediatamente, tan pronto son conocidas, volverse de dominio público?


Los llamados ejes cartesianos, que es probable pero no cien por ciento seguro que hayan sido “inventados” por René Descartes, son una formidable herramienta para descifrar la realidad, explicarla y operar sobre ella. Es incalculable, en este como en el caso de muchos otros hallazgos intelectuales, el aporte de productividad – y por tanto de riqueza- que los ejes cartesianos han dado a la humanidad.
Ayer en su espléndido weblog el profesor de Economía de la Universidad de Harvard, Greg Mankiw planteó, palabras más o palabras menos, la pregunta que encabeza, en cursivas, estas líneas. Si yo no respetase los derechos de propiedad (y no me produjera una enorme vergüenza ser pescado en el plagio, evento muy probable si incurriese en esa condenable práctica) deslumbraría a mis lectores “fusilándome” íntegro el documentado y agudo comentario (“post”) del profesor Mankiw. Me limito a referir a los lectores al sitio original y hacer mis propias reflexiones.
Imaginemos que los ejes cartesianos estuviesen protegidos por derechos de propiedad intelectual a perpetuidad y que cada vez que tuviésemos que utilizarlos, por ejemplo: para graficar el crecimiento de las ventas a lo largo del tiempo, tuviésemos que pagar una regalía a los herederos de Descartes. Suena absurdo. Lo es.
Pero tampoco el otro extremo, la total desprotección de la propiedad de los hallazgos intelectuales, es aceptable. Ni el plagio, ni la piratería, ni el robo de marcas o tecnologías, entre otros tipos de despojo, son conductas que debamos tolerar. De hecho, me temo que en buena parte de Hispanoamérica, incluyendo a México, el problema es el contrario: El desprecio a los derechos de propiedad y la constante violación de esos derechos, no pocas veces con la complacencia de los gobiernos.
El debate importante es definir los límites razonables de la propiedad de las ideas y de las creaciones intelectuales. ¿Deben los diseñadores de ropa exigir protección, digamos por tres años, para sus diseños?, ¿en qué consiste la verdadera originalidad del diseño de un vestido, de una página Web o de un automóvil?, ¿puede patentarse un hallazgo filosófico?. ¿Por qué las obras de creación artística – por ejemplo, una novela- son protegidas sólo por 50 años y después pasan a ser “dominio público” negando a los autores, para todo fin práctico, el derecho a heredar a sus descendientes lo más importante de su patrimonio?, ¿es aceptable el monopolio virtual que se deriva en algunos casos, en beneficio del creador, de la protección de una tecnología?, ¿hasta dónde?
El lector ya habrá adivinado que tengo más preguntas y dudas que respuestas. El consuelo es que, dicen los que saben, así se aprende. Por lo pronto, no se pierdan el blog del profesor Mankiw. Prefiero recomendarlo, que robármelo.

domingo, 10 de septiembre de 2006

Renovar el acuerdo liberal

Parece llegada la hora de renovar el acuerdo liberal en México, el acuerdo que alimentó – más allá de querellas de facciones y partidos- la restauración de la República en 1867. La supremacía de la ley, hoy como entonces, debe ser la clave de la Reforma del Estado.


Más que una renovación de las instituciones requerimos en México que la clase política renueve, sin dobleces ni agendas ocultas, su compromiso con las instituciones que, al menos en la letra de las Constituciones, han permanecido en México desde los tiempos de Benito Juárez y de la pléyade de liberales que hicieron posible la República Restaurada.
Necesitamos acercarnos más a la Constitución de 1857 para renovar y corregir con inteligencia la de 1917. Necesitamos superar las desviaciones, contrarias al Estado de Derecho liberal en que incurrió México a lo largo del siglo XX.
El Estado de Derecho liberal nace de la convicción de que la finalidad primordial del gobierno es preservar la libertad de los individuos y sus derechos naturales, no otorgados. Esa finalidad se traduce en garantizar la vida, la propiedad y las libertades de conciencia, de trabajo, de opinión, de expresión. Necesitamos, en otras palabras, que el compromiso explícito de políticos y gobernantes – así como de los ciudadanos, desde luego- sea que todos seamos gobernados por las leyes, nunca más por las personas y sus veleidosos caprichos o ambiciones.
México cuenta, en su tradición liberal del siglo XIX, con la mejor fuente de inspiración para insertarse plenamente en el siglo XXI, en el siglo de la globalización, que será también en el siglo de las personas; no de las colectividades. Por ello, gran parte de la modernización de México tiene mucho de restauración de los valores que inspiraron a la República restaurada.
Principios básicos del Estado de Derecho liberal:
1. Supremacía de la Ley. Todos (gobierno y ciudadanos) estamos sujetos a la Ley.
2. Un concepto de justicia fundado en los derechos individuales – y no en vagos y engañosos “derechos sociales”, que son de todos y de nadie- con énfasis en la adjudicación interpersonal. Una justicia sustentada en el cumplimiento de los estándares y procedimientos establecidos por la misma Ley.
3. Restricciones a todo poder discrecional. La discrecionalidad más dañina es la del Poder Ejecutivo, porque sus efectos sobre los ciudadanos son inmediatos e inciertos. Pero también hay que combatir la discrecionalidad del Poder Legislativo, que si bien no genera un daño inmediato provoca incertidumbre, y la discrecionalidad del Poder Judicial que si bien no es incierta, genera daños inmediatos sobre el ciudadano afectado.
4. Independencia judicial efectiva, con certidumbre por la permanencia de la ley, independientemente de coyunturas y circunstancias.
5. Balances y contrapesos efectivos entre los poderes, para que nadie pueda ceder a la tentación de la arbitrariedad o del poder omnímodo. Todo poder debe estar restringido por otros, y de esa forma el poder estará, en última instancia, en los ciudadanos y no en los gobiernos.

jueves, 7 de septiembre de 2006

En Utopía también llueve

Creer es más barato que saber. ¿Cómo tender puentes entre “creyentes” de Utopía y “escépticos” anclados en la realidad?


Intrigado por el fervor con que algunos compran las Utopías en venta en el mercado político, escribí hace meses algunas reflexiones acerca de ese fenómeno, bajo el título “¿Emigrar a Utopía?” (consultar en este mismo blog, enero 2006). Ayer encontré, en un recomendable “blog” de José Sánchez Zolliker un cáustico e ingenioso “credo pejista” que no tiene desperdicio y que parece avisarnos que, por fin, Utopía (“no hay tal lugar” es la definición) se materializó, contra toda previsión racional, a un costado de los vestigios del Templo Mayor, en el centro de la Ciudad de México.
Cito unos versículos del “credo” escrito por Sánchez Zolliker:

“Izquierda retrógrada de Izquierda retrógrada,
engendrada, no creada,
de la misma naturaleza del PRI,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres, tomó Reforma,
y por obra de la lucha de la Democracia,
se encarnó en el Zócalo y dio muchos discursos,
y por nuestra causa tomó el Congreso,
en tiempos de Vicente Fox,
padeció y fue declarado perdedor de la elección,
y al tercer día, montó campamentos en el Centro,
y subió al estrado, y está sentado a la derecha de Manuel Camacho;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a salinistas y foxistas,”


Cuando los sabios de la política nos dicen que lo importante hoy día es “tender puentes” (marca registrada que amenaza desplazar a la ya obsoleta de “la unidad nacional”), mucho me temo que, antes de hacer esa encomiable tarea, tendremos que descatequizar a los creyentes de Utopía (el cielo es “primero los pobres”, el infierno es “el pinche fraude” y la salvación, incluso para los peores pecadores, se logra en automático adhiriéndose al Supremo Predicador) para que puedan dialogar con nosotros, los escépticos racionalistas. La otra opción es mudarnos todos a Utopía. Lo veo difícil.
Lo que no es difícil es imaginar este surrealista diálogo entre un creyente de Utopía y un escéptico racionalista:
Creyente: - ¡Hubo fraude!
Escéptico: - ¿Por qué?
Creyente: - Porque hay tremendas desigualdades en este país…
Escéptico: - ¿Y eso qué tiene que ver?
Creyente: - Es obvio: Los de arriba nunca van a dejar que ganemos los de abajo.
Escéptico: - No veo la obviedad de la que hablas. Además, ¿tú eres de los de abajo, cuando tus ingresos corresponden al 10% más alto de la población?
Creyente: - Yo estoy con los de abajo porque vivo modestamente y no me interesa el dinero, sino los ideales y la democracia.
Escéptico: - Entonces, por definición, estás arriba moralmente de todos los que no creemos en el fraude.
Creyente: - Tú lo has dicho.
Escéptico: - Era un sarcasmo…
Creyente: - Esa es la típica intolerancia de ustedes los de la derecha: Burlarse de los ideales de los luchadores sociales…

Y así hasta el hartazgo.

Artículos relacionados: ¿Emigrar a Utopía? (I), ¿Emigrar a Utopía? (II), ¿Emigrar a Utopía? (III y final).

“Hacer negocios” y la generación de empleos

México ocupó el tercer lugar, después de Georgia y Rumania, como el país que realizó durante el último año más reformas propicias para hacer negocios.


Merecen destacarse, por sus implicaciones prácticas para la generación de empleos productivos, dos párrafos del resumen que publicó ayer El Economista (página 8) del informe Doing Business 2007 dado a conocer el martes por el Banco Mundial. Cito de la nota de Yolanda Morales:
1. “El diagnóstico destaca a México como el país que realizó más reformas para proteger a los inversionistas en el periodo 2005-2006, lo que facilitó una mejor posición en este ranking”.
2. Mensaje al Presidente electo Felipe Calderón y al nuevo Congreso: “Entre las economías que completaron más reformas en los pasados tres años, 85 por ciento aprovecharon los primeros 15 meses de sus nuevos gobiernos”.
Ahora cito el párrafo correspondiente a México en el capítulo del informe que se refiere a “Los 10 países más reformistas”. Dice así: México es el tercer país más reformista, con reformas en la apertura de empresas, protección a los inversores y el pago de impuestos. Una nueva ley de garantías define por primera vez las obligaciones de los directores de compañías, combinando una obligación de “cuidar la compañía como si fuera suya” con una lista de actividades que violan ese deber.
En realidad por “nueva ley de garantías” el informe se está refiriendo a la Ley del Mercado de Valores que con el beneplácito casi unánime de inversionistas, especialistas, legisladores, empresas emisoras e intermediarios bursátiles fue aprobada a fines de 2005, tras un largo proceso en el que en forma constante la Comisión Federal de Mejora Regulatoria (Cofemer) mantuvo al tanto, mediante información pública en la red, a todos los interesados y captó todas las opiniones, objeciones y propuestas.
Lo interesante del informe, más allá del beneplácito que no debería ser motivo de autocomplacencia, es que con acierto el Banco Mundial identifica la efectiva protección de los intereses de los inversionistas como un factor clave de la competitividad de los países al momento de hacer negocios y generar empleos. Es decir: Un marco jurídico moderno y eficaz que garantice buenas prácticas corporativas.
Falta, sin embargo, mucho por hacer. Georgia y Rumania ocupan los dos primeros lugares, delante de México, en materia de reformas recientes. Georgia logró una reducción significativa en el desempleo con un conjunto de reformas que flexibilizan el mercado laboral y las contrataciones, al tiempo que mejoró notablemente su recaudación de impuestos corporativos (ISR de las empresas). Por su parte, Rumania adoptó una nueva regulación laboral que incentiva la contratación de trabajadores principiantes (un tema similar al que aparecía en la agenda de propuestas del entonces candidato Calderón en México).
Por cierto, la segunda observación – relativa a la ventana de oportunidad para las reformas en los primeros 15 meses de los nuevos gobiernos- no debería ser desdeñada por Calderón y por los flamantes legisladores mexicanos.

martes, 5 de septiembre de 2006

Impuestos bajos y parejos para generar empleos

Para generar los empleos productivos que necesita el país hay dos reformas fundamentales y urgentes: Una reforma que fortalezca de tal forma el Estado de Derecho que haga de México un país ejemplar en la materia y una reforma fiscal que establezca, de una vez por todas, impuestos bajos y parejos.


Fue un gran acierto de la campaña electoral de Felipe Calderón centrarse en el empleo como el eje de su oferta política. Hay que ir más allá de la buena idea de ofrecer prosperidad - en lugar de alimentar el resentimiento por agravios reales o fingidos- y empezar a trabajar, ya, en el diseño inteligente de las políticas públicas que hagan realidad esa oferta de bienestar fundado en empleos cada vez más productivos.
En una primera instancia parecería que la reforma para flexibilizar el mercado laboral debería ser el primer paso para concretar esa oferta política. Correcto, pero insuficiente y tal vez impráctico porque, aislada, la reforma laboral encontrará formidables resistencias por parte de las cúpulas sindicales y de numerosos grupos de presión (que han florecido gracias a la explotación de rentas que permite la actual legislación rígida y colectivista), lo que muy probablemente implique una nueva y costosa frustración, amén de que sería ofrecer banderas a quienes han hecho una industria de la agitación del resentimiento social.
Además de la rigidez laboral, la generación de empleos productivos en México es obstaculizada – como ya se dijo- por el avance de la economía informal, de baja productividad y nociva para el Estado de Derecho. De ahí que dos reformas fundamentales directamente vinculadas con la generación de empleos productivos sean: La reforma fiscal o tributaria y el conjunto de reformas que consoliden tres condiciones clave para la productividad: cumplimiento constante y previsible de la ley, respeto a los derechos de propiedad y garantía de cumplimiento en los contratos.
Un error garrafal que se ha cometido en el pasado, respecto de la reforma fiscal, es argumentar que tal reforma debe hacerse para incrementar los ingresos del Estado. Se entiende que un argumento de esa naturaleza sea muy atractivo para la clase política (en la medida que dicha clase precisamente vive de los recursos públicos), pero es un argumento equivocado y que asusta e incomoda a quienes – con razón o sin ella- percibimos que pagamos más tributos a los gobiernos de lo que recibimos a cambio, en bienes públicos específicos, como seguridad pública y certidumbre jurídica.
La razón válida y auténtica para emprender una reforma fiscal es totalmente diversa: Necesitamos un sistema fiscal competitivo, que fomente la productividad, premie el trabajo, castigue el desperdicio de recursos y promueva la creación de empresas, que son las que generarán los empleos bien remunerados y productivos que demanda el país.
Necesitamos, como trataré de mostrar en los siguientes artículos, de impuestos bajos y parejos. Una reforma fiscal para generar empleos.

domingo, 3 de septiembre de 2006

La informalidad: Obstáculo al crecimiento

Las actividades de la economía informal no sólo son actividades de baja productividad – y por tanto de baja generación de ingresos-, sino que contagian de improductividad, y de tasas bajas de crecimiento, a la totalidad de la economía.


En los últimos años en México el bienestar de la población – medido por indicadores específicos, como drenajes, instalaciones sanitarias y equipamiento de los hogares, como automóviles, refrigeradores, hornos de microondas o computadoras- ha mejorado. Sin embargo, se trata de avances insuficientes y lentos.
El problema se llama baja productividad. Hemos invertido muchos más recursos, en comparación con otras economías en desarrollo, para lograr en el mejor de los casos resultados similares. En este sentido, es correcto que se propongan políticas públicas para la creación de más empleos, como la verdadera respuesta a los problemas de pobreza, pero sería lamentable que el enfoque centrado en los empleos desdeñe la calidad de los mismos en términos de productividad.
Tenemos que generar muchos más empleos, pero empleos cada vez más vinculados a los mercados mundiales, que generen un alto valor agregado, altamente competitivos en la economía del conocimiento y la información y empleos, además, que permitan a los trabajadores generar ingresos suficientes para consolidar fondos individuales de pensiones, así como el financiamiento de servicios de salud.
Uno de los ingredientes fundamentales para lograr esa generación de empleos altamente productivos y cada vez mejor remunerados es contar con un adecuado marco institucional que permita la creación de empresas – de todos los tamaños, pero especialmente medianas y pequeñas- y su desarrollo sin sobresaltos dentro de la formalidad.
En este sentido el avance la economía informal es verdadero veneno para el crecimiento sostenido, porque a mayor economía informal menor productividad en toda la economía. A esto hay que agregar el efecto corrosivo de la informalidad sobre el marco institucional de todo el país en aspectos clave para el crecimiento económico y el bienestar: derechos de propiedad, respeto a los contratos, recaudación tributaria eficaz para financiar los bienes públicos que corresponde brindar al Estado.
En el año 2000 la productividad de la economía informal en México fue equivalente a tan sólo el 28% de la productividad del sector de la economía formal (ver Mario Cimoli, Analissa Primi y Maurizio Pugno: “Un modelo de bajo crecimiento: la informalidad como restricción estructural” en revista de la CEPAL, abril de 2006).
El avance de la informalidad – que incluso es apoyado por determinados partidos políticos como clientela electoral y para sostener grupos de presión (caso típico: la Ciudad de México)-, encarece los servicios de seguridad social para los trabajadores de la economía formal, distorsiona la asignación de los recursos públicos, debilita la aplicación de la ley y la vigencia del Estado de Derecho, fomenta prácticas comerciales anticompetitivas, eleva la carga fiscal para la economía formal e incluso erosiona el civismo y la convivencia social armónica.
Mañana: Impuestos bajos y parejos para combatir la informalidad, la improductividad y la pobreza.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Si fuesen inteligentes...

Sólo hay una cosa segura sobre el comportamiento que asumirán hoy los flamantes legisladores del PRD: No será un comportamiento inteligente…


Uno de los grandes desarreglos de México es la ambigüedad con que se desempeñan algunas fuerzas políticas que, según les conviene, juegan lo mismo en la cancha de las instituciones que en el terreno de la ilegalidad.

Hoy, por ejemplo, los flamantes legisladores del PRD podrían darnos una sorpresa y comportarse como legisladores, no como adolescentes con severos problemas de adaptación social y conducta. Sin embargo, esa sorpresa no se dará, a pesar de que sería el comportamiento más rentable e inteligente para esa formación política. Ni modo, nadie da lo que no tiene.

Nos darían una lección a todos sus detractores – apúntenme en la lista, por si no lo han hecho- si hoy nos demostraran que su compromiso con la institucionalidad es incondicional y permanente. No lo harán, porque no está en su naturaleza.

Lo que sí está en su naturaleza es aprovechar los beneficios del arreglo institucional y del Estado de Derecho – por ejemplo, para invocar su fuero- al tiempo que patean la legalidad y socavan las instituciones. Este comportamiento desleal con la democracia y con la sociedad es tolerado y alentado por otros actores de la vida pública – periodistas, dueños de medios de comunicación, jueces, funcionarios públicos, académicos, presuntos intelectuales- en la medida que esos mismos actores se benefician, abiertamente o a trasmano, de la ilegalidad.

La temporada posterior a las elecciones está sacando a flote mucha basura moral. ¿Qué arreglos más o menos inconfesables hay detrás de la rijosidad que desde hace meses muchos "comunicadores" alientan contra el Presidente y contra el gobierno federal?, ¿qué jugosos negocios y concesiones explican la subordinación de algunos presuntos empresarios a los dictados y caprichos del agitador de moda?

Esta basura moral es la otra cara de la moneda del comportamiento vandálico que hoy, lamentablemente, presenciaremos. Y esta basura moral es otro de los resultados de haber dejado crecer – con criminal tolerancia o indiferencia- el cáncer de la simulación, de la informalidad y de la ilegalidad.

No es cierto, como algunos ingenuos proclaman, que las instituciones en México estén caducas. Por el contrario, para muchos mexicanos están flamantes, sin estrenar, sin usarse, sin acatarse. Para muchos mexicanos las instituciones son objeto de burla cotidiana y la ley una herramienta opcional, que se acata según convenga.

Los mismos insensatos que quieren enterrar instituciones se han encargado de minarlas. Nada menos que un flamante senador – que NO es del PRD- ya anda promoviendo audaces reformas para sustituir la institucionalidad que antes, como funcionario gubernamental, desdeñó y lastimó. ¡Qué vergüenza!

Si fuesen inteligentes, que no lo son, entenderían lo mucho que podrían ganar apostándole a la civilidad y a las instituciones (en una de esas, hasta superan el analfabetismo cívico y político que les caracteriza). Pero ni modo: De la nada, nada se hace.