¿Calentamiento global o bochornos de la edad?
¿Se imagina a jóvenes bañándose en el Río Rin en el mes de enero? No, no es una imagen premonitoria de lo que nos espera en unos años a causa del temido y publicitado “calentamiento global”. Es un hecho histórico: En las primeras décadas del siglo XIV hizo tanto calor en el planeta que el hecho era habitual (mencionado por H. H. Lamb en Climate, History and the Modern World, London, Routledge, 1995).
¿Se imagina el Río Nilo con hielo? Tampoco es una profecía de una próxima Edad del Hielo, es otro hecho histórico reportado en los años 1010 a 1011.
Si de algo podemos estar seguros acerca del clima en el mundo es que siempre cambia: Décadas de inviernos crudelísimos, como en 1564 el año que nació Shakespeare y que marca el inicio de la “corta edad del hielo”, la era más fría desde la Edad del Hielo de 10,000 años antes, fueron precedidas de largas temporadas “inusualmente” calurosas. Por cierto, la “corta edad del hielo” fue tan “corta” que duró de 150 a 200 años.
De lo segundo que podemos estar seguros acerca de estos cambios climáticos es que la actividad del hombre ha sido hasta ahora irrelevante para producirlos. Dicho de otra forma: Sin la presencia del ser humano en el planeta el clima habría cambiado del mismo modo que lo ha hecho a lo largo de la historia.
Gran parte de los temores y de los pronósticos alarmistas acerca del calentamiento global surgieron del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) establecido en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial (WMO) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) con la finalidad de entender “científicamente” los riesgos de que la actividad humana produjese cambios indeseables en el clima.
Por desgracia, los presuntos pronósticos emanados del IPCC no se han caracterizado por su solvencia científica. Como señala Martin Agerup (en The scenarios underlying climate changes “predictions”, capítulo del libro The impacts of climate change. An appraisal of the future, London 2004) las conclusiones de los reportes del IPCC adolecen de tres defectos graves: 1. Desaseo o “chapuza” científica, 2. Mala metodología y, lo que considera más grave Agerup, 3. Los escenarios son erróneamente usados y presentados como si fuesen pronósticos.
Hay una alta probabilidad de que estemos confundiendo el “calentamiento global” con lo que en realidad es un “bochorno verde”: un río revuelto en el que no pocas corporaciones astutas y desinhibidos políticos están pescando, felices, gracias a la credulidad que solemos prestar al vaticinio de catástrofes y al poco rigor con que los medios nos “informan”.